Dotación Anual de crack 04. Happy Creepy Halloween

Nov 11, 2010 23:45

Título: Happy Creepy Halloween.
Autor: hikari_world
Fandom: Pandora Hearts.
Personajes: Eliot Nightray/Ada Vessalius.
Reto: A Halloween Carol.
Resumen: Para Eliot, todo lo que tenía que ver con Halloween no eran más que patrañas sin sentido. Al menos, hasta aquel año…
Palabras: 3.525
Notas: Spoilers de la saga del Head Hunter.


Happy Creepy Halloween.

Era treinta y uno de octubre, el sol brillaba alto en el cielo y no hacía demasiado frío para la fecha en la que se encontraban, lo cual era de agradecer. Sin embargo, a pesar del buen día que se presentaba para los estudiantes de Latowidge, a penas si había nadie por los jardines, puesto que estaban demasiado ocupados en otros quehaceres. Como por ejemplo, la celebración de Halloween, ya que habían conseguido convencer al profesorado - más concretamente el sector femenino había conseguido convencer al profesorado - para hacer una pequeña fiesta de disfraces, aprovechando que al día siguiente era domingo y no iban a dar clase.

La idea, en general, había sido muy bien recibida por todos los alumnos, a los que la idea de poder despejarse y evadirse de sus responsabilidades les parecía de lo más atractiva. Sin embargo, había una persona en particular a la que tanto la idea como la celebración en sí le parecía una auténtica estupidez, y no tenía ningún pudor a la hora de reconocérselo a todo aquel que se le acercase pidiéndole ayuda.

Para Eliot Nightray, una fiesta de Halloween era como un grano en el culo. Y no usaba nada más suave que eso para referirse al tema, ni se molestaba en no demostrarlo, al menos. Iba con el ceño fruncido, que se pronunciaba todavía más cuando se encontraba con murciélagos, calabazas o cruces ensangrentadas. Por el contrario Reo se mostraba bastante divertido y dispuesto a ayudar, ya que le parecía una buena idea para relajar el ambiente académico de Latowidge, siempre tan estricto y serio.

-Pues a mí me sigue pareciendo una estupidez. Estamos aquí para estudiar, no para hacer tonterías de estas.

-Estoy seguro de que algún día te castigarán por intransigente, Eliot.

-Tsk. Eso estaría por ver.

Aunque no se pudo ver por el enorme flequillo del joven y por las inmensas gafas que le cubrían medio rostro, Reo rodó los ojos, y además negó con la cabeza, preguntándose cuándo su amigo y señor se mostraría un poco más abierto de mente. No es que no le gustase tal y como era; de hecho le parecía genial que fuese tan franco; pero un poquito de tolerancia no le iba a hacer ningún daño, si no todo lo contrario.

“Pero eso sería un milagro…”

Si casi había costado la misma vida que consiguiese creer que Oz no estaba muerto, no quería ni imaginar lo que podía suponer el meterle en la mollera que la sociabilidad no era un crimen penado por el país.

Continuaron caminando por el pasillo en dirección a la biblioteca, y por un instante Reo deseó el tener la capacidad de poder vaporizar, o en su defecto, de poder trasladar a personas de lugar. No porque tuviese nada en contra de los seres humanos, sino porque no le apetecía que a Eliot le diese otro de sus arrebatos intransigentes en contra de la pobre y dulce Ada Vessalius, que parecía ser una de las más emocionadas con el tema. La jovencita llevaba toda la mañana correteando de un lugar a otro con ferviente ilusión. A él particularmente le inspiraba ternura. Pero a Eliot…

-Por favor, no montes ningún numerito, Eliot Nightray, o te aseguro que te llevarás noches sin dormir pero porque pienso estar leyendo en voz alta hasta bien entrada la madrugada.

-Tsk.

-¡Reo! … ¡Eliot Nightray! - el sirviente le miró acusadoramente por detrás de sus gafas al ver que la muchacha había dudado sobre cómo llamarle.

