¿Qué ven vuestros ojos? ¡Pero si es un Vicio de la tabla de 30 vicios que hace años que no actualizo!
Sí amigos, parece mentira pero aquí está. He estado chafardeando entre mis antiguos fics y he encontrado esto que he arreglado, añadiéndole unas cosas, quitándole otras y que creo que queda bien como Vicio ^^ Así le doy algo más de vidilla.
Espero que os guste!!
# 29: Infierno
El atardecer. Me gustan los atardeceres. El sol se pone creando una infinita gama de colores que se reflejan sobre las nubes. Ya no hace calor y el aire provoca que tengas que ponerte algo para cubrirte los brazos. Las estrellas empiezan a emerger de su sueño y la luna acude a su cita nocturna diaria.
Me gustan los atardeceres porque una puede relajarse, cerrar los ojos y sentir como cada vez todo está más oscuro. Me gustan porque creo que una persona puede hacer que cualquier preocupación, problema o desilusión se vaya con la decreciente luz del sol y sea iluminada por la luna y las estrellas. Es como si con una goma de borrar pudiese eliminar cualquier cosa. Cualquier pensamiento. Todo.
O al menos es lo que a mí me provoca, aunque la realidad es demasiado impactante.
Lily Evans, diecisiete años. A punto de entrar en mi séptimo y último año escolar.
Y es lo último que quiero hacer.
Debo de estar loca. ¿Cómo puedo pensar eso siendo la mejor estudiante del año? Me han dado el Premio Anual. Sí. Todos lo decían y me lo dicen: Lily Evans, la Prefecta Perfecta. Buena en todo, responsable, favorita de todos los profesores…
Simplemente perfecta, ¿no?
Pues todo lo que piensan de mí los demás, todo lo que ellos creen que es perfecto, para mí no son más que defectos. Me gustaría poder ser una estudiante de magia medianamente normal, con notas medias-altas, sin responsabilidades, con ganas de divertirme.
Sin embargo me siento encerrada entre paredes invisibles, obligada a hacer cosas que representa que yo quería y que por eso he buscado pero que en realidad no me llenan como persona. El resto de gente no sabe nada. Nada de nada, en lo absoluto.
Desde que me enteré que era una bruja siempre he tenido curiosidad por la magia. Aquél mundo nuevo, relativamente extraño para mí, lleno de seres completamente increíbles que yo pensé que pertenecían a los cuentos. Estaba fascinada.
Con once años entré en Hogwarts, una magnífica escuela de magia situada al norte de Gran Bretaña. Un castillo medieval enorme, imponente, hechizante, invisible a ojos de los muggles.
Todo era perfecto. El sueño hecho realidad de cualquier niño. Yo tenía afán por aprenderlo todo. Era tal mi fascinación que quería saber absolutamente todo sobre el mundo mágico. Algo tan magnífico no podía tener nada de malo.
Y yo era una niña entonces, incapaz de ver la realidad. Sin entender que en todo el mundo siempre hay una parte buena y una mala haya o no haya magia de por medio. Aprendí eso al tiempo que otras cosas. Empecé a ver el mundo con otros ojos a medida que iban avanzando los años. Cada persona en Hogwarts era especial a su manera. El profesor Dumbledore siempre nos lo decía y lo sigue diciendo.
Me centré en mis estudios. No me importaba otra cosa que no fuera eso. Tenía que esforzarme por ser una buena bruja y que mis padres estuvieran orgullosos de mí. Descuidé el hecho de tener amigos a parte de Severus, que me había enseñado prácticamente todo sobre el mundo mágico antes de recibir la carta de Hogwarts. No los necesitaba. Apenas hablaba con mis compañeras de Gryffindor y cuando estaba en la habitación era para dormir o poca cosa más.
Sin embargo las chicas, al contrario de lo que hacían muchas otras, fueron de lo más pacientes conmigo. Me tantearon hasta que fui abriéndome a ellas, allá por cuarto curso. Me costó muchísimo ya que nunca había hablado con nadie más de lo debido.
Nunca pensé que la frase “Quien tiene un amigo, tiene un tesoro” pudiese aplicarla a otra persona que no fuera Severus. Jamás creí que lo diría, pero ciertamente es cierto, valga la redundancia. Le daré gracias a Dios y a Merlín toda la vida por haber encontrado amigas tan buenas como ellas. No sólo de mi casa, sino que también de las otras: Hufflepuff, Ravenclaw e incluso Slytherin.
En ese momento, con quince años, los TIMOS recién hechos satisfactoriamente y el título de Prefecta, me sentía bien, querida, comprendida… no estaba sola, vamos.
¿Qué más me podía hacer falta?
-Hola, Evans.
Precisamente… siempre tan oportuno, como si leyese mis pensamientos.
James Potter. El increíble, adorado, popular, egocéntrico y demás adjetivos… ¿Quién no conoce a James Potter?
Merodeador en toda regla, rebelde sin causa pero un maldito as en los exámenes, popular, capitán del equipo de Quidditch de Gryffindor además de cazador del mismo, moreno, pelo completamente revuelto, gafas de culo de vaso… -vale, no son de culo de vaso, pero para mí como si lo fueran-, alto, ojos castaños, tez tostada…
Una auténtica joya. Cualquier chica babearía.
El hombre perfecto, piensan muchas, pero con un solo defecto -para mí-: tiene la extraña manía de estar obsesionado conmigo.
