Título: Choose Life
Largo: One shot. (6,489 palabras)
Autor: Guu
Rating: R
Género: Romance, smut...
Summary: Amerika, el boliche gay de mayor renombre de Buenos Aires, vuelve a abrir sus puertas, y Yunho, un jóven estudiante de Abogacía, no piensa perderse la noche de reapertura.
Notas: Este fic está escrito en castellano! Escrito hace dos o tres años, por lo que todos los "current events" que se mencionan ya pasaron. Lo escribí tomando como punto el tema de Wham y la reapertura en la vida real de un boliche al que solía ir un montón. El setting es en Buenos Aires más específicamente en la Capital, y la mayoría de las costumbres/opiniones de los personajes que menciono son típicas del joven porteño promedio. El lenguaje es puramente local, por eso para los no-argentinos puede sonar rarísimo! (Lo escribí para mis amigas que son todas argentinas como yo =P) A continuación para ustedes un pequeño glosario para que no se pierdan, de las cosas mas importantes.
GRACIAS A
shigai por el dibu ♥♥ me copa!!!
boliche = disco (Big One, Amerika o AMK, Sunset, Brandon, Alsina son todos conocidos boliches de Capital Federal.)
La Nación/Telefónica = periódico local / empresa de teléfonos local
flaco, negri, gor/gordo = todas formas amistosas de llamar a los amigos/pareja de uno
chongo = un pseudo novio q nos mantiene bien atendidos
paky = heterosexual en gay lingo
Bekgu = barrio coreano en el bajo Flores
patova = bouncer
La Barbie = famosísimo travesti mediático
no cazar una= no etnender nada
Si me olvidé de algo pregunten nomás!
Choose Life
La noticia llegó como caída del cielo.
"Amerika vuelve a ser lo que era antes, los viejos dueños volvieron a comprar el lugar."
Yunho bajó el diario y se quedó mirando como idiota a su pseudo-compañero de depto. Técnicamente hablando, Heechul no vivía ahí, pero se pasaba la mayoría del tiempo en el monoambiente que compartían Yunho y Donghae desde hace cuatro años.
"Me estás cargando," dijo, ignorando el hecho que Heechul no le hablaba a él, sino a Máximo, su chongo en el teléfono con quién se había pasado hablando los pasados 45 minutos. Poco le importaba al muchacho que Yunho fuese el que bancaba las facturas de Telefónica a fin de mes.
Pero eso era irrelevante. Amerika. Amerika volvía a sus épocas de gloria. Tras tres semanas de desesperación desde que Big One cerrara definitivamente sus puertas, Yunho veía el rayo de luz al final del túnel. Los boliches en Buenos Aires habían decaído mucho desde que el reggetón y la cumbia se habían vuelto moneda corriente en el ambiente nocturno, y el ambiente gay ya era un desconche bárbaro. La única fiesta decente a la que había ido en todo Abril había sido la Brandon Gay Day que se festejaba apenas una vez cada uno o dos meses.
Irónico por demás, porque la noche en Buenos Aires era históricamente una de las cosas más llamativas de la ciudad, particularmente la noche gay. Pero bueno, todo tiene su momento de crisis, y la economía no era la única en debacle.
Entonces las noticias vinieron como anillo al dedo.
"Me estás cargando," repitió. Esta vez Heechul lo registró y asintió entusiasmado con la cabeza, tapando el micrófono del teléfono para hablarle a Yunho.
"Si, sí, me enteré ayer, el Gor y yo vamos el sábado, hay una fiesta 80's por la re inauguración. Parece que la camada Alsina se muda para allá también. Te imaginás??"
Yunho cerró La Nación, mucho mas interesado en la conversación que mantenía su amigo con su chongo que los despelotes que estaban armando los piqueteros en las rutas de Capital.
"Bancá que te pongo en el speaker," dijo Heechul al teléfono, antes de poner el aparatito en su base y apretar el botón correspondiente, "listo."
Yunho se acercó a la silla más cercana al teléfono y saludó al aire, "Hola, puto."
Una voz gruesa y masculina se rió del otro lado. "El que la da no es gay."
Yunho y Heechul estallaron en risotadas al unísono.
"Eso decilo mientra puedas," contestó Heechul, sonriéndose con sorna, "ya te va a tocar a vos."
"Bueno a ver si nos ocupamos de cosas más importantes que tengo que irme a la facu," dijo Yunho, mirando el reloj.
"Sí, el otro día estaba hablando con Jiyong, que estaba haciendo DJ en Mint ahí en Costanera."
"¿Jiyong cuál, Julián? ¿Julián GD?"
Heechul asintió, prendiendo la hornalla para calentar agua.
"Pero ese flaco no laburaba en Sunset?"
"Si pero el puto se pasó de pastillas una noche y terminó mal con el dueño. Pero bueno, la cuestión es que el chabón con el que andaba desde la última Creamfields era íntimo de los ex dueños de AMK y cuando se vendió Big One les ofrecieron volver a manejar Viernes y Sábados de Amerika porque ya se estaban yendo a pique, y los flacos dijeron que sí, pero solo si tenían la última palabra sobre quién entraba y quién no y la gente con la que laburaba y toda esa pelotudez. Viste que uno de los chabones es re control freak. Y bueno, como en la Cream Jiyong había estado pasando música, el flaco parece que lo escuchó y quedó re flasheado, así que lo llamaron."
