Título: Tenías que ser tú.
Autora: Anónimo
Reto: # - 7 Película Leap Year (Tenías que ser tú)
Reto proporcionado por:
almarosansNúmero de palabras: 7.481
Rating: Nc-17
Betas: MichMalfoy
Resumen: Draco está decidido a pedirle a Ginny que se case con él según una antigua tradición, pero para hacerlo tendrá que volar a Dublín y el tiempo no le acompañará. Para poder llegar a su destino necesitara pedirle ayuda a un mesonero irlandés si quiere llegar a tiempo.
TENIAS QUE SER TU
Estaba sentado en la barra del bar esperando a su padre mientras recordaba todo lo que había pasado esa tarde. Por la mañana mientras el sastre le arreglaba el traje, su mejor amigo entró corriendo con una gran sonrisa.
─ Adivina qué.
Draco miró a su amigo Blaise que tenía un montón de bolsas en la mano.
─ Has ido de compras ─ comenta Draco.
─ Sí, pero no es eso. He visto a Ginny entrar en la joyería-relojería más cara de la ciudad.
Draco le miró sorprendido. Ellos no eran una pareja corriente, y estaba seguro de que Ginny iba a pedirle que se casara con él. A esa joyería nunca habían entrado, pero era la favorita de Draco y los relojes que había allí eran preciosos. Draco le había insinuado un par de veces que si quería pedirle algún día que se casara con él esos relojes serían los perfectos.
Ginny había dicho casi desde que se conocieron, que no le importaría pedirle matrimonio a su pareja si ésta no lo hacía. Draco sonrió y miró a su amigo emocionado.
─ ¡Me va a pedir que me case con ella! Los relojes de allí son mis favoritos. Tenía que haberme dado yo más prisa y habérselo pedido antes.
─ Eso ya no importa, pero esta noche asegúrate de sorprenderte cuando te lo pida ─ comentó Blaise dejado las bolsas en una butaca cercana.
Después de eso se fue a casa intentando no pensar en lo que pasaría esa noche. Después tendrían un montón de cosas que preparar. Pero primero debía ir a la cena bien vestido, elegante.
Esa misma tarde habían quedado para ir a ver a los dueños de un piso que querían comprar. A ambos les encantaba y era precioso. Cuando entraron en el salón, mientras esperaban que los dueños aparecieran, se miraron y se dieron la mano.
─ Seguro que nos lo dan a nosotros, ya verás ─ le tranquilizó Draco.
El piso estaba muy solicitado, por lo que sabían había más parejas interesadas en él. Los dueños entraron y se sentaron frente a ellos. Les preguntaron de todo, sobre su trabajo, su vida, y al final miraron a los dos muy serios e hicieron la pregunta final.
─ Este piso está muy solicitado, hacía años que no había ninguno a la venta en esta zona. ¿Por qué se lo tenemos que dar a ustedes?
Draco miró a Ginny, le dio la mano y contestó.
─ Hemos soñado durante años con vivir aquí, formar una familia y ser felices. Les aseguro que no encontrarán a dos personas que encajen tan bien aquí como nosotros y que compartan sus costumbres y buen gusto.
─ Gracias.
Draco y Ginny se miraron y sonrieron. Cuando salieron del piso, se hicieron una foto frente a la puerta, y mientras se besaban a Ginny le sonó el móvil.
─ Es del hospital he de irme, me necesitan ─ sonrió Ginny.
─ Nos vemos esta noche ─ contestó Draco y le dio un beso.
─ Sí, a las nueve. Acuérdate que luego me tienes que acercar al aeropuerto.
─ Tranquila, no se me olvida ─ comentó Draco mientras se despedían con la mano.
El ruido de una silla a su lado le sacó de sus pensamientos justo para ver pasar a su lado a un chico castaño y delgado que le miró y le guiñó un ojo. Se acercó a él y susurró en su oído.
─ Hola guapo, ¿quieres casarte conmigo?
Draco le miró sorprendido, no porque fuese un chico, su entorno sabía que era bisexual pero le sorprendió la pregunta.
─ No gracias, me voy a prometer esta noche.
El chico se alejó mientras su padre se acercaba a su lado.
─ ¿Es cierto lo que acabo de escuchar?
Draco miró a su lado para ver a su padre sonriente a punto de darle un abrazo.
─Si, Ginny y yo vamos a prometernos esta noche.
Lucius, su padre, le dio otro abrazo y se sentó a su lado.
─ Me alegro mucho, por fin os habéis decidido. Después de cinco años.
─ Nos gusta tomarnos las cosas con calma. Ya lo sabes.
─ Estoy muy feliz por ti, ¿Dónde está tu futura esposa? ─ preguntó Lucius mirando a todos lados.
─ Está haciendo las maletas, tiene que irse el fin de semana a Dublín a una convención médica. Se va esta noche.
─ Bueno, si no te lo pide siempre podrías ir detrás suyo y pedírselo. Recuerda que el domingo es veintinueve y ya sabes lo que pasa ese día.
Draco bebió de su cerveza y suspiró.
─ Papá, eso no va a pasar. Esta noche nos prometeremos. Ya lo verás.
─ Bueno, yo sólo te digo que si no lo hace, siempre puedes ir tras ella. En año bisiesto si se lo pides el veintinueve ella te dirá que sí, seguro.
─ Eso sólo es un mito familiar, nada más ─ comentó Draco.
─ No lo es, a los abuelos les fue muy bien. Ya lo sabes. Además es una tradición irlandesa, ninguna tontería.
─ Está bien, pero no voy a seguir el ejemplo de los abuelos. Nos prometeremos esta noche.
Draco le dio un abrazo a su padre y ambos salieron del bar.
