Lo lógico sería que no le afectasen sus miradas. Que sus bravuconerías no le generasen más que una clara opinión de lo mentalmente inestable que es su capitán. Que respetara la escala de mando y no pusiese objeciones a las órdenes. Claro. Eso sería lo lógico.
Con James T. Kirk nada es lógico.
Son órdenes absurdas y kamikazes. Son bravuconerías de colegial. Son decisiones de alguien mentalmente inestable. Y son miradas de un animal salvaje hambriento.
No debería afectarle. Pero le afecta. No la falta de lógica en todo lo que hace, dice, insinúa y provoca. O sí. Justamente eso. Eso es lo que le afecta, pero no del modo en que debería afectarle.
Temprano en la mañana le intercepta en el ascensor, camino a la cabina de mando. Le roza la mano al ponerse detrás de él y le susurra al oído “Quiero tener esta mano acariciando mi polla y ver como te sonrojas en ese tono verde tan gracioso”
Esas insinuaciones, ese roce, esa sonrisa de perdonavidas cuando sale del ascensor. El comentario de de Chekov al verle entrar tras el capitán “¿Se encuentra usted bien? Está algo verdoso” Kirk ríe, McCoy pone los ojos en blanco y suspira conocedor de su amigo. Él se limita a ignorar todo. La forma en que se sienta con las piernas abiertas, como si no solo ese asiento de Capitán le perteneciese, como si no solo esa cabina de mando le perteneciese. Si no como si todo el universo fuese suyo y tuviese que inclinarse ante él.
Todo un enjambre de pensamientos se arremolinan en su mente mientras intenta razonar. Sin éxito. Porque ha terminado en su cama, sudando su nombre. Kirk se restriega duro contra su mano y él solo puede gemir en un acto reflejo. Le está mordisqueando la oreja derecha, y están desnudos no sabe cómo. No tiene ni idea de qué le impulsó a ir a su camarote esa noche, como otras noches. Quizás el saber que si no iba él, Kirk se presentaría en el suyo de madrugada. Porque cuando quiere algo lo obtiene, no importa qué, no importa cuando, no importa cómo.
Intenta pensar en todo eso y en razonar algo lógico y con sentido pero está teniendo sexo desenfrenado con su capitán. Que se restriega como un gato encelo contra él, que suda y se resvala en sus dedos. Que le besa como si fuese lo mejor que ha besado nunca. Que embiste contra su mano y él pierde el equilibrio con tanta intensidad. Agradece estar tumbado, es un detalle tranquilizador. Es un impulso, pero tiene que agarrarle el culo prieto con la mano que le queda libre. James gime en su boca y todas las sensaciones se agolpan con demasiada fuerza en la boca del estomago.
Cuando Kirk cae rendido y se duerme con una sonrisa en los labios, él está acalorado, visiblemente “enrojecido” en su tono verdoso y entero pringado de fluidos corporales. Se esfuerza en encontrarle algo de sentido a todo ese sin sentido, en algún razonamiento que explique todo eso. Pero el cansancio le puede y James le abraza con fuerza.
Los pensamientos se diluyen en el sopor que le otorga el sueño. Solo sabe algo con certeza, y es que es ilógico. Y no le importa demasiado.