Dotación anual de crack. 09 Ice and Fire.

Sep 16, 2011 23:25

Título: Wolfs and Dragons.
Autor: hikari_world
Fandom: A song of Ice and Fire.
Personajes: Jon Snow & Daenerys Targaryen.
Reto: Ice and Fire.
Resumen: Posó sus ojos violáceos sobre él y no encontró nada de su hermano en ese rostro tan adusto y recto. Frunció los labios y apretó los dedos contra la pared, sintiéndose estafada por completo. Aquel tal Jon Snow no podía ser su sobrino.
Palabras: 2.305
Notas: Spoilers de A Clash of Kings y de A Storm of Swords. También expongo algunas teorías propias que pueden resultar spoilers, así que quien se lea este fic, que lo haga a sabiendas de lo que puede encontrarse dentro. Es una historia post saga, plasmando o dejando ver el final que yo creo que tendrá. De todos modos, no he terminado de leerme los libros, así que quizás esté completamente equivocada o hayan sucedido cosas en la historia que contradigan lo que aquí voy a narrar. Pido perdón anticipada por el OoC, pero he intentado hacer a los personajes algo más maduros, porque ahora estarán rondado los veinte años. Especialmente por Jon, que lo he plasmado algo más reflexivo y menos bobo xD No he quedado demasiado satisfecha con el resultado, pero bueno. Igualmente, espero que os guste =P PD: No preguntéis por el título, salió solo xD


09. Wolfs and Dragons.

A veces, cuando caminaba sola por los pasillos de la Fortaleza Roja, rememoraba la voz de Viserys cuando eran niños y él aún era bueno y le narraba historias de los Siete Reinos, del Trono de Hierro y del lugar que, por derecho de sangre, les pertenecía. Ahora que podía verlo con sus propios ojos, pensaba que su hermano no había exagerado en lo más mínimo; aunque sólo fuesen los recuerdos difusos de un niño de cinco años, la exactitud de las palabras de Viserys le sorprendía, al ver que todo aquello que le había descrito era completamente cierto. Casi no había error alguno, y eso, en cierto modo, le fascinaba. Se detuvo en uno de los jardines menos concurridos y se sentó en uno de los bancos, disfrutando de los aromas entremezclados de las diversas flores que embellecían el lugar, y alzó la mirada, en busca de Drogon, Viserion y Rhaegal, que planeaban en los cielos, haciendo cabriolas y figuras al batir sus poderosas alas. Sonrió levemente al contemplarlos y suspiró, devolviendo la vista hacia la tierra batida del suelo que pisaba.

Hacía ya varios meses que al igual que su antepasado, Aegon el Conquistador, había desembarcado en King’s Landing a lomos de sus dragones, encontrándose con un reino roto, desmembrado y sangrante, y había sido el fuego de sus hijos el que le había ayudado a ir cosiéndolo todo punto por punto. Punto por punto. Punto por punto. No había sido fácil en absoluto, y cuando pensaba en ello, escalofríos le recorrían por toda la espalda. No había tenido un solo aliado desde su llegada; todos la habían visto como una tremenda amenaza; como la hija del Rey Loco, la perpetuadora de su semilla. La que podría volver a quemarles a todos. Sin embargo, poco a poco había conseguido hacerse lugar en los Reinos, y lo que en un principio habían sido negativas acérrimas, ahora se convertían en suaves negociaciones para permitirles mantener una cierta libertad con la condición de que ella fuese la soberana de todos ellos. Seguiría siendo más joven que muchos reyes y reinas que habían gobernado en los Siete Reinos, pero no era estúpida. Sabía que si comenzaba aprisionando y asfixiando a los Grandes Señores, éstos se levantarían en su contra con facilidad, proclamando a la antigua familia soberna, la del Usurpador, o a cualquier otra que estuviese dispuesta a sentar a su amo en el trono real. Y no estaba dispuesta a permitirlo. No, después de todo lo que había tenido que sacrificar.

Sus manos se deslizaron hacia su vientre, estéril, y lo acariciaron con cierta ternura, sintiendo la nostalgia de ser madre. Aún se despertaba, en ocasiones, sintiendo las leves patadas de Rhaego en su seno, y la desesperación la sobrecogía al darse cuenta de que seguía sin poder tener descendencia. Todo por haber sido tan necia, tan confiada. Nunca volvería a ser tan vulnerable delante de nadie. Nunca más.

-Mi señora. - Una vocecita muy dulce le sacó de sus pensamientos. Giró el rostro para encarar a la persona que le buscaba, una jovencita de la corte algo menor que ella que le observaba con cierto temor. - Tenéis visita en la Sala del Trono. Ha llegado el Lord Comandante del Muro, como ordenasteis.

Sintió una punzada en el pecho, y dirigiéndole una suave sonrisa a la muchacha, se levantó, avanzando hacia el interior del palacio. Se fijó, entonces, en que había guardias por todas partes, siguiendo su estela, vigilando sus pasos, y no sabía si era para que no le sucediese nada malo o para acabar con su vida en el momento más oportuno. Ignoraba cuánta gente quería verla muerta, pero tenía la certeza de que mientras tuviese a sus hijos cerca, nadie osaría ponerle un dedo encima. O eso era lo que le permitía dormir por las noches.

