Por cuestiones técnicas este trabajo lo vamos a ir subiendo por tandas, disculpen las molestias.
Título: Gehennae
Para:
EminahinataPersonaje/pareja: McDanno (Steven McGarrett & Daniel WilLíams)
Clasificación y/o Género: R - UNIVERSO ALTERNATIVO; Hawaii Five-0; McDanno; fantasia; angst; aventura; pre-slash.
Resumen: Universo Alternativo - En una isla aislada Del resto Del mundo, acorralado entre los teleios y El Consejo, um cazador intenta proteger a su hija. Danny y Grace están en el centro del atolladero de razas que pretenden aniquilar a los humanos de Teleia, y acaban encontrando la ayuda del misterioso líder lycan Steven McGarrett.
Disclaimer: I do not own Hawaii Five-O; Hawaii 5.0 y sus personajes no me pertenecen.
Advertencias: pre-slash y homosexualidad, aunque muy leves.
Notas: N.1: La isla utilizada en esta historia no es Hawaii. Por algún motivo, me he imaginado una isla diferente desde el primer momento en que leí la petición, y mencioné a Hawaii un poco al final, en la última parte. La única pena que me queda es no conseguir encajar más slash en este enredo tenso. Me encantó escribir esta historia. Cuando leí la petición me alegró descubrir tantas posibilidades, Emina, y habría escrito una historia mejor si hubiese tenido más tiempo (y un beta), pero esto fue todo lo que conseguí. Espero que te guste. Te Deseo una Feliz Navidad, ¡lleno de todo aquello que te haga feliz! ¡Besos y más besos! ¡FELIZ NAVIDAD!
N.2: A continuación explico algunos términos del fic que fueron sacados del latin y del griego (simple lectura fonética)::
- Gehennae = “infierno”, es la palabra utilizada en la Biblía Latim Vulgate para denominar el infierno hebreo. Este es el nombre que se le dio a la isla Teleia por los marineros, cuando la descubrieron, hace siglos. La isla de ficción posee 15.000 km², siendo mayor que Jamaica, e estaría localizada en el centro del Triángulo de las Bermudas (trecho de mar en el Oceano Atlántico localizado entre las Bermudas, Puerto Rico, Bahamas y Florida).
- Teleia = “perfecta”, lectura fonética da palabra griega τέλεια - es el nombre de la isla escondida en el Triángulo de las Bermudas, en el Océano Atlántico. Está habitada por seres de fábula y uno de los últimos lugares que aún mantiene contacto con los dioses. Está entrando en decadencia por la influencia de los humanos que llegan del continente.
- Teleio(s) = “perfecto(s)”, lectura fonética de la palabra griega τέλειο - son los habitantes de la Isla Teleia.
- Andra(s) = “hombre/hombre”, lectura fonética de la palabra griega άνδρα - es el nombre que los habitantes de la isla le dan a la raza humana.
- Lycan(s) = “lobo(s)”, (del Griego λύκων) nombre dado a la raza de los lobos.
- Innato(s) = es como se llaman los hombres nativos de la isla, que poseen un sexto sentido. Son puros de corazón, y los más fuertes se convierten en Cazadores.
- Extranjero(s) = Son los hombres no nativos y sus descendientes, que llegaron a la isla por algún accidente sucedido en el Triángulo de las Bermudas y no lograron salir nunca. Agitan el equilibrio de la isla y están sujetos a la Maldición.
- El Consejo = institución formada y liderada por andras, con el fin de asegurar la supervivencia de los humanos extranjeros en Gehennae/Teleia.
- Maldición de la isla/IUDICIO GEHENNAE = por tener un corazón susceptible al mal, éste es el precio que los hombres pagan por vivir en Teleia: Si un andro provoca una muerte injusta en la isla, el equilibrio se agitará y el criminal se convertirá en un ser grotesco, que no es hombre ni Teleio.
- Guardias del Consejo = andras extranjeros que protegen el territorio de los hombres. No poseen el sexto sentido de los innatos, pero fueron entrenados para actuar evitando la maldición.
- Maestros del Consejo = Guardias entrenados que pueden manipular las acciones de los Teleios por orden de la junta.
- Cazadores = Son innatos que poseen un muy fuerte sexto sentido. Saben cuando están en peligro de muerte y pueden defenderse de algún teleio sin sufrir la Maldición.
TRADUCCIONES:
- En la entrada de la isla: “serpentes genimina viperarum quomodo fugietis a iudicio gehennae” Mt 23:33 - ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo escapareis de la condenación del infierno? (Vulgate) *latín
- Pente miden./Cinco-cero. *griego
- En la entrada del valle: “et nolite timere eos qui occidunt corpus animam autem non possunt occidere sed potius eum timete qui potest et animam et corpus perdere in gehennam” Mt 10:28 - Y no temáis a los que matan al cuerpo, y no pueden matar al alma; temed antes a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno. (Vulgate) *latín
- Cibus.../Comida... *latín
- My valley... my offer…/Mi valle... Mi ofrenda... *inglés
- Irremissibile... inexcusabilis!/Imperdonable... inexcusable! *latín
- Fao.../Comer... *griego
- Esurio.../Tengo hambre... *latín
- Chair tendre... sucré chair.../Carne tierna... doce carne... *francés
- Hunger.../Hambre... *inglés
- Mendax!/¡Mentiroso! *latín
- Lampoun!/¡Brillar! *griego
- Sfragizo!/¡Sellado! *griego
- Pulvis.../Polvo... *latín
Gehennae (R)
...
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Índice:
- Prólogo -
- Paseo por el Triángulo del Diablo -
- Gehennae - la isla infernal -
- Territorio de lobos -
- El valle de los grotescos -
- Plano de guerra -
- Preso en las mazmorras -
- Teleia -
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...