Cuando por fin llegó al restaurante y se sentó frente a Ginny, estaba emocionado. Lo disimuló toda la noche hasta que llegó el postre y ella le puso una cajita en la mesa.
─ ¿Es para mí? ─ preguntó Draco.
─ Pues claro, ábrelo.
Draco acercó la caja hacia él y despacio la fue abriendo. Imaginándose el tipo de reloj que podía haber dentro, no era una caja muy grande pero quizás uno sencillo.
Los ojos se le apagaron en cuanto vio lo que había dentro.
─ Unos gemelos ─ comentó Draco.
─ Sí, para que no me olvides mientras esté en Dublín. Ya sé que sólo son tres días, pero aún así son muchos separada de ti ─ comentó Ginny con una gran sonrisa.
─ Son muy bonitos, gracias ─ Draco cerró la caja y se la guardó.
─ ¿No te gustan? ─ preguntó Ginny.
─ Sí, es sólo que no me lo esperaba. Pero gracias, son muy bonitos, de verdad ─ contestó Draco disimulando su tristeza.
Esa noche cuando regresó a casa, dejó la caja con los gemelos en la mesilla. Había llevado a Ginny al aeropuerto y después se había marchado a casa. Se metió en la cama y desechó todas las malas ideas.
A la mañana siguiente mientras desayunaba, encendió el portátil para revisar los emails y una idea se le pasó por la cabeza. Empezó a buscar en internet información sobre la tradición del veintinueve de febrero.
Terminó su café y se puso a leer artículos y casi todo lo que encontró. Un par de minutos después de leer, estaba haciendo la maleta a toda prisa. Cuando llegó al aeropuerto reservó plaza en el próximo avión y en una hora y media ya estaba camino a Dublín.
Cerró los ojos e intentó relajarse, el vuelo iba a ser largo y siempre se ponía nervioso al volar. Abrió los ojos y empezó a pensar en lo que haría con el piso nuevo si se lo daban a ellos. Pensó en decorarlo en tonos claros, una amplia cocina y plantas en la terraza. Justo cuando estaba a punto de sacar su libreta para apuntar un par de cosas, el avión empezó a tener turbulencias.
Todo se movía, la gente gritaba y las máscaras para respirar cayeron del techo. Las azafatas intentaban tranquilizar a la gente. Draco se agarró al asiento, repitiendo mentalmente “no pasa nada, voy a llegar a Dublín y voy a prometerme”.
De pronto el capitán anunció que por las malas condiciones meteorológicas debían aterrizar en Gales. Media hora más tarde Draco caminaba de un lado a otro en el aeropuerto, todas las personas con las que hablaba en la zona de reclamaciones y facturación le decían que no había forma de salir de allí, que el mal tiempo no dejaba despegar a los aviones.
─ Pienso buscar un barco que me lleve hasta la otra orilla, sin esperar a mañana. No puedo perder más tiempo ─ gritó Draco a la chica que estaba en la zona de facturación diciéndole por décima vez que no había vuelos.
Una hora más tarde, el barco que había conseguido le había dejado en tierra, en la playa más cercana que habían encontrado. El capitán del barco había dicho que no podía ir más lejos con el tiempo que hacía y se dio media vuelta. Draco sacó su preciosa maleta y caminó hasta el pueblo esperando encontrar alguien que le acercara a Dublín o por lo menos, si no encontraba transporte, esperaba encontrar un lugar para dormir.
Caminó hasta que encontró un pub, en el edificio ponía el nombre “Potter’s” y se adentró para preguntar por algún transporte para ir a Dublín.
Cuando entró se dio cuenta de que no había mucha gente.
─ Hola, ¿Está abierto?
En vez de contestación, escuchó a un par de señores preguntar de dónde era. Uno decía que era de Noruega y el otro australiano.
─ Soy estadounidense, de Nueva York. Me llamo Draco.
Caminó hacia la barra y se acercó a un chico de gafas redondas que ordenaba algo bajo la barra.
─ ¿Sabe dónde puedo encontrar un taxi o un autobús? Por favor.
El chico se quedó mirándole, y le entregó una tarjeta.
─ No hay autobuses, puede probar con un taxi.
─ Muchas gracias.
Draco sacó su móvil pero al darse cuenta de que no tenía batería, busco un teléfono cercano hasta que uno de los señores le señaló uno en una esquina.
Marcó y al segundo se oyó del otro lado la voz de un chico.
─ Hola buenas tardes. Necesito un taxi para Dublín.
─ ¿Dónde se encuentra?
─ Pues estoy en un pub pequeño, llamado Potter’s.
─ Lo siento, pero no llevamos a rubios neoyorquinos. Lo siento.
─ ¡QUÉ! ¿Cómo sabe usted mi color de pelo y de dónde soy?
De pronto se oyeron risas y Draco se dio la vuelta. El chico de gafas redondas sujetaba el teléfono mientras todos se reían.
─Muy gracioso ─ contestó colgando el teléfono ─ Necesito que me lleve a Dublín, por favor.
─ A ¿Dublín? ¿Por qué quiere ir allí? Es una ciudad llena de egoístas, traidores y gente demasiado estirada para que merezca la pena.
─ Entiendo. Voy a declararme a mi novia, y tengo que estar allí el día veintinueve.
─ No cuentes conmigo ─ dijo el chico ─ ni aunque me pagues quinientos euros.
─ Está bien, ¿Alguien que me pueda llevar?
Un señor se levantó alzando la mano pero al segundo se cayó al suelo de lo borracho que estaba.
─ Vale. Pues, ¿Algún sitio dónde pueda pasar la noche? ¿Un hotel, una pensión?
