Fic: Entre Citas, regalo para Zafy_Drac Capítulo 1

Apr 29, 2013 20:00

Título: Entre citas
Nombre: ^_^
Reto: #16
Reto proporcionado por: zafy_drac
Número de palabras:  15.235 (3 capítulos)
Rating: n-17
Betas: Gracias a mis dos estupendas y misteriosas betas, que me han ayudado muchísimo a que esta historia no fuera un completo desastre. ¡Gracias a las dos! Cualquier error que pueda quedar es todo culpa mía.

Resumen: Tras su último fracaso amoroso, Harry piensa que es el momento de disfrutar de su soltería. Sin embargo, Hermione le insta a acudir a una serie de citas para que no pase San Valentín solo. En el transcurso de una de ellas, coincidirá con Draco, quien se encuentra en una situación similar y necesita de su ayuda. La búsqueda del amor ha comenzado, y por más que huyan, tal vez se encuentra más cerca de lo que ellos creen.

Notas: Querido anónimo, espero que el fic sea de tu agrado y que te guste como he desarrollado la idea. Verás que he introducido algún ligero cambio, espero que no te moleste y que el resultado final te satisfaga.


Capítulo 1

Muchas personas tienen un momento en su vida en el que piensan que, tras tantas decepciones buscando el amor, necesitan tomarse un descanso y disfrutar de una temporada de soledad. Eso es lo que pensó Harry Potter, cuando su última pareja le dejó de una forma completamente humillante. Que lástima que sus amigos no pensaran como él.

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Como cada sábado por la noche, el restaurante “El unicornio dorado” se encontraba a rebosar de clientes, en su gran mayoría parejas, que pretendían disfrutar de una velada agradable. Eso a primera vista ya que, en realidad, había más de una persona que deseaba que el tiempo trascurriera más rápido y así poder escaparse de esa tortura.
Harry, aburrido como si estuviera en una clase de Historia de Magia, pensaba si sería de muy mala educación irse de esa cena cuando ni tan sólo había llegado el primer plato. Lo único que hacía era sonreír forzosamente, mientras escuchaba al tipo que sentado delante de él, le contaba una y mil anécdotas absurdas de su trabajo en Gringotts. Como si a él le importara, por todos los magos.
En el fondo sabía que tenía la culpa de la situación, ya que se había dejado enredar por Hermione y Ron. Tenía narices que a los veintiséis años todavía fueran capaces de liarle de esa forma, pero a ver quién era el que le sacaba algo de la cabeza a su amiga, la misma que se encabezonó de chivarse a Mcgonall sobre la escoba que le regaló Sirius. Por alguna extraña razón, desde que había comenzado el año, la castaña se había obsesionado con que ese San Valentín Harry debía tener una pareja. Y por Merlín que había intentado negarse de mil y una formas: Hermione no quiero citas a ciegas, Hermione que me da igual San Valentín, Hermione que estoy genial sin pareja, Hermione que no me da la gana, Hermione…, Hermione…, Hermione… Frases que habían caído en saco roto, porque al final esa era la quinta cita a la que iba.
Lo peor es que se sentía un idiota por haber accedido a hacer algo que no le apetecía. Tal vez, si hubiera sido otro momento le hubiese visto la gracia al asunto, pero realmente quería estar una temporada solo, disfrutar del escaso tiempo libre que le dejaba su trabajo como desmemorizador en el Ministerio y no pensar en nada más que en sí mismo. Así que, verse forzado a ver tantos “pretendientes” le mosqueaba a diferentes niveles.
La primera de todas no fue tan horrible, sobre todo porque el Gryffindor intentó tomárselo de la mejor manera posible, dejándose la cara de mala leche en casa. Pero cuando al día siguiente, el tal Kevin le mandó quince mensajes vía lechuza para quedar de nuevo e incluso le fue a buscar al Ministerio, comprendió que debía hacer lo que fuese para evitar que le pidieran una segunda cita. Lo que fuese.
Eso incluía desde llevar una camiseta con un unicornio y un arco iris, ir con la ropa más vieja que tenía en al armario -una camiseta azul de sus tiempos en Hogwarts-, decir que el restaurante estaba lleno de nargles que le hablaban -ser amigo de Luna podía tener sus ventajas- o comportarse como un snob estirado y pedante -hasta se engominó el pelo como un Malfoy.