- PRÓLOGO -
La luz tembló mientras recitaba estas palabras al aire, que herían un corazón ya despedazado, y Steven Mcgarrett no hizo nada a parte de escucharlas:
“Cuando tu madre supo que iba a morir, caminó hasta la piedra más alta del norte de la isla y se tiró al mar. Ella sabía que cuando descubriesen que se había convertido en polvo, los teleios y los andras vendrían en busca de su poder. Intentando salvar a tu padre, se fue sin dejar un túmulo en donde él pudiese llorar. Pero después de mucho tiempo, cuando él volvió a entrar en el cuarto que ambos habían compartido, descubrió, bajo su almohada, un mechón de cabellos claros brillantes como la luna. Fue todo lo que quedó de ella. Tu padre guardó este tesoro en una caja con el nombre del barco que os llevaría a tu hermana y a ti lejos de esta isla, y nunca reveló la existencia de esta herencia para nadie fuera de la camada, fuese lobo o no. Sin embargo, el tesoro se acabó perdiendo cuando el regidor del Norte fue convocado a la reunión del Consejo, que fue en el último equinoccio: La caravana de John nunca llegó a la frontera, el ataque sorpresa de los entelodones, en el territorio neutral, terminó con la extinción de esa raza y, por desgracia, en el fin de la vida de tu padre, John Mcgarrett, el lycan alfa. La camada necesita un nuevo líder”
Ese fue el contenido de la noticia enviada por Joe White sobre Teleia. El receptor observó a la libélula mensajera volver al color púrpura y volar hasta la ventana por la que había entrado, miró a la persona que tenía a su lado y, en ese momento, decidió que su tierra natal ya había dejado de ser una isla maldita por humanos y se estaba convirtiendo exactamente en lo que los andras vaticinaban: Gehennae, el infierno.
- PASEO POR EL TRIÁNGULO DEL DIABLO -
Visto desde arriba, este mundo de verde y azul, de ceniza y marrón, impresiona; pero cada vez había menos dioses por aquí, abandonaron a los ingratos, ya que viven para ser adorados y son adorados para existir. El último refugio de sus hijos y adoradores está en peligro también. Tantas cosas pueden crearse bajo las profundidades del océano y las nubes de hielo, y “esas cosas existen para ser destruidas”; ése es el principio que acabó limitando la pureza de los hombres, ésa es la causa de la codicia que ciega sus ojos inundando su pequeña existencia con poderes y grandeza imaginarios. La avaricia infecta a los humanos, los humanos infectan el mundo, y lo que es importante va cayendo en el olvido.
Hace tres días, el crucero zarpó de Miami rumbo a King´s Wharf. Durante ese tiempo, Steven Mcgarrett observó a los pasajeros y a la tripulación con indiferencia, pero eso cambió cuando su mirada se cruzó con otra: era en rubio solitario, apoyado en el parapeto de la cubierta superior. Steven sintió curiosidad por la persona que exhalaba pureza; el aura que rodeaba a aquella criatura dorada como el sol gritaba que él no era simplemente un hombre: él era un andra innato. Steven ignoró a sus instintos, pues no tenía tiempo para oírlos, y volvió a analizar las tranquilas aguas y sin obstáculos de aquel trayecto de mar abierto llamado Triángulo de las Bermudas.
El rubio, por su parte, pareció darse cuenta de la presencia del moreno, pero su análisis fue interrumpida por un inesperado suceso, que provocó bastante jaleo y reunió a varios curiosos alrededor de la piscina, en la cubierta donde los dos hombres se encontraban: Sin aviso, el horizonte se había vuelto borroso por culpa de nubes negras teñidas por la furia del océano, la tensión de los individuos a bordo del barco se volvió prácticamente palpable y parecida a la anómala niebla que había surgido marcando el inicio de la zona de peligro.
Durante un breve período de calma, el pasajero rubio ignoró las órdenes de regresar a los camarotes y vio el día convertirse en noche por la sombra de las nubes alrededor de la embarcación. Sacó una tarjeta de identificación de su bolsillo y la arrojó al mar. Su nombre era Danny Williams y, en aquel momento, acababa de abandonar para siempre su vida como policía. Danny respiró hondo mientras se alisaba los cabellos y esperó a que los demás pasajeros abandonasen el desprotegido solar, agitados con la niebla que poco a poco convertía todo en ceniza. Todo lo que se pudo ver fueron bultos en movimiento, el pánico y la anticipación acechaban a los pocos que aún no habían alcanzado la salida del lugar. Sin embargo, el ex detective no se inmutó, su corazón permanecía tranquilo y resignado.
Steven notó la compostura del hombre cuando el ruido de los truenos comenzó a resultar aterrador y el mar se agitaba. Danny miró hacia un lado, y la niebla reveló la alta y esbelta figura de Mcgarrett atravesando la cubierta, subir al parapeto y extender los brazos elevando el rostro para recibir las pocas gotas que comenzaban a caer. El ex detective tuvo más curiosidad; el moreno le regresó la mirada, un relámpago hizo que sus ojos reluciesen por un segundo con el fondo luminoso de los depredadores que esperan a su presa. Danny se sorprendió, y Steven desapareció con un salto al mar, demasiado alto y grácil como para ser de un ser humano cualquiera. Al correr hacia el ala, Williams sólo acertó a ver agua salada batiendo furiosa en el casco de la embarcación.
Un bandazo muy fuerte prácticamente detuvo al barco. La suave lluvia se volvió tormenta, apartando la niebla, y el navío comenzó a inclinarse a estribor. La gente gritaba dentro de los camarotes. Los vientos dieron una breve tregua durante la que Danny pudo ver, a pocos metros de donde estaba, algo gigantesco parecido a un reptil rompiendo la chimenea del barco. El monstruo medía doce metros, como mínimo, y sus enormes aletas delanteras alcanzaban la cubierta, permitiéndole asegurar el bocado aún más en el extractor de la embarcación mientras subía su alargado y cilíndrico cuerpo sobre el navío. El equilibrio de la embarcación estaba siendo bruscamente modificado por las sacudidas que la criatura provocaba; los gritos se esparcían por todas las cubiertas, y Danny tuvo que agarrarse con fuerza al parapeto para no caer al mar.
Una petición desesperada de auxilio cerca de la piscina llamó la atención del rubio: Un hombre de la tripulación estaba preso entre la salida del área de recreo y los muebles arrastrados por la enorme aleta con escamas del monstruo. El joven gritaba aterrorizado sin desviar su mirada de la rabiosa boca de la criatura, que parecía más la versión aterradora de un cocodrilo intentando destruir la chimenea.