"Si, la verdad que Amerika últimamente daba asco. Si no estaba llena de viejos, se llenaba de pakys o de negros. Ya era hora, la puta madre. Se acabaron los lugares decentes para ir a bailar en esta ciudad."
"Sí, y va a estar hasta las pelotas. A ver si te conseguís un chongo decente, que me contó el Negri que estás bastante necesitado."
Yunho frunció el ceño y miró mal a Heechul, a quién se refería Máximo (o DJ TOP, según su pseudónimo). Heechul se hizo el desentendido, encogiéndose de hombros.
"Hace un año que no salís con nadie, es un poco triste," se defendió. "Hasta Donghae encontró novia antes que vos, y es coreana y todo."
Máximo se rió otra vez del otro lado, y su voz gravísima resonó en toda la cocina.
"Igual, pará, amor. Pobre Yunho, ¿hace cuánto que se destapó? Si hasta hace unos meses todavía pensaba que era heterosexual."
Cinco minutos más tarde, Máximo y Heechul se seguían cagando de la risa.
"Que lindos. Váyanse a cagar, putos de mierda. Me fui a la facu."
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El sábado no llegaba más. Jueves recién, y Yunho volvía de la UCA con destino al bajo Flores, a almorzar con sus amigos.
Entró a Greenhouse, aprovechando que otros comensales salían, y saludó en coreano a la dueña que lo saludaba desde la caja, indicándole dónde se encontraban sus amigos. La comunidad coreana era casi tan chica como la del ambiente gay, y todos se conocían y sabían quién andaba con quién. A veces resultaba un poco claustrofóbico, porque ser gay era peor que llevar la peste entre la mayoría de los coreanos, y el ambiente gay Y coreano era todavía mucho más chico y más cerrado, pero uno se la bancaba y en Bekgu se ponía su mejor máscara de macho semental comeminas y salía cuan Puma a jugarse por la camiseta.
La mesa indicada era grande y en ella se encontraban sus amigos más cercanos; Donghae Lee, Youngbae Dong, Daniel Kang, el chino Javier Han, Junsu Kim y Benjamín Shim.
Yunho se acercó a ellos sonriendo y le dio un golpecito en el hombro a Daniel.
"Feliz cumple, Dani," saludó. Daniel le sonrió con toda la boca; una sonrisa gigante llena de carisma, y sus ojos se achinaron aún más de lo normal.
"Gracias, hyung," contestó, en coreano. En eso saltó Junsu, todo ofendido, "¡Gracias, no! ¡Es mala suerte deseárselo antes, es el sábado recién!"
"Pero Dani se va mañana al sur, boludo," agregó Benjamín, y todos se rieron.
El almuerzo pasó rápido y en la mesa se escuchaban puras carcajadas y bardeadas que por lo general recaían en Junsu, de parte de Benjamín, en castellano y en coreano a la vez. Hablaron de minas, de football, de la Iglesia y de todas esas boludeces que hablan los flacos cuando se juntan y hay soju de por medio (a nadie le importaba que fuesen las 2 de la tarde), hasta que el tema de conversación tuvo un giro inesperado: la noche porteña.
Cuatro de los siete presentes querían arreglar para ir a una fiesta Coreana organizada por un amigo de uno de ellos en el WetClub de Niceto Vega, y Yunho aprovechó para hacerse el boludo y retirarse al baño: él sabía perfectamente dónde iba a estar ese sábado a la noche.
Atrás suyo fue el chino Javier, que ni bien se cerró la puerta del baño y se aseguró que no había moros en la costa, miró a Yunho con los ojos grandes y brillantes.
"¿Te enteraste?" dijo en un susurro.
"Amerika el sábado," contestó Yunho. Javier asintió excitadamente.
"No lo puedo creer. Con todo lo que me cebaron vos y Chul-ah con 'las viejas épocas' de Amerika."
"Si, cuando fuiste vos era un bardo. Lo único bueno que tenía era la canilla libre, pero el ambiente una mierda. Ahora vas a ver lo que es un boliche en serio."
"Si me acuerdo... ¿entonces cómo hacemos?"
"Seguro hagamos prebo en Sitges. Venite a casa tipo 10 el sábado, que Maxi nos lleva en auto."
"Cope."
Salirse de la salida a la bendita fiesta coreana fue fácil: exámenes finales para la facu eran inminentes y necesitaban el tiempo de estudio; Yunho cursaba el ante último año de Abogacía y Javier estaba a la mitad de una carrera terciaria de Producción Textil, ya que le tocaba heredar la fábrica de los padres. Los otros no tuvieron otra que bancársela. Sólo Donghae sabía la verdadera razón del plantazo de sus amigos, pero su sonrisa cómplice le aseguraba a Yunho que su secreto estaba más que bien guardado.