El chico de gafas redondas soltó una risa y le miró.
─ Bien, claro. Esto también es una pensión.
El chico salió de la barra y le acompañó escaleras arriba. Cuando llegaron a la habitación y la abrió, Draco puso mala cara pero aguantaría una noche, luego se iría de allí.
─ He visto abajo que hay restaurante, me gustaría cenar algo por favor.
─El restaurante está cerrado.
─ Tengo hambre y soy un cliente.
─ Está bien te preparare un bocadillo. Nada más.
Cuando se quedó solo, se sentó en la cama y sacó el móvil y el cargador. Estuvo varios minutos buscando un enchufe, hasta que encontró uno justo debajo de la cama. Intentó engancharlo por debajo pero no llegaba.
Acabó por mover la cama y las cortinas se soltaron de la ventana. Se le cayeron encima, las apartó y siguió moviendo la cama hasta que consiguió separarla de la pared, se sentó en la cama y un armario se cayó encima abriéndose y dejando caer los rollos de papel que tenía dentro.
Draco siguió a lo suyo, cogió el cargador y lo engancho en el enchufe. Encendió el móvil y sólo le dio tiempo a marcar el código secreto antes de que se apagara y con él las luces de la pensión.
De pronto se abrió la puerta y entró el mismo chico de antes con un plato en la mano.
─ ¿Qué estás haciendo?
─ Intentaba cargar el móvil, pero me lo has fundido.
─ Y tú has fundido al pueblo entero.
El chico dejo el plato en la mesa y le miró enfadado.
─ Aquí tienes tu bocadillo, y más vale que dejes el enchufe tranquilo. No vayamos a tener más desastres.
El chico salió y dejó a Draco solo. Guardó el móvil en su pequeña bolsa de mano, metió las cosas en el armario y se tumbó en la cama. Observó el bocadillo, era un pequeño trozo de pan con algo rojo dentro, o parecía rosa.
Se levantó y le dio un mordisco, en realidad tenía bastante hambre. Lo terminó y se fue a la cama, estaba demasiado cansado para pensar en nada y sólo deseaba que llegara la mañana siguiente.
Cuando despertó el sol entraba por la ventana en la pequeña habitación. Se vistió y después bajó al bar para llamar por teléfono. Al llegar junto al teléfono, marcó el número de Ginny y esperó a que descolgara.
─ ¿Si?
─ Hola Ginny, soy Draco.
─ Hola, ¿Qué tal? ¿Pasa algo?
─ No, solo quería decirte que estoy en Irlanda.
─ ¡Oh, eso es estupendo! ¿Dónde estás?
─ Estoy en un pueblo en Irlanda, no sé donde exactamente. El avión tuvo que hacer una parada por el mal tiempo en Gales y yo intenté llegar, pero he acabado aquí.
─ Oh, ¿Estás bien?
─ Sí, muy bien. Estoy seguro de que esta noche estaré allí, cogeré un taxi y nos veremos en unas horas.
─ Es estupendo, estoy deseando verte. ¡Qué bien que hayas venido!
─ Sí, es estupendo. Tengo que colgar, pero te llamaré en cuanto llegue a Dublín. Besos.
─ Muchos besos, te quiero.
Draco colgó y subió a su habitación. Unos segundos más tarde el chico de gafas redondas entró en la habitación.
─ Está bien. Te llevaré pero son quinientos euros por el viaje y cien por el vandalismo ─ anunció señalando a la habitación.
─ Vale, gracias. Por cierto, no me has dicho ni cómo te llamas.
─ Me llamo Harry. En media hora, abajo.
Harry cerró la puerta y volvió a dejarle solo. Cuando por fin bajó con su maleta y su pequeña bolsa de mano, Harry le estaba esperando fuera con el coche, uno bastante viejo de color azul.
─ ¿Vamos a ir en ese trasto?
─ Mi pequeño, va como la seda. No da ningún problema.
Draco le miró como si hubiera dicho una tontería.
─ Esto por lo menos será heredado, tendrá más años que tu.
─ No exageres, tiene veinte años pero va como el primer día y el equipo de música es nuevo. Deja de quejarte.
Harry abrió el maletero y agarro la maleta de Draco con fuerza.
─ Ten cuidado.
Harry le dio golpes al mango extensible para que bajara.
─ No hagas eso, la vas a romper. Fue un regalo de mi novia.
─ Oh, perdone usted ─ comentó Harry con burla.
Draco bajó el mango y se la devolvió para que la metiera en el maletero.
─ Es mi Louis.
─ ¿Tu qué? ─ preguntó Harry mientras la metía en el coche.
─ Vuitton, mi maleta. Es una Louis Vuitton.
Harry cerró el maletero y sin mirarle se dirigió a su sitio.
─ Que bien, tu maleta tiene nombre.
Draco se sentó a su lado en el coche con resignación, esperando que las horas pasaran muy rápido para llegar a Dublín tan pronto como fuera posible.
El paisaje era agradable, los montes y el mar le fascinaban y le encantaba mirar por la ventana. Interrumpió eso para observar el mapa.
Harry, mientras, comía un bocadillo haciendo demasiado ruido.
─ ¿No puedes comer sin hacer ruido?
─ No hago ruido.
─ Sí lo haces, y demasiado.
─ Quejica ─ se burló Harry.
Draco miró el reloj y sonrió.
─ Todavía tengo dos días para llegar a Dublín, y además si llegamos pronto podré aprovechar para ir de compras.
─ ¿Para eso quieres ir a Dublín? ¿A comprar?
