Spin off. CAP 1

Sep 26, 2010 18:30

CAP 1

El agua que le cae por su espalda está ardiendo pero le gusta así, siente, y es algo reconfortante y contradictorio. El agua le cae por el rostro y abre la boca para poder respirar, apoyando la frente en los fríos azulejos de la ducha. Contraste.

“...confundo el agua con la sal...”

Siente que le abrazan desde la espalda y unas finas y delicadas manos se entrelazan en su pecho. Mentiría si dijese que no la ha oído entrar al cuarto de baño y descalzarse para entrar con él. Hay cosas que jamás se olvidan, el instinto es una de ellas. Pero no dice nada, solo suspira. Ella besa su espalda y siente su mejilla ahí donde ha besado.
Vuelve a suspirar, eliminando algo de tensión. No hay palabras, ni gestos, ni más caricias. Permanecen así un rato, en silencio, hasta que es él quien lo rompe  susurrando un nombre
-Lisa...
-No pasa nada-dice ella bajito, un último beso en la espalda y él se gira para mirarla a los ojos. Está completamente empapada, empapada y vestida. No puede evitar quererla un poquito más. Le da un suave beso en los labios, ella le contesta con una sonrisa y sale de la ducha, dejándole su espacio y privacidad.
A veces, cuando los días malos u horribles pasan a ser como para pegarse un tiro y no sabe donde meterse; cuando solo quiere ser humo para escapar, cuando solo quiere desaparecer; el único sitio en el que se permite ser débil es ahí, en la ducha. Y ella lo sabe. Lo sabe, lo intuye, lo presiente y entra con él. Lo abraza por la espalda, tan bajita, con la cabeza apoyada en él. Ignora que el agua esté helada o realmente abrase, porque en momentos así él solo quiere extremos que le hagan sentir algo en la piel. Ella omite el agua, y vestida se mete en la ducha y lo abraza hasta que el momento pasa y siente como todo su cuerpo se relaja un poco. No demasiado, él siempre está alerta. Pero el dolor se disipa un instante y con ese pequeño roce de labios le devuelve de nuevo a la realidad.

“...las palabras que no existen nos pueden salvar...”

Porque el mundo todavía existe, aunque no como debiera.

Respira hondo, ya vestido, se pone su colgante y sale de la habitación. Mientras baja por las escaleras escucha el murmullo de una televisión de fondo y el llanto de un bebé. Nada más llegar al último escalón un niño de unos doce años le sale al encuentro con una pequeñita en los brazos de no más de un año y pico, el chico le mira compungido.
-MJ no se calma-explica.
-¿Ha comido?-el niño asiente con un frágil “sí, señor” en los labios-¿Eructado?-vuelve a asentir-¿Le has cambiado el pañal?
Una pausa y el niño niega lentamente con la cabeza.
-Tranquilo, yo la cambio: tú prepárate para el colegio-le tiende al bebé con cuidado y el chaval y sube corriendo las escaleras.

Cambia a la pequeña mientras deja que ella juegue con su colgante, que se balancea delante de su carita estando así, medio inclinado hacia ella. Sonríe toda inocencia y él le devuelve la sonrisa al verla tan calmada. Ella siempre le hace sonreír.
-¿Sabes, Mary?- le dice a la pequeña- Tienes hoyuelos.
Y entre esos días malos, horribles y esos días como para pegarse un tiro esa risa le saca una sonrisa sincera, sin forzar. Esa sonrisa le da siempre las últimas fuerzas necesarias para poder salir de casa.

“...Rey Sol, dime como arder...”

Lisa se encarga de llevar a Ben al colegio y él a la pequeña Mary a la guardería. Acaba de entrar al taller y ya está con el mono de trabajo y las manos llenas de grasa y aceite. En la radio suena Meat Loaf y su jefe dice algo sobre la música que no llega a oír bien desde donde está: mirándole los bajos a un Cadillac que ha tenido tiempos mejores. Como todos.
Desde que despertó esta mañana en medio de gritos y sudores fríos, siente algo extraño en la boca del estómago. Si no fuese porque hace años que no lo ve, habría jurado que Castiel aparecía en su sueño, pero no recuerda nada y no quiere hacerlo. Sacude la cabeza eliminando esos pensamientos y se concentra en el motor que le ocupaba. No tiene más problema, le resulta sencillo repararlo. Para él aquello es tan fácil como le es respirar o cazar.
Se sorprende ante este último pensamiento y se le cae la llave de las manos, de la impresión se da un cabezazo con el coche al intentar salir de ahí abajo a toda prisa.
-¿Todo bien?-le pregunta distraído desde la oficina su jefe mientras ojea unas facturas, así no ve la cara compungida que tiene en ese momento. Consigue balbucear algo medio coherente.
-Se me ha olvidado ir a comprar para la barbacoa de este domingo, Lisa me matará-ríe. El jefe ríe con él. Suspira algo aliviado.
Vuelve a meterse debajo del coche prometiéndose así mismo que saldrá algo antes para comprar. Lo de la barbacoa es cierto, ese fin de semana toca en su casa. A veces las detesta. Los Welling eran simpáticos, un matrimonio joven con el que se podía hablar de futbol, rock and roll y hasta de los críos sin caer en un sopor angustiable. Los Routs, sin embargo, son un matrimonio chapado a la antigua que les miran con desaprobación por vivir juntos sin estar casados. ¡Y encima con una hija en común! ¡Y sin bautizar! Cuando la Señora Routs se lo comentó en una barbacoa añadió que vivían en pecado y que de seguir así irían al infierno. Él le contestó que no era nada nuevo para él, el Infierno ya lo tenía superado. Ella lo llamó hereje y él alegó que hasta el mismísimo Arcángel San Miguel decía más blasfemias que él cuando se cabreaba. Hasta Lucifer parecía más simpático... Y ellos se santiguaron y no han vuelto a aparecer por ninguna barbacoa.