-Hola, Ada. - Saludó amablemente al ver que se acercaba a ellos. Le dio un pequeño pisotón a Eliot para que, al menos, tuviese la decencia de no girar el rostro en otra dirección. - ¿Organizándolo todo para esta noche?

-¡Sí! - dio un pequeño saltito, sonriendo feliz, con las mejillas algo ruborizada. - ¡Estoy muy emocionada! Nunca habíamos hecho algo así en Latowidge. ¡Las chicas de vuestra promoción deben de tener una labia increíble para haber convencido al director de hacer esto!

-Jamás habría pensado que te podían gustar estas cosas, Ada.

La jovencita enrojeció completamente y empezó a mirar nerviosamente hacia los lados. Se llevó las manos a la falda y la apretó, agachando la mirada, incapaz de sostenerla. Eliot alzó una ceja y se llevó una mano a la cintura, mientras Reo se echaba a reír suavemente.

-Vamos, no te avergüences.

-E-es que tampoco… No es que yo en realidad… Bueno… No es como si…

-Pff. Menuda vergüenza que la hija de la familia Vessalius crea en estas patrañas sin sentido. - En ese momento dieron igual las miradas reprochadoras de Reo. - Con tantos pajaritos en la cabeza no se puede llegar a nada bueno en esta vida. Sería mejor que espabilases e hicieses cosas útiles, en ver de emocionarte por fiestas estúpidas.

Ada agachó la mirada, esta vez dolida, y se disculpó ante ellos con la excusa de que tenía que seguir preparando la fiesta. Reo le dio un golpecito a Eliot en la nuca por desagradable, y decidió que lo mejor era dejar el tema para evitarse males mayores, ya que no iba a sacar nada nuevo ni en concreto. A pesar de todo, el joven heredero de los Nightray sí que sintió un poco el peso de la culpa, porque le había chafado completamente la ilusión a la muchacha simplemente por fastidiar.

“Bah. Tonterías.”

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

-Me voy, Eliot. - Reo terminó de ajustarse la capa de su disfraz que había salido a comprar la semana anterior. - No me esperes despierto.

-Tranquilo, no pensaba hacerlo. Voy a dormir tan bien como todos los días esta noche.

El joven sirviente suspiró pesadamente y se dirigió hacia la puerta de la habitación. Una vez allí, se detuvo y se giró hacia su amo, que se había tirado a leer en el pequeño sofá que tenían acondicionado dentro. Aquello debía de haberlo hecho simplemente por fastidiar, ya que Eliot hacía mucho que no tenía el sueño tranquilo.

-Realmente te castigarán algún día por incrédulo, Eliot.

-¿Incrédulo? Vamos, Reo. Puedo comprender que participes en esta estupidez, pero no que creas en ellas.

-Existe un mundo paralelo llamado Abyss donde existen criaturas llamadas Chains. ¿Y tú piensas que el Halloween es una estupidez?

-No es lo mismo. Demuéstrame que existen las brujas y los vampiros y te creeré. Mientras tanto, son sólo patrañas.

-Que tengas una buena noche, Eliot. - Dijo, rindiéndose ante la cabezonería de su amo.

Escuchó el portazo que dio al salir. Se reacomodó en el sofá y se concentró en leer, sintiéndose inundado por el silencio reinando en la habitación. Resultaba agradable estar solo durante un rato para variar, ya que el resto del tiempo generalmente estaba pegado a Reo o rodeado por sus compañeros de clase, y algo de quietud siempre venía bien. Miró el reloj que había sobre la cómoda y vio que todavía eran las diez de la noche. A saber hasta cuando estarían de fiesta en el salón de actos.