─ No, voy a Dublín a declararme a mi novia que está en un congreso médico, es doctora. Pensaba que iba a declararse ella el otro día, pero no lo hizo. Y quiero hacerlo yo, además, voy a hacerlo según una tradición irlandesa, que dice que si te declaras a tu pareja en veintinueve de febrero es seguro que te dirá que sí.
─ ¿En serio? ─ Harry preguntó conteniendo la risa.
─ Si, ¿A que es bonito?
Harry empezó a reírse.
─ Precioso ─ comentó.
Draco se quedó mirándole.
─ Es la cosa más estúpida que he oído nunca ─ se burló Harry.
─ No lo es, es bonito y es romántico. Son cosas que hacen las parejas.
─ Si tu novia hubiera querido declararse el otro día, lo habría hecho ¿No crees?
Draco le miró enfadado, estaba empezando a cansarse. De repente se le ocurrió una idea, cogió el bocadillo de Harry mientras este terminaba de reírse y lo tiró por la ventana del coche.
Entonces fue Draco el que empezó a reírse con ganas. Después Harry puso música y Draco la quitó, hicieron eso un par de veces hasta que Draco cogió el CD y lo tiró también por la ventana. De pronto, Harry paró el coche y se bajó.
─ No se toca mi música, ¿Queda claro? ─ gritó Harry mientras recogía del suelo el CD.
─ ¿Qué haces?
Harry no contestó.
─ Eres un amargado estúpido, no sabes nada de mí ni de Ginny.
─ Prefiero ser eso, a no ser como tú. Me declaro el veintinueve y mi novia me dirá que sí ─se burló Harry de nuevo ─ y mi maleta se llama Louis Vuitton. Qué bien.
Draco se acercó a Harry conteniendo la rabia y el enfado.
─ Me da igual lo que pienses, no te pago para hablar. Te pago para que me lleves allí, venga.
Se montaron en el coche y durante media hora no hablaron. Ni si quiera pusieron música, sólo se oía el ruido del coche. De repente Harry frenó frente a unas vacas que había en mitad del camino y se bajó mientras se comía una manzana.
─ ¿Qué haces?
─ Esperar a que se aparten.
─ ¿No vas a hacer nada?
─ Esperar, no podemos volar por encima ─ ironizó Harry.
Draco se puso delante del coche mirando hacia las vacas. Movió las manos hacia los lados para que se apartaran pero no se movían.
─ Por favor, vaquitas. Necesito llegar a Dublín, voy a declararme a mi novia. Por favor, apartaros.
Draco fue andando hacia ellas y descubrió que se iban apartando.
─ No sabía que hablabas el vacuno con tanta fluidez.
─ Por lo menos no me quedo sentado sin hacer nada.
Draco siguió moviendo las manos y al final consiguió que se apartaran todas.
─ Muy bien vaquitas, así se hace. No quedándose sentado como un paleto estúpido de pueblo.
Draco empezó a caminar hasta el coche.
─ Yo que tu tendría cuidado de ver por dónde piso.
Harry se levantó y contuvo la risa mientras Draco pisaba uno de los regalos que las vacas habían dejado en el suelo.
─ Mis zapatos nuevos, me costaron cuatrocientos dólares.
Harry se limitó a reír mientras Draco se sentaba en el coche a limpiárselos. Sin querer empujó un poco el coche y este empezó a caer cuesta abajo.
─ ¡Mi precioso coche! ─ gritó Harry.
Ambos empezaron a correr hacia él para intentar pararlo.
─ Páralo, hay que pararlo.
─ Eso intento ─ chilló Draco.
Cuando estuvo más cerca del coche agarró la puerta pero la parte de metal para abrir se le quedó en la mano.
─ ¡Mi pequeño! ─ gritó Harry.
Después de correr cuesta abajo y de que Harry lo agarrara por delante sin éxito, el coche terminó cayendo en una zona llena de barro.
─ Genial. ¿Y ahora qué hacemos?
─ Podemos llamar a una grúa, pero antes necesitamos localizar un teléfono.
─ Bueno, pues venga ─ pidió Draco.
─ Habrá que caminar hasta el pueblo más cercano.
Después de que Harry consiguiera sacar la maleta de Draco ambos se pusieron en camino. Cuando por fin llegaron los ojos de Draco se iluminaron, había una estación de tren.
─ Por fin, una estación de tren. Así podré llegar antes a Dublín. Y así no tendré que ir en ese viejo y destartalado coche.
Draco sonrió hacia Harry que se limitó a sentarse en un banco cercano. Después de comprar el billete y dejar la maleta en la estación se sentó en el banco más cercano a Harry.
─ ¿Ya tienes tu billete?
─ Sí, en una hora y media llega el siguiente. Por fin.
Los primeros minutos fueron tranquilos, cada uno en su banco sin hablar con el otro y esperando que llegara la hora lo antes posible. De pronto Harry se levantó y empezó a caminar un poco hacia el monte cercano donde había unas ruinas de un castillo, después se dio la vuelta para mirar a Draco.
─ ¿Sabías que es una de las maravillas de Irlanda? Las ruinas me refiero. Son bonitas.
─ Muy bien, no pienso subir contigo.
─ Todavía queda una hora, te vas a aburrir. Venga.
Draco se quedó mirándole. En el fondo tenía razón, acabaría aburriéndose de estar sentado esperando una hora, podía subir y controlar el tiempo. Sobre todo no pensaba dejar escapar ese tren.
─ Está bien.
Draco se levantó y le siguió. Cuando llegaron arriba Harry le contó la historia de las ruinas, al parecer habían pertenecido a un castillo de una familia muy noble con una apasionante historia amorosa.
─ Las vistas son preciosas ─ comentó Draco junto a Harry en lo alto de la montaña.
