Oct 25, 2010 19:15
Los ojos verdes lo miran cohibidos, con miedo y un montón de preguntas escondidas bajo el falso fondo del iris. La luz de la luna entra tímida por la ventana y miles de dudas acechan en cada sombra.
La casa que creía suya ya no lo es tanto, le asusta y le vuelve loco estar ahí cuando ellos ya no lo están. Ya no se siente como el superman que solía ser, que realmente nunca fue. Las balas le atravesaban, no rebotaban; había sangre y huesos rotos. Ahora también corazones.
Cuando pensó que no podía dolerle más la vida una parca se cruzó por su camino, otra vez, para quitarle lo que había conseguido empezar a querer poco a poco. Para quitarle todo lo que le hacía normal, lo que le alejaba de una vida de muerte y sal. Lo que le aseguraba que habría mañana cada vez que se acostaba junto a ella, ella amoldada a su cuerpo.
Fue fuerte por ellos, superó cosas que pensó jamás superaría. Pero no fue lo suficientemente fuerte como para protegerlos del mundo del que huía. Los monstruos del armario finalmente dieron con él y la pagaron con ellos. Era culpa suya. De nadie más.
Le dolía todo el cuerpo y su kriptonita estaba mirándole desde el otro lado del salón, los ojos que conoce tan bien, con esa mirada de cachorro abandonado. Diciendo tanto sin despegar los labios “Está bien, tómate tu tiempo, yo estoy aquí” Pero el que esté ahí solo lo hace más difícil. Lo había superado, o eso se repetía cada mañana al despertar. Ya no dolía tanto porque ¿cómo puede doler el alma cuando el dueño de ella se la había llevado a un agujero infernal? Ahora le dolía, y también el corazón, se tenía que esforzar por que latiese. Ella se lo había llevado. Era irónico, ¿no es cierto? Consiguió que el vacío de su alma no le ahogase cada día porque le dio su corazón a ella. Ahora tiene su alma tan cerca y sin embargo su corazón ha dejado de bombear. Se lo dio y ella ahora también se lo ha llevado.
Nunca está completo.
Los dioses de la ironía son unos hijos de perra.
*********
No sabe cuando ha caído dormido pero se despierta cuando aún el sol no ha salido, en su cama. Realmente está cansado. Lleva días sin dormir bien, sin hablar, ¿sin respirar? Quizás. Durante dos semanas ha sido un autómata que ha comido lo mínimo por necesidad y no recuerda haberse ido a dormir nunca, pero todas las mañanas despierta en su cama. En la de ellos.
¿Qué le ha hecho despertar?
Lo siente, ese llanto. Por primera vez en días siente algo bajo la piel y lo reconoce, el miedo. Sale disparado de la cama y va derecho a la habitación, sabe de quién es ese llanto y en los segundos que le lleva recorrer ese breve trozo de pasillo se pregunta…
Al entrar lo ve, la última cosa que recuerda de ese fatídico día. Lo ve acunar a su pequeña en los brazos mientras intenta calmarla. Cuando se gira y lo ve a él deja a la pequeña en la cama. Él se acerca corriendo y la ve, dormida, agarrada a un peluche.
Se odia, en ese momento se odia tanto. No sabe cómo pero lleva dos semanas sin pensar en ella y se odia por ello. ¿Cómo diablos ha podido olvidarla? Se odia, se maldice, mientras le quita un mechón de pelo de la carita. Y por primera vez en semanas reconoce la voz que le habla.
-Vuelve a la cama, Dean- y es ese “Dean” el que termina de sacarlo de la ensoñación enfermiza en la que se ha sumido esos días. -Ella está bien.
La mira con ojos húmedos cargados de lágrimas que pugnan por salir. Se odia tanto. Una mano enorme se posa en su hombro, quema, quiere dirigirlo de nuevo a su dormitorio pero lo mira y lo deja estar. Dean se tumba al lado de la pequeña y cuando Sam va a salir por la puerta, solo un susurro.
-Por favor-con voz rota de no usarla. Y esa noche duermen los tres en la misma cama, abrazados. Por primera vez en días es capaz de dormir sin pesadillas. Esa noche no hay mal que se atreva a acercarse.