-Menuda estupidez. - Menos mal que la asistencia no había sido obligatoria…

No hubieron pasado ni treinta minutos, no obstante, cuando escuchó un extraño ruido en la puerta de su cuarto. Al principio intentó ignorarle, pero cuanto más lo hacía, más fuerte sonaba, de modo que al final, vencido por el cabreo y las ganas de gritarle cuatro cosas al idiota que le estaba molestando, se levantó de malas y abrió la puerta, encontrándose con el pasillo completamente vacío.

-¡Muy graciosos! ¡A ver si os metéis los ruiditos por el culo!

Cerró de golpe y se quedó con la mano en el pomo, esperando a que volviesen a llamar. No hubieron dado ni el primer golpe cuando volvió a abrir la puerta, encontrándose, esta vez de frente, con una niña muy pequeña. Tenía unos enormes ojos azules y el pelo castaño claro, y le observaba con gesto impaciente.

-¡Ayúdame a encontrar a Rudolf!

-¿Qué? - preguntó sin comprender nada.

-¡Que me ayudes a encontrar a Rudolf! ¡Me lo prometiste y sigues ahí de pie como un pasmarote! - la niña le cogió de la mano y tironeó de él, sacándole de la habitación. Eliot se zafó.

-¿¡De qué me hablas!? ¿¡Qué Rudolf ni qué…!?

-¡¡Que me ayudes a encontrar a Rudolf!! - la cría se tiró al suelo y empezó a patalear. - ¡¡Ayúdame!! ¡¡Ayúdame!! ¡¡Ayúdame!! ¡¡Ayúdame!! ¡¡Ayúdame!! ¡¡Ayúdame!! ¡¡Ayúdame!!

-¡¡Vale, vale, vale!! ¡¡Está bien!! ¡Te ayudaré a encontrar a ese idiota de Rudolf! ¡Pero cállate la boca de una maldita vez o te vas tú sola de una patada en el culo!

Aquello pareció acallarla y se levantó, muy peripuesta, sacudiendo su pomposo vestidito y procediendo a continuar por el pasillo. Eliot cerró la puerta frunciendo el ceño y gruñendo y fue tras ella, sin saber a quién demonios tenían que buscar ni qué hacía esa cría estúpida allí. Mucho menos por qué le había escogido a él.

“Quizás ha ido llamando por las habitaciones y he sido el único que ha abierto. Maldita sea mi estampa…”

-Oye. ¡Oye! - repitió, al ver que no le hacía caso. - ¡Tú! ¡Niña!

-No me llamo niña. Me llamo Tiberia. Tiberia.

-Bueno, como te llames. ¿Quién es Rudolf?

-Rudolf es mi perrito.

-¿Tu perrito?

-Sí. Lo he perdido por aquí mientras paseábamos hacia el norte. Tenemos una reunión por allí, ¿sabes?

-No me importa lo más mínimo.

-¡Qué desagradable eres para ser tan joven!

-Sí ya. Espera, ¿cómo que tan joven? ¡Si soy mayor que tú!

-Lo dudo. ¿Cuántos años tienes?

-Quince. - Respondió, ofendido.

-¡Ay! ¡Qué tierno! Yo casi no recuerdo cuándo cumplí los quince años.

-¿¡Pero de qué estás hablando!?

-Vamos, vamos, corazón. No te agobies. Anda, salgamos a fuera. Lo más seguro es que Rudolf ande entre los setos.

¿Era él o de pronto aquella cría había cambiado la modulación de la voz y la forma de hablar? No tenía ningún tipo de sentido todo aquello. Al guardar silencio, se percató de que se escuchaban las voces y la música provenientes de la fiesta, y sintió un escalofrío recorriéndole una nuca, aunque no supo muy bien el por qué. Se llevó la mano al sitio y se frotó para intentar paliar aquella desagradable sensación, y la condujo hacia los jardines. Le pareció curioso darse cuenta de que en ese momento la luna brillaba con una intensidad tal que incluso dolía mirarla, redonda y llena como hacía tiempo que no la veía.

-Bueno, ¿por dónde quieres que busquemos a tu perro?