Esa noche tocaba cenar con Darren. ¿O era Dennis? ¿Donald? Bah, como si le importara el nombre de un tío al que no iba a ver nunca más en su vida. Cuando por fin llegó el momento de pedir el postre, a Harry le faltó poco para ponerse a dar saltos de alegría. A pesar de que le encantaba la tarta de chocolate que hacían en ese local no iba a caer en la tentación, ya era hora de irse. Sin embargo, lo que no se esperaba era que el tal Donald -¿o era Douglas?- le propusiera ir a tomar una copa a otro sitio. Eso sí que no. Hasta ahora había tenido suerte y ninguno de los demás se había interesado por alargar más esa agonía. Por Merlín, ¡qué se acabara ya! Así que recurrió a la técnica más rastrera para escabullirse de esa cita y que todavía no había utilizado: decir que iba al servicio cuando en realidad su idea no era esa precisamente.
-En un momento vuelvo, Douglas -se excusó mientras se levantaba de la mesa sin darle opción a replica.
-Es Dylan.
¡Eso!, pensó mientras se dirigía al lavabo sin girarse. Seguro que había otra puerta de salida, siempre la había en los restaurantes, y ese no podía ser menos. Caminó por el comedor, hasta que llegó al fondo donde estaba el baño a la derecha y a la izquierda la cocina por donde no paraban de salir y entrar camareros. Joder, luchar con un dragón había sido más fácil. Además había una barrera que le impedía desaparecerse y la red flu sólo era de entrada para las personas que habían hecho una reserva. Pero eso qué era, ¿Azkaban? Finalmente, dándose cuenta de que quedándose allí parado como una estatua no iba a conseguir nada, se metió en el cuarto de baño para pensar en otro plan, encontrándose a la persona que menos esperaba hallar en ese momento.
-¿Malfoy? -preguntó cerrando la puerta con rapidez.
-¡Potter! Menos mal que eres tú.
Por un segundo, Harry tuvo un pequeño déjà-vu, Malfoy y Potter en un cuarto de baño, uno completamente agobiado y el otro sin saber que estaba allí. Sólo que hacía bastante que se comportaban de forma civilizada -teniendo en cuenta los antecedentes, no es que fuera muy difícil- y no había hechizos volando.
-¿Quién te creías que era?
-Shisst… no hables tan alto -cuchicheó acercándose a la puerta.
-¿Malfoy? ¿Qué haces? -inquirió de nuevo, observando anonadado como el rubio se quedaba completamente quieto, con la cara concentrada.
-¡Draco! ¿Estás bien? -cuestionó una fuerte voz que provenía de fuera.
-¡Joder! ¡Es que ese plasta no se va a cansar nunca! -refunfuñó entre dientes-. Sí, tranquilo, espérame fuera Harold -exclamó dándose pequeños cabezazos contra la madera.
-¡Es Howard!
-¡Eso! -susurró antes de dejarse caer al suelo.
Harry no pudo evitar sonreír ante la situación. Oh sí, se sentía muchísimo mejor viendo como alguien sufría con una situación igual que la suya.
-No te rías, joder. No tiene gracia. -Draco le miraba sentado con el ceño fruncido y los puños apretados.
-Vamos Malfoy, si fuera al revés te estarías burlando de mí -dijo colocándose a su lado-. ¿Tan mal ha ido la cita?
-Mal es quedarse corto, preferiría estar con Myrtle antes de regresar con ese -contestó resoplando-, de verdad Potter, estoy harto de esta tontería. Odio San Valentín, odio a Pansy, odio mi vida.
Harry suspiró moviendo la cabeza. No era la primera vez que se veían en estas circunstancias. ¿Cómo olvidar el encuentro en el guardarropa de un restaurante, los dos con la misma camiseta del unicornio y el arco iris? Encontrarse así vestidos los dejó tan alucinados, que acabaron compartiendo un firewhisky, mientras soltaban improperios de sus amigas; al parecer, Hermione y Pansy se habían vuelto locas a la vez.
Harry trabajaba con Theo, formando pareja como desmemorizadores. Con el paso del tiempo habían pasado a ser grandes amigos, y fue algo natural que tanto Theo, como su mujer Pansy, acabaran compartiendo alguna cena con Hermione, Ron y el Gryffindor. La amistad que surgió entre las dos mujeres fue algo que ni tan siquiera ellas se habían esperado. Pero esa asociación era peor que Voldemort con Bellatrix; eso era una pesadilla.
A pesar de coincidir más de una vez con Malfoy en el Ministerio, nunca habían hecho más que saludarse y hablar de temas poco personales. Sin embargo, ahora tenían en algo en común que había conseguido que dejaran las escasas reticencias que aún podían albergar cada uno.
-Malfoy, no seas reina del drama, anda. Quedan dos semanas para San Valentín y se acabará esta tortura.
-Para empezar no debería ni haber comenzado.
-En eso te doy la razón -afirmó, recordando que Draco le había explicado que tampoco quería tener ninguna pareja en ese momento.
