Anterior Parte 7
-¿Cómo estás hoy Sam?-le preguntó Dean mientras le traía la comida, su hermano se veía horrible. Hace solo un mes desde la muerte de Bobby. No le había explicado bien pero en un acto casi idiota, habían arremetido contra un gran número de leviatanes cerca de Wyoming, el resultado: La muerte instantánea de Bobby.
Porque aunque Sam no hubiera estado ahí cuando todo sucedió, Dean le contaba todo. Aun le creía un loco, aun le miraba con ojos tristes pero Dean siempre volvía, algunas veces con resaca, otras veces borracho pero siempre volvía.
Porque él era lo único que tenía. Y por alguna razón, Sam simplemente se lo tragaba todo.
-Mejor.-le contestó.-Tu no te ves bien Dean.-le dijo Sam desde la cama, estaba atado. Su hermano tenía miedo de que se volviera aun más loco y empezara a lastimarse y no importaba cuantas veces Sam le dijera que estaba bien, que no estaba loco. Dean no confiaba.
-Cada quien aguanta como puede Sammy.-le dijo antes de suspirar derrotado, y cayó al piso. Sam le miró con lastima.-Tienes que volver en ti Sam, no puedes dejarme solo. Por favor.-
-Dean….-
-Deja esa tonta idea y ayúdame a salvar el mundo, a vengar a Bobby…Sam por favor.-
Sam simplemente no pudo seguir aguantando esa realidad y volvió. Si hubiera sabido que aquella ocasión iba a ser su última conversación con Dean, entonces le hubiera dicho lo mucho que le quería. Pero no iba a recordar nada, nadie iba a hacerlo.
Aquella noche Dean no durmió en el departamento, pero Lucifer no le dijo nada a Sam, para que no se preocupara. Parecía ya demasiado triste estirado sobre la cama, pensativo.
-Yo…¿Qué clase de persona soy?-pregunta Sam al aire sin mirar a Lucifer.-Digo, ¿Qué clase de persona no ama a su padre? Incluso cuando está apunto de morir….-
Lucifer se acercó hasta Sam, sentándose al borde de la cama. Hace años que había desarrollado sentimientos, más bien Sam le ayudó a desarrollarlos, a ser más mortal y menos Lucifer. Ahora era una rara mezcla de ambos, pero había acusaciones donde su parte mortal inevitablemente trastocaba la línea imaginaria que había dibujado para separar su mortalidad y su origen como ángel.
Y es que él y Sam eran mucho más parecidos de lo que algunos podrían pensar.
-Una persona dolida.-le contestó.-Una persona que tiene todo el derecho de estarlo Sammy, no te martirices…-dijo mientras acariciaba el hombro de Sam cariñosamente. Solo entonces se daba cuenta de que la única persona que realmente le importaba en todo el universo era Sam Winchester y nadie más.
-Dean no lo entiende…-sollozó Sam sobre su almohada.-No quiero que me odie, yo le quiero Luke. Es mi hermano, es mí única familia. Él y tú.-
-Ya, basta de hablar por ahora ¿Vale? Vamos a hacerte sentir mejor.-le dijo con la misma de suavidad de antes y se subió a la cama, acomodándose por detrás de Sam y aunque era un poco más grande que él, Lucifer pasó un brazo protector sobre su lado. Y comenzó a acariciar su cabello.-No llores Sam.-
Sam se secó sus narices, sin decir nada y cerró sus ojos, tratando de contener la tristeza en su pecho. Su mundo se estaba cayendo, su mundo se estaba destruyendo….
-¿Quieres dormir?-le preguntó Sam con suavidad.
-Claro que quiero dormir pero me da pereza soltarte y meternos bajo las frazadas.-Y Sam rio ligeramente.
Al menos en los brazos de Lucifer se sentía seguro, como cuando era niño y tenía miedo a la oscuridad, solo Dean conseguía protegerle de aquello.