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Cuando por fin llegó el bendito sábado, Yunho estuvo todo el día al borde de un ataque de histeria. Su vieja que la llevara a su hermana a la Iglesia, su viejo que le fuera a buscar unos papeles, Heechul que no sabía qué ponerse, Benjamín que lo acompañara a Palermo Soho a comprarle un regalo a la chica que le gustaba, la vecina del segundo que lo corría con una reunión de consorcio... le estaban hinchando soberanamente las pelotas.
Pero finalmente se hicieron las 7 de la tarde y estaba todo listo y arreglado y le quedaban tres horas de libertad antes de la gran noche. Aprovechó entonces para ir al gym (porque era un puto coqueto, según decían sus amigos), se tomó unos mates con Donghae y sacó de la caja las zapas nuevas que se había comprado en Palermo: unas Nike Vintage old school originales, blancas y grises con el Swoosh azul, que tenían un velcro enorme en la parte de adelante de la botita con la marca NIKE en una pintura gris reflectiva.
Para las 9 de la noche ya estaba bañado, planchado, perfumado, vestido y preparando unos tragos para sus amigos. Normalmente solían hacer sus pre-bolicheadas en Bekgu, en Chess o en Su (antes que lo clausuraran), y hacían una o dos horas de norebang para preceder una noche entera de franeleo en el boliche de turno, pero esta noche era especial, y de todas formas Yunho dudaba que los dueños de Chess aprobaran sus pantalones chupines azul eléctrico y su remera blanca y holgada que pronunciaba orgullosa 'CHOOSE LIFE' sobre el pecho y la espalda.
Heechul y Máximo llegaron apenas pasadas las 10, seguidos por Javier y su amigo-con-beneficios, José Jo Kwon, un coreanito precoz de 19 años, gracias a quién Javier se ganó el infame título de robacunas. Tras un par de tragos y muchas gastadas de todos para todos, porque los cinco estaban empilchados como para levantarse al amor de su vida, se acomodaron en el Hyundai Sonata de Máximo.
El recorrido fue corto, pero volaban tantos manotazos y besuqueos de acá para allá, que Yunho se arrepentía más y más conforme pasaban los semáforos.
"La puta madre, che, no pueden esperar hasta estar ADENTRO del boliche??"
La calle Córdoba estaba más transitada que nunca, y todos sabían muy bien que se debía a la reapertura de Amerika. Sitges, para variar, estaba hasta las manos, y después de media hora de lidiar con un travesti que tenía la idea fija de manosearle el culo a Heechul, los cinco se retiraron, antes que Máximo le encajara una trompada a alguien.
Caminaron puteando en todos los idiomas por Córdoba y antes de siquiera doblar por Gascón vieron la cola de una cuadra y media de gente que no pensaba perderse la joda de esa noche.
"La puta madre, y no es ni la una," dijo Javier. Heechul frunció el ceño y se pegó todavía más a Máximo, tirando del cuello de su campera.
"Gor, llamá a ese tal Julián y decíle que nos deje entrar."
Máximo asintió con una sonrisita triunfal, agarrando protectivamente de la cintura a su pareja.
"No te preocupes, amor, ya está todo arreglado. Los patovas me conocen, y adentro un loco me va a tirar unos freepass."
Yunho se sonrió también y codeó a Javier que los miraba incrédulo a su lado.
"Viste que no me junto con cualquiera, no?"
Adentro el boliche era inmenso, y como todavía era temprano y no habían dejado pasar tanta gente, se podía apreciar bien la decoración pseudo ochentosa de las barras y el mini lounge justo antes de entrar a la pista electrónica, la más grande del boliche. Del otro lado de la pista se encontraba el escenario que actualmente estaba cubierto (las cortinas eran nuevas, de un material transparente). A la derecha, en una suerte de segundo piso, el sector VIP hacía gala se su glamorosidad, y si uno miraba atentamente se podía ver a la famosísima Barbie dando vueltas, asegurándose que todo iba a salir according to plan. Del lado izquierdo se erguía una enorme pantalla que cubría el sector más oscuro del boliche: el túnel, también en el segundo piso. El túnel, que no era un túnel, sino un pasillo oscuro que atravesaba el lugar por el lado izquierdo y llevaba a una de las tantas escaleras que conducían al escenario en el primer piso, se había hecho famoso por ser 'tierra de nadie'. Uno entraba ahí bajo su propio riesgo, lo que le hicieran o no a uno quedaba ahí y nadie se hacía responsable.
En la parte menos cruda del segundo piso había una barra junto a la pista latina, y una pequeña pista octogonal, rodeada de paredes de vidrios, que funcionaba como pista ochentosa o simplemente 'bizarra', dependiendo la temática de la noche. A los costados se encontraban los baños, y en un pequeño y oscuro tercer piso los cuartos privados en sus versiones masculinas y femeninas.
Era tal y como Yunho lo recordaba, solo que mejor. Incluso habían acondicionado el sector de los DJs que ahora estaba un poco más allá de la parte VIP, y tenía luces láser y luces negras por todos lados.