El rubio alcanzó la pistolera que tenía oculta en su tobillo y sacó su Walther PPK:
-Disculpe- dijo mientras apuntaba, y disparó una vez en dirección a la aleta que iba a aplastar al joven, ahogado el estallido por el sonido del temporal. El miembro se movió liberando al tripulante, que se arrastró todavía presa del pánico y se agarró a la balaustrada que rodeaba el área de la piscina.
-¡Siga disparando! ¡Mate al monstruo! ¡Dispare entre los ojos, en la cabeza!- gritó el tripulante en medio de las sacudidas y la tormenta.
-No puedo- respondió Danny.- No tengo permiso para eso- declaró, guardando el arma. El joven se quedó mirándolo en shock.- Tranquilízate, ya va a terminar.
Una boca con gigantescos dientes, con el doble de tamaño de la otra criatura, surgió del agua tras el rubio y mordió el cuerpo del monstruo que estaba sobre el barco, arrancándolo de allí y llevándolo a las profundidades del agua. Con la chimenea liberada y sin el peso, el barco recuperó el equilibrio, nivelándose de repente. Media docena de personas casi caen al agua.
-¡¿Qué está pasando?! ¡¿Vamos a hundirnos?!- las voces resonaban a estribor, donde numerosas ventanas resultaron dañadas por la escalada del monstruo. La tempestad cesó inmediatamente, la gente comenzó a correr por la cubierta, y la tripulación intentaba recuperar el control del barco averiado.
- ¿Qué ha sido eso?- decían más voces confusas.
-¿Has visto, en medio de la lluvia? Había un monstruo. ¡Ha sido un monstruo quien destruyó el barco!- la gente hablaba sin creerse lo que acababan de presenciar.
El día claro reapareció entre las nubes en el centro de la tempestad, pero el cielo seguía negro y revuelto alrededor de ahí; la calma duraría poco tiempo. Danny estudió el lateral de la embarcación, afectada en varios puntos, nada importante para la estabilidad del barco. Se giró hacia el joven que ayudaba a atender a las personas asustadas que estaban en el lugar durante el ataque, aunque no hubiese ningún herido grave:
-Estamos saliendo del centro de la tormenta. Pase lo que pase, no abandonéis el barco- avisó al hombre, entonces, le dio la espalda y corrió hacia el borde de la cubierta. El rubio saltó del barco ignorando una vez más la asombrada mirada del joven y sumergiéndose hábilmente en el mar.
Danny dio un par de brazadas en el agua relativamente calma y avistó la espesa niebla. Nadó en esa dirección y distinguió un bote junto a una luz azulada, que continuaba parcialmente cubierta. El rubio silbó de forma aguda y vibrante, y el bote comenzó a aproximarse. Williams fue rescatado del agua por uno de los dos hombres del pequeño barco, que sujetaba una linterna redonda con un líquido que brillaba intensamente de color azul-neón. Danny sonrió al crucero, que continuaba en la otra dirección, rumbo a la oscuridad y la salida del centro de la tempestad; el más joven del bote, que sujetaba los remos, parecía desconfiado. El rubio recuperó el aliento:
-Necesito viajar a Teleia - pidió. El hombre más viejo permaneció de pie en el bote, exhibiendo el emblema con las letras alfa y tau en el centro de su abrigo escarlata, y balanceó la linterna de lado a lado. Unos segundos después, una pequeña claridad roja en la superficie del agua mostró la dirección, y el joven comenzó a remar.
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-Cuando os traje aquella noche, nunca imaginé que te vería regresar solo, querido mío- la voz de Meca Hanamoa le dio la bienvenida a Danny en el momento que este tomaba su mano extendida para subir por la escalera de cuerda de uno de los dos barcos de quince metros, de velas redondas, parados en medio de la niebla en el alto mar. Los pequeños botes de rescate, cuatro en total, iluminado cada uno con una linterna azul-neón, se unían de nuevo a las dos embarcaciones más grandes, cuyos mástiles y largueros brillaban de forma similar.
Danny, aún empapado, siguió a su amigo y antiguo colega entre la escasa tripulación de la imitación de carabela hasta la proa:
-Salir de aquí es bastante más fácil que regresar. Tuve que estar tres días en un crucero hasta ver la entrada- comentó el rubio, y los dos miraron al frente. Una débil y constante corriente de luz iridiscente brillaba en la superficie del agua: era el camino al puerto. Conforme la embarcación de vela seguía ese rumbo y avanzaba entre la niebla, menos se veía de la tempestad, hasta el momento en que las nubes negras habían desaparecido y las luces desaparecían en el agua. El cielo azul y radiante reveló el perfil de una enorme y exuberante isla no muy lejos de los barcos. Danny cerró los puños y apretó los labios reconociendo el mar siempre inquieto alrededor de aquel monte de árboles y tierra; las aguas movidas por colas, aletas, manos y cabezas de múltiples formas y colores.
-Las sirenas están eufóricas con lo que Cage ha atrapado- comentó Meca, y los dos se giraron, a su lado, la segunda embarcación, idéntica a la que ellos ocupaban. La criatura que había atacado al barco de crucero surgió del agua entre las dos embarcaciones, pero aún estaba presa por el torso en aquella gigante boca larga y afilada. La criatura más grande no parecía inmutarse con el monstruo debatiéndose entre sus dientes. Las luces coloridas aparecieron de nuevo, reuniéndose alrededor de los monstruos en el agua, y Danny pudo ver que las linternas carmín eran llevadas por sirenas que seguían el leve rastro de sangre hasta la herida del monstruo prisionero, sus cabellos luminosos brillando de todos los colores cuando se escondían de los rayos del sol.
-¿Pretende abatir al carnívoro? Es solo una cría, estaba asustado con los motores del barco, no merece convertirse en comida- le comentó Danny a su amigo.
-HEY, CAGE. ¿CUÁNDO VAS A LIBERAR AL PRISIONERO?- gritó Meca al otro barco, que estaba a veinte metros.
