Zumo tropical | Zoro/Sanji | One Piece
Título: Zumo tropical.
Fandom: One Piece.
Pareja: Zoro/Sanji.
Palabras: 402
Notas: Para deraka, que me pidió la palabra verde para el Alphabet Drabble. Estoy segura de que esperaba algo más explícito, pero esto es todo lo que he podido sacar. ¡Disfruta!
A Zoro nunca se le olvidaban las ofensas. El cocinero del barco se había reído de él aquella mañana y no pensaba perdonárselo. El espadachín estaba, como casi siempre, recostado en la cubierta y apoyando la espalda contra la barandilla del barco, echando una siesta matinal. De repente abrió un ojo, y vio cómo Sanji se acercaba hacia él con una bandeja en la mano y un cigarro en la boca. Tarareaba una canción, despistado, y no se dio cuenta de lo peligrosamente cerca que pasaba de Zoro, quien aprovechó que su rival había bajado la guardia para alzar ligeramente una de sus piernas. Ese movimiento bastó para hacer que Sanji tropezara con él y diera con todos sus huesos en el suelo. El zumo que llevaba en la bandeja, hecho con alguna fruta exótica, había teñido su impoluta camisa blanca de un color verde chillón.
-¡Maldita lechuga con patas, ¿qué crees que haces?! -estalló, poniéndose en pie de un salto.
-¿Yo? Nada -contestó Zoro, aparentemente tranquilo. Esa calma exasperó aún más a Sanji.
-¡Serás imbécil! ¡Por tu culpa se ha echado a perder el zumo de mi querida Nami! -gruñó, tratando de darle una patada. Zoro la esquivó con habilidad.
-Con la pinta que tenía, seguro que era tóxico -. Zoro miró a otro lado. Con el tiempo había aprendido que la mejor manera de enervar al cocinero era restarle importancia a las cosas que hacía.
-¡Estaba hecho con las mejores frutas de estos mares!
Sanji echaba humo. No soportaba que aquel musculitos menospreciara su trabajo; menos cuando él se mataba por mantenerlos a todos sanos. Furioso, trató de darle otra patada, con tan mala suerte que, cuando fue a tomar impulso, resbaló con el zumo que había en el suelo y volvió a caer de morros, esta vez sobre Zoro. Parecía que los dioses estaban en su contra, porque había acabado recostado por completo sobre él y una de sus manos descansaba, indolente y maliciosa, sobre el paquete del espadachín.
Y ahí se quedó, paralizado, hasta que un iracundo Zoro le sacudió de encima suyo a base de golpes, patadas y lo que hiciera falta.
Fandom: One Piece.
Pareja: Zoro/Sanji.
Palabras: 402
Notas: Para deraka, que me pidió la palabra verde para el Alphabet Drabble. Estoy segura de que esperaba algo más explícito, pero esto es todo lo que he podido sacar. ¡Disfruta!
A Zoro nunca se le olvidaban las ofensas. El cocinero del barco se había reído de él aquella mañana y no pensaba perdonárselo. El espadachín estaba, como casi siempre, recostado en la cubierta y apoyando la espalda contra la barandilla del barco, echando una siesta matinal. De repente abrió un ojo, y vio cómo Sanji se acercaba hacia él con una bandeja en la mano y un cigarro en la boca. Tarareaba una canción, despistado, y no se dio cuenta de lo peligrosamente cerca que pasaba de Zoro, quien aprovechó que su rival había bajado la guardia para alzar ligeramente una de sus piernas. Ese movimiento bastó para hacer que Sanji tropezara con él y diera con todos sus huesos en el suelo. El zumo que llevaba en la bandeja, hecho con alguna fruta exótica, había teñido su impoluta camisa blanca de un color verde chillón.
-¡Maldita lechuga con patas, ¿qué crees que haces?! -estalló, poniéndose en pie de un salto.
-¿Yo? Nada -contestó Zoro, aparentemente tranquilo. Esa calma exasperó aún más a Sanji.
-¡Serás imbécil! ¡Por tu culpa se ha echado a perder el zumo de mi querida Nami! -gruñó, tratando de darle una patada. Zoro la esquivó con habilidad.
-Con la pinta que tenía, seguro que era tóxico -. Zoro miró a otro lado. Con el tiempo había aprendido que la mejor manera de enervar al cocinero era restarle importancia a las cosas que hacía.
-¡Estaba hecho con las mejores frutas de estos mares!
Sanji echaba humo. No soportaba que aquel musculitos menospreciara su trabajo; menos cuando él se mataba por mantenerlos a todos sanos. Furioso, trató de darle otra patada, con tan mala suerte que, cuando fue a tomar impulso, resbaló con el zumo que había en el suelo y volvió a caer de morros, esta vez sobre Zoro. Parecía que los dioses estaban en su contra, porque había acabado recostado por completo sobre él y una de sus manos descansaba, indolente y maliciosa, sobre el paquete del espadachín.
Y ahí se quedó, paralizado, hasta que un iracundo Zoro le sacudió de encima suyo a base de golpes, patadas y lo que hiciera falta.