Minutos después empezaron a descender. Empezó a llover oyéndose el ruido del tren y Draco miró el reloj alarmado, realmente había pasado una hora. Bajó corriendo hasta la estación justo cuando el tren se marchaba.
─ Espere ─ gritó Draco entrando en la estación.
─ No he podido hacer que espere, el tiempo es oro. Lo siento ─ comentó el señor que vendía los tickets.
Draco se giró para mirarle.
─ ¿Y cuando viene el próximo?
─ Hoy ya no vienen más.
─ Yo necesito ir ya.
─ Lo siento.
Draco se sentó en la estación al lado de su maleta empapado y manchado de barro. Miró el reloj y se dio cuenta de que era bastante tarde.
─ Lo siento, no pretendía que perdieras el tren ─ comentó Harry.
─ Claro, por eso me has subido a ver las vistas y cuando bajábamos ya se iba el tren. Claro ─ gritó Draco levantándose de la silla.
Harry le miró pero no dijo nada, se sentó y miró al suelo.
─ Perdonen. ¿Ya saben dónde van a pasar la noche? ─ preguntó el hombre de la estación.
─ No, ¿Conoce algún sitio? ─preguntó Draco.
El hombre les llevó hasta su casa. Cuando entraron una mujer sonriente les recibió.
─ Hola, mira quién viene conmigo. Estaban en la estación y se les ha escapado el tren ─ comentó el hombre.
─ Oh vaya. Entonces necesitáis un lugar donde dormir. Podéis quedaros, tenemos una habitación libre ─ comentó la señora ─ se la iba a dar a una pareja que ha venido hace un rato pero me han dicho que no estaban ni casados ni prometidos, así que les he dicho que no.
Draco y Harry se miraron, eso no iba a ser divertido.
─ ¿Vosotros estáis casados verdad? ¿O prometidos? ─pregunto la señora.
─ Prometidos ─se apresuro a contestar Harry.
─ O eso es estupendo.
─ Sí, somos los Potter...
Draco interrumpió a Harry.
─ Los Malfoy.
La señora les miró con una sonrisa, esperando una explicación.
─ Somos los Potter Malfoy, es que todavía no nos hacemos a la idea ─comentó Harry ─ y mi apellido no le gusta mucho.
─ Oh bueno. Esta noche la cena se sirve a las ocho.
Draco y Harry se ofrecieron a ayudar. Después acompañaron a la mujer hasta la habitación libre que tenían y cuando se quedaron solos Draco puso su maleta encima de la cama y se sentó en ella.
─ La cama es para mí.
Harry le miró.
─ Ni de broma, la cama es para mí que he estado conduciendo y soy el que más cansado está.
─ No te lo estoy pidiendo, sólo te lo estoy diciendo para que lo sepas. Puedes dormir en el baño.
Draco dejó la maleta en el suelo, se quitó los zapatos y se tumbó en la cama. Harry se acercó al baño, que estaba separado de la habitación solo por una pequeña cortina de plástico y después volvió a mirar a Draco.
Un buen rato después cuando Draco termino de ducharse y salió de la bañera con la toalla alrededor de la cintura Harry se levantó de la cama, donde se había tumbado a descansar mientras Draco se duchaba, y se acercó a él muy sonriente.
─ La cortina se transparenta.
Draco le miró entre sorprendido y asustado.
─ No es verdad.
Draco se sentó en la cama y Harry se fue a duchar, cuando salió Draco estaba vestido y listo para bajar a cenar.
Los dueños de la casa habían preparado una cena estupenda con su ayuda, cuando Draco miró el reloj se dio cuenta de que eran casi las doce de la noche. Era momento de irse a dormir, sobre todo para aguantar el siguiente día de viaje que les quedaba.
Cuando subieron a la habitación Draco se puso el pijama y mientras se metía en la cama pudo ver como Harry se tumbaba en el baño a través de la cortina, se había llevado una almohada pero no paraba de dar vueltas.
Media hora después Harry salió del baño y Draco abrió los ojos para mirarle sin moverse de la cama.
─ Hay mucha humedad en el baño y hace frío.
Draco se quedó mirándole, una pequeña sonrisa asomó por sus labios y suspiró.
─ Está bien, compartiremos la cama pero nada de tonterías.
Harry sonrió y se tumbó a su lado en la cama. Cada uno mirando hacia un lado y dándose la espalda. Draco cerró los ojos e intentó dormirse pero no podía, se dio la vuelta y se puso boca arriba cuando se dio cuenta de que Harry también estaba mirando al techo con los ojos abiertos.
Draco le miró un par de veces y apartó la mirada cuando notaba que Harry se daba cuenta. Al final le miró y cuando Harry también le miraba a él no apartó sus ojos. Se quedaron así un par de segundos y Draco se dio la vuelta para mirarle de frente, Harry le miro sin entenderlo y se giro para quedar junto a él.
Se quedaron mirándose, mientras casi sin darse cuenta se iban acercando el uno al otro. Cuando estuvieron tan cerca que casi podían rozarse los labios, Harry dio el último paso y los juntó. Se besaron despacio como si tuvieran miedo de romper algo. Después vino otro beso un poco más rápido y Draco se dio cuenta de que estaba empezando a calentarse cuando volvieron a besarse.
Las manos de Harry acariciaron los brazos de Draco muy despacio mientras seguían besándose. Sus cinturas se rozaron por encima de la ropa y varios segundos después Draco se apartó con cara de susto.
─ Esto no está bien.
Harry le miró con una sonrisa triste.
─ Lo siento ha sido culpa mía. Lo siento.
─ No ha sido culpa tuya, ha sido de los dos. No pasa nada. Vámonos a dormir.