-¡En cuanto Lía termine su parte!- un hombre moreno de uniforme respondió desde el otro barco con una sonrisa orgullosa, recibiendo los gritos de alabanza de su tripulación mientras se asomaba al balaustre cara al puerto. Danny se apoyó en el parapeto:
-En el continente se le llama mosasaurio, ya está extinto desde hace millones de años. Tal vez puedas liberar a este de aquí- se entrometió diplomáticamente en la conversación.
-Atacó a humanos. Estas aguas ya son demasiado peligrosas, no queremos monstruos extintos atacando barcos- fue la respuesta.
-Yo estaba a bordo del crucero. No hubo sed de sangre, la criatura estaba simplemente asustada con el barco- insistió Danny. Las tripulaciones de ambos barcos lanzaban miradas curiosas e incluso rabiosas hacia el rubio.
-¿Y qué sabe un hombre del continente?- respondió Cage, exteriorizando los pensamientos de la mayoría.
-Él no es un extranjero, es un Williams- reveló Meca. Todos, excepto el rubio y su amigo, parecieron asombrados. Cage casi se mostró inseguro por un momento, pero sonrió sardónicamente mientras retomaba la palabra.
-Williams. Tu eres el cazador que abandonó la isla hace años- constató-. No formas parte de la guardia del Consejo, la división del mar sabe perfectamente cómo lidiar con este tipo de monstruo.
-¿Entonces lo vas a matar con tus propias manos?- preguntó Danny, arrancando más miradas-. Puedes usar el arpón- sugirió. Cage frunció el ceño en una mueca amarga y lo fulminó con la mirada.- Si no estás seguro, deberías liberarlo. La maldición de la isla puede que no perdone un error así- avisó Danny.
Aumentaron los murmullos alrededor de los dos, y uno de los miembros de la tripulación informó de que las sirenas estaban nerviosas, el agua estaba volviéndose peligrosa. Cage silbó, de una forma parecida a la de Danny, y la criatura más grande cerró las mandíbulas partiendo al monstruo por la mitad. Sus aletas se agitaron una vez más antes de que las sirenas se llevasen una de las mitades. Los seres humanoides, con cola de pez y branquias en el torso chillaron luchando por sus porciones y desaparecieron, abandonando las linternas rojas que uno de los botes comenzó a recoger. La criatura más grande tragó el resto de la presa que permanecía en su boca y giró la cabeza, emitiendo un sonido que hizo que el tempo disminuyese en el rostro de Danny. Después, se sumergió majestuosamente, mostrando la extensión de su cuerpo de veinte metros, y siguió hacia el lado opuesto del puerto, que ya estaba cerca.
-Ella te ha reconocido- comentó Meca, dando palmadas en el hombro de su amigo. Danny observó al monstruo seguir mar adentro:
-Lía está más grande de lo que recordaba. Nunca paran de crecer…- se forzó a hablar. Meca observó a su amigo encarar el agua sin decir nada.- ¡¿Cómo es que ese idiota se ha convertido en maestro?!- preguntó Danny, finalmente.
Hanamoa suspiró desanimado:
-El bebé de Lía está en formación y aún no ha sido domado. El antiguo maestro murió hace años, su hijo fue al único al que Lía aceptó. No es necesario que diga que el parecido que tiene con su padre es simplemente físico, Cage no pasa de ser un novato arrogante.
El rubio concordó pensativo. Los dos barcos se alejaron el uno del otro para atracar junto a la media docena de embarcaciones ya ancladas, las únicas que resistieron los caprichos del clima y de la fauna de aquella isla.
-¿Desde cuándo usan sirenas para marcar la entrada?- preguntó Danny.
-Con estudiantes tan mal entrenados por el Consejo, los guardias se están acabando. Ahora tenemos teleios haciendo parte de la vigilancia del territorio. Las sirenas trabajan por comida, pero eso no evita que rodeen algún bote de rescate, de vez en cuando.
Danny se pasó una mano por el rostro:
-Por la información que recibimos en el continente, la isla ya estaba segura y reequilibrada.
-Apariencias, amigo mío. Meras apariencias. El Consejo quiere que todos piensen que todo está bien, pero yo nunca vi a los teleios tan hostiles.
Danny dirigió la mirada perdida hacia los hombres que atracaban el barco al puerto, todos con el símbolo del Consejo en sus uniformes. La tripulación comenzó a descender, y él se giró hacia su amigo:- Y… ¿Tú la viste llegar?
Meca sacudió la cabeza:
-Me temo que no. Hubo un escolta especial con los Edwards aquel día- Danny asintió, sin demostrar su frustración, y desembarcó. Al caminar por la plataforma, junto a los otros tripulantes, el rubio alcanzó el monumento de madera envejecida y desgastada que permanecía en el puerto. En el marco, tal y como él recordaba, estaba tallado el aviso: “SERPENTES GENIMINA VIPERARUM QUOMODO FUGIETIS A IUDICIO GEHENNAE - Mt 23:33”.
Danny recitó las palabras con el pensamiento, sintiendo amargura como si el nombre Gehennae grabado en la madera le hubiera dicho aquello con burla: “Serpientes, ¡raza de víboras! ¿Cómo escapareis de la condenación del infierno?” El cazador continuó su camino y recuperó su resuelta expresión, el venía a estar cerca de lo que era suyo, y nadie en aquella isla se lo podría impedir. Avanzó en dirección al lugar del que había huído hacía años y atravesó la entrada oyendo el saludo de Meca:
-Bienvenido a Teleia, amigo mío.
- LA ISLA INFERNAL -
EL puesto del Consejo, en el litoral, parecía una reliquia de guerra, increíblemente más saqueado y deteriorado de lo que Danny recordaba. Meca sintió la mirada del rubio al pasar directamente por el abandonado lugar.
-Ya no cuidamos de los barcos, las nereidas lo hacen- explicó.