Sabía por Pansy -la chica era capaz de soltar cotilleos sin necesidad de preguntarle-, que el Slytherin tampoco había tenido mucha suerte en el amor. Tras acabar la guerra, los Malfoy no fueron encarcelados en Azkaban, pero sí que tuvieron que pagar una gran cantidad de dinero y no salir del país. Draco, por su parte, para que su padre no fuera castigado sin varita, estuvo durante cuatro años trabajando en cualquier departamento del Ministerio que se le necesitara. Transcurrido ese tiempo, acabó aceptando un empleo en la Oficina contra el uso indebido de la Magia. Según Parkinson, uno de sus superiores había convencido a Draco para que se quedara allí con algo más que palabras y cuando lo había conseguido le dio una patada en el culo. Harry tenía sus dudas, no por nada, pero de esa mujer te podías creer la mitad de las cosas. Además, si eso fuera verdad, no creía que el rubio continuara trabajando allí.
Durante unos minutos, Malfoy se quedó callado, mirando el suelo pensativo.
-Bien Potter, si no te importa, tengo que pensar como voy salir de aquí sin que ese me vea, así que déjame solo.
En ese instante, Harry caviló que él necesita justamente lo mismo y tampoco se le ocurría ninguna idea, a parte de darle lanzarle una imperius a su acompañante. A pesar de lo desesperado que estaba, tampoco quería tener problemas con el Ministerio. Pero si los dos tenían el mismo problema, tal vez podrían ayudarse uno al otro.
-Espera Malfoy, tal vez yo soy lo que buscas. -¿Eso había sonado tan mal como le había parecido?
-¿Disculpa? -le preguntó perplejo con una ceja levantada.
-Lo que quiero decir -comenzó a explicar-, es que yo tampoco quiero irme con el tío con el que he venido. El restaurante no permite la aparición y la red flu sólo se activa para la entrada. Así que, o tienes polvo peruano de oscuridad instantánea o ya me dirás cómo vas a fugarte.
A continuación, Malfoy se quedó concentrado, observándole fijamente. Harry no entendía a que venía ese análisis, pero era incapaz de romper el contacto. Potter sería muchas cosas, pero ciego y tonto no era una de ellas. Era consciente de que Draco Malfoy era atractivo, muy atractivo, y para eso no hacía falta quedarse embobado contemplándole: ya fuera por los ojos grises, las largas pestañas rubias, los labios finos, el estilizado cuello y la piel pálida, Draco poseía una belleza que era indiscutible. Esa línea de pensamientos era algo que acudía a su cabeza en contadas ocasiones y siempre lo achacaba a que al fin y al cabo no era de piedra. Malfoy estaba bueno, no había nada que añadir al respecto. Pero eso no significada nada más.
-Sabes, creo que por una vez tienes razón -contestó levantándose del suelo-. Y también creo que se me ha ocurrido el plan perfecto para escabullirnos de aquí.
-¿En serio? -cuestionó incorporándose también-. ¿No será nada ilegal, no?
-Por favor, Potter. ¿Por quién me tomas?
Harry no supo como tomarse la amplia y traviesa sonrisa que Malfoy le dedicó en esos momentos.

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Media hora más tarde, en un callejón cercano a “El unicornio dorado”, no podían parar de reírse. Para haber sido una idea que había salido un poco sobre la marcha, no había ido tan mal como se esperaban.
Primero se intercambiaron la ropa -Harry intentó por todos los medios no fijarse en los músculos definidos de Malfoy-, con la varita que siempre llevaba encima el Gryffindor se acabaron de ajustar los ropajes que ahora vestían y se cambiaron el pelo de color: Harry a rubio y Draco castaño oscuro. A continuación, salieron al amplio comedor uno al lado del otro con las manos entrelazadas y caminaron dirección al guardarropa sin mirar a nadie. Según el Slytherin, era la forma de que nadie se fijara en ellos, sobre todo el acompañante de Potter, quien era el único que permanecía en el salón. Superado eso, sólo tuvieron que pagarle al chico que se encontraba en la puerta atendiendo a los comensales para que distrajera a la pareja de Malfoy. De esa forma, mientras un abochornado Howard recibía toda una serie de quejas porque al parecer no había pagado la cuenta, ambos se escabulleron a un paso bastante acelerado hasta llegar al callejón en el que ahora se encontraban.
-Por todos los magos, pagaría por ver la cara de ese idiota cuando comprenda que le he dejado tirado.
-Oh Potter, esto ha sido con diferencia lo mejor de la noche. ¡Esto y verte rubio!
Draco continuaba carcajeándose sin parar, una risa contagiosa y que Harry era incapaz de no acompañarle. Por Godric, hacía tanto que no se lo pasaba tan bien y con algo tan rocambolesco como lo que acababan de hacer.
