//COMICS: We3. De vez en cuando hay algún que otro cómic estadounidense que te hace recuperar la esperanza sobre las posibilidades del mercado norteamericano de escupir algo más interesante que los habituales y repetitivos superhéroes. Lo sorprendente es que, cada vez más, lo más interesante de allá surge precisamente del caldo de cultivo de los propios superhéroes. En el caso de We3, Grant Morrison y Frank Quitely parten del grafismo de los superhéroes y algunos de sus rasgos característicos (armaduras que mejoran las habilidades) para hibridarlo con un trasfondo filosófico en el que se le da vueltas al tema de la conciencia robótica y la moral ambigua a la hora de tratar con ella. El tema principal remite llamativamente a otras obras contemporáneas que se han planteado cuestiones similares, desde la poderosa reflexión de ¿Sueñan los androides con ovejas electrónicas? hasta la teorización más superficial pero igualmente inquietante de Terminator, por poner dos ejemplos. Los autores, sin embargo, se desmarcan de las obras anteriormente mencionadas poniendo en el punto de mira de la trama a tres animalillos adorables (un perro, un gato y un conejo) que, por obra y gracia de la mano del hombre y su tecnología, se convierten en mortíferas maquinas de matar. En el pack de las habilidades adquiridas también viene, de regalo, un mínimo de conciencia que convierte a los personajes en tres niños que, titubeantes, están descubriendo el mundo y la manera de relacionarse con él. El contraste entre sus habilidades y sus aptitudes emocionales es inmediatamente devastador, más si se tiene en cuenta que la trama arranca cuando los protagonistas escapan impelidos por la decisión de su "creadores" de destruirlos una vez ya no los necesitan. Este giro inicial de la trama es el que plantea la eterna pregunta: ¿qué hacer ante un ser cibernético con conciencia? ¿tratarlo como humanos? ¿tratarlo como máquinas? Es cierto que el argumento no se aparta de los caminos habituales (la huida como viaje de conocimiento interior), pero la crudeza (gráfica y narrativa) con la que se plantea ese viaje y su abrupto aunque esperanzador final, confiere al conjunto un aura no sólo atractiva, sino realmente fascinante. Dejando de lado el hecho de que el dibujo resulta, en contadas ocasiones, embarullado y de difícil comprensión, la obra de Morrison y Quitely se convierte, con sus escasas páginas, en el deslumbrante faro que debería guiar a muchos de los erráticos autores de cómic mainstream norteamericano.\\