Avanzó nerviosa por los pasillos, y pronto llegó a la pequeña puerta que había junto al Trono de Hierro. Se mordió el labio inferior y se colocó junto al dintel, ocultando parcialmente su figura para poder observar el interior de la Sala. Allí, de pie, aguardaba el que había oído era el último de sus parientes. El último de los hombres con la sangre del dragón en sus venas. Posó sus ojos violáceos sobre él y no encontró nada de su hermano en ese rostro tan adusto y recto. Frunció los labios y apretó los dedos contra la pared, sintiéndose estafada por completo. Aquel tal Jon Snow no podía ser su sobrino. No se parecía en nada a las descripciones que había obtenido de Rhaegar a lo largo del tiempo; debía de haber un error tremendo en aquellos que atestiguaban que era su hijo bastardo.

"Es un hijo del norte." Había oído decir a ese hombrecillo, Varys. "Sus rasgos son duros como la roca y fríos como el hielo. No hallaréis el fuego en él, pero es el descendiente de vuestro hermano mayor. Es el último dragón."

“El último dragón…”

Tomó aire y atravesó la puertecita, dirigiéndose hacia el Trono de Hierro. El heraldo la anunció, y todas las miradas de la sala se posaron sobre ella, incluidos los ojos grises de Jon Snow.

-¡Daenerys de la casa Targaryen, primera de su nombre! ¡Reina de los Ándalos y de los Primeros Hombres! ¡Soberana de los Siete Reinos y Protectora del Reino!

Cuando terminó, todos le hicieron una reverencia y entonces procedió a sentarse, haciendo un gesto con la mano derecha e indicándoles a todos que podían erguirse. Jon Snow volvió a posar su mirada sobre la de ella, y se sintió un poco sobrecogida en su fuero interno. Varys tenía razón; era frío como el hielo, pero no resultaba amenazante, sino todo lo contrario, infundía un gran respeto. Ahora que podía verle bien, pudo percibir su serenidad y su fuerza, y sin quererlo, aquel joven le gustó. Pero no podía creerle sin poner a prueba su sinceridad; había oído que los Stark de Winterfell eran honorables. Comprobaría si era cierto o no.

-Lord Comandante de la Guardia de la Noche, agradezco que hayáis venido con tanta celeridad, puesto que hay varios asuntos que quiero tratar con vos.

-Vuestra alteza dirá. - Permaneció firme y recto.

Daenerys echó un vistazo a la Sala del Trono y habló.

-Querría tener una audiencia a solas con el Lord Comandante. Dejadnos.

Un tremendo cuchicheo se instauró en el lugar. Varys y el Gran Maestre se acercaron a ella, y comenzaron a intentar convencerla de que no era una buena idea, pero Dany no hizo caso alguno. Permaneció con la mirada fija en su supuesto sobrino, impertérrita y sin intención de cambiar su opinión, sin decir una sola palabra. Al final, ambos consejeros cejaron en su empeño, le hicieron una reverencia y se marcharon de allí, dando pie a que el resto hicieran lo mismo. Los guardias se colocaron en las puertas y las cerraron, apostándose al otro lado para vigilar que nadie entrase ni saliese de la estancia. El silencio se personó, abrazándolos a ambos, que no dejaban de mirarse. La Reina fue la primera en romper el contacto visual.

-¿Sabéis por qué os he hecho llamar, Lord Comandante?

-Sí. O eso creo, alteza.

Daenerys volvió a alzar la mirada, esta vez con el ceño fruncido.

-¿Y entendéis por qué lo he hecho?

-Entiendo que queráis comprobar si soy el hijo de vuestro hermano.

-El bastardo de mi hermano Rhaegar, querréis decir.

-No vais a ofenderme, alteza, si es eso lo que pretendéis. Bastardo es una palabra que me ha acompañado siempre, de modo que para mí no es un insulto, sino una realidad.

Daenerys tuvo que esforzarse para no sonreír. Había sido una buena respuesta. Permaneció con su porte y elegancia, con las manos aferradas a los brazos del Trono de Hierro; incluso se dio el lujo de cruzar las piernas. A una parte de sí le gustaba que el muchacho no pudiese apartar la mirada de ella; se sabía hermosa, y no era precisamente una criatura vanidosa, pero había algo en los ojos de Jon Snow que le gustaba.

-Acercaos.

El muchacho pareció dudar unos instantes, pero al final se acercó unos pasos más a las escaleras. No hincó la rodilla en el suelo ni bajó la cabeza; no sabía si era por su orgullo norteño o porque, al ser - supuestamente - pariente suyo se pensaba que no debía hacerlo. Pero gracias a eso pudo contemplar mejor al muchacho.

-No hay nada de mi hermano en vos, Lord Comandante. Ni un solo ápice, un solo ángulo o un solo brillo de vuestros ojos que me haga creer que sois su hijo.

-Lo sé.

-¿Entonces por qué esgrimís que lo sois?

-Realmente no lo hago, simplemente es lo que me han dicho.