-Como si tú llevases un pelo mejor -replicó al final, intentando calmarse, pero sin que desaparecía la alegría en su rostro.
-A los Malfoy nos queda todo a la perfección -aseguró con una pícara sonrisa.
Los dos se quedaron callados por unos instantes, mirándose uno al otro. La verdad es que el Slytherin tenía razón, incluso el cabello castaño le favorecía. Daba igual que tonalidad llevara, los ojos grises destacarían siempre. En ese momento, el Gryffindor fue consciente de que todavía seguía cogido de la mano de Malfoy. Una mano grande, de dedos finos y largos que se entrelazaban a los suyos con una naturalidad increíble. Draco también se dio cuenta y a la vez, con un movimiento un poco brusco, rompieron el contacto.
-Bueno Potter, gracias por tu ayuda -comentó dándole una palmada en el hombro-.  No te preocupes por tu ropa, se la daré a Theo cuando lo vea.
-Lo mismo digo de la tuya, pero, ¿no quieres que te deje el pelo de tu color? -inquirió viendo como el Slytherin se metía la mano por el cuello de la camisa, sacando una cadena con algo que parecía un medallón de color oscuro.
-No, me gusta -respondió atusándose el cabello-. Nos vemos, Potter. -Acto seguido, tocó el objeto, desapareciendo al instante.
Harry se quedó solo observando el sitio ahora vacío. Al final, la noche no había sido tan horrible y todo se lo debía al mismísimo Draco Malfoy. Sólo de recordarlo no pudo evitar reírse de nuevo. ¿Quién se lo habría imaginado?

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El lunes por la mañana, Harry pudo disfrutar de una mañana tranquila en la oficina. No es que le gustara mucho hacer informes, pero en la temporada de fiestas siempre había más revuelo y llevaba retrasando esa tarea desde hacía bastantes días.
No había estado en sus planes acabar trabajando como desmemorizador. Al terminar la guerra, la idea de ser auror ya no le seducía tanto como antes, por eso, durante una temporada estuvo sopesando que camino seguir, sin encontrar nada que le gustase. Hasta que, una tarde, se encontró envuelto a plena luz del día en una disputa entre dos magos en la zona muggle. Los hechizos volaron sin control, causando destrozos y centenares de testigos que no sabían que era lo que estaba sucediendo. Potter, incapaz de quedarse quieto, ayudó a los aurores a controlar la situación y cuando estaba a punto de ir al Ministerio para dar su declaración de lo que había sucedido, se fijó en las personas que arreglaban el desastre causado por los demás: los desmemorizadores.
Harry acabó fascinado por los entresijos del cerebro humano y la gran cantidad de hechizos que existían  para borrar recuerdos. Quien creyera que hacer un obliviate era sencillo, que se lo preguntara a Lockhart. Además, también era uno de los mejores en cuanto a legeremancia y oclumancia. Si hubiera podido habría ido con un giratiempo para decirle a Snape todos los conocimientos de los que disponía ahora, sólo para regodearse un poquito.
Rodeado de papeles, se llenó la tercera taza de té, decidiendo tomar una pequeña pausa. En realidad, le había venido bien quedarse en el despacho, ya que el fin de semana no había descansado lo que pretendía. Tantas citas a la semana estaban dejándole destrozado. Él disfrutaba más de la vida hogareña y, últimamente, le estaba siendo bastante difícil disfrutar de un sencillo día quedándose en el sofá. Al menos la cita del sábado no había acabado tal mal como había llegado a creer. Encontrarse a Malfoy en el momento preciso había sido una salvación.
Harry sonrió recordando la cara excitada del Slytherin mientras le explicaba su alocado plan  para fugarse. Al principio, pensó que eso no saldría bien, que era demasiado sencillo y absurdo, por más que se cambiaran de ropa o color de pelo, seguían siendo los mismos, pero había resultado que en eso estaba la gracia del asunto: en lo absurdo y sencillo que era. Y se lo había pasado bien, había sentido la misma adrenalina que notaba cuando volaba con la escoba o cuando tenían que ir a una misión más peligrosa de lo normal, pero había sido una sensación diferente, algo completamente descabellado y excitante. ¿De verdad todo eso había venido de la mano de Draco Malfoy?
-¿Y esa risa, Harry? ¿Has tenido un buen fin de semana?
La voz de su amigo le hizo volver a la realidad y olvidarse de Draco cogiéndole de la mano con firmeza.
-Ey, Theo -contestó ordenando los papeles que tenía en la mesa-. Digamos que me ha pasado algo extraño y no te pienso contar nada más -le advirtió antes de que comenzara a hacerle preguntas. Nott a veces podía ser igual de cotilla que su mujer.
