Mi primer fic yaoi, y es wincest. Y me da un corte extremo publicarlo, pero extremo... extremo.
No seais muy duros conmigo, que es mi primera vez xD Y nada, espero que... bueno, nada, si os gusta bien, si no, podéis lincharme.
Spoilers hasta el final de la 5ª
Título: Pactos de Sangre
Capítulo: One shot
Fandom: Supernatural.
Pairing: Dean/Sam.
Advertencias: Mmm aún no me he adentrado al lemon explícito xD
Spoilers: hasta la 5ª
Es como Doctor Jeckyll y Mr. Hille. Cada vez que le roza su piel se vuelve loco y solo quiere más. Más de él, más de todo él. Como aquella primera vez que probó sus labios, esos labios endemoniados, ese roce enfermizo de su piel. Se le escapa la razón de la sesera y todo es calor y fricción y esas ganas locas de él. Y ese sentimiento en el pecho que se queda corto con palabras y casi no es capaz de guardarlo en sí mismo porque, joder, es demasiado. Le salva la vida cada vez que le roza, que sonrie todo hoyuelos, que... es él. Le salva. Siempre. Como le salvó aquella vez.
Aquella vez, la primera. La noche que salvó a la humanidad, la noche que se salvaron a ellos mismos.
La puerta de una habitación mugrienta de un mugriento hostal, motel de carretera, lo mismo de siempre, Sam obstaculizando la salida. Serio, alto como un rascacielos, mirada arrebatadora. Decidido. Enfadado. Los puños apretados y un bufido que sale por su nariz.
-No lo harás- Dean levanta la cabeza de su petate y le mira. Sabe que le mira porque sus ojos miran en su dirección, pero sabe que apenas le ve. Tiene los ojos tristes pero le sonrie, y su sonrisa también es triste. Sin rastro de esa canalla, la que lucha, la que siempre se hace la dura. Es una sonrisa cansada y lo mata. A Sam, lo mata verle así.-No permitiré que te suicides.
-No voy a suicidarme.-Le replica, pero ni siquiera es una puta replica.
-Vas a dejar que Miguel te utilice como un condón desechable. No me vengas con mierdas- Y se mete en la habitación. Tiene tantas ganas de destrozarle la cara que no puede ni respirar. Bufa. El muy gilipollas. -No voy a consentir que te des por vencido, Dean. ¡¡Maldita sea!! Será lo último que haga en mi vida, pero no lo voy a consentir.
-Ya no hay otra manera, Sam. Estoy cansado, de todo. Esto puede significar el fin del maldito Apocalipsis, ese maldito apocalipsis que iniciamos los dos-se sienta en la cama y prácticamente se hunde en ella, todo el peso del mundo sobre sus hombros. Las piernas ya no le sostenían ¿Miguel sería capaz de soportar todo eso? Claro, coño, era un arcángel. No vio como Sam cerraba la puerta y se arrodillaba delante suya, no veía su mirada de “¡¿por qué mierdas quieres cargar con eso tu solo?!” porque no veía nada. Sopor, niebla, ni siquiera podía enfocar bien. Pero si oyó su voz y tuvo que mirarle a los ojos:
-Los dos lo empezamos, Dean, y los dos daremos con la manera de pararlo. Juntos. Pero no así, no cayendo así-y Dios si esos ojos no eran los más tristes que jamás había visto, Sam no sabía cuales serían sino.-No puedes decir que sí a ser la puta de esos ángeles sacados del puto infierno. No te voy a dejar, Dean, no.
Dean baja la mirada, incapaz de sostenerla por más tiempo. Ahora le duelen los ojos de Sam, con un deje de reproche en ellos. No puede mirarlos sin sentir la lástima que siente él mismo. Se sorprende cuando su hermano pequeño le coge las manos, porque a estas alturas no sabe como no siente el mismo asco que siente él hacia sí mismo. Pero le coge las manos, unas manos grandes y rudas que ahora no dejan de temblar.
-Sam...-su voz se quiebra y a Sam se le parte el alma, las lágrimas mojan las manos de ambos y enrojecen esos ojos verdes que jamás había visto llorar con tanta desesperación. Dean intenta decir algo más pero las palabras se le ahogan en la garganta y le tiembla todo el cuerpo, le tiemblan hasta los labios. Le tiembla el alma.