"El paraíso existe," murmuró Yunho al ver las renovadas tarimas a los extremos de la pista central. Eran grandes y luminosas, centradas, perfectas. Se imaginó a sí mismo sobre una de ellas, rompiendo la noche como si fuera suya.
Sin más preámbulos empujó a sus amigos a la única barra paga y entre los cinco se compraron unas botellas de champagne, empezando así lo que sería una noche inolvidable.
Para las tres de la mañana Yunho había perdido al chino y su pendejo, y había visto muy ocupados a Máximo y Heechul haciendo de las suyas contra una columna, y en pedo como estaba decidió que era hora de demostrarles a todos estos putos quién era el rey de la pista.
De un salto subió a una de las tarimas, justo cuando la electrónica más heavy cambiaba y se escuchaban los acordes de las más célebres canciones de destape homosexual de su época preferida: los 80s. Boy George, Gloria Gaynor, The Bangles. Lo mejor de lo mejor vino cuando un hitazo de Wham hizo reventar en gritos de euforia a todos los presentes: nadie iba a olvidarse esa noche.
Yunho revoleaba su cuerpo de acá para allá, rodeado de chongos con músculos exorbitantes y musculosas de colores pegadas al cuerpo, todos queriendo un poco de ese bombón asiático que calentaba la pista sin igual.
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Desde el sector VIP, una par de ojos negros observaban al muchacho de la tarima con creciente interés.
Hace mucho ya que Jaejoong se había resignado a sus dos patas izquierdas, y evitaba las pistas de baile como si llevaran la mismísima gripe porcina. Prefería siempre caer con sus amigotes más cercanos, hacerse de un lugarcito en el sector VIP, y pasarse la noche chupando, riéndose, chongueando y pasándola bien. Sin embargo, esta noche en particular creía que iba a hacer una pequeña excepción a su regla de oro y aventurarse al desconocido mundo del movimiento corporal (grácil).
Su amigo Hyunjoong se le acercó y se tiró a su lado, en el sillón blanco, enchufándole el barril de clericó en todo su embriagado esplendor.
"Jaejoongiee," balbuceó, "esshtá jjang este bolische." El estupor que le habían dado varios litros de alcohol encima no le dejaban elegir entre el coreano o el español. Le ofreció a Jaejoong una sonrisa ebria que solo consiguió un gesto de desaprobación de su amigo; sus movimientos descoordinados casi dejan una mancha fucsia en su remera A|X. Hyunjoong le dio un golpecito en la espalda y se retiró a seguir chamuyándose a una de las 'camareras' de turno. A Jaejoong se le ocurrió que su amigo se iba a llevar una lindísima sorpresa cuando se llevara a la señorita a los cuartos oscuros.
Sonriéndose así mismo con la picardía de una criatura que acaba de cometer una maldad, se empinó lo que le quedaba de barril y se armó de valor, decidido a cumplir su misión de la noche: levantarse al flaco de la tarima.
Dejó el salón VIP y bajó la escalera con diligencia, despreocupado por el efecto que el alcohol pudiera tener sobre él: su cuerpo tendía a encontrar más balance alcoholizado que sobrio. Al llegar al primer piso, o más correctamente a la planta baja, sintió como la música golpeaba su pecho. Las luces brillaban y vibraban sobre y al rededor suyo, y se hundió en un mar de gente, entre el éxtasis y la adrenalina de cuerpos que se movían casi al unísono.
Era la libertad en su máxima expresión; la libertad de no tener que pretender, de no ser nada más que un cuerpo en busca de un poco de placer. Le intrigaba ver las caras de los locales, sus expresiones, y pensó que no era tan solo el alcohol nublándole la cabeza. Se divertía mezclándose entre ellos, verlos encontrarse con él y sorprenderse de que un 'chino' pudiera llamar su atención. Jaejoong era consciente de su belleza física, y eso le había valido una larguísima lista de encuentros de una noche que nunca terminaban en nada. Pero estaba bien, porque no buscaba nada más que eso, después de todo sus escapadas nocturnas eran tan solo otra forma de escapismo. Pronto volvería a Corea y todo lo que Buenos Aires había significado para él iba a quedar atrás, en el olvido.
Caminó a paso firme, evadiendo las manos que buscaban retenerlo, balbuceando negativas en un castellano tosco pero seguro, y cada tanto paraba para tantear el terreno y asegurarse que su objetivo seguía en su lugar. Y sí, ahí estaba el chico de los chupines azul eléctrico, moviendo las caderas con gracia felina.
Grande fue su sorpresa, estando ya lo suficientemente cerca de la tarima como para reconocer los rasgos del chico, al darse cuenta que el muchacho en cuestión era asiático, y con crecientes posibilidades de ser coreano también. Tenía que ser la primera vez en su año y piquito de vivir en esa ciudad que se cruzaba a uno de los suyos en un boliche gay, además de sus compañeros de noche Yoochun y Hyunjoong, que ni siquiera eran propiamente homosexuales. Ni que mencionar que era la primera vez que veía de tan cerca a uno tan flamantemente desclosetado.
Y por si fuera poco, este flaco estaba bien, muy bien, y la forma en la que se movía le daba a Jaejoong la pauta que podrían llegar a pasarla muy bien también.