Danny no dijo nada, y el grupo de unos veinte hombres entró por la puerta abierta entre la escasa arena y las hojas de la pequeña playa rodeada por rocas. El camino iluminado por los rayos de sol era largo y tortuoso, tallado en la selva tras años de tráfico entre la única playa y el centro de la isla. El rubio sintió cómo le invadía un torbellino de emociones y tuvo que concentrarse en aislar su mente; prácticamente había olvidado lo que era estar entre centenas de teleios, sin embargo, recordaba que la rabia y el miedo no eran las sensaciones predominantes en los corazones de los nativos ocho años atrás. Meca tenía razón, la isla estaba peor que cuando había huido con Rachel rumbo al continente.
El ex detective centró su atención en los vibrantes colores, en los característicos olores de aquella selva, en la absurdamente menor variedad de teleios que cruzaban su camino o se revelaban entre las ramas cerca de la isla: a pesar de los sonidos, no apareció ninguna flor animada, ninguna mariposa, ningún reptil o simio, y eso era preocupante. Incluso las plantas carnívoras y los insectos más grandes apenas se veían en el bosque. Tal vez los teleios salvajes estaban escondidos, o se habían desplazado al centro de la isla, en la zona neutral - eso esperaba el rubio-, el bosque sur siempre había sido el más peligroso, incluso para los nativos.
Al final de la isla, gatos de dos metros de altura, con el uniforme del consejo cubriendo sus humanoides cuerpos vigilaban los carros, y Danny los miró con espanto. Cada carro de vela tenía capacidad para cuatro pasajeros, y el rubio fue empujado por Meca dentro de la primera de ellas, aún sacudido por la impresión causada por los felinos. Cage embarcó con ellos, y Hanamoa no pareció cómodo con la presencia del maestro del Consejo.
-Sería más rápido si los centauros o los sátiros tirasen de los carros- comentó Cage, mirando el verde paisaje en movimiento mientras se alejaban del bosque.
-Tal vez no, ya que el último sátiro de la isla es un anciano escondido en las tierras del centro- comentó Meca. El hombre de uniforme miró a Danny, que aún tenía la frente arrugada tratando de distinguir la rabia y la sumisión del gato que guiaba el carro:
-¿Por qué has vuelto?
Danny meditó por un segundo:
-Tengo mis motivos.
-Eres una vergüenza, ¿Sabes?- reclamó Cage-. La isla necesita cazadores, y tú decidiste pasear por el continente. ¿Piensas que el nombre de tu familia te traerá algún privilegio? No dejas de ser un desertor que ha regresado con el rabo entre las piernas- Danny permaneció impasible. Cage decidió continuar:- Hace siete días estuve de guardia. Realmente has vuelto tras ella. Pero has llegado tarde, ya se han casado.
-Eso no es cierto- intervino Meca.
-¿Qué necesidad tendría yo de mentir? Ya ha sido la boda, en la misma noche en que llegó. Pero está claro que los Edwards no mancharían su imagen anunciando la boda de su primogénito con una novia impura y una hija bastarda.
Danny avanzó, agarrando al moreno por el cuello de su ropa, preparado para pegarle en la cara. Meca lo sujetó por los brazos:
-No, ¡Danny! ¡El te puede detener por hacer eso!
-De hecho…- Cage, agitado por el susto, se alisó la ropa cuando el rubio lo soltó-. Es la segunda vez que desobedeces la autoridad de un representante del Consejo. Serás escoltado a la sede para que evalúen tu conducta y tu paso por la isla.
El rubio se sentó de nuevo al lado de su amigo. Se quedó quieto. Sería llevado al consejo, y ese era exactamente el lugar al que pretendía ir.
Al bajar del carro casi una hora después, Danny vio, en medio de la ciudad de los hombres extranjeros, la majestuosa construcción que era el Consejo. Los guardias de los otros carros se aproximaron para escoltar a Danny. Meca se inquietó:
-No es necesario hacer eso, Cage.
-Como MAESTRO, mi función es la de guiar a los teleios entrenados y castigar la conducta de los guardias. Tal vez tú también quieras una audiencia.
Danny negó con la cabeza hacia Meca, asegurándole con la mirada que todo estaba bien. Cage y los otros se alejaron llevando al rubio. El grupo de hombres avanzó en dirección al patio del Consejo, que estaba protegido por altos muros y cercas vivas. El prisionero siguió despacio, consiguiendo miradas de humanos y teleios por el corto trayecto; ruidos y voces cuchicheaban: “El cazador… ha vuelto el cazador…”
Al atravesar la puerta, pasaron por un espacio de césped y decorado con espejos de agua que formaban el símbolo del Consejo. Danny atravesó el camino sin dejar escapar ningún detalle, memorizando la forma de los floridos jardines, los diseños de las ventanas, las posiciones de las puertas y el número de guardias, que eran solo humanos. En la puerta, Cage informó de que llevaría al rubio a la celda de espera.
Entraron en el edificio, y el cazador sintió inmediatamente la afligida presencia de su hija en aquel lugar:
-Quiero hablar con Edwards, ¡Ahora!
-Tú y más de la mitad de la isla- se burló el maestro y empujó al rubio al centro del vestíbulo. Danny levantó la cabeza y silbó tan fuerte que los que estaban a su alrededor se encogieron con el sonido. Todos los teleios del Consejo, al otro lado de las puertas, se mostraron agitados. Los guardias que rodeaban las entradas llamaron rápidamente a los maestros para calmar a los seres que empezaban a alborotarse y a intranquilizarse delante del edificio, prácticamente enloquecidos. Cage miró con rabia al cazador durante unos segundos y corrió al exterior del edificio, dejando al prisionero con otro guardia.
-Siempre me fascinaron los innatos- una voz femenina resonó en lo alto del vestíbulo rodeado de jarrones de girasoles. Danny observó a la anciana señora con aire imponente y una túnica verde que estaba en lo alto de las escaleras. Todos desviaron su atención hacia la mujer, que Danny reconoció como Elizabeth Edwards, y se inclinaron ante ella. El rubio se fijó en el collar dorado con el emblema del Consejo que ella usaba, cortado transversalmente por un estrecho lazo negro.- Has llegado antes de lo que pensaba. Escucharé tu petición en una audiencia privada- determinó e hizo una señal. El guardia liberó las manos de Danny y lo empujó para que se dirigiese a las escaleras.
