Título: El hijo de Fred Astaire
Autora: guiomar_992
Fandom: QAF
Rating: TP
Género: Musical
Advertencias: La autora está algo oxidada.
Notas: Post 513. Justin se rompió el pie en un fic que no tiene nada que ver con éste
Disclaimer: Ni Brian, ni Justin, ni mucho menos Fred Astaire son de los Cowlip. Que lo sepan.
Dedicatoria: Esto iba a ser un cuento de Navidad para Isijus, pero una serie de calamidades lo han ido postergando. Así que ahora, además de cuento de verano para ella, es también un fic de agradecimiento dedicado a las escasas gatas de la resistencia fandomera, las que leen y comentan y están siempre al pie del cañón.
¡Bailemos, nenas!
EL HIJO DE FRED ASTAIRE
Brian se desanudaba la corbata mientras con la otra mano sostenía una taza de cafè.
Acababa de llegar de Kinnetik cabreado por el rumbo de las negociaciones que llevaba con una empresa de gestión demasiado familiar y tradicional, y que no se dejaba aconsejar para reflotar el negocio. Brian se preguntaba por qué habían acudido a él, si era evidente que los separaba un mundo.
Se desprendió finalmente de la corbata y salió de la cocina con la taza de café humeante. Se encerraría en el despacho para intentar encontrar la fórmula que abriera los ojos de aquellos palurdos. Unos palurdos con mucho dinero, por cierto.
Había gritado "hola" cuando entró y otro "hola" en eco le respondió desde el estudio, así que se dirigió hacia allí para saludar a Justin de una manera más apropiada. Y se relamió los labios inconscientemente.
La puerta cristalera estaba abierta y Justin, sentado en el suelo, trasteaba entre un montón de cajas de cartón abiertas.
Se detuvo unos instantes en el umbral. Le gustaba mirar a Justin cuando él no se daba cuenta. El sol entraba por los amplios ventanales y un juego de haces de luz enfocaba el objeto de su deseo entre partículas en suspensión.
El pelo más rubio y revuelto, el ceño fruncido rebuscando en el interior de una caja.
La posición era un tanto forzada porque el pie aún enyesado no permitía a Justin su habitual postura en loto, en capullo, o cómo fuera que se llamase. No entendía la fascinación de Justin por el yoga, pero mientras esta actividad le mantuviera flexible para otras posturas, Brian no tenía nada qué objetar.
Cuando regresaron de Sevilla habían gozado de una segunda luna de miel, si es que alguna vez hubo una primera, y ahora sólo faltaba una semana para que a Justin le quitaran el maldito yeso.
- ¿Te vas o te quedas?
Creía que no se daba cuenta.
Justin le retaba burlón y Brian se acercó a besarle. Sabor a coco con chocolate.
- ¿Has terminado con los helados del congelador?
- Sí, tendrás que ir al super a por más. Esta vez los quiero de menta con chocolate.
Aleteo de pestañas rubias.
- Algún día, algún día te voy a mandar a la mierda, Sunshine.
- Vale.
Aleteo de pestañas rubias.
¿Cuántas pestañas tiene el cabroncete?¿Se regeneran cuando duerme?
Batalla perdida.
- ¿Qué son estas cajas?
- No las había desembalado aún, las trajo mi madre hace un par de semanas. ¿No te acuerdas?. Son fotografías y recuerdos de cuando era pequeño, estoy clasificando y poniendo en orden mi pasado. Mi vida a.de.B., antes de Brian.
Risas y aleteo de pestañas rubias.
¿Cuando era pequeño? ¿Es que ya había crecido?
- En lugar de ordenarlo deberías tirarlo todo.
- No dirás lo mismo cuando me veas fotografiado regordete y desnudo en la bañera chapoteando con una manada de patos amarillo chillón.
- Me gustan los niños algo más crecidos, Sunshine, pero tomo nota de los patos. Me estimula experimentar.
Risas y aleteo de pestañas rubias.
Patos.
Brian se levantó del suelo, el café se había enfríado pero tenía un calorcito interior que le puso de buen humor, bastiría un proyecto genial para los palurdos.
Justin le dedicó una última sonrisa y volvió a sumergirse en la caja, mientras se rascaba allí donde terminaba el yeso, aquejado por un súbito comezón.
♥♥♥
Una fotografía en blanco y negro y acabado brillante había quedado en el fondo de la caja.
Justin la cogió. Eran sus padres bailando.
Seguramente se la hicieron alguna noche de sábado, cuando salían a cenar y bailar con el grupo de amigos de la universidad. Era una cita ineludible que duró muchos años hasta que, sin saber demasiado por qué, sus padres se quedaron en casa los sábados. Y dejaron de bailar.
Su padre era un gran bailarín, no había ritmo que se le resistiera. Los amigos le llamaban Fred Astaire y las amigas se volvían locas por bailar con él.