Cuando Lucifer decidió que estaba harto de regir en el infiero, que era demasiado extenuante y aburrido, en parte sabía a lo que estaba renunciando. Que el apocalipsis era sino solo una perdida de tiempo y cuando le pidió a Morfeo que le arrancara sus alas. A la mortalidad, a perder lentamente sus poderes. A dejar de ser el arcángel Lucifer, el caído y la representación del mal. Y aunque habían pasado años desde aquello, no se había dado cuenta pero era mucho más humano de lo que mostraba. Sentía, se enfadaba, reía, e incluso se había enamorado…Claro que no de cualquier persona, sino de la persona. Y por eso cuando se despertó a eso de las siete de la mañana, con un Sam durmiendo en los brazos y se asomó por la ventana, encontrando a un Dean posiblemente borracho durmiendo en las bolsas de la basura no dudó en ir a su rescate.
Algo en Dean le recordaba mucho a Michael, tal vez por eso lo hizo. O tal vez porque no quería que Sam se encontrara con su hermano borracho y con un ligero aroma a basura. Lo cierto es, que increíblemente. Fue en su rescate.
-Vamos, levántate hombre.-dijo mientras ayudaba a levantar a Dean pero este refunfuño, aun parecía borracho.-Dean vamos, son las siete de la mañana.-
-Vete a la mierda.-le contestó Dean luchando por mantener sus ojos abiertos, parecía no incomodarle estar sobre un montón de basuras. Tampoco tenía la fuerzas para levantarse.-Por tú culpa Sam no quiere ir a ver a papá y piensa que soy un mal hermano ¡Le cagaste la cabeza!-le gritó.
Lucifer ignoró sus palabras y lo tiró del brazo, obligándolo a pararse pero Dean luchó nuevamente por unos segundos hasta que Lucifer por fin pudo al menos dejarlo en pie.-Serás idiota, apenas entres te darás un baño ¿Me oíste? Sam no te puede ver así.-
Dean gruñó, haciendo un gesto con la boca y le dio un empujón a Lucifer.- ¡Jodete! Maldito demonio ¡Devuélveme a mi hermano!-
Lucifer suspiró algo cansando e iba a intentar meterlo al departamento nuevamente cuando escuchó una voz detrás.
-¿Dean?-oh no, era Sam. Y no sonaba bien.-¿Qué le pasa? ¿Por qué esta así?-
Lucifer se giró, y se encontró a Sam aun con su ropa de anoche. Habían dormido sobre las frazadas-Sam…Eh no, él…-y no pudo decir más porque Sam ya se estaba acercando hasta ellos.
-Joder, apestas alcohol.-dijo Sam haciendo una mueca de disgusto y entonces miro a Lucifer.-Ayúdame a meterlo adentro…-
-Con gusto, vamos grandulón. Ya escuchaste.-dijo volteándose a Dean quien simplemente se quedó mirando detenidamente a su hermano menor.
-No, váyanse a la mierda, los dos.-respondió enojado.-¿Por qué me tratas así Sam? ¡Soy tu puto hermano! ¡¿Qué te pasa?! ¡Somos familia!-
Sam tragó saliva, incomodo. Por suerte aun no había mucha gente en la calle.-Dean, vamos. Hablemos adentro.-
-¿Cuándo cambiaste tanto? Antes te importaba, antes todo al menos te importa un poco ¡Mírate!-exclamó Dean.-Con un trabajo, casado con un tipo que te saca diez años de diferencia y ni siquiera quieres ver a papá que nos necesita ¿Qué te pasa?-
Sam simplemente le ignoró e hizo un gesto a Lucifer para que ayudara a tomarlo por los brazos, terminaron forcejando pero finalmente pudieron contener a Dean quien no dejaba de gritar y agitarse de un lado a otro, tratando de zafarse de ambos.-¡Suéltenme! ¡Suéltenme joder!-
-¡Quédate quieto Dean!-le gruñó Sam mientras prácticamente arrastraban a su hermano por en medio de la calle.
-¡Qué me sueltes!-gritó Dean enfurecido, casi rojo del enfado y logró zafarse. Haciendo que tanto Lucifer como Sam dieran unos cuantos pasos hacía atrás. La respiración de Dean era agitada, errática.
-Dean, por favor. Entremos ¿Quieres?-le volvió a pedir Sam con sus ojos sumamente abiertos, rogándole con la mirada.-Por favor, hablemos de esto adentro.-
Y claro, las cosas habrían salido bien. Dean se habría calmado y Sam lo habría metido al departamento con la ayuda de Lucifer. Unas horas después, Sam habría hablado con Dean y por fin podrían haber resuelto la situación de su padre. Porque por mucho que a Sam le doliera, sabía que necesitaba un buen final para la relación con su padre y Luke habría estado allí para él.