*******
La lona cae al suelo y el motor vuelve a rugir. No ha sido premeditado y aún no sabe el destino, solo está seguro que tiene que dejar esa casa atrás.
La niña dormita en el asiento trasero. Tiene una sillita en el asiento trasero del Impala. Hasta el coche se asombra de algo así. Pero Sam se queja un poco de la música y su tesoro vuelve a la carretera. Todo es tan familiar que la huida no duele tanto. No está seguro de qué hará cuando llegue a donde tenga que llegar, o si llegará finalmente a aparcar de una vez, pero tiene que seguir adelante.
No le gusta arrastrar a Mary con él, no es la vida que quiere para ella, pero el ángel ha sido claro. En la noche, entre sueños, como antes, “Protégela, aquí no está a salvo” No tuvo que decirle más. Esa mañana empacó lo imprescindible y encendió el motor. La protegería. Como antaño hiciese con el mocoso lloroso que era su hermano.
Su hermano, con su pelo indomable y tan alto como un rascacielos, ese hermano. Ya no tenía que preocuparse por cuidarlo, había dado muestras más que evidentes de que podía cuidarse el mismo. Ahora serían dos, cuatro manos firmes que protegerían y cuidarían a la pequeña.
Paran en una gasolinera para comprar comida y entre papillas de cereales y leche Dean no puede encontrar la bolsa de Doritos que le ha pedido a Sam.
-Tienes que cuidarte más. Ahora tienes una hija y tienes que llegar a viejo-hay un deje de cachondeo en ese tono tan serio. Le pasa una manzana y no puede mirarlo más ofendido y asqueado, tanto que le sale solo.
-Puta- y es el primer “puta” desde hace años. Años y Sam no puede describir ese bombardeo en el corazón que le provoca escucharlo.
-…Capullo-y es un “capullo” con una sonrisa enorme, todo hoyuelos, cargada de una felicidad electrizante. Dean coge la manzana y se la come mientras murmura entre dientes porque esa, ESA, sonrisa es clavada a la de Mary, o viceversa, no se, iguales. Sinceridad pura y a esos hoyuelos nunca les ha sabido negar nada.
Hacen el resto del viaje algo más relajados, con charlas triviales y sin sentido. “No me puedo creer que sea de verdad” “Es de verdad” “¿Pero cuantas ediciones de Gran Hermano van a hacer hasta darse cuenta que toda esa gente lo que necesita es un exorcismo a gran escala?”
El tiempo retrocede aunque la risa de MJ le recuerda a Sam que no, que ahora tienen que mirar por alguien más. A Dean esa risa le trae recuerdos de hace muchos más años y se alegra de que la tensión se haya ido un poco. No recuerda haber visto sonreír a su hermano en estos meses, solo ceño fruncido y preocupación las 24 horas al día. Le carcomía por dentro que el haber tenido que cuidar solo de Mary y de él en ese precario estado lo hubiese consumido más, que no hubiese salido muy entero de ese agujero infernal. Pero esa sonrisa, todo chispas y luz, había sido un suspiro de alivio. Con un zombie en la familia había de sobra.
***
Bobby les abre la puerta y les abraza en un abrazo interminable. Los hijos que nunca tuvo y que adoptó sin quererlo. Esa es la familia. Su familia. Cuando Mary le abraza una pierna haciendo notar que ella también está y quiere, Bobby la mira con horror y la más enorme de las sorpresas.
-No muerde-asegura Sam divertido. Un sonido gutural es lo único que consigue articular. Que no tuviese hijos fue causa de una serie de infortunios (matar a su poseída-mujer quizás tuvo algo que ver) así que nunca ha estado tan cerca de tener una cosa tan pequeña en la familia. ¿Y si estornuda y se rompe?
***
Dean y Sam comparten el cuarto que mil y una vez les ha visto coserse heridas de bala. Dos camas. Tan parecido a esas habitaciones de motel de carretera y tan familiar. A Mary le han dejado el dormitorio de matrimonio, el más limpio, amplio y luminoso. También el más protegido por miles de hechizos, símbolos y amuletos. El cuarto de Bobby. No importa que Dean se oponga y asegure que puede dormir con ella en la misma cama “Es pequeñita y no abulta mucho”, Bobby niega rotundamente “la niña no puede dormir con vosotros durante mucho tiempo, se le pegará vuestra borreguez” Y Dean protesta pero claudica mientras advierte traspasar el muro que los separa si escucha el más mínimo ruido extraño.