Al agachar la mirada, sin embargo, se dio cuenta de que Tiberia había desaparecido sin dejar rastro. Un viento helado le golpeó en la cara y tuvo que cerrar los ojos; al abrirlos, no pudo evitar pensar que, afortunadamente, todo seguía igual. Luego se reprochó por aquel pensamiento. ¿¡Qué demonios iba a cambiar!? Aquel demonio de niña debía de haberse escabullido por ahí mientras estaba embobado mirando la luna. No podía haber otra explicación.

Como se encontraba aburrido, y ya que estaba ahí fuera, decidió darse un paseo para refrescar las ideas. No tenía nada que ver con que estuviese algo preocupado por la cría y con intenciones de encontrarles, a ella y a su maldito chucho. De modo que empezó a divagar por los exteriores, pateando cuanta piedra se encontraba por el camino.

De pronto le pareció escuchar un gruñido por detrás de unos matorrales. Algo inseguro, a pesar de que no paraba de decirse que aquello eran tonterías, se acercó a echar un vistazo. Quizás era el animal que estaba buscando.

-¿Rudolf? - ¿¡Qué clase de persona le ponía ese nombre a un perro!?

Al principio no sucedió nada. Se hizo el silencio. Luego, el sonido empezó a acrecentarse, e instintivamente empezó a apartarse hacia atrás, lentamente. Empezó a correr - y se cayó de culo, por ende - cuando vio que los arbustos empezaban a agitarse con violencia, y del otro lado apareció una enorme criatura, peluda y babeante, y se le puso la piel de gallina al contemplar sus colmillos, amarillentos y afilados. ¿¡¡¡Qué demonios significaba aquello!!!?

-¡¡Rudolf!! - la voz de Tiberia sonó a sus espaldas, y la niñita de cabellos dorados se acercó con el ceño fruncido y los brazos en jarras, mirándole con reproche.

“No puede ser… estoy soñando, estoy soñando.”

-¿¡Qué estabas haciendo!? ¿¡Ibas a atacar a Eliot!?

-¡Espera! ¿Cómo sabes mi nombre?

-Está bien clarito, ¿no? Lo llevas escrito en la frente.

-¿¡Qué!?

-Sí. Todas las personas llevan escritos los nombres en la frente.

-¿Pero qué demonios…?

El enorme animal empezó a gruñir de nuevo, pero Tiberia le puso la mano en el hocico y lo calmó poco a poco. Luego deslizó sus deditos hacia un collar que no se podía percibir a simple vista por la enorme cantidad de pelo e hizo algo. Y para sorpresa del muchacho, la criatura empezó a cambiar lentamente hasta convertirse en un hombre enorme - y desnudo - con una poderosa melena negra y un cuerpo musculoso y sudado. Y sin pelo. Aquello no podía tener menos sentido. ¡Era imposible! ¿Hombres lobo?

-Sí. Rudolf es mi mascota. Un hombre lobo.

-¡Venga ya! ¡Me estás tomando el pelo! ¡Esto es un truco barato y ya está!

-Si pensando eso te sientes mejor - alzó los hombros. - Anda, Rudolf. Vámonos o llegaremos tarde al aquelarre.

Volvió a perder sus manitas en el cuello del susodicho licántropo y accionó un pequeño resorte que hizo que el tipo se transformase delante de sus narices en una enorme y peluda criatura sobre la que se montó. Salieron corriendo y saltando del recinto antes de que pudiese cruzar otra palabra con nadie. Se llevó una mano a la frente y se limpió el sudor con el dorso. Debía de estar dormido. ¡Sí! Sí, era eso. Se había quedado dormido leyendo en el sofá y aquello no era más que un estúpido sueño propiciado por la noche en la que se encontraba y por tanta tontería que tenían los demás encima. Una vez se hubo tranquilizado, se puso de pie, se sacudió la ropa y se apresuró en regresar al edificio. Quizás si volvía a acostarse en el sofá se despertaría y acabaría ese sueño tan incoherente.