Draco se tumbó de nuevo en la cama mirando hacia la pared mientras cerraba los ojos para dormir se dio cuenta de que Harry no se había movido. Su cuerpo había reaccionado muy rápido a los besos, si hubieran seguido varios segundos más no hubiera querido parar. Pero eso no estaba bien, iba a casarse. Ginny le estaba esperando en Dublín y mañana podrían llegar sin problemas. Iba a declararse.
Con ese pensamiento Draco se quedó dormido.
A la mañana siguiente, después de desayunar, llamó por teléfono a Ginny para avisarle de que esa misma tarde llegaría a Dublín. Ginny se puso muy contenta, pero cuando Draco volvió a la habitación para recoger la maleta y ver si Harry ya había bajado se encontró con él que salía del baño.
Los momentos de la noche anterior volvieron a su mente, los besos las pocas caricias de Harry. Empezó a caminar hacia él hasta que Harry le sacó de sus pensamientos.
─ ¿Ya has terminado de hablar?
Draco le miró y recogió su maleta.
─Si, ya podemos irnos.
Bajaron a la cocina para avisar de que ya se iban, pagar y ver si podían encontrar algún transporte hacia Dublín.
─ ¿Existe alguna forma rápida de ir a Dublín?
─ Los domingos no se debe viajar ─ contestó el señor.
─ Eso es una tontería. ¿Existe alguna?
─ No lo es. Los trenes por ejemplo, no funcionan en domingo.
Draco se quedo mirándole y suspiró pensando en tener paciencia.
─ Usted seguro que tiene coche.
─ Sí, pero se lo ha llevado mi mujer, va a hacer la compra y tardará un buen rato.
─ Bueno podemos esperar un poco. Y cuando vuelva usted podría llevarme a Dublín, le pagaría bien por ello.
─ Pero es que mi mujer va a tardar un buen rato, eso no va a poder ser. Ha ido a Dublín.
Draco se quedó mirándole y después miró a Harry que estaba riéndose.
─ ¿A dónde ha ido?
─ A Dublín.
Draco salió de la casa sin decir nada y Harry le siguió. Caminaron un buen rato sin decir nada hasta el siguiente pueblo. En el que estaban no había trenes los domingos pero por suerte en el siguiente pueblo había estación de autobuses.
Mientras caminaban por la carretera hasta el siguiente pueblo se empezó a oír música y unos pasos más adelante vieron una boda en una de las casas cercanas.
─ Me gustan las bodas ─ comentó Draco.
─ Las bodas son una pérdida de dinero, una tontería ─ explico Harry.
─ Eso no es cierto, son preciosas. Y es muy bonito.
─ No es bonito, y sí que son una pérdida de dinero.
─ Eso lo dices porque nunca has estado enamorado ─ comentó Draco y siguió caminando sin mirarle.
─ Eso no es cierto ─ comentó Harry casi en un susurro ─ estuve enamorado una vez.
Draco le miró, pero no dijo nada. Siguieron caminando hasta que llegaron al siguiente pueblo. Cuando por fin casi una hora después llegaron, encontraron fácilmente la taquilla que vendía los billetes para los autobuses.
─ Está cerrada hasta dentro de una hora ─ comentó Harry leyendo el cartel que colgaba de la ventanilla.
─ Nos quedaremos a esperar ─ Draco echó una mirada alrededor ─ podemos sentarnos allí mientras esperamos.
Caminaron hasta la acera de enfrente y se sentaron en uno de los bancos. Cuando por fin abrieron la ventanilla Draco volvió con dos billetes de autobús.
Harry se quedó mirándolos sin entender.
─ Te pago para que me lleves a Dublín y eso es lo que vas a hacer.
Harry se levantó y dejo escapar una pequeña sonrisa. El viaje en autobús no se había hecho largo, Draco se había quedado dormido apoyado en Harry y cuando llegaron tuvo que llamarle varias veces para que se despertara.
Draco miró el reloj, todavía era pronto. Se acercaron hacia el primer cajero automático que vieron para que pudiera sacar dinero. Mientras tanto Harry espero fuera, en un pequeño parque que había enfrente.
Cuando Draco salió se sentó a su lado.
─ ¿Él vive aquí verdad?
Harry no le miró y se limitó a preguntar.
─ ¿Quién?
─ La persona de la que estabas enamorado.
Harry le miró y contestó.
─Sí. Se llama Ron, estuvimos juntos cinco años. Entre él, otro amigo y yo montamos juntos el Potter´s. Era un buen negocio, nos iba muy bien. Nuestra relación era estupenda, nos habíamos prometido y unos meses después me dejó para irse con nuestro otro socio, Seamus. No he vuelto a saber mucho de ellos, en realidad no quiero saber nada de ellos.
─ Lo siento.
─ Lo único que me da pena, es que le regalé los gemelos que habían pertenecido a mi abuelo, no me los devolvió.
─ Puedes ir a buscarlos, son tuyos.
─ No me apetece verle.
─ Pero es tuyo ─ insistió Draco ─ puedes ir a por ellos.
Draco sacó el dinero de la cartera y le miró.
─ Toma, lo prometido ─ dijo Draco dándole el dinero.
─ Da igual, no hace falta.
─ Pero era lo que habíamos acordado.
─ No te preocupes, te acompaño hasta el hotel y ya está.
Draco le miró sonriente. Pusieron rumbo hasta el hotel donde se alojaba Ginny y cuando por fin llegaron, se miraron. Era el momento de despedirse.
Draco le miró y recordó los besos y las caricias pero desechó las ideas; Harry, a su lado le miraba con una pequeña sonrisa.
─ Ya estás donde querías estar. Por fin.