-¿Ha tenido algo que ver con Draco? -inquirió enseñándole una bolsa que llevaba en la mano, dejándola encima del escritorio.
¡La ropa!, pensó de inmediato. Se le había olvidado por completo.
-Sí, no… oh Theo, ya te lo contaré, ¿de acuerdo? -dijo al final, sabiendo que no tenía escapatoria posible-. Todavía me queda mucho por hacer y no quiero salir tarde.
-De acuerdo, pero sabes que no pararé hasta que me expliques por qué Draco tenía unos pantalones tuyos, ¿verdad?
-Si él no te lo ha contado, no seré yo quien lo haga.
-Sois los dos igual de muermos -farfulló sentándose delante del escritorio del Gryffindor-. Oye, estaba pensando, ¿por qué no te vienes a cenar esta noche a mi casa?
-¿Y esa invitación? -inquirió perplejo. No era la primera vez que Theo le hacía una propuesta así, pero normalmente era en fin de semana.
-¿Y por qué no? Vamos Harry, Pansy tiene planes y yo necesito una noche de tíos, beber cerveza y ver un partido de quidditch sin que mi mujer me mire mal porque apoyo los pies encima de la mesa.
Potter sonrió negando con la cabeza. Nott y sus supuestas noches de machos. Estaba cansado, pero pasar un rato con su amigo tampoco le vendría mal. Con el ajetreo de tantas citas no habían tenido mucho tiempo para quedar fuera del trabajo.  
-De acuerdo, pero no me quedaré hasta que vuelva Pansy -le aseguró señalándole con un dedo-. Y me da igual lo que me digas.
-Está bien, está bien. Vente a las siete -enunció levantándose-, y trae cervezas -continuó antes de salir del despacho.
Harry le lanzó una pelotita que tenía en la mesa, rebotando contra la puerta. No podía tener más morro, Slytherin rastrero.

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Tras llamar cinco veces a la casa de los Nott sin obtener respuesta, pensó que su supuesto amigo le había dejado tirado. Eso ya era el colmo. Con el sexto timbrazo, creyó que lo mejor sería irse a su piso, beberse las cervezas y maldecir a Theo en la soledad de su hogar. Cuando al final la puerta se abrió, descubriendo en su interior a Draco Malfoy, Harry se quedó de pie mirándole perplejo y sin saber qué decir ni qué hacer.
-Potter, puedes continuar llamando al timbre, creo que los del final de la calle no se han enterado de que estás aquí -protestó apoyado en el marco de madera.
Harry continuó observándole anonadado. Parecía que últimamente lo normal en su vida era encontrarse con Draco en sitios inesperados. Aunque a juzgar por la cara relajada del Slytherin, el único que se había llevado una sorpresa había sido el moreno. ¿Y llevaba el pantalón de un chándal, una vieja sudadera verde y calcetines de rallas?
-Hola, Malfoy -comenzó a hablar, sabiendo que se había quedado demasiado tiempo analizándolo-, ¿dónde está Theo? Habíamos quedado para…
-Theo ha tenido que irse -le interrumpió-, estábamos hablando por la red flu cuando Pansy le ha enviado un patronus pidiéndole que fuera a buscarla de inmediato, que era urgente. La verdad no me enterado muy bien.
-¿Le ha pasado algo? ¿Está bien? -inquirió alarmado, sin entender por qué Draco estaba tan tranquilo. ¿No era su amiga?
-Por supuesto que está bien -resopló entrando en la vivienda, yendo Harry detrás de él-. Conozco a esa mujer desde hace siglos, Potter. Seguro que se ha llevado a Nott a un hotel lujoso para pasarse toda la noche follando.
-¿Disculpa? -preguntó alucinado- ¿Y por qué tiene que montar ese numerito? ¡Como si aquí no tuviera una cama!
-A mí no me preguntes, mejor que te lo explique ella. Pero no es la primera vez que lo hace, te lo puedo asegurar -continuó explicando mientras avanzaban por el largo pasillo hasta llegar al comedor.
-¿Y Theo no se enfada?
Malfoy se giró, observándole con una ceja levantada: -Durante un minuto, después se le olvida. No hace falta que te cuente cómo, ¿verdad? -sugirió con un tono de voz que no daba lugar a dudas de como lo conseguía.
Harry negó con la cabeza. No necesitaba esa información, de verdad que no, quería continuar mirándoles a la cara. Gracias. Cuanto más la conocía, más seguro estaba de que Parkison estaba como una cabra. Sin embargo, todavía le quedaba una duda.
-Entonces, ¿qué haces aquí?
-Esperarte.