En la sala, en el piso de arriba, la mujer echó a los guardias de seguridad y le ofreció un asiento a Danny en la mesa redonda, donde uno de los empleados servía té.
-No he venido para hacer cambiar de idea a Rachel o a involucrar al Consejo, simplemente estoy aquí por mi hija- explicó Danny, antes de nada.
La mujer permaneció en pié, mirando el paisaje desde la ventana.
-Comprendo- respondió entrelazando los dedos.- Hace cinco días se produjo un ataque- dijo con calma.- Mi hijo y Rachel pretendían llevarse a la niña para que visitase a sus abuelos en la ciudad andra, pero…- apretó los labios y miró al rubio a los ojos:- Los lobos hicieron una incursión decidiendo tomar represalias por la muerte de su regente. Insisten en acusarnos por el ataque de los entelodones. Confundieron el carruaje de mi hijo con la del Consejero Jefe Wo Fat… Solo sobrevivió la niña- la expresión de la mujer fue dura, severa, digna de una viuda que ya se había enfrentado a la muerte en la familia.
Sin embargo, todo lo que importó a Danny fue su hija.
-¡¿Dónde está Grace?!
-Está en su habitación. Resultó herida, pero está agitada por la muerte de su madre.
Danny cerró los puños con tanta fuerza que sintió cómo sus uñas se clavaban en su carne.
-Yo… quiero ver a mi hija.
La mujer asintió. Llamó al uno de los criados, que entró en la sala y le susurró algo. La anciana Edwards respiró hondamente.- Lleve al señor Williams ante la niña, e informe a Wo Fat para que salude a los… invitados.
Danny vio la insatisfacción en el rostro de la consejera, pero su mente no podía pensar en nada más allá de Grace. No podía asimilar el hecho de que Rachel estuviese muerta. Esa isla se había vuelto salvaje como nunca podría imaginar, necesitaba sacar a su hija de ahí inmediatamente.
La consejera se despidió, y al igual que había hecho para entrar, Danny siguió al empleado del Consejo mientras memorizaba el camino hasta el lugar en donde se encontraba su hija. La presencia de Grace era tan clara, que Danny consiguió absorber su tristeza mientras esperaba en la puerta de la habitación. El empleado abrió la habitación y se quedó fuera, Danny entró.
-Hey, monita…- la niña estaba sentada en el borde de la cama, abrazada a un baúl en miniatura, miraba la caja con el rostro mojado, apretándolo contra el pecho.
-¿Danno?... Mamá se fue…- dijo, y rompió a llorar. Danny corrió a su lado y abrazó a su hija. Toda la devastación de aquella pérdida se apoderó del pecho del hombre, y Danny tuvo que esforzarse para no perder el control.
-Todo va a estar bien, todo va a estar bien…- hacía muchos años que el cazador no usaba su habilidad. En aquel momento, fue como si los sentimientos de todos los teleios de aquella isla lo estuviesen apretando, y se concentró en aislar sus propias emociones, que insistían en mezclarse con influencias exteriores. Distinguió, sin querer, a los nativos que rodeaban al Consejo aún agitados, la entrada de algunos teleios en el vestíbulo… Abrazó a la niña intentando alejar a la tristeza de ambos-. Vamos a volver a casa, todo estará mejor- le aseguró a su hija. Entonces, algo lo envolvió con fuerza. Sus sentidos estaban aguzados, como si también pudiese desentrañar el corazón infantil de Grace: era miedo, el miedo que la pequeña tenía de permanecer en aquel lugar…
Tres golpes en la puerta sobresaltaron al cazador. Las bisagras chirriaron revelando a Elizabeth tras la puerta. La anciana sonrió:
-Tendrás que despedirte de tu padre ahora, Grace- la niña apretó la manga de la camisa del padre, escondiéndose detrás de la figura de su padre. Danny pudo sentirlo: el miedo de la niña era por estar cerca de Edwards. Vio a tres guardias armados con ballestas que acompañaban a la consejera, y supo que algo andaba mal. Se puso en estado de alerta. ¿Qué iba a hacer?
Danny se tomó un instante y se puso en pie. Se acercó a la puerta, y la niña lo observó como si supiese lo que él estaba a punto de intentar.
-¿La seguridad de este edificio ha sido siempre tan débil?- comentó, y señaló a la escalera de la izquierda, al final del pasillo, donde un hombre con capucha los observaba. Era un lobo, Danny reconocería de lejos la postura y el aura característicos que ellos emanaban. Agradeció la repentina aparición y vio a los guardias avanzar apuntando sus ballestas en la dirección del sujeto, que no se amilanó. Los hombres dieron la alarma, y la señal comenzó a sonar en el edificio.
El cazador aprovechó la distracción y empujó a la vieja sobre los tres guardias. Regresó al cuarto con increíble rapidez, cogió a su hija, que continuaba agarrada a la caja, en brazos, y corrió hacia la puerta. Elizabeth se estaba incorporando, y los guardias disparaban contra el encapuchado que se acercaba por el pasillo desviando ágilmente las flechas.
Williams siguió hacia el lado contrario, oyendo los gritos de protesta de la consejera. Uno de los tres guardias obedeció la orden de perseguir al rubio, y los otros dos continuaban intentando contener al lycan. Danny descendió las escaleras de la derecha lo más rápido que pudo, llevando a Grace en brazos. Silbó de nuevo, y al llegar al vestíbulo, la mayoría de los guardias se encontraba fuera por culpa del alboroto que era aún peor en la entrada principal. Un grupo pequeño de teleios se podía distinguir en el medio del salón, rodeado por el resto de los guardias que atendían la alarma.
A primera vista, Danny pudo reconocer a uno de los nativos del vestíbulo como Joe White, pero no redujo su huida y continuó rumbo a la puerta de la entrada, que acababa de ser cerrada en aquel instante. El rubio se detuvo y se volvió bruscamente; el lobo de capucha aterrizó un metro más adelante. Permanecieron frente a frente, y cuando el lycan dio un paso en su dirección, el cazador se agachó, sacó su arma y disparó, implorando que la pistola aún funcionase tras haberse sumergido en el océano y al mismo tiempo odiándose por tener que recurrir a eso en presencia de Grace. El disparo resonó en el aire con tal fuerza, que todos se silenciaron.
