Mar 23, 2010 17:05
Las puertas estaban abiertas. Era una enorme reja dorada terminada en flechas de diamantes en las que había miles de piedras preciosas incrustadas a lo largo de ésta. Algunas eran rubís, perlas, esmeraldas. Otras brillaban del color de la plata como pequeños espejos, Sakura no las conocía y Sanako había oído hablar de ellas, pero jamás las había visto.
Antes de entrar, intercambiaron una mirada. A Sakura le gustaba mucho el color frío de los ojos de Sanako, a Sanako se le hacían aburridos los castaños de Sakura. Sin embargo, sabía que ese no era el único color de esos ojos. Muy en el fondo, si uno se quedaba mirando fijamente esos ojos castaños, podía percibir la tenue chispa roja de su poder oculto. Malévolo.
Entraron en el lugar lleno de luz. Ésta las abrazó con una calidez que desearon jamás se apartara de ellas. La nostalgia de otros lugares se deslizó por sus cuerpos, haciéndoles desear volver a ese lugar especial lo más pronto posible. Las paredes de aquel recinto estaban llenas de luz, como si estas estuvieran hechas de millones de soles.
Llegaron a un gran salón que se extendía cuatro campos de fútbol a lo largo y dos a lo ancho. El cielo raso alcanzaba una altura de 25 metros y estaba decorado con varias nubes, ángeles y humanos jugando en un parque de césped verde y brillante, mojado por el rocío. Había muchos niños, muchas niñas, adolescentes, mujeres y hombres, todos ellos muy felices. Todos ellos desnudos.
Sakura y Sanako se detuvieron en mitad de aquel gran salón, mirando a todas partes, asombradas por la exquisita decoración del lugar, fascinadas por los nuevos detalles encontrados en las pinturas en cada inspección. Atónitas ante las texturas que parecían más reales que pintura.
- ¿Dónde crees que esté? -preguntó Sanako, obligándose a dejar de mirar las paredes y concentrarse en lo que tenía que hacer. Una parte de ella protestó por esto, pero tenían que hacerlo.
- No lo sé, pero este lugar es hermoso. -replicó Sakura, descubriendo una figura en una de las paredes que llamó mucho su atención.
- ¿A dónde vas? -le preguntó Sanako al ver que se alejaba.
La figura que había llamado su atención, era la de una joven de cabello largo que jugaba con unos niños a los que perseguía. El rostro de la chica estaba decorado con una sonrisa que a Sakura le pareció más falsa que un billete de juguete.
- ¿Quién es? -le preguntó Sanako parándose junto a ella.
- Es Kei. -dijo Sakura alargando la mano para tocar la pintura. Al hacerlo, pareció como si hubiese tocado una pantalla de plasma y entonces todas las figuritas, de ángeles y personas, comenzaron a moverse. Las risas de todos ellos inundaron el lugar.
- ¿Quién anda ahí? -preguntó una voz estruendosa que las hizo estremecerse. Era una voz grave y severa.
Sakura y Sanako volvieron al centro de la estancia y miraron en todas direcciones, intentando encontrar la fuente de aquella voz. Intentando encontrar a Zeus.
- Somos Sakura y Sanako -dijo Sakura-. Hemos venido por Kei.
El cielo, la pintura del techo, comenzó a llenarse de nubarrones oscuros y amenazantes que se deslizaban desde los rincones hacia el centro, justo por sobre las cabezas de Sakura y Sanako. Cuando se juntaron algunas, comenzaron a girar. La luz de relámpagos las iluminaba desde dentro mientras más y más nubes seguían juntándose en el lugar. El trueno de los relámpagos hacía retumbar las paredes y los corazones de las chicas que se acurrucaban con temor. Los rayos comenzaron a escapar de las nubes, cayendo alrededor de Sakura y Sanako. De pronto, todo quedó en calma mientras la velocidad del giro de las nubes se hizo más lenta. Sakura y Sanako se preguntaron qué estaría ocurriendo, cuando repentinamente un relámpago que las encegueció, cayó delante de ellas, a unos cinco metros de donde se encontraba, haciendo que algunos trozos de la loza salieran en todas direcciones y levantando una cortina de polvo.
En el lugar de impacto apareció Zeus.
El dios era un hombre muy alto, musculoso, cubierto únicamente por una falda de lino. Sus cabellos plateados se movían como si allí dentro el viento soplara sólo para él. La enorme barba cubría su cuello y parte de su pecho. El rostro severo y autoritario. Las manos grandes y poderosas. Los pies desnudos y perfectos. Sanako sintió deseos de abrazarlo y quedarse con él.
- ¿Dónde está Kei? -dijo Sakura, sacando a Sanako de su ensimismamiento.
Los chispeantes ojos azules de Zeus se posaron en Sakura, la examinó de arriba a abajo.
