“En nuestra vida hay un solo color, como en la paleta de un artista, que ofrece el significado de la vida y el arte. Es el color del amor.” - Marc Chagall
Azul cielo. Por la corbata que llevaba puesta la primera vez que lo conocí, esa con nubes blancas y la mancha de café que le hice cuando le tendí la bebida torpemente.
Por todos los momentos en los que llegaba y pedía la misma cosa (Café negro, sin azúcar) sentándose en la misma mesa del lado de la ventana, mirando siempre el mismo cielo.
Por la lejana expresión en esos ojos de ciervo, como si estuviera flotando en lo alto del mundo.
Azul cielo porque cada vez que entraría con un ‘ding’ de la puerta y con una pequeña, sumisa sonrisa, sentía como si estuviera volando.
Azul bebé. Por esos dos grandes ojos que lo hacían ver más joven de lo que era.
Por esos momentos aleatorios donde él miraría el mismo lugar en el cielo y de repente solo… sonreía.
Por la manera en la que a veces, su vista se encontraría con la mía y yo notaría un destello de inocencia, pura y honesta.
Por la forma en la que, en otras ocaciones, yo vería algo frágil, que se rompería tan fácil y estaba demasiado asustado de sostenerlo.
Azul bebé porque a veces me sentía como si hubiera nacido de nuevo cuando miraba dentro de esos ojos, como si nada en mi vida hubiera importado antes que él.
Azul ultramarino. Por esa vez que llegó con la mirada triste, pareciendo como si estuviera en medio del océano sin ningún lugar hacia donde nadar.
Por cuando entró sin su traje y su corbata habitual, ordenó té con leche caliente, se sentó en un lugar completamente diferente y se quedó mirando a la mesa meditando algo en su cabeza.
Por el siguiente día, que llegó en una tarde de domingo, lo cual fue raro porque él nunca venía los domingos, mucho menos por las tardes y farfullaba sus palabras mientras tenía problemas para conseguir una mesa.
Por cómo estaba lloviendo y él estaba mojado, tosiendo por todo el lugar. Le brinde una toalla, le hice mi bebida de chocolate caliente especial y el me miró con los ojos más tristes.
Por cómo se veía, como si fuera a llorar.
Por cómo para él, ese día fue probablemente una memoria perdida dentro de una botella flotando en el medio del mar.
Ultramarino, porque a pesar de que la mayoría del tiempo iba bien con su agenda, había esos días donde parecía como si se estuviera ahogando y yo quería desesperadamente nadar hacía él para salvarlo.
Azul acero. Por lo enojado que se veía a las pocas semanas después.
Por cómo hacía las mismas cosas que antes pero con la expresión más cautelosa, sin encontrarse ni una vez con mi mirada.
Azul oscuro. Muy, muy, muy oscuro.
Por esos días que ni siquiera llegó.
Azul resolución. Por como acordé en que me daría por vencido con él.
Por cómo, en el momento que lo decidí, lo vi en un banco del parque, se veía triste y me senté a su lado cuando le dije hola.
Por la nueva y fuerte resolución en mi estómago, va a ser mío no importa que.
-Soy Jongin, el chico que trabaja en la cafetería a la que solías ir.
-Lo sé -, sonrió y brindó su mano para saludar -Kyungsoo.
-Kyungsoo-. Repetí, saboreando el nombre en mi lengua.
Azul resolución como el color del pedazo de papel que me dio con once números prolijos, a los que sonreí esa noche.
Azul Iris. Por nuestra primera cita en primavera cuando vimos flores de Iris y sus ojos se veían tan felices y tranquilos que no podía evitarlo, lo mire todo el tiempo.
Azul neón. Por nuestra primera pelea cuando no quiso sacarse una foto conmigo.
Por cómo aprendí sobre lo inseguro que era.
Por cómo me abrazó al día siguiente, le gustaba demasiado y tal vez una foto no era mucho pedir.
Azul neón porque esa foto estuvo siempre en mi billetera, no existía el día que mirara hacia ella y no sonríera
Azul cielo. Otra vez.
Porque uso esa corbata de nuevo en mi cumpleaños y me reí porque aún tenía la mancha de café encima.
Porque me la dio como un regalo.
Porque el recordaba.
Azul cielo por todo el tiempo que el entraría junto a un ‘ding’ de la puerta y con una pequeña, sumisa sonrisa, sentía como si estuviera volando.
Azul Oxford. Por lo diferente que éramos.
Por cómo el creció con una gran familia y saludables padres mientras yo crecí como un hijo único cuyos padres no estaban tan bien. Cómo él, tomó una prestigiosa educación mientras yo, la mayoría del tiempo, apenas podía pagar por mis comidas.
Por cómo aprendió a ocuparse de problemas de la corte mientras yo aprendí a derramar pintura sobre una hoja canvas.
Azul Oxford porque todas las veces que hablabamos, me recordaban lo diferente que éramos pero aun así no podía controlarlo y caía por el aún más.
Azul medianoche. Por cómo nos quedamos toda la noche bajo las estrellas y sosteníamos nuestras manos. No pude reaccionar para besarlo pero él me dio un pequeño beso en la mejilla.
Azul medianoche porque estaba lo suficientemente oscuro como para que piense que no podía ver su sonrojo y como mordió su labio justo después.
Azul eléctrico. Porque donde sea que sienta su piel junto la mía, me estremecía de la mejor manera posible.
Azul.
Porque ambos estamos perdidos en un verdadero océano.
A veces, podemos volar hasta lo más alto del cielo sin preocuparnos del mundo.
Y a veces todo lo que queremos hacer es llorar como bebés.
Hay un azul violeta, un azul egipcio, un azul Alicia, un celeste, un turquesa, un zafiro.
Porque hay muchos matices de azules y nosotros sabemos que siempre pasaremos por todos ellos.
Incluso por los más oscuros de los azules.