Porque Lucifer siempre había estado allí los últimos diez años de su vida.
-¡Sam!-gritó Lucifer a viva voz, mientras se escuchaba el agudo sonido de la bocina.-¡SAM!-
Las cosas habrían salido bien pero aquel mundo estaba destinado a fracasar, a no cumplir su objetivo. Porque en los planes de Dios jamás estuvo la idea de que Lucifer abandonara el infierno y terminara siendo humano enamorado de quien se supone era la llave al apocalipsis.
Estaban destinados a fracasar. Al menos en ese mundo.
-No no no no ¡No te puedes morir!-
Sangre, había mucha sangre y cuerpo en el piso.
-¡Dean! ¡Llama una ambulancia! ¡Dean!-
Hubo un pequeño silencio, y la gente comenzó a reunirse lentamente. Mientras el conductor de la furgoneta miraba con horror como había matado de un solo golpe a aquel hombre de ojos azules y cabello rubio que salía todos los días a las siete y media de la mañana en dirección a la universidad.
-Sammy…Sus ojos…-
- No no no no.-
Estaban destinados a fracasar.
-Te lo dije desde el principio Sam….Cuando.-
-Cuando dos mundos no cumplen su destinado, terminan fusionándose y creando uno nuevo…-
Sam elevó su mirada, con los ojos llorosos. Acababa de sentir tanto dolor, tanto dolor de un solo golpe, como si le hubieran arrancado algo y no sabía porque sentía aquello.-Lo sabía pero no lo había pensando…Estaba demasiado ocupado tratando de entender por qué, por qué yo….-
-Lo siento, yo no sabía que eso pasaría.-dijo Lucifer sin dejar de mirarle. Y por alguna razón, Sam simplemente no entendía como Lucifer no lloraba su propia muerte.-En ese momento…Simplemente supe que tenía que salvarte. Y lo siento.-
Sam tragó saliva, mordiéndose un labio.-Pues pensaste mal. No entiendes nada de lo que es ser humano Lucifer.-y Sam quería pararse y volver a la otra realidad, donde Dean le hablaba de Bobby y apestaba a alcohol, aquello sería menos doloroso.-Porque me hiciste amarte y al segundo siguiente, cuando por fin acepto quererte vas y te tiras encima de un auto para salvarme ¡Quien hace eso! ¡La gente no hace eso!-
Lucifer le miró confuso, perdido y entonces se paró de su asiento sin saber por qué.
-¡Me hiciste quererte! ¡Bastardo!-exclamó Sam con dolor en su voz.-¡Maldito demonio!-
Lucifer se acercó hasta él, bajando su mirada.-Lo siento, lo siento mucho Sam.-
Sam no supo cuanto tiempo pasó antes de que la habitación comenzara a tragarse todo, a que todo comenzara a desaparecer, aun cuando lo único que existía en ese lugar eran aquellas sillas de madera.
Solo supo que cuando el momento llegó, estaba abrazado a Lucifer. Por qué estaba destinado a abrazarlo, por qué aun que le costaba aceptarlo.
Estaba destinado a hacerlo.
-Así que ¿Quieres que le entregue esto a Dios?-preguntó Morfeo mirando curioso a Lucifer, juraría que el demonio estaba jugando con él. Juraría que el demonio le entregaría la llave del infierno solo para hacerle pasar un mal rato.
-Solo pídele que ponga a alguien tan bueno como yo a cargo de esta basura, yo ya me aburrí.-le contestó altivamente y desapareció del lugar no sin antes decir unas últimas palabras.-Él que se quede con la llave hará el apocalipsis, pero no seré yo amigo.-
A esa misma hora, en ese mismo momento Mary Winchester daba a luz a su segundo hijo, que llevaría por nombre Samuel Winchester. Y aunque era una cazadora, y había visto mucha gente morir ,juró con su vida que protegería ahora más que nunca a su familia.