Y no lo dice pero no quiere dormir solo, porque siempre duerme con Mary. No soporta dejarla sola aunque algo le dice que no es bueno, que no puede tratarla como si fuera de cristal. Pero realmente parece de cristal, es pequeña y no puede ser real que tenga que criarse con unos ceporros cazadores rodeados de tanto mal, algo tan inocente.
Tiembla en mitad de la noche, no puede dormirse. Llevan semanas ahí y aún no se acostumbra a tenerla tan lejos. Va por quincuagésima vez a ver a Mary dormir y comprueba por millonésima vez los amuletos protectores.
Al volver al cuarto la sola visión de esa cama vacía le estremece de pies a cabeza. No lo piensa, no se para a decir “¿qué haces?” Solo sabe que la única noche que no ha tenido pesadillas ha sido la que durmieron los tres abrazados. La noche en la que Sam lo abrazaba a él. No lo piensa, no. Se mete en la cama de Sam, que duerme, de espaldas a él. Su respiración lenta y pausada. Duerme, ¿verdad? Debe de dormir... Se mete en su cama e intenta no rozarle, con su sola presencia le basta, estar en esa cama le basta, con él desprendiendo esa calidez tan extraordinaria que le hace sentir reconfortado, que empieza a calentarle el frío corazón. Los tiritones menguan pero necesita más de esa calidez.
Se acerca, solo un poco. Huele a Sam, esa almohada, esas sábanas, huelen a Sam. Se acerca, solo un poco. Al respirar lo hace casi sobre su cuello. La piel se eriza, la suya, la de Sam. Se acerca, solo un poco y descansa la cabeza en esa espalda que pareciera no tener fin. ¿Si intenta rodearla con sus brazos podría? Que estupidez, ha abrazado montones de veces a su hermano, sabe que puede abarcarlo. Pero esa pregunta se le queda pillada en algún sitio de su mente. De repente siente unas ganas enormes de tocarlo, de abrazarlo, de sentir su piel. Tiembla, él no, Sam. Se acerca, solo un poco. No hay ni un milímetro de sus pieles que no esté en contacto. No puede creer que tiemble con todo ese calor que desprende. Otra pregunta se le forma en la boca del estómago. ¿A qué sabrá? Su piel, esa piel, esa que está tan cerca. Las ganas le burbujean y no lo piensa. Esta noche no se para a pensar en nada. Le da un lametón, lento, pausado, desde la clavícula hasta el cuello. Su sabor le gusta, huele y sabe a Sammy. Nunca lo ha hecho, pero algo le decía que sabría así. Y es algo adictivo. Vuelve a lamer, su cuello, de abajo hasta la oreja. Nota como su hermano se tensa un poco en su abrazo. Suspira. Le tira de la cabeza hacia atrás, haciendo que exponga más cuello. Se podría tirar horas lamiendo y besando ese cuello. Vuelve a suspirar, le mira la cara. Labios mordidos, ojos fuertemente cerrados. Las manos se sujetan con fuerza a las sábanas, como si estuviese haciendo un esfuerzo monumental por no volverse hacia su hermano y tocarlo.
No piensa, esta noche no piensa.
Acaricia el brazo de Sam hasta encontrar su mano, la estrecha entre la suya, sin dejar de besarle el hombro, el cuello, la nuca… Agarra su mano y poco a poco hace que suelte esa sábana que agarra con fuerza. Sam vuelve a suspirar cuando nota su mano sobre el calzoncillo de su hermano. Dean baja otra vez la mano, hasta meterla en el calzoncillo de Sam. Agarra su pene y lo nota duro, apremiante. Sam estira aún más el cuello y embiste por reflejo ante el leve contacto de esa mano sobre él.