Draco sonrió y le miró, al final la aventura no había estado tan mal.
─ Sí, muchas gracias.
Antes de que Harry pudiera decir nada se oyó a Ginny saliendo del ascensor.
─ Draco, por fin has llegado.
Ginny se lanzó a sus brazos y le dio un par de besos.
─ Sí, ya tenía ganas de llegar. Mira este es Harry, gracias a él he llegado hoy aquí.
─ Oh, pues muchas gracias por traerle ─comentó Ginny.
─ Lo importante es que está aquí y bien ─ comentó Harry.
Ginny no le hizo caso y al segundo sacó una cajita, la abrió y dejó ver un precioso reloj, después se puso de rodillas.
─ Draco, ¿Quieres casarte conmigo?
Draco miró hacía donde estaba Harry pero ya no había nadie, se había marchado. Después volvió a mirar hacia Ginny que sonreía esperando una respuesta.
─ Draco, ¿qué dices?
─ Sí, claro que sí.
Ginny se levantó y se besaron.
Durante los dos días siguientes que pasaron hasta que volvieron a Nueva York, Draco no pudo dejar de pensar en Harry y en los días que habían pasado juntos. Una tarde en Nueva York mientras daban una fiesta, Draco se dio cuenta de que su lugar no era ese.
Ginny estaba emocionada por la boda, todos sus amigos estaban invitados a la fiesta.
─ Que callado estás hoy ─ comentó Blaise.
─ Sí, es que estoy cansado. Muchas emociones en pocos días ─ respondió Draco sonriente.
─ Va s a casarte y Ginny es una gran elección.
─ Sí, eso parece.
Draco se alejó un poco y Ginny le agarró del brazo, llevándoselo hasta donde estaban sus amigos.
─ La casa que habéis conseguido es preciosa ─ comentó Dean, amigo de Ginny.
─ Sí, por cierto no te lo conté Draco, pero me llamaron cuando estaba en Dublín para hacerme algunas preguntas. Al parecer la gente de aquí es muy tradicional y querían saber si nos íbamos a casar pronto. Les dije que sí, total era cierto. ¿Verdad Draco?
─ Sí, claro.
Draco se quedó mirando a Ginny y salió del grupo de amigos diciendo que tenía que ir al baño. Se paró unos segundos en medio de la sala, y observó a la gente hablando y bebiendo, nadie le prestaba atención. Miró hacia su derecha y vio una alarma de incendio, se acercó despacio y la rompió sin pensárselo.
Unos segundos después todo el mundo había salido de la casa y pudo oír a Ginny como recogía las cosas sin preguntarse si él estaba bien. Vio como recogía su cámara de video recordando que tenía que grabar un video de ellos para colgarlo en internet y recogía la cámara fotográfica mientras decía que aún no se habían sacado las fotos para darlas con la invitación de bodas.
Draco se dio cuenta de que no quería estar ahí, no quería casarse con ella. Dejó los gemelos que Ginny le había regalado, el reloj de pedida en la mesa del salón y se metió en su habitación a hacer la maleta. Dos horas después estaba en el aeropuerto esperando el próximo vuelo a Dublín.
Cuando por fin, varias horas después llegó al pueblo donde vivía Harry y pudo ver el Potter’s, sonrió y camino rápidamente hasta allí.
…
Harry estaba en la cocina con sus demás compañeros mientras preparaban todos los platos cuando uno de los camareros se acercó con uno diciendo que un cliente había dicho que estaba seco.
─ Es un pastel de pollo, y no está seco.
Harry probó el pastel y después salió al comedor.
─ ¿Quién ha dicho que mi pastel está seco?
Draco se levantó y se puso en medio del comedor.
─ Yo.
─Draco, ¿Qué haces aquí?
Draco sonrió.
─ Podrías ser amable por una vez. He pasado muchas horas en un avión para estar aquí.
─ ¿Ginny está contigo?
─ No, he venido solo. Lo de Ginny no salió bien.
─ Lo siento.
─ Bueno. La verdad es que cuando llegó el momento de decidirse me di cuenta de que tenía todo lo que necesitaba pero nada de lo que quería. Lo que quiero está aquí, he venido desde Nueva York para ver si tú también piensas así. Y si piensas como yo, entonces… bueno la verdad es que no tengo ningún plan, todo esto es nuevo para mí. Harry Potter, quiero hacerte una propuesta: te propongo que nos demos una oportunidad y dejemos que avance sola. Sin planes. ¿Qué me dices?
Harry le miró, pero en vez de responder se dio la vuelta y salió del comedor. Draco miró a todos lados sin saber qué hacer.
─ Supongo que esto es un no ─comentó Draco mientras salía del restaurante.
Camino unos minutos y después se detuvo a mirar el mar y pensar. Quizás ir hasta allí no había sido tan buena idea. Recogería la maleta y volvería a su casa, no le quedaba otra opción.
Cuando se dio la vuelta para ir a por su maleta y volver a casa se encontró con Harry.
─ ¿Qué quieres?
Harry le miró y suspiró.
─ He ido a buscar una cosa.
─ ¿Te parece buen momento para ir a buscar algo? ─preguntó Draco casi chillando.
─ Tenía que a ir por esto ─ Harry sacó una caja del bolsillo, mientras se acercaba más a Draco ─ no los tendría si no fuera por ti.
Abrió la caja y dejó ver el par de gemelos que, según le había contado Harry, habían pertenecido a su abuelo, y eran muy importantes para él.
─ ¿Quieres hacer planes conmigo el resto de nuestras vidas?
Draco le miró y sonrió, en vez de responder se acercó y le dio un beso. Uno largo, disfrutando del momento y abrazándole por la cintura para pegarse a él todo lo que podía.