-Ni él ni Dean tiene por qué seguir nuestros pasos John...Merecen vivir bien y tranquilos en un hogar seguro.-le dijo Mary dos semanas después, cuando volvió a casa del hospital.
-Claro que no, pero al menos habrá que enseñarles a defenderse , no es un mundo seguro en el que vivimos Mary. Lo sabes.-
Mary sonrió, besando en la frente al pequeño bebé en sus brazos mientras escuchaba los apresurados pasos de Dean viniendo de la cocina, parecía emocionado.-Lo sé.-
-¡Mamá! ¡Mamá!-exclamó Dean asomándose por la puerta de la cocina, y John se giro a verle. Con una sonrisa plantada en el rostro.
-¿Por qué pararía mis vacaciones ahora? Llevo treinta años de vacaciones, no he envejecido nada y soy inmortalmente rico. Déjame disfrutar del paraíso.-
Liliah rio divertida.-Pero señor, él ya cumplió los dieciocho años de edad hace dos meses. Usted ya no es un ángel.-
-¡Patrañas! Sigo siendo tan ángel como siempre.-
-Señor, insisto ¿No cree que treinta años son mucho tiempo para estar vacacionando?-
Lucifer suspiró, rodando sus ojos y posando su vaso de margarita a un lado.-Vale vale, iré a echar un vistazo pero te lo digo, no existe alguien capaz de sostener mi gracia Liliah. Los humanos son así de débiles.-
Liliah no le respondió y retiró el vaso de Margarita para devolverlo a la cocina, además tenía un pasaje de avión que comprar. Últimamente había aprendido a disfrutar de la lentitud con la que los humanos se transportaban.
Además, aun estaba leyendo las cartas de Crowly maldiciéndolo por habar designado a Azazel como el rey del infierno, cuando ni siquiera era su culpa. Pero es que a él simplemente le daba más risa que curiosidad leerlas.
-¿Tienes tu pistola? ¿Y los cuchillos Sam?-le preguntó John inquieto desde un rincón de la habitación.-Siempre necesitas cuchillos, siempre.-
-Papá…No puedo traer un arsenal de armas a Stanford, ni si quiera tengo licencia para portar pistolas.-le contestó Sam algo molesto por el exceso de preocupación de su padre.-Pero sí, ya empaqué eso. Además de sal y el libro de latín.-
John asintió aliviado, suspirando.-Bien…Tú sabes que solo te dejo ir porque tu madre lo habría querido, pero cuídate ¿Bien? Si notas algo raro no dudes en llamarme a mí o a tu hermano, nada de actuar solo.-le dijo cruzándose de brazos.
-Sí señor.-le contestó Sam con una pequeña sonrisa y entonces se llevó su bolso al hombro.- Bueno, tengo que ir a tomar el bus….-
John le sonrió cálidamente y le abrazo fuertemente, no quería dejarlo ir. Sam era alto, fuerte y sabía pelear pero seguía siendo su hijo menor y el recuerdo más parecido a Mary que tenía.-No hagas estupideces.-
-No las haré papá.-le contestó riendo entre dientes.
Estaba tan emocionado, iba ir a Stanford con una beca completa. Una que él mismo se había ganado, su madre estaría orgullosa. Eso no lo dudó ni un solo segundo.
Cuando Lucifer llegó a Palo Alto, solo con la intención de hacerle ver a Liliah que estaba en un error. Que no existía persona capaz de contener su gracia y menos un humano por el cual se podría llegar a preocupar, porque ni con treinta años de estar en la tierra había terminado de odiar a la humanidad.
Ni siquiera cuando él, se había convertido en uno también o en el principio de uno.
Y entonces sucedió, fue una cosa sumamente extraña porque estaba en el parque, fingiendo leer el periódico cuando vio como aquel chico alto, muy alto, más alto que él, de cabello castaño y ojos avellanados pasaba por la calle, acompañado de una chica bonita y con pelo rubio. Supo entonces que Liliah tenía razón.
Y boom, su corazón fue flechado instantáneamente.
Ahora solo necesitaba un plan para colarse en la vida de Sam Winchester y enamorarlo. No podía ser tan complicado ¿No? Después de todo, tenía al destino de su lado, porque a diferencia de antes.
Esta vez estaban destinados a ganar.
Fin
Notas de autor