Título: Dirty Pretty Things
Fandom: InuYasha
Claim: InuYasha/Miroku | Personajes: InuYasha, Miroku. Menciones de Kagome Higurashi y Sango.
Género: Slash ♥ | Rating: +13/T
Notas: So amor. Drabble para un concurso en el que saqué segundo lugar. ¿Hurra?
No se quieren, en realidad. Mucho menos se aman. Quizás se tienen un poco de afecto, con una pizca de amistad. Ah, y una cucharada de compromiso y compañerismo; pero nada más.
(Miroku gime en el beso).
Puede ser que se están desquitando, tal vez. InuYasha sabe que no necesita ser delicado con Miroku, porque al monje no le gusta lo lento ni lo suave. Ardor. Rápido. Y, sobre todo, fuerte. Por su lado, Miroku puede regodearse en que sus manos son libres de ir donde quieran, de explorar, de tocar lo que quieran.
(E InuYasha lo tira al suelo, con brusquedad).
Ése era el trato. No delicadezas, y no cesuras. Sólo ellos, con ojos cerrados, buscando en la inconsciencia otro rostro que no sea el de su amante (qué raro es llamarlos así). No recuerdan cómo llegaron a eso, o desde cuándo lo hacen… sólo recuerdan que se siente demasiado bien como para ser lo correcto.
(Nunca dejan de besarse.
Miroku rueda, para ahora quedar sobre el hanyô, y abre su haori con impaciencia, e InuYasha gruñe porque quiere seguir mordiéndole los labios).
Tampoco se enojan si salen los nombres equívocos de vez en cuando. No es que InuYasha espere que Miroku gima su nombre, eso sería asqueroso y repugnante, según él. Tampoco Miroku espera que InuYasha siquiera llegue a pensar en él, porque su mente ya está demasiado divida entre Kagome y Kikyô como para hacerse un espacio.
Lo entendían, sabían dónde se estaban metiendo.
Y les encantaba.
(Un poco de desnudez y mucho desenfreno. Los labios de InuYasha son demasiado impacientes como para que Miroku pueda respirar lo necesario, y lo intenta por la nariz. No funciona.
-Espera -susurra Miroku, separando su cuerpo del de InuYasha.
El hanyô no abre los ojos -no quiere enfrentarse al cuerpo semi-desnudo de Miroku, ya fue demasiado desalentador escuchar su voz-, pero oye al monje tomar una gran bocanada de aire.
-¿Ya? -nunca fue una virtud de InuYasha ser paciente.
Miroku le responde con un beso intenso, porque de apasionado no tiene nada).
Nunca respondieron las preguntas de Kagome ni Sango. «¿Dónde han estado? ¿Qué estaban haciendo?», «Keh, ¿qué te importa?». No quieren responderse ni sus propias preguntas, no desean enfrentar la realidad, ni a sí mismos.
Ya estaban donde estaban, y era de cobardes retractarse -o eso es lo que InuYasha solía decirse-. Además, había que aprovechar, según Miroku.
(-Está amaneciendo -dice Miroku, poniéndose sus ropas.
InuYasha suspira, e imagina que no hicieron lo que hicieron.
-Maldición, sí -murmura.
-¿Qué diremos esta vez?
-¿Qué se yo? Inventa algo tú.
Miroku suelta una maldición en voz baja, y anota la poca habilidad de InuYasha para mentir como un contra de su «experiencia».
-Hey, Miroku -llama InuYasha, y el monje lo mira; el hanyô está demasiado serio como para ser bueno-. No me quieres… así, ¿verdad?
-Claro que no.
-Bien -sonríe-, yo tampoco te quiero).
Y eso parece bastarles.