- Tú eres Sakura, ¿cierto? -preguntó sin dejar de mirarla.
- Sí -respondió la chica y dio un paso al frente-. Dime dónde está Kei.
- Y tú eres Sanako, la mascota de Ares. -dijo Zeus sin prestar atención a las palabras de Sakura. Las manos de Sanako se cerraron en puños al escuchar las palabras del dios.
- Lamentarás haber dicho eso. -amenazó.
- ¡¿Dónde está Kei?! -gritó Sakura, cerrando los puños.
- Váyanse -dijo Zeus agitando una mano, restándoles importancia-. Estoy muy ocupado.
- ¡Espera! -lo llamó Sanako, antes de que Sakura lo hiciera. Se acercó a él dando largas zancadas y se quedó delante de él, mirándolo a los ojos. La diferencia de estaturas era demasiada. Sanako apenas le llegaba al pecho-. No nos iremos de aquí hasta que te disculpes por lo que dijiste.
Zeus la miró arqueando una ceja y comenzó a reír.
- Váyanse -le dijo y se giró para irse -. No me importa lo que quieran, ustedes humanos ya no me interesan.
- ¡Oye! -lo llamó Sanako, sujetándolo del brazo para hacerlo girar. Cuando Zeus la miró, el puño de Sanako cortó el aire entre ellos para estrellarse contra su rostro. La barba blanca se compactó bajo la fuerza del golpe, pero al llegar a la piel una corriente eléctrica sacudió el cuerpo de Sanako y la expulsó hacia atrás. Cayó de espaldas deslizándose por el suelo. Zeus la miró con desdén.
- Eres una estúpida -le dijo, acercándose a ella-. ¿Acaso Ares no te explicó lo terrible que puedo ser? Ustedes dos mortales no pueden hacerme daño alguno -a medida que hablaba y su voz subía de volumen, las nubes en el cielo raso iban acumulándose sobre él-. ¡Yo soy Zeus! -gritó abriendo los brazos-. ¡Señor del Olimpo, rey de los dioses olímpicos, señor del trueno y amo de este mundo que osaron profanar con sus sucias pisadas!
Extendió la mano hacia Sanako y un rayo salió de las nubes sobre él. La luz del relámpago cayó golpeando a Sanako en el pecho. La chica se retorció gritando de dolor, elevándose unos centímetros en el aire.
- ¡Basta! -gritó Sakura. Los ojos azules y chispeantes de Zeus se posaron sobre ella, pero Sakura no claudicó en su decisión de hacerle frente; tenía que resistir y no sólo por Kei. Era claro que si no derrotaban a Zeus, las tres morirían en ese lugar.
Aunque no era un lugar tan malo para morir.
El castigo que Sanako recibía se detuvo. La chica quedó tendida en el suelo, humeando y con la sangre escurriendo por las heridas de calcinación. Sakura pudo ver que todavía respiraba, con dificultad, pero lo hacía, eso era bueno. Seguir con vida daba una posibilidad de salvación. Sakura tocó el morral, donde estaba la medicina.
“Aguanta, Sanako.” Pidió en su mente.
- El castigo terminará cuando yo lo decida -dijo Zeus. Perdiendo todo el interés en Sanako, se concentró en Sakura-. El castigo será inimaginablemente doloroso y terminará cuando ¡YO LO DIGA! -bramó y del cielo raso comenzaron a caer relámpagos sobre Sakura. Ella los esquivaba todos; arrojándose a un lago, brincando al otro, ocultándose detrás de uno de los pilares.
“Así no lograré nada,” pensó sintiendo el cosquilleo producido en su mejilla por la cercanía de uno de los rayos. “Puedo hacerlo, puedo acercarme a él.”
Sakura salió corriendo de detrás del pilar. Los rayos intentaban alcanzarla. Ella los esquivaba y, a medida que se acercaba a Zeus, iba concentrando su ki en las palmas de las manos. Antes de llegar al dios, torció a la derecha y dio un brinco por sobre él, con lo que Zeus dejó de lanzar rayos, para evitar que por error, le cayera uno a él.
Mientras Zeus se daba la vuelta para encarar a Sakura, ella aterrizó, separó las piernas y concentró lo más que pudo de su poder, permitiendo que un poco del Satsui no Hadou se manifestara en sus manos.
- ¡¡Shinku Hadouken!! -gritó proyectando las manos contra Zeus. La energía, de un claro color azul, impactó de lleno contra el torso desnudo del dios.
Zeus salió volando de espaldas por la energía de Sakura. Cayó en el suelo a un costado de Sanako, quien lo miró derribado e intentó sonreír sin conseguirlo.
Las nubes sobre Sakura se arremolinaron y un relámpago la hizo caer al suelo en medio de una terrible agonía protagonizada por el dolor de la descarga.