Sin esperar, Danny apuntó al guardia que había cerrado la puerta, y éste la abrió, amedrentado. El rubio corrió hacia los jardines, dio la vuelta hasta la puerta lateral que estaba vacía y entró en uno de los carruajes, amenazando con su arma a los hombres que los vigilaban.
Aún aturdidos en el medio del vestíbulo, todos observaban a un guardia retorcerse en el suelo, sujetando el brazo derecho que había resultado herido de bala; su ballesta tirada más adelante, cerca del lobo con capucha, que seguía de pie. El lycan observó, por un segundo, al hombre que casi le había disparado una flecha a la espalda gemir de dolor; entonces siguió el rastro del cazador, desapareciendo del edificio antes de que los demás guardias se reuniesen en el lugar, llegados de fuera y de las otras alas de la construcción. Elizabeth bajó las escaleras, furiosa.
-El cazador Daniel Williams ha secuestrado a mi nieta y está robando una propiedad del Consejo. ¡ENCONTRADLO Y PRENDEDLO! ¡TRÁIGANME A LA NIÑA Y LA CAJA!
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Los vientos soplaban a favor de los fugitivos. El carro de Danny siguió treinta quilómetros al suroeste y llegó, al principio de la noche, el trayecto del litoral donde se encontraban el antiguo puerto de la isla, abandonado hacía ya mucho tiempo. El rubio bajó del carro con la niña, y los dos atravesaron las rocas hasta el agua salada, cuyos márgenes relucían en un azul neón igual al de las linternas de los barcos que rescataron al rubio- era la bioluminiscencia de minúsculas algas. Danny guardó la cajita de Grace en el bolsillo del pantalón, dándose cuenta por primera vez que el que en ella figuraba la inscripción “Shelbourne”. Agarró la mano de su hija para que no perdiese el equilibrio sobre las piernas y esperó. Lía, la enorme criatura que había trabajado con los guardias para salvar al crucero aquella tarde, permanecía en aquel lugar con su cía cuando no eran convocados por los maestros, y unos segundos después, surgió del mar emitiendo un sonido grande y amistoso. Danny pretendía la compañía del liopleurodon para llegar al continente a salvo.
Pero el zumbido de flechas asustó al rubio y a la niña, y Lía se debatía en el agua, habiendo resultado herida por alguna de ellas. El mar se agitó subiendo instantáneamente, obligando a Danny a retroceder en las rocas apresuradamente mientras cargaba con su hija. Por entre las grietas de las rocas, los ojos de las nereidas brillaban con la misma furia del mar, y Lía se alejó del límite librándose de las sirenas que venían detrás de la sangre, iluminando el agua de varios colores con sus cabellos. Danny intentó correr hacia el norte, en la dirección de la ciudad de andras, pero varios tiradores aparecieron en aquella dirección. El cazador reconoció a los gatos y se obligó a adentrarse en los límites de la floresta caliente, usando uno de sus silbidos de distracción mientras avanzaba al sur rumbo a un territorio salvaje y peligroso que incluso era evitado por los teleios.
Danny continuó cargando a su hija, sin comprender lo que estaba pasando. Los teleios lo estaban persiguiendo, obedeciendo las órdenes de los hombres, hiriendo a inocentes seres para ello, incluso las nereidas conspiraban para evitar que el rubio lograse salir de la isla. ¿Cómo había conseguido el Consejo semejante poder en Teleia? El cazador apretó a su hija con fuerza y avanzó sin dudar entre la vegetación inhóspita sabiendo que sin el apoyo de los nativos, su única opción sería intentar sobrevivir hasta que los guardias desistiesen de buscar en el bosque, y alcanzar la ciudad andra cuando tuviese la ocasión. Tal vez Meca pudiese ayudarlo a escapar con uno de los barcos del puerto del sur.
El interior del bosque era negro, las copas de los árboles demasiado próximas como para permitir la entrada de la luz de la luna. Al cazador tardó en acostumbrarse a aquella oscuridad. Necesitaba tener cuidado con los insectos y las plantas venenosas de aquella región, pero no podría parar tan cerca de la salida de la selva- los gatos estaban husmeando, sentía su presencia avanzar por el bosque- necesitaba esconderse. Danny se quedó con la camiseta de manga corta, quitándose la camisa y cubriendo a su hija con ella de la mejor manera que pudo. Desenfundó la pistola de su tobillera, sabiendo que solo le quedaban cuatro tiros que no podía fallar.
Después de caminar algunos metros, Williams encontró lo que quería: una planta de color rojo y fuerte aroma. Dejó a Grace de pie a su lado, le quitó la camisa y caminó, llevando a su hija de la mano, hasta un árbol de tronco largo rodeado de lianas. Buscó cerca de las raíces y encontró una guarida, metió el brazo derecho en el agujero y sacó de ahí una especie de rata de gran tamaño. Danny envolvió la camisa en el cuerpo del animal y lo liberó, y éste saltó por entre las ramas. El rubio dio media vuelta con su hija y regresó para mezclarse entre las hojas aromáticas que había encontrado. Arrancó una de las flores, y la planta lanzó un chorro de perfume en el aire. Abrazó a su hija e hizo una señal para que permaneciese en silencio mientras la leve nube roja cubría a los dos impregnándolos con un fuerte y dulce aroma. Ladeó la pistola.
Tras unos minutos, ruidos cercanos delataron a los gatos. Ellos resoplaban y seguían ágiles por entre el bosque; uno de los teleios se acercó a la planta. Danny y Grace continuaron inmóviles, el gato estornudó y se alejó, continuando en dirección al gran árbol y después por el camino que la rata había tomado. Los fugitivos suspiraron aliviados, y Danny analizó si sentía alguna presencia. Eso le afligió: los lobos se estaban adentrando en el bosque de forma rápida, directamente al lugar donde ambos estaban. El rubio supo que el escondrijo no ayudaría, pero no tuvo tiempo para salir, la figura encapuchada que había visto en el Consejo apareció frente a él.