Gimen, los dos, acariciándose mutuamente con una lentitud enfermiza. Dean le respira en el oido y cuando Sam no puede soportarlo más se gira hacia Dean y lo besa. Esos labios que son puro pecado. Besos que arden como la lava, lenguas que se buscan llameantes, caricias que se vuelven más urgentes, embestidas que chocan entre manos. Manos que se entrelazan en caricias desesperadas.
Así, con las piernas entrelazadas, comiéndose más que besándose, con las erecciones rozándose en cada embestida enloquecedora. Sam se corre primero, cuando Dean aumenta el ritmo y le come detrás de la oreja. Se corre arqueando su espalda, enorme, enorme entre su hermano. Suspirando y gimiendo, mordiéndose los labios en un intento de no hacer demasiado ruido. Dean le muerde la nuez y se corre casi solo, al contemplar como su hermano se muere de placer entre sus brazos. Se desploman, sin separarse un milímetro. Boca sobre boca, alientos que se mezclan y se confunden en uno solo.
Esta noche han aprendido a qué sabe el uno y el otro. Esta noche han lamido y besado no solo piel y labios, sino heridas abiertas y sin cicatrizar.
***
Sam se despierta solo en la cama, oliendo a Dean por todos lados. Aún no se cree ni se explica lo que pasó anoche. Pensaría que fue un sueño si no fuese porque aún tiene en la boca el sabor de Dean y su sudor por todos lados. No está en el cuarto, lo encuentra en la cocina dándole el desayuno a Mary que deja de atender a su padre para alzar los brazos a su tío instándole a que la coja en brazos. Sam sonríe, Dean agacha la cabeza. No le mira a los ojos, no le mira, directamente.
¿Vergüenza? Posiblemente. El también la siente. No tiene claro el cómo y por qué, pero pasó.
Pasan la mañana escuchando teorías de Bobby, insultos hacia Castiel por no haber aparecido aún, blasfemias y herejías varias hacia Dios (si es que ha vuelto allá arriba). Pero ¿Sam? Sam solo tiene la mirada fija en algún punto de la habitación. Cada vez que Bobby le llama la atención, como si estuviese ignorando la lección de una clase importante, se sonroja. No porque lo haya pillado en las nubes, sino porque en esa “nube” está recordando cada momento de la noche anterior y se sonroja ante la idea y ante que Bobby lo supiese y ante el hecho de que ha besado a su hermano y que lo ha tenido en sus manos y que se ha corrido con él y…Se vuelve a sonrojar. ¿Rojo? Habría que inventar un adjetivo nuevo para describir ese nuevo tono de su rostro.
A medio día Bobby los manda al carajo y se va con la niña a jugar fuera.
-Si tenéis que solucionar algo no metáis a seres inocentes como nosotros-y con Mary de la mano salen mientras murmura que le va a enseñar a cambiar un carburador. Deberían preocuparse por el concepto de “jugar” que tiene Bobby para una niña de poco más de dos años que apenas sabe andar sola, pero su tono es cortante y si replican sería capaz de castigarlos sin cerveza o algo peor.- ¿Sabes? Tienes una familia que es un coñazo.
Dean no lo mira. ¿Por qué no lo mira? ¿Tanto asco le da? Aunque realmente debería preguntarse por qué él está tan tranquilo por el hecho de haberse pajeado con su hermano. Cualquiera le diría que tendría que hacérselo mirar. ¿Ahora? Ahora realmente se lo pregunta, ¿por qué está tan tranquilo? Y la respuesta es tan obvia que se insulta así mismo por no haberse dado cuenta antes. En serio, ¿en serio?, en serio. ¿Bajo cuantas capas de idioticidio puedes esconder algo tan obvio y durante cuanto tiempo? Él cree que ya ha llegado al límite. Vale que quede algo de idioticidio en él, (jamás lo reconocerá, él es muy listo y cabezón) pero el tiempo ya ha terminado.
Infiernos, vender almas, pactos con demonios, decir SI a Lucifer… Todo ¿todo? Por él. ¿Por qué ha tardado tanto en darse cuenta? Claro que la respuesta ha llegado en forma de magreo guarro. Con su hermano. Eso no pasa todos los días, normal que tardase en formarse la respuesta.
