Están viendo un concierto de los Guns N’ Roses por la tele porque Sid se ha puesto pesado y ha sido tal la vehemencia y el nivel de cansinismo que le ha dejado verlo porque era increíble. Solo ponía esa clase empeño en el sexo. Sid estaba de rodillas en el suelo, simulando que tocaba una guitarra pero parando hipnotizado cuando Slash era enfocado por las cámaras. En ese momento lo miraba con renovado interés, idolatrándolo. Soltando bajitos “wow” o “este tio es la puta polla”.
Andy nunca ha entendido como le puede excitar al otro chico tanto el rock n’ roll. Es música. Le había explicado una y mil veces (y de qué manera) lo que para él era el rock y aunque se hacía una idea (algo aproximada… y sudorosa) no llegaba a encontrar ese secreto que a Sid le ponía tanto de ese género de música.
Pero mientras ve canción tras canción, y saltos, y giros, y gritos y fans encolerizadamente histéricos… tiene que reconocerlo. El rock parece especial.
Que tiene algo de hipnótico. Cómo Axl se mueve y canta, con esa voz rota. Como de haber estado follando toda la noche. En carne viva. Y se contonea, con esa forma de bailar tan peculiar, haciendo “eses” con el cuerpo, el torso completamente desnudo y bañado en sudor. Ese movimiento enloquecedor de caderas. El pelo largo desordenado y un brillo febril en los ojos.
Le hace tragar saliva, y enrojecer un poco.
Pero no es nada comparado a cuando ve a Slash en sus interminables solos de guitarra. Al contrario que Axl es calmado. Va a tocar y punto. El pelo tapándole la cara. Sus pantalones de cuero super ajustados, con el primer botón desabrochado, incitando a pecar. La guitarra entre las piernas y una pua que se mueve rápida mientras los dedos de su izquierda bailan sobre el mástil de la guitarra. Puro sexo.
Se sonroja con violencia y se acalora tanto que casi se asfixia.
Algo le hace “click” en la mente. Un momento de iluminación suprema. Andy lo ve claro. Cuando Axl se acerca a Slash por la espalda y lo rodea con un brazo y mientras toca la guitarra él se restriega en su culo. La canción la ha olvidado, la imagen siempre le asaltará a la mente cuando piense en rock n’ roll.
Lo ha comprendido, que el rock es dejar salir todo lo que llevas dentro, dejarse llevar. Es que te importe una mierda el mañana si puedes gritar, sudar, saltar y follar como nunca.
El rock es sexo en su estado más primario.
Le extraña que Sid siga en el suelo, frente a la tele, tarareando y haciendo air guitar cuando él está tan jodidamente cachondo y hasta hace dos segundos el rock ni fu ni fa. ¿Y ahora? Ahora cree ser un puto devoto.
Se tira de rodillas al suelo de su habitación. Sid se sorprende y (sin dejar de hacer el idiota con las manos a modo de guitarra, se muerde el labio como si hiciese de verdad un esfuerzo al tocar) le mira con sorpresa. Pero Andy ve el brillo, ese brillo peculiar en los ojos, el que solo le da el rock y el sexo. Y sabe lo que quiere. Las dos cosas. Sexo mientras suena rock n’ roll.
Le mete la lengua sin contemplaciones hasta la campanilla. Sid trastavilla hacia atrás pero le agarra con fuerza del pelo para poder profundizar (más) el beso. Andy tironea de su camiseta y la jodida no sale, y se frustra mientras le come los labios y quiere que salga ya, la puta camiseta. Y ¡ay si su madre oyera sus pensamientos! ¡joder, si su madre supiese lo que hace! Y mejor que no se entere. Y es ese pensamiento de censura el que le pone más caliente y tironea más de la puñetera camiseta que no quiere salir.
Sid no sabe qué mosca le ha picado al chaval, pero le importa tres carajos. Suena Guns N’ Roses y Andy le está comiendo la boca como si no hubiese mañana y se pelea con su camiseta. Consigue quitársela él mismo porque al final el otro se la carga. Andy bufa por lo bajo y Sid maldice porque, maldita sea, le está poniendo brutísimo.
Andy le muerde el labio inferior y se restriega como una puta en celo. Han caido al suelo y Andy está encima de él, sentado en sus caderas quitándose su camiseta y restregándose. Fricción enloquecedora. Enfermiza.
“Joder, Andy” Medio se incorpora y le muerde los pezones al chico que gime mientras no deja de restregar su paquete al de Sid, vaqueros de por medio, cuyo tacto áspero hace que todo sea más insoportable. Sid lame los pezones, el ombligo… va bajando y con las manos agarra el culo del menor que no hace más que gemir y soltar barbaridades que harían sonrojar al mismísimo Satanás. Y eso enciende aún más al moreno. Le lame los huesos de las caderas y desabrocha el botón del vaquero con los dientes. Andy embiste, por instinto. Se agarra al pelo enmarañado de Sid mientras este lame por encima de la tela, que se humedece por la saliva y lo que no es saliva.
Andy hace un sonido gutural y Sid no puede más. Jamás ha tenido tantas ganas de comer algo como ahora mismo quiere comerse la polla de Andy. Tira de los vaqueros y los calzoncillos con fuerza y la erección queda al aire. No espera porque no pueden, porque tiene que ser YA. Se la mete de golpe en la boca y joderputamierdahostia ¡cómo no lo había hecho antes! Está caliente, está húmedo, está dura y solo quiere tragar. Mueve los labios y Andy le tira del pelo mientras arquea la espalda hacia atrás. Suerta un gemido ahogado que jamás le había oido y piensa que se va a correr solo con eso. Una mano le aferra la espalda y la otra le acaricia con fuerza los testículos.
Es la primera vez que hace una mierda así pero le importa una puta polla porque Andy gime como si lo estuviesen sodomizando y todo fuese demasiado caliente como para resistirlo y quiere volarse la tapa de los sesos. Porque todo es demasiado. Demasiado duro en su boca, demasiado sudoroso entre sus manos, demasiado sexy, pecaminoso y cree que le raspa con los dientes pero Andy se agarra más fuerte a su pelo y embiste y Sid, con la mano que acaricia fuerte los testículos, mete un dedo y Andy grita un poco. Mete dos y el grito se ahoga justo en un solo de guitarra épico. Cuando mete tres dedos y los mueve, y los gira, mientras no deja de lamer, de comérselo, de bebérselo… mientras Andy le está follando la boca, grita. Grita y se mueve, al ritmo de la música. Rápido, fuerte, en oleadas que solo suben cada vez más y más.
Aumentan el ritmo y todo se nubla y desaparece, la música deja de oirse y por un instante solo se oyen los gemidos y gritos de Andy, que se corre en la mejor mamada que jamás existirá en la historia del Rock n’ roll.
Cae lánguido, sin fuerzas, sobre Sid, que respira entrecortado y parece apunto de desfallecer por calentamiento global en ese puto instante.
Andy lo mira, sonrie travieso y le besa, profundo, lengua recorriendo los labios. Saboreando su propio sabor en la boca del moreno. Se separa y Sid refunfuña. Pero no tiene tiempo de quejarse mucho porque Andy va bajando y a la altura de su cremallera empieza otra canción al tiempo que el chico susurra: “Mi turno”.