Nunca una palabra había hecho que a Harry se le erizara el vello de todo el cuerpo. Nunca, hasta entonces. Draco la había pronunciado de una forma tan sincera, contemplándole directamente a los ojos, sin ninguna duda, que por un instante, Harry creyó que no se refería a ese momento, sino que Malfoy le decía que llevaba mucho más tiempo del que se pensaba esperándole. Pero eso no era posible, ¿verdad?
-¿A mí? -inquirió avergonzado, sin entender por qué se sentía así con Draco. Porque ahora ese hombre le causaba un pequeño cosquilleo en el estómago. Primero cuando habían corrido con las manos entrelazadas y ahora esto. Por Merlín, ni que tuviera quince años. Era absurdo.
El Slytherin continuó sin apartar la mirada, quedándose Harry hipnotizado del brillo de los iris grises y en las largas y rubias pestañas. ¿Los ojos de Draco siempre habían sido así? O era que hasta ahora no había podido observarlos con tanto detenimiento como para darse cuenta de lo abrumadores y perfectos que eran.
-Sí, a ti, Potter -aseguró apartando la vista hacía la chimenea del salón-. Como te he dicho estaba hablando con Theo. Ya me había comentado que ibas a venir a cenar a su casa y que estabas a punto de llegar, así que me he ofrecido a quedarme hasta que vinieras.
-Oh, gracias… -contestó, sintiéndose tontamente agradecido de que Draco hubiera pensado en él. No era algo tan transcendental como para darle importancia, pero que Malfoy no hubiese dudado en permanecer en una casa que ni era la suya para que Harry no creyese que Theo le había dado plantón sin ningún motivo, era de agradecer. Y eso era lo que iba a hacer-. Vente a mi casa a cenar.
-¿A tu casa? -inquirió sorprendido-. No hace falta que me invites, Potter, no ha sido para tanto.
-Lo sé, pero yo solo no me voy a beber estas cervezas -comentó enseñándole las botellas que llevaba en una mano-, y ya que has salido y te has tomado la molestia de esperarme, me parece lo más justo.
-Potter… -renegó Draco, llevándose una mano a la nuca-, no voy vestido como para ir de visita a casa de alguien.
-Bah, por mí como si vas en pijama. Vamos Draco, no me hagas secuestrarte -respondió sonriendo, sabiendo que la negativa del Slytherin estaba empezando a flaquear. Sí hacía falta pondría cara de pena, aunque se le diera fatal, seguro que sólo por intentarlo algo conseguiría.
-Está bien -aceptó al final-. Pero no pienso ayudarte a hacer la cena -agregó señalándole con un dedo.
-Tranquilo, pediremos la comida. -No entraba en sus planes que Malfoy descubriera lo mal que se le daba la cocina.
A continuación, le dio las bebidas y sacó la varita que siempre llevaba escondida en una de sus botas cuando salía. ¡Alerta permanente!, como diría Alastor Moody
-¿No tienes un traslador?
-Nunca me he llevado muy bien con esos trastos -contestó encogiendo los hombros. No era sólo que no le gustaran, es que los odiaba con toda su alma-.  ¿Te molesta la aparición?
-No, no, como prefieras. Es tu casa, Potter. Tú decides como llegar.
Era consciente que podía cogerlo del codo o del hombro, pero prefirió sujetarle de la mano que tenía libre. Como la anterior vez, no pudo evitar pensar en lo natural que se sentía su palma junto la de Draco y en como los dedos largos y finos conectaban tan bien contra su dorso. Y con esa agradable sensación los desapareció rumbo a su hogar.

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En cuanto llegaron, el moreno pidió unas pizzas a domicilio y le enseño su pequeño y sencillo piso. Hubo un tiempo que estuvo viviendo en Grimmauld Place, pero en ese sitio habían demasiados recuerdos, la gran mayoría trágicos, así que al final decidió mudarse a una vivienda que fuera completamente suya.
A pesar del desorden que reinaba tanto en el comedor como en su habitación, el Slytherin sólo le comentó que le gustaba la sobriedad con la que había decorado la vivienda. Potter sonrió, pensando en que había preferido guiarse por sus instintos que le decían que era mejor no recargar ese lugar tan reducido. Además de que sabía que su sentido del gusto no era de los mejores.
Al principio, Malfoy había estado un poco incómodo, pero en cuanto comenzaron a beber, con la cena en la mesita y los dos sentados en la moqueta, la conversación surgió de forma natural. No era la primera vez que estaban solos, pero en esta ocasión era en el terreno de Harry, y en realidad, hacía unas escasas semanas que la relación entre ambos había dejado de ser prácticamente inexistente. Si lo pensaba bien, era extraño que la presencia de Draco en su apartamento fuera tan normal. Un Draco Malfoy vestido con la ropa que con seguridad llevaba cuando estaba en casa, que le contaba como le iba en el trabajo y le hacía bromas sin parar. Un Draco Malfoy que parecía que encajaba muy bien en su vida. Un Draco Malfoy que deseaba conocer mucho más.