La visión tuvo que ser así de buena para que el extranjero se quedara obnubilado cuan pez carpa mirando fijo el espectáculo, boca abierta y los ojitos negros, grandes y brillantes.
No fue hasta que sintió un golpe seco en la espalda que reaccionó, dándose vuelta por instinto para golpear a su agresor por interrumpirle el show. Una pequeña conmoción había creado un círculo de dos o tres personas; por lo que pudo entender sobre el ritmo ensordecedor, uno le había tocado el culo a otro, y su pareja había saltado rabiosa a defender su territorio.
"Dale, Gor," escuchó, a su lado, y se encontró con la espalda de quién lo había empujado, envuelta en una chaqueta roja, y otra persona que lo empujaba para sacarlo de la escenita. Indignado, atinó a darle un golpecito el hombro al de rojo, logrando que éste se diera vuelta y lo mirara fijo a la cara.
Su cara fue el horror materializado.
"Jaejoong-hyung?" preguntó el tipo, imitando la expresión de terror de Jaejoong.
Seunghyun, pensó Jaejoong, Seunghyun me vio acá. Cagué. Cagué.
Lo que nunca se le ocurrió fue preguntarse por qué tenía otro tipo colgado del brazo (o al menos eso parecía ser, no era muy definida la cuestión). Otro coreano más, igual que él.
Ante el silencio de Jaejoong, Seunghyun, o Máximo, según su nombre en el país de residencia actual, sonrió mostrando todos sus dientes y palmeó al otro en la espalda.
"¿Vos también?" preguntó, en coreano. El tipo(a?) que tenía colgado del brazo lo miró con desaprobación, pero le largó el brazo, arqueando una ceja.
"¿Quién es este?" preguntó al oído de Máximo. Extraño por demás que se dirigiera a su compañero en castellano, pensó Jaejoong, pero los coreanos-argentinos eran los más raros de todos.
Máximo hizo una pequeña introducción, tratando de mantenerse lo más formal dentro de las posibilidades de un boliche lleno de gente y la música al mango. Todos tenían que acercarse mucho para poder entenderse, pero así y todo, Máximo logró explicarle a Heechul que Jaejoong era uno de sus amigos de Iglesia, que había venido de Corea a estudiar español y que era uno de los tres coreanos que siempre lo acompañaban al casino. Lo que nunca se había enterado era que Jaejoong también pateaba para el equipo contrario.
Jaejoong medio sonrió; todavía le costaba el español pero dentro de todo logró hacerse entender con Heechul, que de todas formas lo seguía asesinando con la mirada. Lo que más alivio le dio, haciéndolo sentirse extrañamente cómodo, fue saber que no, definitivamente no era el único en su situación.
"Y qué hacés acá en la pista sólo," preguntó por fin Heechul, que de coreano no cazaba una. Jaejoong se encogió de hombros, sonrojándose un poco, y miró hacia la tarima, dónde su chico de chupines azules se la pasaba de lo lindo, bailando con una flor de maricona con un muy triste sentido de la moda. El horror, pensaba Jaejoong, impaciente. Si termina con esa loca en vez de conmigo me pego un tiro, y le pego otro a Seunghyun.
"Ah, querías ir a la tarima?" interrogó nuevamente el ser de dudoso género, girando su cabeza en la misma dirección que Jaejoong. "Ah! Gordo, mirá al puto bailando sobre la tarima!"
Máximo se unió a la conversación, prendiéndose un pucho. "Uh, vamos ya. Vamos, hyung!"
Sin darle lugar a responder, aceptar o negarse, Máximo cazó a Jaejoong del brazo y lo arrastró hasta el borde de la tarima, subiéndose de un salto detrás de Heechul y extendiéndole una mano al chico nuevo.
¿Eh? ¿Qué? ¿Bailar yo?
Los ojos de Jaejoong se agrandaron como platos y casi se le cae la cara de la sorpresa. No señor, él no bailaba. Él era de los que se sentaban y se quedaban quietos y se veían bonitos hasta que su target de turno inevitablemente lo veía y venía a encararlo a él. Pero bailar, jamás.
O bueno, eso creía él, hasta que Máximo, nuevamente sin preguntarle nada, le agarró la muñeca y de un tirón lo tenía con medio cuerpo arriba, y aunque fuese por conservar la dignidad se tuvo que subir bien. Genial. Simplemente genial.
Duro como una estatua, miró hacia abajo y notó que hasta tenía un pequeño público observándolo expectante, probablemente, dado su agraciado appeal físico, esperando que el chico además fuese mitad bomba sexual, mitad bailarín exótico. Pero Jaejoong era un tronco de madera y muy más que consciente de sus habilidades, o la falta de ellas.
Me pego un tiro ahora. Me mato.
Por lo menos su estado de inminente suicidio no le permitió ver todas las más que obvias señas que se mandaron Heechul y Máximo, que iban de Yunho a Jaejoong y comprendían desde thumbs up y corazones hechos con las dos manos hasta otras menos inocentes que incluían puños cerrados, movimiento rápidos y el uso indebido de la lengua. Lo único que registró fue como, por tercera vez en cinco minutos, Máximo lo revoleaba del brazo para su derecha, y lo aplastaba contra alguien más.
