Jul 11, 2009 16:05
Es la absolución, Castiel está seguro de ello. Las cosas han cambiado drásticamente, no sólo para el mundo, también para él. Fraterniza con humanos cuando eran sus hermanos las únicas voces que escuchaba. Observaba de cerca cuando de lejos parecía una opción más cómoda y sabia. No sólo era aquello, pasaba algo que lo confundía, tan simple como eso.
Ahora, en esos momentos, anhelaba la presencia de cierto hombre, cuando la incandescente soledad parecía el punto culminé de un glorioso día. Entonces, de a uno, se encontraba observando a dos especímenes humanos. Lo suficientemente lejos, pero no lo necesariamente cerca.
Sin darse cuenta, sus pies empezaron a moverse acorde a su voluntad divina. Un calor invadía su ser, su verdadero ser, una pequeña pero creciente anhelación recorría sus alas, y simplemente, caminar parecía lo más natural que podía hacer. Lo natural, que provenía de Dios.
Su Señor, quien misericordiosamente le había perdonado su desobediencia, quien le daba una nueva oportunidad para luchar por lo que era bueno y justo. Sólo faltaba recordar ese hecho para que la fe del ángel ardiera, fuerte y brillante.
En medio de su ensoñación, no había caído en cuenta de la cercanía que presentaba ahora su presencia. Enfocando orbes azules, logró divisarlos. Ladear la cabeza en gesto curioso pareció natural, de nuevo, y se dejo llevar.
Ahí, frente a su gracia, se encontraba el humano más grande que había conocido. Dean Winchester, con sus defectos y sus virtudes. Heridas cubrían su alma, heridas nuevas que surgían, desgarrones que no había podido enmendar. A pesar del dolor que se agolpaba en su ser, Castiel veía, sentía como el mayor de los Winchester luchaba, por el bienestar de su hermano, por el bienestar del mundo. Aún no se daba cuenta, pero tenía fe de que pronto lo haría.
No supo porqué, pero sintió como recuerdos lo invadían, por todas partes.
-Tío, te lo juro. Deberías probar el pie. Es como sexo en tu boca.
-Los placeres mundanos como la deliberada ingestión de comida no llenan a un ángel, Dean. La fornicación tampoco- respondió, mirándolo a los ojos, nunca perdiendo la seriedad en su cara.
-Entonces admites que la ‘fornicación’ es un placer- devolvió el rubio, sonrisa maligna adornando su rostro.
-Dean Winchester, eres irrevocable- por alguna extraña razón, Dean se sintió un poco mejor consigo mismo al ver el inicio de lo que parecía ser una sonrisa en el rostro del ángel. Eso, o estaba imaginando cosas.
De a uno, Castiel se sentía bien. De a uno había observado a la humanidad por decenas de siglos. De a uno, visualizaba a Dean y Sam Winchester encerrados en una charla, aprecio destilando de sus palabras, consuelo escondido en cada sílaba, apoyo inmerso en cada sonido.
No dé a uno, empezaba a entender un poco más, por mínimo que fuera, de que trataba la humanidad, la realidad. Se preguntó si Dios sabría la anhelación que causaba el mayor en su espiritualidad.
Dejó la respuesta al aire con el murmulló de sus alas.
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tabla: compañía,
supernatural