Dos horas más tarde, Harry no podía parar de carcajearse. Malfoy podía ser muchas cosas, pero aburrido no era una de ellas y empezar a explicarse como les había ido a cada uno con las citas que Pansy y Hermione les habían obligado a asistir, le iba a provocar agujetas de tanto reírse.
-¿De verdad le dijiste que habías hecho una poción para dejar embarazado a un hombre?
-Oh sí, y eso no fue todo -contestó el Slytherin divertido apoyando los labios en el cuello de la que era la tercera cerveza-, lo mejor fue cuando le pedí que necesitaba a alguien para probarla.
-¡Estás loco! -exclamó sonriendo-. ¿Y que te respondió?
-Que no, por supuesto. Y eso que le aseguré que no tenía que preocuparse por el parto, que sería por cesárea. No se quedó ni al postre, ¿te lo puedes creer?
En ese momento, Harry pensó que o Draco paraba de hablar o le iba a dar algo. Eso si que era una forma contundente de asustar a un tío y no las tonterías que él había hecho.
-Basta por favor, me duele la barriga de tanto descojonarme -le pidió, levantándose para recoger los platos de la mesa-. ¿Te apetece un té?
-Claro, con un poco de leche, por favor.
Mientras Harry calentaba el agua, escuchó como Malfoy encendía el televisor, haciendo zapping por el amplio surtido de canales de los que ahora disponía el mundo mágico. Draco le había contado que era un aficionado a pasarse horas viendo películas y series, tanto muggles como mágicas, y que en su casa disponía de una amplia colección de dvd’s. Cuando regresó con dos tazas, ambos se sentaron en el sofá quedándose en silencio durante unos minutos. En ese instante, aparecieron las imágenes de la repetición de una entrevista a un jugador de Quidditch, en concreto del francés Alexandre Goussand. Harry suspiró viendo las imágenes, recordando todo lo que le había hecho ese hombre.
Alexandre no había sido su única relación, pero sí que había sido una de las más importantes que había tenido hasta entonces y también la que había hecho decidirse a tomarse un tiempo alejado de parejas. No estaba en sus planes ir al estadio de los Chudley Cannons para ver su presentación como el fichaje estrella de la temporada, pero Ron había conseguido entradas para ver el partido de después y eso era una propuesta que no podía rechazar. Cuando se lo presentaron, Harry pensó que era un hombre muy atractivo: alto, de constitución fuerte, pelo negro, grandes e intensos ojos color miel y una sonrisa perfecta y arrolladora. Lo que no se esperó fue que Alexander le pidiera una cita para cenar y menos aun que al salir del restaurante su acompañante le devorara la boca con ansias. Al principio no quiso darle más importancia que unos polvos sin compromiso, pero, conforme pasaron las semanas, el Gryffindor iba siempre que podía a verle jugar y siempre acababa despertando entre sus brazos. Cuando quiso darse cuenta, llevaban una relación exclusiva y se había enamorado de él. Un año más tarde, una noche que regresaba del trabajo, se encontró una carta del supuesto hombre que decía que le amaba, explicándole que le habían ofrecido un puesto en un equipo de Italia y que era mejor romper la relación antes de que alguno de los dos sufriera un engaño. Algo tarde teniendo en cuenta que tres días más tarde, se descubrieron no sólo todas las infidelidades que Harry había ido sufriendo, sino también una extensa entrevista en la que Alexandre aseguraba que si se había acercado a Harry Potter era para tener más fama en Inglaterra.
-No entiendo como no le denunciaste, Potter -espetó Draco, mirándole con el ceño fruncido.
No quedaba nadie en el Mundo Mágico que no hubiera leído esa entrevista, aunque le hubiese gustado creer que alguien no se había enterado.
-Te aseguro que tuve muchas ganas. Y Ron, y Hermione, y Theo, pero, ¿qué habría conseguido?
-¿Vengarte? -La rabia con la que Draco pronunció esa palabra le dejó perplejo-. Vamos, ese tío se comportó como un cabrón. Lo menos que se merecía era eso, yo le habría matado con mis propias manos.
Harry bufó, agarrando con fuerza la taza de té, que aún permanecía caliente entre sus manos. Le había costado superar lo que Alexander le había hecho y también la vergüenza porque expusiera sus intimidades a cambio de unos galeones. Había confiado en Alexandre, se había enamorado, dando todo en una relación que en realidad había sido una mentira. Sabía que todo ese daño era uno de los principales motivos de haber decidido alejarse de cualquier hombre que se le acercara con intenciones de tener algo más que un encuentro en un cuarto oscuro. No se fiaba de nadie, porque no podía evitar creer que si se fijaban en él, en Harry Potter, era por la fama que disponía y que ni tan siquiera había buscado.