Oh.
Cuando abrió los ojos nuevamente, Jaejoong se encontró cara a cara con el mismísimo chico de los chupines azules, que lo miraba mitad idiotizado, mitad sorprendido, y notó con cierta satisfacción que una de las manos del flaco rozaban tentativamente su cadera. Notó, notó varias cosas más: sus ojos chocolate, en forma de almendra, bien definidos y con rasgos claramente coreanos; la nariz recta y perfecta y los labios rosados, carnosos, y ese lunar irresistible sobre su labio superior. Era lisa y llanamente un bombón, y trató desesperadamente de no pensar en las cosas que le haría a esa boca para no terminar en una situación todavía más embarazosa. Tal vez después de todo no iba a tener que matar a Seunghyun.
Bailaron. "Bailaron" por un rato. Más bien era Yunho bailando y Jaejoong haciendo una perfecta imitación de cómo se movería una tostadora en medio de un terremoto. A Yunho no parecía molestarle, porque él bailaba bien por los dos, y Jaejoong estaba demasiado espectacularmente bien como para reclamarle sus capacidades.
La música pasó por todos los lugares recónditos de la época ochentosa y terminó con una versión retro (según anunció el DJ de turno) de Sexual Revolution, tras la cual Heechul y Máximo anunciaron su pronta retirada.
Arriba de la tarima quedaron Yunho y Jaejoong y cuando la música dio un giro y se tornó un tanto más Trance, Yunho hizo señas de bajar y dirigirse a la barra. Jaejoong asintió más que contento; ya no le daba más la cara para seguir ahí arriba.
Caminaron de la mano entre la multitud y se codearon, literalmente, con todos los cuerpos amontonados contra la barra para pedirse unos tragos y poder ir a un lugar un tanto más tranquilo. Jaejoong seguía a Yunho, que lo conducía a paso seguro por el boliche, sosteniendo con dedos finos y elegantes su mano tosca. El color bronceado de su piel hacía un contraste espléndido contra el blanco de la suya.
Todo, todo lo que era el chico de azul y blanco llamaba la atención de Jaejoong, empezando por los brazos firmes y musculosos, las piernas largas y su figura atlética y refinada. Cerró los ojos, confiando en que el chico no iba a dejarlo chocarse contra nada, y se imaginó a él y al muchacho bailando sobre la tarima desde el punto de vista de los espectadores, y sin duda pensó que era un perfecto momento Kodak; que encajaban de todas las formas posibles.
Triste era la noción que todo iba a durar una noche, un momento, un respiro.
"¿Acá está bien?"
La voz del chico lo arrancó de sus pensamientos, y el hecho que le estuviera hablando en castellano lo descolocó un poco. Abrió los ojos de repente y se encontró en una zona un poco alejada de la pista, con varios sillones y mesitas, y la mirada expectante del otro que apuntaba a un asiento vacante. Sin pensarlo dos veces asintió y ocupó el lugar indicado, con el otro chico al lado.
Brindaron, por costumbre, en coreano, e intercambiaron nombres y edades, y Jaejoong se enteró que el chico era apenas dos semanas menor que él, y que aunque había nacido en Corea, había vivido toda su vida en Argentina. Eso explicaba por qué le hablaba en castellano, a pesar de las respuestas en coreano del otro, y el acento neutro casi sin identidad que tenía cuando hablaba en su supuesto idioma natal. Era una conversación divertida, palabras yendo y viniendo en dos idiomas abismalmente opuestos, risas acá y allá, un manoseo sutil tendiendo a alevoso y mucho alcohol de por medio.
Casi sin darse cuenta empezaron a besarse, ajenos al ruido y a las otras parejas que ocupaban el lugar. Sus bocas se movían con sincro perfecto, lentamente primero y después con fuerza, con besos cortos y besos largos e intervalos para recuperar la respiración, mientras las manos del menor se acomodaban sobre la rodilla del extranjero y tímidamente acariciaban el largo de sus faldas. Jaejoong sonrió en el beso: el chico era impaciente y descarado, y así y todo sus acciones eran más que bienvenidas. Era la primera vez que besaba a otro coreano en frente de una multitud de esa magnitud, sin preocuparse por el qué dirán o por ser descubiertos por ningún conocido, sin miedo y sin prisa, y la boca de Yunho lo estaba volviendo loco.
Tuvo que morderse los labios para suprimir un gemido desvergonzado cuando el otro lo agarró de la cintura y lo trajo hacia él, prácticamente sentando a Jaejoong arriba suyo, apretando la mano sobre su pierna y llevándola hacia abajo, acariciándole sin miramientos la entrepierna. Sin quejarse, el mayor tiró la cabeza para atrás dos segundos, cayendo en la cuenta que estaba indudablemente al palo y sin intenciones de ocultarlo, para luego agarrar la cara de Yunho con ambas manos y besarlo con fuerza, con brutalidad.