Y jura, si alguna vez Sam ha estado seguro de algo es en ese mismo momento, y jura que matara a cada uno de esos ángeles, arcángeles, demonios, a Lucifer y al mismisimo Dios si hace falta pero pagarán por eso. Por hacer que su hermano mayor, su superhéroe desde que andaba en pañales, estuviese así de indefenso ante el mundo y dándose por vencido. Temblando como un niño ante la posibilidad de que el monstruo del armario saliese en mitad de la noche.
Se le parte el corazón y no puede. No puede dejarlo pasar. Necesita que vuelva a ser él. Ahora es su turno de protegerlo de todo mal, de cuidar de él, de infundirle esperanzas.
Le agarra la cara entre las manos, sujetándole las mejillas con los pulgares, como siempre hace Dean para examinar si está herido cuando en alguna misión el fantasma de turno le da por jugar a estrangularle.Siempre le mira preocupado con un “¿Estás conmigo, Sammy?”. Ahora es él el que evalua las heridas, las que no se ven.
-¿Estás conmigo, Dean?-y esos ojos verdes le miran fijamente, perdidos en un cruce de caminos. Y querría decir algo pero no se encuentra la voz. Está helado por el miedo y tiembla de arriba a abajo. A Sam se le repliega el cerebro sobre sí mismo. Puede ser el cazador más eficiente pero cuando se trata de su hermano pierde completamente la razón y le embarga el miedo. Pero no puede perder la razón, del todo, tiene que hacer que su hermano vuelva, no puede perderlo otra vez. Tratos, cruces de camino, ángeles en el infierno... Habían muerto demasiadas veces y ya estaba hasta los cojones. Esta vez no. Esta vez que se busquen a otros, que ellos utilizarán las pistolas de siempre, con sus propias manos. Con manos firmes. A su manera.
Por eso tiene que hacer que deje de temblar. Tiene que hacer que esos labios que empiezan a azularse por el propio frio del miedo entren en calor. Tiene que darle firmeza. Tiene que darle calor.
Lo besa. Suave pero con decisión. Se para en el beso, labios con labios y respiraciones que se mezclan. Dean no le rechaza y Sam sigue, lentamente, temiendo que vaya a romperse. Lamiendo poco a poco sus labios, su lengua, cada recoveco, como si quisiera hacerle notar en cada poro de su piel que él está ahí y no lo dejará ir.
Sus lenguas juegan a enredarse mientras se tumban en la cama, a tientas, entre lágrimas y saliva. Las manos de Dean se hunden en el pelo de Sam acercándose más a él, haciendo que el pequeño profundice más en el beso. El menor se desviste y empieza a desvestir al mayor casi con adoración, con beatitud increbrantable. Suave, con caricias, besando cada rincón de su piel. Quiere devolverle el calor a ese cuerpo, quiere resucitarlo de su letargo, y lo hará con su propio cuerpo. A hacer el mayor pacto que harán en sus vidas. Un pacto queni Lucifer ni el mismo Dios se atreva a romper jamás.
Recorren sus cuerpos con caricias y besos, lengua, saliva y dientes. Besos que arden y devoran almas. Las suyas. No se separan, piel con piel, anhelantes de calor, de fundirse en uno solo.
Las palabras siguen muriendo en la garganta sin ser dichas porque los besos, sus bocas, sus lenguas, sus labios, sus manos... ya lo dicen todo.
Sam deja claro que hoy él se encargará de cuidarlo, y Dean se deja porque revive un poquito más cuando el menor le dice al oido, entre susurros y jadeos y gemidos de él mismo “Ahora es mi turno, ahora te cuido yo a ti” y no contesta. Porque no puede, porque le está devorando el cuello y no va a soltarse.Y muere, y grita, y gime y suspira como un jodido adolescente, con voz ronca y partida mientras muerde su cuello, con rabia, marcando lo que ahora es suyo.
Se aferran más fuerte cuando Sam está dentro de él, sus corazones comienzan a palpitar al mismo tiempo, con fuerza. Oleadas de placer que les unen de por vida. Aferrándose el uno al otro temiendo que si se sueltan quizás se vayan para siempre. La oleada de climax es el culmine para el pacto de sangre. Caen, sin soltarse, respirando sobre la boca del otro.
Sam aún dentro de él, no quiere que sus pieles se separen.
Dean le susurra bajito, labios con labios, con voz ronca y partida: “Estoy contigo, Sammy”
Y ya. Pedradas en el buzón de pedradas XD