El camino se le hizo inusualmente largo. No era normal que el edificio estuviese tan lejos, ¡si a penas había recorrido unos metros cuando esa cosa le había saltado encima! Cuando por fin dio con la puerta que había atravesado para salir, se fijó en que la figura de un hombre se desdibujaba sobre el negro de la madera del portón. Se quedó estático en un principio, pero resuelto a terminar con todo aquello de una maldita vez - a fin de cuentas, sólo estaba soñando - se dirigió con toda la determinación que tenía hacia él y lo cogió por el hombro. O lo intentó. Porque en el momento en que fue a tocarle se desvaneció, y reapareció al otro lado.

-Sigues siendo un niño patoso, Eliot.

Se le heló la sangre al reconocer la voz de la persona que acababa de hablarle. Lo hizo prácticamente en seguida, a pesar de que hacía mucho tiempo que no la oía, y por un segundo quiso darse un cabezazo para comprobar si aquello era un sueño definitivamente. Porque no podía ser real. Era… imposible.

-¿Ernest? - al girarse y encontrarse con el tipo en cuestión, se encontró, tal y cómo había temido, con uno de sus hermanos mayores. Con Ernest Nightray, que había muerto hacía mucho tiempo. - No puede ser…

-Pues lo es, hermanito. Vaya, sí que has crecido. - Sonrió. - Casi pareces todo un hombre.

-¿Qué estás…? ¿Cómo es… posible…?

-Es Halloween.

-Ernest, no me vengas con…

-¿Tienes delante de tus narices a tu hermano mayor muerto y me estás diciendo que no te venga con tonterías? ¿Qué tonterías? Eliot, Halloween simboliza que el mundo de los vivos y el de los muertos se unen. ¿No te das cuenta? ¡He venido a verte!

-¡Pero es que esto no puede ser real! Eres… ¿me estás diciendo que res un fantasma?

-¡Bingo! - Rió - Madre mía. No has cambiado nada desde que me fui. - Intentó ponerle una mano en la cabeza, pero no pudo. Sin embargo, a Eliot le pareció sentir su calor, y por un momento tuvo ganas de llorar. Sólo durante unos segundos. - Eres un gran chico, Eliot.

-Ernest…

-Oh, vamos. ¿Ahora eres un llorica?

El muchacho se dejó caer sobre los escalones del portón y se sentó en ellos, escondiendo el rostro entre las manos para que no viese su expresión. Estaba tan confundido. Y dolía tanto verle ahí, aunque fuese una ilusión; porque desaparecería en cualquier momento y no volvería más. Como no volvió más a casa. El joven difunto sonrió levemente y se sentó a su lado, mirando las estrellas.

-Es bonito mirar el cielo nocturno, ¿verdad? De pequeño te gustaba quedarte mirando las estrellas, y la luna llena. - No parecía esperar respuesta alguna. - Siempre fuiste un niño muy amable, pero muy tozudo y cabezota. Tienes que darte cuenta de algunas cosas, Eliot. No puedes ser siempre tan cerrado y tan desagradable con todos. Deberías hacer un poco más de caso a ese chico, Reo. Las cosas serían más divertidas para ti entonces.

Enfocó los ojos azules hacia su hermano mayor y se los apretó con los dedos, asintiendo con la cabeza.

-Sí.

-Bien. - Se levantó. - Me alegra mucho haberte visto.

-¿¡Te vas!? - se levantó como un resorte. - ¿¡Tan pronto!?

-Creía que estas cosas te parecían patrañas. - Se echó a reír al ver que no sabía qué responder. - No te preocupes, Eliot. Nunca me iré del todo. Y lo sabes. - Volvió a intentar ponerle la mano sobre el pelo y revolvérselo. Eliot gruñó, algo molesto por el gesto, pero no lo apartó. - Te quiero, Eliot. Espero que no volvamos a vernos pronto.