Yunho respondió con la misma, demasiado entregado como para quejarse, y a los cinco minutos tuvieron que separarse otra vez por la falta de aire. En ese momento algo tuvo que haber pasado, porque se miraron a los ojos y entre la lujuria y las ganas y la ebriedad había algo más.
Algo que hizo click y los asustó.
Sin embargo, la urgencia y el calor y la situación los pudo, y se levantaron, arreglándose la ropa con ambas manos, planchando descuidadamente las arrugas en sus respectivas remeras y pantalones.
Jaejoong dejó que un gemido se escapara de sus labios cuando Yunho volvió a agarrar su mano y lo apuró a seguirlo, ya que la situación en sus pantalones era un poco... dura, pero así y todo tuvo la decencia de caminar como ser humano y de no hacer nada indebido mientras subían las escaleras y su mano libre se acomodaba sin problemas sobre la cintura de Yunho.
Tardaron cinco minutos en llegar a la entrada del túnel. El mayor observó al patova que advertía a las chicas que buscaban pasar al otro lado solas, y les aconsejaba tomar la ruta larga, que era bastante más segura. El solo hecho de pensar en lo que venía a continuación llenó al mayor de los asiáticos de una emoción difícil de contener, expectante, como si toda la situación fuese nueva, como si nunca le hubiese pasado. Yunho sostenía su mano firme y el calor que emanaba de la unión hacía poco por contener los deseos de estampar al otro contra la pared y revolcarse con él sin vergüenza y sin reparo.
Un poco más, un poco más, pensaba. Entraron al túnel detrás de una grotesca pareja de travestis que les iba haciendo paso y ayudaba a evitar a los oportunistas que se aprovechaban del lugar para meter mano por doquier, y a pesar de la poca luz encontraron un rincón con un sillón lo suficientemente grande como para terminar con la cuestión cómodamente. No importaba que no vieran un carajo, el instinto sólo les fue suficiente para reconocerse y acomodarse algo salvajemente sobre el cuero del sillón, listos para dejar los último rastros de decencia colgados sobre el respaldo y levantarse con desespero las remeras, ambos buscando a tientas el cierre del pantalón del otro. Jaejoong fue el primero en lograr su cometido, mientras Yunho se peleaba con la hebilla de su cinturón, y estrelló su boca contra la del menor dos segundos antes de meterle la mano en el calzoncillo.
Por un minuto, Yunho permaneció inmóvil, sorprendido por los dedos que se cerraban alrededor suyo. Apenas pudo atinar a recibir el beso y no fue hasta que el mayor gruñó desconforme contra su boca que sus dedos entorpecidos pudieron continuar su labor. Sin mucho preámbulo le desabrochó el bendito cinturón y le bajó el cierre del jean, y antes de meterse de lleno en su tarea prevista acomodó al otro sobre sus faldas, asegurándose que las piernas de Jaejoong, a ambos lados de las suyas, no estuvieran en ningún ángulo bizarro.
Un beso entrecortado acompañó sus movimientos erráticos. La música y la gente y el boliche pasaron a un segundo plano, y cada uno pudo sentir, escuchar, la respiración y los sonidos que producía el otro con extraña claridad. La mano libre de Jaejoong se encontraba aferrada al pelo en la nuca de Yunho, guiándolo en su beso engorroso, mientras que la del menor acariciaba la espalda del otro de hombros a cintura.
El momento duró apenas una canción, hasta que al fin sus cuerpos se estremecieron al llegar casi al unísono al orgasmo. Jaejoong cayó sobre Yunho, temblando al sentir los dedos del otro acariciándole la nuca y el cuello y la mandíbula. El menor se tomó unos segundos más, quitando su mano de los pantalones del extranjero y sacando unas servilletas de papel de algún lado misterioso. Se tomaron unos minutos para limpiarse, tras los cuales Jaejoong pensó, con cierta amargura, que eso indicaba el final del otra pequeña aventura nocturna. Sin embargo Yunho parecía tener otros planes: cuando Jaejoong amagó a levantarse de sus faldas, lo agarró firmemente y lo besó nuevamente en los labios, solo que dónde había habido lujuria ahora había una ternura lenta, llena de adoración.
El mayor no tuvo tiempo de procesar lo sucedido, su instinto lo traicionó y pronto se encontró devolviendo el beso, acariciando la cara de Yunho y permitiéndose imaginar su tan anhelado final feliz.
Cuando se separaron, después que un par de locas grandotas y macizas los amenazara con cortárselas si no les dejaban libre el sillón, se retiraron picando del túnel hasta la pista latina, dónde la luz del boliche era suficiente como para poder volver a verse la cara.
Riéndose, volvieron a perderse entre la multitud, cansados y embriagados pero divertidos. Yunho trató de enseñarle a Jaejoong a bailar cuarteto, pero el mayor se negó rotundamente, y a riesgo de perderlo entre la marea de gente le ofreció volver al primer piso a buscar a sus respectivos acompañantes.
Jaejoong aceptó, aunque por dentro pensaba que no, que no quería que esto se terminara todavía, que quedaban minutos, horas, mucho tiempo de esa noche que aún podían aprovechar. Sin embargo la razón le pudo, por una vez; sus amigos deberían estar buscándolo por todos lados.