-Nunca he sido una persona vengativa -explicó con tranquilidad-. Tal vez estés recordando todo lo que tuve que hacer en la guerra, pero eso no tiene ni punto de comparación con lo que sucedió con Alexander. Mi ex no sólo fue un cabrón, fue un desgraciado aprovechado, y sí, al principio pensé en vengarme, por supuesto que lo hice, pero no habría conseguido nada, al contrario, tal vez habría quedado como un exnovio despechado y eso sí que no. Él ya no está aquí y yo estoy mejor solo.
Draco sentado a su lado, miraba callado la bebida que permanecía entre sus dedos, mientras Harry hacía lo mismo. Contar todo eso era algo que sólo había hecho con unas cuantas personas, sobre todo al principio cuando se había sentido tan humillado y lastimado que le había sido imposible callarse. Meses más tarde, volver a rememorarlo ya no dolía de la misma manera, el jugador era un borrón del pasado, algo que estaba eliminado de su cabeza; ahora sólo le quedaba lo más difícil, recuperar la ilusión y la confianza en un hombre.
Al final, Malfoy levantó la cabeza mirándole con seriedad: -No te negaré que tienes algo de razón -aseguró tajante-, pero creo que eres demasiado bueno con ese idiota.
-Bah, no se merece ni un segundo de mi tiempo, no le des más vueltas.
-Sigues siendo San Potter -contraatacó con una sonrisa maliciosa, consiguiendo que ambos se rieran con el recuerdo de ese apodo que el Slytherin le había puesto en sus tiempos de Hogwarts, haciendo que de esa forma la conversación cambiara de rumbo a otros temas menos serios.
A las doce de la noche, Draco se preparó para marcharse; ambos tenían que trabajar al día siguiente y ya era tarde. El moreno fue consciente en ese momento de todo el tiempo que había estado disfrutando de su compañía.
 -¿Tienes una cita esta semana? -inquirió Harry, observando como Malfoy se sacaba el colgante de la sudadera, ahora sabiendo que se trataba de un traslador que le llevaba a su casa.
-Claro, el sábado en la fiesta de Kingsley y que a juzgar por la cara que estás poniendo se te había olvidado.
-Joder, tienes razón -exclamó avergonzando. Ni se había acordado de la maravillosa idea del Ministro de hacer una celebración para que los departamentos del Ministerio de Magia se relacionaran-. ¿Y vas a ir acompañado?
-Sí, es una buena forma de alejar a algunos -masculló con un tono de voz algo mosqueado.
Harry pensó en el rumor que le había explicado Pansy, que el supuesto ex de Draco trabajaba con él, pero prefirió no preguntarle nada sobre eso. Todavía.
-La verdad, no sé que es mejor, no quiero que piense cosas que no son si le llevo a una fiesta con mis compañeros de trabajo. -Mejor que no pasara algo como lo de Kevin, no deseaba otro acosador, por Merlín.
-Sabes, tengo un método infalible para situaciones críticas -entonó sonriente-, pero te lo diré el sábado.
-¿Peor que un embarazo masculino? -preguntó divertido, superar eso era muy difícil.
-Peor -aseguró con esa sonrisa maliciosa que Harry conocía ya tan bien-. Bueno Potter, gracias por la cena y por la compañía.
-Un placer, cuando quieres repetimos. -Y no lo decía por mero compromiso, deseaba que se repitiera, a ser posible, muchas veces más.
-Estaba pensando que al final esto de las citas está teniendo su parte positiva -dijo, mientras la estrechaba la mano-, ¿no crees?
Harry le miró notando de nuevo como la suave piel entraba en contacto con su palma y a la vez como la mirada gris brillante le traspasaba con una sinceridad arrebatadora. ¿Cómo era posible que le afectara tanto? ¿Cómo era posible que no dudara en creer que podría pasarse horas perdido en esos ojos perfectos?
-Sí, al final les vamos a tener que dar las gracias -contestó al final, sintiéndose algo abrumado y a la vez, deleitándose en darle una suave e inocente caricia en el dorso de la mano-. Nos vemos, Draco.
El rubio lució sorprendido al escuchar como por primera vez Harry le había llamado por su nombre; había surgido tan natural que el Gryffindor no había querido impedirlo.
-Nos vemos, Harry -correspondió con los labios curvados en una gran sonrisa. - Y sin más, se soltó y desapareció al tocar el traslador.

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