Puñeteros carcas puritanos.

Y ahí está otra vez, pensando en cosas que hacía casi dos años que  se había propuesto no volver a pensar. ¿Pero qué diablos le pasa hoy?

Pasa el resto del día distraído y torpe. No consigue hacer funcionar el Cadillac y eso empeora su humor. Pasa a recoger a Mary a la guardería y de camino a casa paran para comprar cervezas y refrescos para la barbacoa. Está pagando en la caja cuando la amable adolescente- con mechas descoloridas y demasiado rimel para su edad -que le ayudaba a meter las cosas en bolsas de plástico mientras él tenía a Mary sujeta con un brazo se vuelve a él bruscamente, le coge de la muñeca y le mira con seriedad.
-Se acercan-dice con una voz más grave de lo que él recordaba hacía un segundo.
-¿Te ha venido la regla o algo? ¿Estás bien?-pregunta entre sorprendido, extrañado y preocupado.
-Van a por ellos-y de repente ve un destello azul entre ese rimel. Un destello que cree conocer bien y que no había visto en años. El brillo se esfuma, la chica pestañea algo aturdida y sigue metiendo cervezas en la bolsa.  De pronto se asusta. El malestar de todo el día se disipa y el nudo en el estómago le recuerda algo que siempre ha tenido bajo cada poro de su piel: instinto, intuición.

Deja las bolsas en el mismo supermercado y sale corriendo. Ata a Mary a su sillita y sale disparado a casa. A esas horas Ben estaría haciendo los deberes en el salón mientras veía Bob Esponja y Lisa estaría preparando la cena en la cocina mientras regañaba a su hijo por ver dibujos mientras hacía los deberes. Ben se quejaría diciendo que sólo los tiene de fondo, que está concentrado. Hablarían de exámenes y de notas buenas y malas. De manías de profesores. Todo iría bien, se dice. Pero pisa el acelerador y derrapa en la última curva. Todo irá bien.
Sale corriendo del coche. La Señora Routs salía a sacar la basura, le tiende a Mary y le dice que se encierre corriendo en casa. Sin más explicación se dirige a la suya propia. Y se detiene bruscamente.

La puerta está cerrada y sin embargo un miedo le invade por completo.
-¡¡¡Lisa!!!-el nombre le sale como un rugido cargado de pánico, entra como una exhalación al salón. Los dibujos todavía suenan en la tele. Ben estaba sentando en la mesa pequeña delante de la tele, con la cabeza sobre los deberes, como si dormitara, cansado.-No...
Se acerca a él y lo coge entre sus brazos. La cara pálida, sin pulso, ni heridas, ni signos defensivos. Parece que de verdad estaba dormido. Las lágrimas empiezan a inundarle los ojos. “Nononononononono” repite sin cesar meciendo al chico entre sus brazos. Un ruido le hace salir de su ensoñación, se limpa las lágrimas con el dorso de la mano y agarra la pistola que tiene bajo la mesa.
Con más sigilo que con el que ha entrado se dirige a la cocina y los ve: Un tipo de traje tiene a Lisa arrinconada en el fregadero que amenazaba con un cuchillo.
-¡Eh! ¡Tú!- Lisa lo mira con algo de alivio en los ojos atenazados por el pánico. El tipo lo mira con calma, con una calma que le hiela la sangre.
-No venimos por ti-Y posa su mano sobre la frente de la mujer. Lisa abre los ojos como si un puñal se le hubiese clavado en el vientre y el grito muere en su garganta. Cae al suelo y corre hacia ella. El tipo del traje ha desaparecido. Sin pulso. No se oye gritar.

No sabe cuando llega la policía ni las ambulancias. Sólo tiene la certeza de que le tuvieron que arrancar a Lisa de sus brazos entre varios policías y enfermeros. Una breve explicación a la policía: un hombre pálido, trajeado, anciano, nada más. Un comentario de los enfermeros: no hay heridas... parece... parecen unos simples infartos.
Pero él sabe quien era ese hombre, sabe lo que había hecho. Una manta sobre sus hombros ¿cuándo había salido a la calle? Está sentando en la acera entre todo el jaleo. Con la manta viene un vaso de algo caliente. Lo mira extrañado.
-Es chocolate caliente- levanta la vista y la Señora Routs le dedica una mirada amable y sincera. De pronto cae y ella ve la urgencia en sus ojos -Está bien, está en casa con mi marido. Pero en cuanto pueda, debería venir. Hay alguien que quiere verle.
Como una ensoñación sigue a la Señora Routs por entre policías y vecinos cotillas hasta el otro lado de la calle. Pasa con ella a su salón caldeado por una chimenea. Realmente hace frío esa noche.

Entonces ve al hombre-de espaldas anchas, pelo desordenado y ojos de cachorro abandonado, esos mismos ojos que lo salvaron de la muerte y el vacío, los mismos ojos que lo miraron justo antes de saltar a un abismo. No los ojos fríos ojos que casi acaban con la humanidad. No, los ojos de su hermano- sostener entre sus grandes y fuertes brazos a su pequeña Mary y las piernas no le sostienen. Vuelve a caer de rodillas como no hacía mucho ese día y las palabras no acertaban a ordenarse lo suficiente ni en su cerebro ni en su garganta..
-Hola Dean-saluda, Mary dejó escapar una risita. -He logrado salir.

Se aceptan comentarios también del inicio de la 6ª temporada porque... Oh-My-DEAN!

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