Se aferró firmemente a la mano de Yunho por enésima vez, y dejó que el casi local lo condujera por todo el lugar, hasta llegar a la misma tarima donde todo había empezado.
Salieron del boliche a las seis y media de la mañana, de la mano y sin haber encontrado a nadie. Afuera no hacía el frío que normalmente haría a esa altura de Abril, pero el viento que corría le ponía a uno los pelos en punta, y los dos se acercaron al otro para mantener mejor el calor.
"¿Café?" preguntó Yunho con una sonrisa, sintiendo un chucho de frío recorrerle la espalda. Jaejoong estaba más acostumbrado al clima frío, pero igualmente se pegó lo más que pudo al otro. Estuvo a punto de asentir la propuesta del menor cuando una voz conocida lo interrumpió.
"¡Hyung! ¿Dónde estabas? ¡Te estuvimos buscando toda la noche!"
Ambos se dieron vuelta y otro chico, un asiático con pinta de seductor bohemio y una mota de pelo considerable, se dirigió a ellos, frenando un poco de golpe al ver a Yunho detrás de Jaejoong, agarrando firmemente su mano. Jaejoong lo reconoció y sonrió algo nervioso.
"Yoochun-ah."
"Ah. Pensábamos que te habías ido o algo. ¿Todo bien?" dijo el recién llegado, manoteando la caja de cigarrillos de su bolsillo. Sus ojos estaba rojos, rojísimos, pero sobre su boca había una sonrisa cómplice que mejoraba el panorama.
Jaejoong asintió, relajándose y particularmente sorprendido y agradecido que Yunho no lo hubiera soltado. Sabía por demás que a los coreanos que tenían la mala suerte de inclinarse para el mismo lado que él no les gustaba ser vistos in fraganti en la calle.
"Ah, este es... Yunho."
"Hola, Yunho Jung."
"Park Yoochun."
Los dos se sonrieron y se inclinaron la cabeza (lo cual a Yunho todavía le parecía extraño) y Yoochun pasó a explicarle a su amigo cómo los habían rajado del boliche hacía como una hora porque Hyunjoong se había metido, en su absoluta ignorancia, con "la novia" de unos de los tipos de seguridad, y cómo había salido espantado del cuarto oscuro al darse cuenta que "la" no era "la", sino "le", y con tanta mala suerte que en su retirada se había llevado puesto al seguridad de turno y el tipo estuvo a una palabra en coreano de romperle la cara y los huesos de varias trompadas. Una risa acompañó el final del relato de Yoochun, y una miradita furtiva al chico de Jaejoong, que lo miraba con cara de suma concentración.
"Es que no habla muy bien coreano," explicó el muchacho a su amigo en voz baja, aprovechando que el otro chico se había dado vuelta para atender una llamada telefónica, "es de acá."
Yoochun asintió. "Si, veo que estuviste ocupado esta noche."
Jaejoong largó una carcajada, los nervios y la vergüenza haciendo por fin aparición, y golpeó amistosamente al otro en el hombro. 'Amistosamente' según él, porque a Yoochun no le pareció un golpe nada amistoso.
"¿Entonces venís con nosotros o te quedás con él?"
En eso Yunho tironeó un poquito del brazo de Jaejoong, girándose para mirar hacia la otra calle, y agitó una de sus manos efusivamente.
"¡¡Javi!!" gritó, "¡Javier, acá estoy!"
Los otros dos voltearon para ver en la misma dirección que Yunho, y notaron a dos chicos más caminando hacia ellos, también de la mano, del otro lado de la calle. Sin preguntar, Yunho soltó la mano de Jaejoong tras darle un apretoncito e indicarle que ya volvía, y se dirigió trotando hacia la pareja.
Jaejoong aprovechó para voltear nuevamente a Yoochun, que le sonrió cálidamente, como un amigo.
"Parece buen pibe," dijo, notando los ojitos brillantes y la expresión de tonta enamorada que reinaba la cara de su mejor amigo. Jaejoong asintió efusivamente.
"Y no sabés como baila...!"
Yoochun largó otra carcajada y agitó sus manos en frente de su amigo.
"Bueno, bueno, no hacen falta los detalles engorrosos. Andá nomás y llamame mañana," dijo con otra sonrisa grasosa, "te paso a buscar por su casa o por la zanja donde te haya tirado."
Jaejoong le sacó la lengua, haciendo gala de su inmadurez, pero le sonrió antes de volverse hacia Yunho y apurarse a llegar a su lado.
Cruzó la calle rápidamente y cuando alcanzó a Yunho, éste despedía a sus amigos que se estaban por tomar un taxi. Jaejoong se tomó un segundo para mirarlo bien, notar nuevamente los chupines azules y la remera holgada, ochentosísima, y por sobre todo la sonrisa cálida y divertida en su rostro de modelo irresistible.
Yunho le extendió la mano al verlo y Jaejoong no dudó en tomarla.
"Creo que voy a aceptar ese café."
Lo dijo en castellano, y Yunho casi no pudo contener su sonrisa.
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FIN
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