Se giró sobre sus propios pies y comenzó a caminar por el jardín, desapareciendo lentamente conforme andaba. El muchacho se quedó quieto en su sitio, sintiendo que las lágrimas le fluían poco a poco de los ojos. Se resbaló y se dejó caer contra el suelo, adoptando la misma posición que antes, queriendo sentirse solo y capaz de desahogarse por su cuenta.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

No supo en qué momento se había quedado dormido, exactamente, pero al abrir los ojos y alzar la cabeza - el cuello le estaba doliendo horrores - se encontró con el rostro preocupado de Ada, que iba vestida con un atuendo de bruja, si bien el gorro estaba en el suelo, a su lado. Se encontraba de rodillas junto a él. Al principio no supo qué hacer ni qué decir. Sólo se quedó mirando los ojos verdes de la muchacha, que esperaban, ansiosos, una respuesta de su parte.

-¿Eliot? - susurró al fin, buscando que hablase.

-¿Sí? - se sorprendió al encontrarse extrañamente calmado.

-¿Estás bien?

Giró el rostro y miró a su alrededor. Se encontraba en el pasillo, fuera de su habitación. Aquello le descontroló muchísimo y se puso de pie, buscando algo que le explicase cómo había aparecido ahí fuera y no fuera, donde se había quedado. Luego recordó que se había estado convenciendo de que había sido un sueño, y al final quizás había tenido razón. ¿Pero qué hacía en el pasillo, sentado sobre la moqueta?

-¿Eliot?

-¿Qué? - en esa ocasión sonó algo brusco, y al darse la vuelta, Ada estaba de pie con el sombrero en las manos, algo cohibida. - ¿Qué sucede? - intentó suavizarse.

-¿Qué hacías aquí fuera?

-No lo sé.

-¿Te encuentras… bien? Pareces algo…

-Estoy algo mareado, eso es todo. - Se llevó la mano a la frente y se la frotó. - No sé qué hago aquí, la verdad.

-¿Quieres… quieres algo?

Desvió la mirada hacia ella, y se sorprendió de lo estúpidamente amable que era siempre con él a pesar de la brusquedad con la que la trataba. Recordó las palabras de Ernest en su sueño, y aunque estaba seguro de que no se refería precisamente a mejorar su relación con una Vessalius, no pudo evitar razonar que tenía algo de verdad en ellas. Suspiró, pidiéndole paciencia a Dios.

-No, no hace falta. Estoy bien. Gracias.

Ada se sonrojó un poco y se puso el gorro, intentando ocultar sus ojos. Parecía tan pequeña y tan ridícula que no podía creer que fuese mayor que él. Reo siempre había dicho que le parecía entrañable y adorable. Mona sí que era, al menos.

-Oye… estaba pensando… ¿De verdad no vas a bajar a la fiesta? ¿Ni un poquito? No hace falta que te disfraces… si no quieres…

Sopesó las posibilidades rápidamente.

Suspiró.

-No cuentes con que vaya pidiéndole caramelos al resto.

Comenzó a caminar en dirección al salón de actos, y Ada sonrió, feliz y satisfecha, colocándose a su lado tímidamente. Eliot se esforzó por empezar a hablar un poco con ella, al menos para que el trayecto fuese algo más ameno, mientras que, justo detrás de ellos, una sombra se difuminaba, algo molesta.

-Mira que llegas a ser idiota a veces, Eliot. Te digo de ser agradable y te vas con la única persona… En fin…

Sonrió mientras se convertía en una nube de polvo, observando cómo el joven heredero de los Nightray intentaba razonar que la hermana de Oz Vessalius fuese una auténtica fanática de las brujas. Menuda nochecita le esperaba aún al bueno de su hermano.

fics, crack & roll, livejournal, tabla dotación anual de crack, claim: eliot nightray/ada vessalius, !dotación anual de crack, autor: hikari_world, fandom: pandora hearts

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