Justin no iba con ellos los sábados, claro, pero sí que había visto bailar a sus padres en las bodas y otras celebraciones. Y recordaba lo que ocurría después del primer baile.
Se sentaban en la mesa a descansar y a controlar las porciones de tarta que Justín iba devorando y entonces, en cuestión de pocos minutos, se formaba una cola de mujeres con vestidos tan vaporosos como los de su madre, pidiendo audiencia para bailar con Fred Astaire.
Te quito a tu marido
No querrás que baile con el mio
¿Me lo dejas, verdad?
Craig, baila conmigo...
Jennifer asentía compresiva, y Craig se encongía de hombros divertido y bailaba con una y con otra, mientras los maridos torpes de pies se resignaban a ser espectadores.
Fred llevaba en volandas a sus parejas por la pista, pero todas sabían que el último baile estaba reservado. El último baile era para Ginger.
A Justin le gustaba ver bailar a sus padres. Se miraban a los ojos, reían y parecían tan felices...
Por alguna razón, no le importaba que su padre bailase con otras mujeres, quizás porque su madre estaba presente y no parecía molestarle, pero lo que ocurrió aquel verano...
Justin cambió el pie enyesado de posición y casi se parte de risa recordando. Aunque a su madre no le hizo ninguna gracia. Pobre mamá.
Pasaban las vacaciones en un pueblecito de la costa este. Casas de madera con las puertas y contraventanas pintadas de verde manzana.
Era la fiesta local y en una plaza engalanada con banderolas y farolillos los músicos tocaban melodías estivales.
Justin, que tendría 5 ó 6 años bailaba con su madre, que se dejaba llevar por él y le premiaba con elogios. Después de dos mil vueltas, pararon para tomar una porción de tarta de zanahoria y un batido de chocolate, y entonces ocurrió.
Un pulpo pidió a su madre para bailar y ella aceptó. El pulpo la rodeó con sus tentáculos y la llevó hasta el centro de la plaza.
Justin no daba crédito a sus ojos, que inexplicablemente habían cambiado de color y eran de un azul oscuro tempestuoso. Casi escupió la tarta y corrió hasta donde la pareja estaba ¡¡¡bailando!!! y empezó a empujar al pulpo para separarlo de su madre.
- ¡Suéltalaaa! ¡Que la suelteeees! ¡No quiero que bailes con mi mamaaaaaaaá!
- Justin, cariño, pero qué haces
- ¡No quiero que bailes con ese!
- Cariño, pero si es Marty, de la tienda de chuches que tanto te gustan. ¿No te acuerdas?
¿No era un pulpo?
- ¡No me gustan las chuches! ¡No quiero chuches! ¡No quiero que bailes con él! ¡Quiero que bailes con papá!
- Papá está en Pitts trabajando, ya lo sabes, vendrá el sábado a pasar el fin de semana con nosotros.
- ¡Pues te esperas al sábado y bailas con él!
- ¿No quieres que mamá se divierta?
- ¡Noooooooo!
Jennifer, algo avergonzada, se disculpó con el pulpo, que apenas podía contener las carcajadas, y se llevó a Justin a casa donde le leyó la cartilla.
Pero a Justin no le importaba. Se había salido con la suya. Su madre no bailaría con otros aunque llevaran los bolsillos llenos de chuches, su madre sólo bailaría con Fred Astaire. Porque sólo con él podía bailar incluso sin música.
Justin dejó la foto en una carpeta. La había estado mirando todo el rato mientras recordaba.
Tragó saliva. ¿Dónde fueron a parar los días felices? ¿Qué pasó con la música de su casa? ¿Cuándo su padre se quitó los zapatos de baile y su madre los vestidos vaporosos?
Craig no fue siempre un cabrón, Craig había sido Fred Astaire.
Y suspiró.
♥♥♥
Brian estaba delante del ordenador perfilando los últimos detalles de un proyecto que los palurdos no podrían rechazar. Alzaba una ceja, satisfecho de sí mismo, cuando Justin entró en el despacho cojeando y le soltó:
- Te estás follando al hijo de Fred Astaire. Que lo sepas.
Y, sin más, salió del despacho altivo. Levantando algo el culo en un vano intento ¿de marcarse un paso de baile?
Brian, estupefacto, hizo un rápido repaso de los bailarines que se había follado y era evidente que no había ningún descendiente de Fred Astaire entre ellos, a no ser que alguno hubiera cambiado los zapatos de claqué por las jaulas de Babylon.
Además hacía mucho tiempo que no follaba con nadie que no fuera Justin. No porque lo hubieran acordado, sinó porque era lo que le apetecía.
Así que su pensamiento lógico le llevaba a suponer que, cuando le quitaran el yeso al cojo, se iba a celebrar un baile en Britin.
Ahí es nada, bailar con el hijo de Fred Astaire.
Y quizás luego, si era bueno con los pies o con lo que fuera, Justin le contaría de qué iba la película.
THE END
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