Epilogo.
Estaban en el coche, por suerte habían comprado uno más moderno. Uno que esperaban no les dejara tirados en ningún sitio. Se habían casado hacia una semana y estaban deseando empezar la luna de miel.
─ ¿A dónde vamos?
Draco tiró el mapa a la parte de atrás del coche y sonrió.
─ Tú conduce.
─ ¿Estás seguro?
─ Sí.
El viaje les llevó por lugares extraños. Pasaron por pueblos, por bosques, incluso muy cerca de un acantilado en el que se habían sacado unas fotos. Cuando por fin se hacía de noche, se dieron cuenta de que necesitaban un lugar para dormir.
─ Necesitamos encontrar un lugar para dormir ─comentó Harry.
─ Esto de ir sin mapa no ha sido buena idea, ¿Dónde estamos?
─ No estoy seguro ─ contestó Harry y cogió el mapa ─ Acabamos de pasar Blarney. Estamos cerca de Cork, seguro que allí encontramos un sitio para dormir.
─ ¿Cork? Que nombre más raro.
─ Significa marisma en irlandés. Yo solo he estado una vez hace muchos años, es una ciudad muy bonita.
─ Pues vamos. Espero que encontremos un lugar para dormir.
Harry siguió conduciendo y cuando por fin veinte minutos después llegaron a Cork, tardaron otros veinte minutos en encontrar un hotel que tuviera habitaciones libres.
─ Por fin ─ comentó Draco mientras la recepcionista les daba la llave de su habitación.
Subieron a la habitación y nada más cerrar la puerta Draco dejo su maleta en una esquina y se lanzó sobre Harry. Le besó varias veces y le tiró encima de la cama. Se comieron a besos durante un largo rato hasta que Harry le apartó para ponerse encima y coger aire.
─ Impaciente ─ bromeó Harry ─ tenemos que cenar.
Draco se apoyo en los codos y se acerco a Harry que estaba encima suyo.
─ Hoy, tú vas a ser mi cena.
─ Eso suena estupendamente bien, me apunto pero después de llenar el estomago. Tengo hambre.
Draco se volvió a tumbar en la cama y se quedó mirándole.
─ Está bien, tu ganas.
Harry se levantó de la cama y Draco le siguió. Habían pasado cinco meses desde que había vuelto a buscarle. Y habían sido los mejores de su vida. Harry le había enseñado lo más básico para ayudarle en el bar, del restaurante se encargaba él y entre los dos se encargaban de las reservas de las habitaciones y de que en ellas todo estuviera perfecto.
Bajaron al restaurante del hotel y pidieron la cena, algo ligero.
─ Como sigamos el viaje sin mapa vamos a acabar todos los días igual. Buscando un sitio para dormir a última hora ─ comentó Harry.
─ Recuerda, no hacemos planes ─ comentó Draco con una sonrisa.
─ Podíamos pasar aquí unos días, es una ciudad muy bonita.
─ Es una buena idea.
Después de cenar se pasaron por recepción y reservaron la habitación para cinco días más. Después subieron a su habitación. Esta vez fue Harry quien agarró a Draco por la espalda y le tumbo en la cama.
Le besó y le fue quitando la ropa. Se quedaron en ropa interior y las piernas de Draco se enroscaron en Harry. Sus cinturas se rozaban haciendo que notasen la erección del otro.
Harry se acercó al cuello de Draco y lo acarició con los labios y la lengua, provocándole gemidos. Se besaron de nuevo y Draco con un gesto rápido consiguió ponerse encima, se deshicieron de la ropa que les quedaba y Draco se tumbó con cuidado encima de Harry para empezar a darle pequeños besos por todo el cuerpo.
─ Draco, no me hagas esperar tanto.
Draco le miró a los ojos y sonrió.
─ Antes el impaciente era yo.
Harry le dio un pellizco en el brazo y ambos rieron. Se besaron y Harry volvió a ponerse arriba, poco a poco fue introduciendo un par de dedos en Draco, cuando vio que estaba listo saco los dedos y fue entrando en él poco a poco.
Sus cuerpos se movían como uno solo, a Harry los gemidos de Draco le hacía volar de placer y le gustaba mirarle. Draco agarraba las sábanas de la cama tan fuerte que parecía que se iban a romper y tenía los ojos abiertos mirándole. Antes de que pudiera decir nada Harry tomó su erección con la mano y empezó a masajearla.
Los gemidos de ambos aumentaron.
─ Nos van a oír ─ comentó Harry.
─ Me da igual. Y las demás noches no creas que voy a dejarte dormir mucho. Es nuestra luna de miel, no lo olvides ─ comentó Draco con una sonrisa.
Harry le besó y siguió moviéndose, cada vez más rápido. Llegaron al orgasmo casi a la vez y se tumbaron en la cama intentando recuperar la respiración. Tapándose con las sábanas, se dieron un beso.
─ Mañana no pienso madrugar ─comentó Draco.
─ Ni yo. Cuando volvamos ya tendremos tiempo de madrugar todas las mañanas.
─ Eso suena bien. Dormir hasta la hora que queramos.
─ Pero no pienso pasarme todo el día en la cama. Haremos turismo ya que estamos aquí.
─ Me parece bien ─contestó Draco ─ pero no pienses que voy a dejarte dormir mucho por las noches.
─ Está bien, entonces será mejor irse a dormir ya ─ comentó Harry entre risas.
Se acercaron el uno al otro y se fueron quedando dormidos. Durante los siguientes días hicieron turismo y disfrutaron todas las noches. Ahora que se tenían el uno al otro no pensaban dejar de disfrutarlo.
Fin