- ¿Pensaste que me derrotarías con eso? -preguntó Zeus mientras se ponía de pie-. No, no, no. Otros dioses lo han intentado y no consiguieron nada. ¿Qué te hace pensar que una mortal como tú podría derrotarme? -Zeus se detuvo a un lado de Sakura y la sujetó del cuello para levantarla-. No puedes hacerme nada. -siseó provocando una descarga en el cuerpo de Sakura.
“Si tan sólo tuviera la daga,” pensó Sakura en medio de la agonía del dolor. “Si tan sólo tuviera la daga ya te habría dado tu merecido.”
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Escuchó la voz de Atenea.
“¿Y entonces cómo?”
Zeus la arrojó contra uno de los pilares. Sakura pudo escuchar el chasquido de su columna y varias costillas al romperse. Intentó gritar, pero la voz no le salió. El dolor era inmenso y quería arrastrarla como un animal carroñero a su guarida de inconsciencia. Sakura se aferró a la realidad con uñas y dientes.
Uno de los frasquitos de medicina salió del morral y rodó hasta donde Sakura pudo verlo, no tenía más que estirar la mano para alcanzarlo.
¿Las palabras? ¿Qué podría recordar en medio del dolor? La medicina, claro. Apolo se la había dado y le había dicho que pelearía. Además de que su futuro era incierto.
“¿Por qué no podía verlo claramente?” Se preguntó Sakura.
Zeus comenzó a acercarse a ella.
“Hefesto dijo algo también, y Hades. Pocas almas en el inframundo, y eso era porque…”
- Debiste haberte quedado en casa, niña estúpida -dijo Zeus, deteniéndose a dos metros de Sakura. Las nubes volvían a brillar, arremolinándose sobre su cabeza-. Ahora voy a matarte.
- No. -dijo Sakura. El cuerpo le dolía, hablar le dolía, pero la voz salió firme, sin titubeos.
- Sí, Sakura, éste es tu fin.
- No -volvió a decir ella, estirando su brazo para sujetar el frasco-. Yo creo en la ciencia. Creo en la buena voluntad de la gente. Creo en las aves y en que el esfuerzo constante genera grandes cosas -sus dedos se cerraron alrededor del frasquito-. También creo en que esta medicina, poción o agua… curará todas mis heridas y las de Sanako.
Con gran esfuerzo, al borde de la oscuridad de la bruma, Sakura destapó la botellita y la bebió. La medicina le recorrió la garganta en un torrente cálido y dulce que de inmediato llenó su cuerpo con una bellísima sensación de luz. Como si de su espíritu emanara la energía de todas las estrellas en la vía Láctea. Los huesos se pegaron, reconstruyéndose sin dejar evidencia alguna de que alguna vez estuvieron fracturados. Los golpes externos también sanaron y Sakura se puso de pie, sintiéndose mejor que nunca. Cerró los ojos, disfrutando de la exquisita sensación que la medicina le proporcionaba. Alzó los brazos a los costados y respiró hondo, dibujando una sonrisa en sus labios.
- También creo en las promesas y en que las estrellas fugaces cumplen deseos -abrió los ojos y clavó la mirada en el rostro impasible de Zeus-. Creo en todo eso… -se acercó al dios, sin temor, sin titubear-. Creo en todo eso, pero no creo en ti.
Zeus salió expulsado hacia atrás, como si en Sakura se hubiese originado una fuertísima explosión. El cuerpo de Zeus impactó contra uno de los pilares y éste se hizo pedazos. El dios lanzó un alarido indignado de furia y dolor.
- ¡No puedes hacerme esto! -rugió Zeus, haciendo que el mundo se estremeciera.
Los relámpagos que caían, no afectaban a Sakura. Ella se acercó a Sanako, se arrodilló junto a ella y le dio el segundo frasco de medicina. Instantes después, Sanako estaba de pie.
- ¡Voy a matarlas a las dos! -gritó Zeus juntando gran cantidad de rayos entre las manos.
- No -dijo Sakura y el poder de Zeus se perdió-. Lo que no existe no puede dañarnos. -dijo.
Zeus cayó de rodillas, sin dejar de gritar de dolor e indignación. La mortal lo había derrotado. Su destino como dios estaba escrito completamente por la fe de los mortales. Esa era su condena por ser un dios.
En ese momento, las puertas de aquel lugar se abrieron por un tremendo vendaval. En el umbral apareció Hera. Su rostro estaba desencajado por la furia. Sus ojos buscaron a Zeus y se acercó a él a grandes zancadas.
- ¡Eres un maldito! -le gritó y le dio una bofetada-. Tú y el estúpido de Dionisio me han engañado por última vez. ¡Es la última vez!