Diablos, ¡si fue gracias a él que pudo hacer frente a Lucifer y saltar al maldito agujero! ¡Por él! Qué imbécil. Y fue por él que cogió esa mano salida de no se sabe donde y salió de ese agujero helado.
-Dean-da un respingo en el sofá y el libro que inútilmente tenía en las manos para fingir que leía se le cae. Carraspea, “¿hmmm?” es lo único que contesta y vuelve a fingir una lectura super interesante. Cabrito.
-Dean, mírame.-Se tapa más la cara con el libro. ¿Es que acaso tiene 5 años? ¡Por Dios, hasta Mary es más madura!-Dean, ¡que me mires!- Tiene que levantarse y arrancarle el libro de las manos. Dean le desvía la mirada, compungido.
-Sam… yo…-¿se va a arrepentir? Porque vale que a él le ha costado cero coma dos segundos rechazar la idea de autofustigarse por lo de anoche, okas. Y que ha tardado una mañana entera en comprender esa relación tan codependiente y extraña que ha tenido siempre con su hermano. Entiende que Dean, ese gran cabezota, necesite más tiempo para asimilarlo. Pero no se lo va a dar.
¿Por qué? Bueno pues porque… Porque ya está bien, ¿no? Demasiados años de tonterías, de cometer estupideces y de intentar salvar al mundo por encima de ellos. Como que ya vale. Y quizás podría pensar que él no siente lo mismo, pero ese leve sonrojo de sus mejillas (¿siempre ha tenido esa sombra de barba tan sexy o se lo está imaginando ahora?) y ese balbuceo (¿Hola? ¿Esos labios han estado ahí siempre?) le hacen reafirmarse en que sí, que él también.
-Dean, -se arrodilla frente a él.
-Sam, lo siento, yo… no se qué…-no le mira.
-Dean-aprovecha que gira un poco la cabeza para mirarle de soslayo para besarlo. Lento y suave, saboreando esos labios tan adictivos. Se podría tirar horas, días, semanas, años, siglos, besando esos labios. Dean intenta zafarse pero cuando siente la lengua de Sam sobre sus labios abre la boca para recibirla. Hunde una mano en su pelo y refunfuña cuando finalmente Sam se separa de sus labios, respirando entre cortado- Si me dices que te arrepientes de esto, de lo de anoche. Si me dices que no lo necesitabas, que no te liberaste al hacerlo… No te creeré.
-Sam pero tu… yo… somos…
-Creo que bastante tenemos con lo que ya nos impusieron cielo e infierno como para atormentarnos por algo que será para nosotros.-le aparta la mirada- Dean, es hora de que vivas. Por ti y por Mary. Por Lisa y por Ben… Por mí. Pero sobre todo, sobre todo, de que vivas por ti.
Un leve brillo en esos ojos verdes. Algo líquido y llameante, emoción pura cristalizada en una mirada capaz de desarmar a un ejército entero. Se dicen cosas sin hablar, siempre han sido mejor con eso, con comunicarse solo con miradas. Sus almas entre las manos, sin barreras. “No podré si…” “No te dejaré, Dean” “Si vosotros…” “La protegeremos” “Si os pasase algo yo…” “Hasta la tumba. No tengas miedo de sentir” “Empecé a sentir y me lo quitaron” “No hay infierno que nos separe” “¿Está bien?” “Sí, está bien”
Y ese beso, ese que ahora le da Dean, está cargado de temor y de sobrecogimiento. Pero de decisiones tan firmes y fuertes que ni cielo ni infierno podría hacerles cambiar de opinión.
***
Salen con tres cervezas, le tienden una a Bobby que está con la cabeza metida en un motor mientras Mary le sostiene alguna pieza grasienta entre sus manitas. Tiene grasa se motor en la cara y la ropa y la cara más alegre y sincera que hayan visto nunca.
En esa vida de caos y muerte que han elegido, de violencia y horror. Ellos son su único salvavidas.
Siento haber tardado tanto en publicar este cap, y encima de golpe y sopetón colgar un Sid/Andy a la vez! pero es que aún sigo sin internet en el piso!
fic,
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spin off:almas,
spn