Casi puedo oír las exclamaciones de sorpresa y escándalo de las diferentes voces de mi conciencia, además de los abucheos. Cuando una persona te está molestando todo el día, pidiéndoos que salgáis con él a cada nanosegundo…
A veces, por un segundo, he llegado a pensar que podía gustarle de verdad, pero he desechado la idea con una colleja mental. Yo sólo le gusto porque soy la única que se le resiste, algo que, para él, es completamente antinatural. ¿Antinatural? ¿Intentar deshacerme de un niñato cuatrojos que se cree un Adonis? No lo creo.
Y ahí está él, mirándome con una sonrisa -demasiado atractiva para un ego tan grande-. Yo acabo de terminar mi ronda por el tren y parece que él no va a darme tregua. Así que tendré que sacármelo de encima como sea.
-Vaya Potter, ¿aún no te has ahogado entre las babas de tus fans?- le digo sin pensármelo mucho, mirando por el cristal del tren.
Él no contesta. Cosa rara, así que le miro por el reflejo del cristal. ¿Le habrá mordido la lengua el gato?
Mierda, primer error. Siempre acabo cayendo en sus trampas a pies juntillas. ¡Y encima mirándome también por el reflejo! Veo como se encoge de hombros, aún con esa sonrisa amable -que no le pega para nada- dibujada en su cara. Yo no puedo hacer más que chasquear la lengua y apartar la mirada, disimulando mi frustración.
Nos quedamos en silencio completamente, con el ruido de las ruedas del tren contra la vía como banda sonora de fondo. Me pone nerviosa. ¡Y James Potter no puede ponerme nerviosa! Noto como mi pierna se embala en un movimiento cansino e histérico que me altera aún más. Suelto un bufido y giro la cabeza para encararlo, con el ceño fruncido.
-¿Querías algo?- intento que mi voz suene irónica, lanzándole una indirecta.
-Nada en especial- contesta tranquilamente, sentándose en el asiento de enfrente pero en diagonal a mí.
Al parecer no atiende a indirectas. Habrá que hablar en plata, entonces.
-Pues si no quieres nada…- le hago una seña clara y evidente para decirle que se vaya.
-¿Eres Premio Anual?- pero él o es corto o se hace el loco.
-Evidentemente- le digo con sarcasmo, señalándole la placa que tengo en el pecho. ¿A dónde querrá ir a parar éste?
Sonríe con su, parece ser que ahora, habitual sonrisa de amabilidad. Esconde algo, estoy segura. Esa sonrisa trama algo.
-¿Quién es el otro Premio Anual?
Frunzo el ceño, extrañada. ¿¡Y esa pregunta a qué coño viene!?
-Lo cierto es que no lo sé, ni me importa, la verdad. ¿Qué es lo que quieres, Potter?
Mi voz expresa el hastío y la desesperación que me transmite éste intento de ser humano.
Le vuelvo a mirar y veo que ha cambiado la sonrisa amable por una pilla, esa de quien ha hecho algo malo pero lo esconde. Me lo quedo mirando tras estirar las piernas por todo lo largo de mi asiento, retándole a que siga de una vez y pueda dejarme a mí con mi tranquilidad.
Segundo error, infravalorar al enemigo.
Y eso lo pienso cuando le veo llevar una de sus manos hasta la pulida medalla de su túnica -posteriormente imita mi gesto y sube las piernas a su asiento, cruzándolas todo lo largo, pero creo que estoy demasiado flipada como para darme cuenta-.
Una medalla… ¡exactamente igual a la mía!
Mi expresión tiene que ser ahora mismo un poema, porque Potter empieza a reírse -de algo que a mí no me hace ni pizca de gracia, ciertamente-.
-Te presento al otro Premio Anual: yo- dice con orgullo. Intento recobrar la compostura de alguna manera, me cruzo de brazos y recupero mi expresión asesino-indiferente.
-No sé qué gran soborno le habrás hecho al profesor Dumbledore, pero no te creas que va a molestarme.
Bingo, he dado en el clavo. Sabía que no se esperaba una contestación así. Tal vez que gritase, despotricase contra el mundo y maldijera mi mala suerte, pero no indiferencia.
-¿No te molesta?- parece sorprendido y… ¿esperanzado?
Ja, no tiene fe…
-No, más bien me impresiona que un… Merodeador como tú manche el título de Premio Anual.
Y vuelve a sonreír con orgullo.
-¡Gracias!
-¡No era un cumplido!
-Lo sé.
-¿¡Y te da igual!?
-La verdad es que sí.
Le odio. Le odio con toda mi alma. Odio que tenga respuestas para todo, odio irritarme de esta manera con tan sólo su presencia. Odio que me mire de esa manera, como si me desnudara. Me fastidia en sobremanera el hecho de que ahora tenga que compartir el doble de horas con él. Aborrezco su maldita sonrisa amable. No me gusta nada de él. ¡Nada!
¿Pero sabéis qué es lo que menos me gusta?
Que yo también haya caído como una mosca en la telaraña.
Sí, soy igual que esas fans. Yo, Lily Evans, la Prefecta Perfecta, la Premio Anual, la que odia a los Merodeadores…
…estoy enamorada de uno de ellos.
Patético, ¿verdad? Este curso promete ser un infierno.
Pues bueno, no es muy largo ni nada del otro mundo pero me gusta =) espero que a los que seguís por aquí también!