Vociferó sujetando a su hermano por los cabellos. Lo arrastró para sacarlo de allí. Sin hacer caso de Sakura y Sanako. Claro que tenía algunas cosas que decirles, sobre todo a la amiga de Sakura. ¡Mira que meterse con su marido! ¡Maldita zorra!, sin embargo, ahora que habían descubierto cómo hacerles daño, era mejor no acercarse.
La enorme sala quedó en silencio. Al fondo se abrió una puerta y por ella apareció Kei. Sakura corrió hacia ella. Se abrazaron, rieron y se dijeron lo felices que estaban de encontrarse de nuevo una con la otra.
- Me da gusto que vinieras por mí -dijo Kei, abrazando a Sakura otra vez-. No sabes lo horrible que fue. Zeus me dijo que debía darle una hija; Kataryzna, ¿puedes creerlo?
- ¿Para eso te quería? -preguntó Sakura con las cejas arqueadas.
- ¡Sí!
- Estuviste aquí más de una semana, ¿no pasó nada?
- No, es un depravado. ¡No se decidió por el traje que debía de usar!
- Bueno… no importa, ahora estás a salvo. -sonrió Sakura y la abrazó, intentando no reírse de la suerte que su amiga había tenido.
- Muchas gracias -dijo Kei y miró a Sanako. Se separó de Sakura y se acercó a ella-. Muchísimas gracias por ayudarme. -le dijo estrechándola entre sus brazos.
Sanako no supo cómo reaccionar. La verdad era que no había querido acompañar a Sakura, pero Ares la había obligado, sometiéndola a diversas humillaciones por parte de algunos dioses. El cálido agradecimiento de Kei, le hizo sentir algo nuevo y extraño por dentro; una sensación aún mejor que la proporcionada por el alivio de la medicina de Apolo. Nunca antes nadie le había agradecido por nada, lo que ella hacía, lo hacía para ella misma.
- Sabía que lo harías -dijo Atenea, apareciendo por la misma puerta por la que había entrado y salido Hera. En esta ocasión, tenía una estatura más normal. Se acercó a Sakura-. Sin duda serías la mejor de mis aprendices -le dijo colocando una mano en su hombro-. Para mí sería un gran honor que te quedaras un tiempo.
Sakura sonrió.
- No puedo hacerlo. Tengo mucha tarea que hacer, y ya falté demasiado a la universidad. Debo ponerme al corriente.
- Es una lástima, la verdad -dijo atenea y se giró hacia Sanako-. Ven conmigo, Ares te devolverá tu daga.
- ¿Qué? -preguntó Sakura-. ¿La daga de Hefesto es tuya?
- No, mi daga es otra -respondió Sanako-. Ares la robó para obligarme a matarte. Para mí esa daga-ritual es muy importante, perteneció a mi aldea por mucho tiempo.
- ¡Ah! -dijo Sakura sin entender del todo las palabras de Sanako-. Me alegra que vayas a recuperarla. Muchas gracias por ayudarme, no lo habría logrado sin ti.
- Eres una mentirosa -replicó Sanako-. Yo no hice nada. Voy a asesinar al autor.
- Bueno, quizá volvamos a encontrarnos. -sonrió Sakura.
- Claro -dijo Sanako. Un atisbo de sonrisa sincera apareció en sus labios y su mirada fría se suavizó-. Y entonces nadie va a detener la pelea.
- Vamos. -dijo Atenea.
Sanako asintió y juntas se encaminaron hacia la puerta.
Sakura y Kei caminaron hasta el umbral y despidieron a Sanako y a Atenea desde la puerta.
- ¿Cómo vamos a volver a casa? -preguntó Kei.
Sakura se permitió contemplar aquel mundo de dioses desde la cima del Olimpo antes de responder que no sabía. Aquel mundo era hermoso y desearía poder quedarse un poco más y aprender lo que Atenea tenía para enseñarle. Pero no podía hacerlo. La universidad era más importante y algunas veces, debes sacrificar sueños por un futuro.
- Volvamos con Hermes. Él nos ayudará. -dijo Sakura y comenzaron el viaje de vuelta a casa.
- ¿Conoces a Hermes? -preguntó Kei.
- ¡Claro! Y a Hades, Apolo, Hefesto, Ares y Dionisio. ¡No te imaginas las cosas por las que pase!
- Me habría gustado conocerlos también.
- No son la gran cosa.
- ¡Cuéntame! -exigió Kei, muy emocionada.
Y Sakura le contó.
¡Ja, bingo!
1721hrs
19/01/10
**Dedicado Especialmente a mi Maldita Zely**
<-( H.S )->™
Sólo falta por subir uno más que es el de Afrodita, estoy trabajando en ese. Hasta entonces
Sweet Dreams!!
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