Danny se colocó entre el lycan y la niña, retrocediendo lentamente. Sintió regresar a los felinos. Pedro dos personas que el rubio sabía que eran lobos aparecieron a su alrededor, el cazador se vio rodeado.
-Chin, Kono. Ocuparos de los guardias- dijo el lobo que estaba ante Danny. Él era grande, su voz era fuerte, pero el cazador extrañamente no presintió intenciones mortales. ¿Qué era lo que querían? ¿Acaso iban detrás de Grace? Cuando los lobos se alejaron, el rubio bajó su arma y pateó la raíz de la planta que estaba a sus pies, envolviendo al lycan en una nube de olor, aturdiéndolo.
Danny huyó en dirección a la salida del bosque, transportando a Grace cuando ésta no lograba seguir su paso. Oyó el ruido amenazante de los felinos y el gruñido de los lobos; animales escondidos comenzaron a escapar de todos los rincones: pájaros, murciélagos, mariposas luminosas, sapos gigantes, mamíferos, grillos e insectos tan grandes que el ruido de sus alas era perturbador. Las plantas más delicadas se encogieron, cerrando sus flores, y las carnívoras de diferentes tamaños aprovecharon las presas fáciles que caían en sus fauces al alejarse de forma caótica del combate entre los teleios más fuertes, así como de Danny y Grace. El rubio se desvió de los seres carnívoros y de las telarañas ya infestadas de asustados e indefensos seres, intentando mantener el rumbo en medio de la locura, intentando evitar los peligros que había memorizado en el camino sin disminuir la velocidad.
El lobo apareció a sus talones, y Danny se desvió del enorme escorpión que se cruzaba en su camino, pasando por un trecho infestado de droseras. Saltó fuera del bosque, pero un felino estaba esperando en la entrada. En medio de la estampida de teleios, el cazador no había percibido al humanoide del Consejo que ahí estaba, y cuando escapó de las ramas más densas, el gato disparó su ballesta. Danny protegió a Grace de la flecha que le rozó cortando la carne de su hombro izquierdo. Los dos penetraron de nuevo entre las hojas, y el rubio chocó con el lycan, poniendo el pie en falso sobre un ciempiés. Soltó a la niña y se desplomó.
Sin aliento, escuchando aún las flechas silbar sobre su cabeza y la lucha más alejada en la selva, Danny intentó arrastrarse hasta Grace aprovechando que el lycan se había convertido en el blanco de los disparos que el felino lanzaba. La niña, asustada con los extraños insectos, caminó de espaldas hasta tropezar en una raíz y cayó enroscada en la viscosa trampa de la drosera más grande; y comenzó a cerrarse inmediatamente. La alargada hoja inmovilizaba a la niña que se debatía, y Danny intentó encontrar el arma que había caído al suelo, comenzando a sentir los efectos de la flecha, que debía estar envenenada.
El rubio luchó para gatear hasta su hija y comenzó a dar culatazos en el tronco de la planta, cerca de las raíces, intentando deprender la hoja donde Grace estaba enroscada.
-¡NO TE MUEVAS, GRACE! ¡QUÉDATE QUIETA!- la drosera era tan grande y fuerte que el cazador sentía su esencia: las trampas de sus hojas eran automáticas, ella simplemente se estaba alimentando y él no tenía licencia de la maldición para matarla. El gemido del felino tras el no le hizo desistir de sus intentos de liberar a su hija, pero la hoja y la trampa eran demasiado resistentes para los aturdidos golpes del hombre. Hasta que alguien agarró su brazo antes de que Danny pudiese golpear de nuevo a la planta. Él miró hacia arriba, donde un par de ojos amarillos lo miraba:
-Yo salvaré a la niña, si venís conmigo- era el lycan, ahora sin la capucha. Danny reconoció aquel rostro, aunque su vista se estaba desenfocando, y sus sospechas se confirmaron: aquel lobo era el hombre que había saltado al mar antes del ataque al crucero.
-Tenemos… tenemos que salir de la isla…- balbuceó el rubio, ahogado.
El lycan soltó el antebrazo de Danny y, con un poderoso golpe, despedazó el tronco de la planta. Todas las hojas se marchitaron, y el sujeto arrancó a Grace de la trampa. La niña abrazó a su padre aún de rodillas, y Danny vio a los otros dos lobos aproximarse desde el interior del bosque. El rubio empujó a su hija a su espalda y apretó el arma con una mano.
-Steve, se aproximan andras del Consejo- la loba, alta y delgada, con cabello oscuro, avisó al encapuchado. El otro a su lado permanecía en silencio.
El lobo más grande asintió con la cabeza y continuó observando al rubio:
-Eres un andra, pero te mueves bien en el bosque- el lycan se agachó, mirando de frente al rubio:- Sabías que la planta no tenía sed de sangre, y me salvaste de la flecha de aquel guardia, en el Consejo. Eres un cazador…- comenzó a resoplar Danny, que intentaba proteger a su hija. El teleio se dedicó al trabajo, olisqueando cerca de los cabellos, del cuello del rubio. Entonces fijó la mirada en el bolsillo del pantalón, donde Danny tenía la caja que Grace había traído. Ignoró que Williams tenía un arma, y le agarró la barbilla, elevando el ahogado rostro de Danny mientras exponía sus afiladas garras:
-Tiene fiebre. Vendrá con nosotros, o desperdiciará las últimas balas con los guardias que están llegando.
Danny vio, en los ojos del otro, que no tenía elección. Al igual que antes, no presentía amenaza directa por parte del lobo, y aún no estaba seguro del grado de implicación de los lycans en la muerte de Rachel, por lo que tuvo que confiar en su intuición. Guardó el arma con dificultad. Intentó levantarse, pero se tambaleó sin firmeza en las piernas. El lobo lo sujetó, y en pocos segundos, Danny ya estaba inconsciente en sus brazos.
El lycan colocó al hombre sobre sus hombros, se levantó ofreciendo su mano a la niña. Grace analizó a los tres adultos a su alrededor por un momento, miró a su inmóvil padre y aceptó la ayuda.
Parte 2