Reto #07: Fanfiction
Reto: #07
Título: Flores en San Mungo
Autora: Nagareboshi
Rating: G
Género: Gen
Disclaimer: Nada es mío y todo eso.
Flores en San Mungo
Cuando la enfermera Rose vio acercarse a Neville, le sonrió amablemente antes de que el chico hubiera llegado incluso al mostrador. Como siempre, llevada dos ramos enormes de flores en sus manos, y como siempre a ella se le partió un poco más el corazón.
- ¿Cómo estás, cariño?
- Bien, Rose, gracias. ¿Cómo están ellos?
La mirada de pena que le dedicó la enfermera fue todo lo que Neville esperaba. Suspirando, se despidió de ella no viendo necesario posponerlo más y enfiló hacia el pasillo que conducía al ala donde estaban confinados los pacientes mentalmente inestables, esos que no tenían cura y con los que Neville, por desgracia, estaba más que familiarizado.
Entrando en la primera habitación, dejó uno de los grandes ramos junto a la cama de su madre, que le miró sonriente pero con una expresión de absoluta e inocente curiosidad. La misma que Neville llevaba recibiendo desde la primera vez que había acudido a aquel lugar junto a su abuela... la que significaba que su madre no le reconocía. Por supuesto, después de tantos años estaba más que acostumbrado, pero no había un solo día que doliera menos.
- Hola mamá. Papá - saludó al hombre que reposaba en la cama continua, con la mirada fija en el techo y las cuatro extremidades inmovilizadas al colchón mediante correas-. Sólo quería venir a ver cómo estabais, ya sabéis.
Y Neville se quedó junto a ellos al menos una hora, contándole a su madre todo lo que había ocurrido esa semana en el mundo mágico, el mal rato que había pasado cuando uno de sus alumnos había decidido quitarse las orejeras mientras estaba explicando las propiedades de las mandrágoras y las conversaciones que estaban manteniendo Hannah y él últimamente, esperanzados y felices, sobre convertirse en padres.
"Vais a ser abuelos," quiso decirles, pero al contrario de lo que pensaban muchos y aunque él mismo se empeñara en demostrar lo contario siempre que podía, algunas veces no era tan fuerte como quería. Algunas veces, volvía a sentirse una vez más aquel niño asustadizo de primer año que siempre se metía en líos por ser demasiado débil. Aquel niño que seguiría dando cualquier cosa por un solo abrazo de su madre en el que ella fuera consciente de a quién tenía entre sus brazos.
Neville se limpió las lágrimas que comenzaron a caer traidoras, besó la frente de su madre con cariño y sonrió a su padre, que seguía mirando hacia la nada como si pudiera ver algo que los demás simplemente no podían percibir.
- Hasta la semana que viene.
Saliendo de la habitación, Neville giró hacia la izquierda en vez de hacia la derecha, adentrándose aún más en aquel pasillo del que siempre quería huir lo antes posible. Caminó unos metros más, y cuando se encontró frente a la puerta de su nuevo destino, tomó aire intentando serenarse una última vez antes de girar la manilla haciendo el mínimo ruido posible.
Procurando no sobresaltar al joven que miraba por la pequeña ventana, Neville dejó el segundo ramo en el jarrón que había sobre la mesita y se sentó en la cama, estudiando el perfil de su amigo hasta que un par de minutos después, Harry pareció percatarse finalmente de su presencia y posó sus ojos verdes sobre él.
Cuando se percató de que la expresión de su amigo era una vez más casi tan ausente como la de su madre, Neville reunió las fuerzas que no tenía para evitar echarse a llorar de nuevo, e intentando no parecer tan destrozado como se sentía, sonrió al moreno con la máxima intención que pudo reunir.
- ¿Cómo vas, amigo? Hoy Ron y Hermione no pudieron venir conmigo, pero me han dicho que mañana vendrán sin falta a ponerte al día.
En cuanto Harry le devolvió una pequeña sonrisa, Neville cerró los ojos obligándose a no salir corriendo para no regresar jamás.
No, desde luego no había un día que doliera menos.
Fin