Daenerys guardó silencio unos momentos nuevamente, sopesando posibilidades. No había forma real de saber si Jon era hijo de su hermano o no, porque ya no quedaban muchos para corroborarlo. Sólo la palabra de los pocos que habían podido tener la oportunidad de saberlo, y ni siquiera sabían si eran de fiar.

-¿Y si de pronto os diese por hacerlo, Lord Snow? ¿Y si de pronto os diese por ir por ahí alegando que sois el hijo de Rhaegar y lady Lyanna Stark, y que tenéis más derecho al trono que yo por ser mujer? - Se reclinó hacia delante. - ¿Acaso debería encerraros en el calabozo, torturaros o haceros cosas peores para asegurarme de que nunca usaréis ese argumento contra mí, sea verdad o sea mentira? Porque sé que hay muchos que usarían cualquier cosa en los Siete Reinos para sacarme del Trono de Hierro. Aún tengo muchos enemigos en este lugar…

Jon permaneció callado un lapso de tiempo que se le hizo bastante largo. Agachó el rostro y se dedicó a reflexionar para sus adentros, buscando las palabras apropiadas para contestarle.

-Hubo un hombre al que conocí que daba sabios consejos. - Comenzó a decir-. Era conocido por su casa y no por su propio intelecto, cosa que me apena. Era muy inteligente. Creo que… él, en un caso como este, diría algo semejante a… que si cortáis la lengua de un hombre, no estáis probando que mienta, si no que tenéis miedo de que lo pueda decir. Si me cesáis ahora, sin ningún motivo aparente… significará que escondo algo que os asusta, y quizás eso de pie a vuestros enemigos a pensar que en mí está el arma para exiliaros otra vez. O en el peor de los casos, asesinaros. Y no sois tan insensata, mi señora. Alteza. - Corrigió en seguida. - Del mismo modo que yo no lo soy. No tengo intención de ir proclamando algo que ni siquiera sé con certeza, y mucho menos para reclamar un trono que no me interesa. Yo sólo quiero permanecer en El Muro y gastar mis días allí, defendiéndonos de lo que hay más allá.

La Reina se quedó gratamente sorprendida por la respuesta de su sobrino, y en esa ocasión no se esforzó nada en disimular la sonrisa que le nacía de los labios. Eso desconcertó un poco al muchacho, que se limitó a mirarla con desconfianza, esperando lo que fuese que quisiese decirle.

-Sois un hombre sincero, Jon Snow, y aprecio eso en las personas, después de haberme visto envuelta entre tantas mentiras e ilusiones. Realmente ignoro si sois mi sobrino o no, pero lo cierto es que una parte de mi desearía que lo fueseis, para así sentirme menos sola. - No pudo evitar el deje de tristeza impregnando su voz. - Os concederé vuestro deseo. Podéis regresar al Muro y permanecer allí el resto de vuestros días. No obstante… si algún día os reclamo a mi presencia, gustaría que volvieseis a mi lado. Quizás os espere un destino más grande que el de ser sólo un Lord, - las palabras de Rhaegar en aquella visión que había tenido en la casa de los magos se le vinieron a la mente - quizás sea vuestro el legado de la canción de hielo y fuego. - Murmuró, sin estar muy segura de si Jon lo había entendido o no.

-¿Mi señora? Os lo agradezco sinceramente, pero no creo que…

-No es una opción, Jon Snow. Si de verdad poseéis sangre Targaryen y no encuentro forma de dar a luz a un heredero, seréis vos quien ocupe mi puesto. Y os aseguro que cortaré la lengua de todo aquel que diga lo contrario. - Esbozó una sonrisa ladeada que hizo que Jon repitiese.

-Como deseéis, mi señora.

-Podéis llamarme Daenerys, Jon. - Repuso con cierta dulzura, alzándose del trono y descendiendo grácilmente los escalones. Se colocó a su lado, comprobando que eran casi tan pálidos de piel el uno como el otro, pero él era más alto y mucho más moreno. Se percató, entonces, de que tenía una cicatriz que le atravesaba la ceja y el ojo izquierdos, y estuvo tentada de acariciarla, pero no lo hizo. - Y ahora si os place acompañarme…

-¿Acaso tengo elección? - Preguntó con cierta resignación, pero sonriendo todavía. - No podría negarme a mi… tía.

Daenerys sonrió también a su lado y le indicó por dónde podían salir, guardando una cierta distancia con él. Ambos ignoraron las miradas indiscretas que les dedicaron al aparecer por los pasillos de la fortaleza, y muchas más que les siguieron cuando llegaron a los jardines. Pero Dany estaba ansiosa por conocer, no sólo a su joven sobrino, sino también a todo lo que tenía que ver con él. No en vano se había pasado fuera de los Siete Reinos la mayor parte de su vida. ¿Quién mejor que él para ponerle al día de las cosas que ignoraba? Además, Jon parecía tremendamente dispuesto y cómodo con ella. De modo que, ¿por qué no hacerlo?

-Y decidme, me lo han explicado varias veces pero sigo sin entenderlo. ¿Por qué los miembros de La Guardia de la Noche van de negro?

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