20.-Una pizca de muerte, Charlaine Harris. Es una pequeña colección de cuentos pertenecientes al universo de True Blood. Están bastante bien y el libro te deja con ganas de más. Aunque realmente me gusta más la serie, leer los libros bajo el punto de vista de Sookie supone una gran mejora en el personaje. La Sookie de los libros no parece tan boba y sosa como la de la serie. Mi historia favorita es la del cumpleaños de Drácula.
21.-Nocturnos, Kazuo Ishiguro. Otra colección de cuentos, todos relacionados con la música. Si os gusta Ishiguro os gustará este libro. Los cuentos son tan buenos como cabría esperar, pero tienen esa sutileza que yo a veces no entiendo XD La gente se comporta de manera un poco rara y y sinceramente no capto el por qué.
22-23.-El mensajero de la oscuridad I y II, Lynn Flewelling. Esta trilogía tiene un poco de historia, porque me la ha regalado
lady_book por mi cumpleaños ^^ ¡Conoce unos libros curiosísimos! ^^ Porque a ver, en lo que respecta a la aventura en sí... bueno, tampoco tiene nada de especial. Es entretenido, tiene buenos personajes, pero no es ESDLA ni ASOIAF. Pero tiene una gran ventaja respecto a otros libros de aventuras: ¡los protas son dos chicos que acaban enrollándose! ^^ Como comprenderéis, para mí eso es un plus ;) Uno es una especie de espía/ladrón de origen "élfico" y el otro es un muchacho huérfano al que el primero toma como aprendiz.. La relación entre ellos es muy maja y avanza lentamente, pero vamos, que enrollarse, se enrollan, que yo lo he visto XD Y los malos dan muy mal rollo, que siempre es un punto a favor. Ahora me falta leerme el tercero, pero ayssss, si yo os contara...
He intentado leerme también el último de Almudena Grandes, "Inés y la alegría", pero no he podido, lo intentaba y me aburría completamente, el tedio recorriendo mis venas como un jarabe espeso enredado en el medio de las frases más largas que he visto en toda mi vida, como si dieran puntos extra por usar veinte subordinadas seguidas, y a pesar de mi mejor voluntad tuve que detenerme porque en el fondo de mi alma, allí donde uno nunca puede mentirse a sí mismo, donde sólo reina una honestidad lacerante, admití que no podía, que era demasiado, que me ahogaba, me asfixiaba, me aprisionaba, y decidí que la única decisión sensata, lógica, razonable, era devolverlo a la biblioteca y agradecer que no había tenido que gastarme ni un céntimo en él, no, saldría económicamente indemne, con la cabeza bien alta, y eso no podría quitármelo nadie jamás.