¡Felices Fiestas Kisachanlove!

Feb 06, 2013 00:09

De: Amigo Invisible
Para: kisachanlove





Título: Lo que hace historia
Autora: Anónima
Disclaimer: “Glee” pertenece a RIB y a Fox.
Fanwork: Fanfic
Pareja: Jesse/Rachel
Rating: K
Resumen: Jesse y Rachel quieren escribir su propio musical de Broadway.

Lo que hace historia

Se cuela la luz a través de la persiana entrecerrada y Rachel parpadea un par de veces a causa de los primeros rayos solares del día. Se sienta contra la cabecerca de la cama y tras unos segundos de preparación mental hace el esfuerzo de tomar las dos mochilas que tiene al lado de la cama y la laptop que dejó en suspensión sobre su silla, el único mueble que conserva del antiguo piso que compartía con Kurt.

Abre la primera mochila y bosteza. ¿Por qué creyó que sería una buena idea despertarse un Sábado a las seis de la mañana para revisar la pila de libros que le pasó Jesse?

Tiene la espalda un tanto dolorida, posiblemente dado a que durante la última semana pasó muchas noches durmiendo en el suelo, en sillas y en sillones. Se acomoda entre los almohadones y piensa que tal vez debería levantarse, tomar una ducha, desayunar y recién luego compenetrarse en la lectura, pero ésta es una de esas mañanas en las que no se siente como ella misma y quiere dejar sus rutinas a un lado, al menos por dos o tres horas. Sonríe un poco al imaginar a su versión de quince años siquiera considerando semejante aberración. Pero ya no es esa persona... tampoco es aquélla con la cual intentó reemplazarla. A decir verdad, no sabe bien quién es ahora exactamente, pero sí sabe que así está feliz, que no le molesta la incertidumbre, que le gusta que haya algunas sorpresas más.

Se lleva una mano al cabello y se molesta al notarlo todo húmedo y rebelde. Definitivamente no tendría que haber tomado un baño justo antes de acostarse a dormir, pero la lectura la había dejado demasiado estresada. Busca una coleta elástica en su mesa de luz y comienza a hacerse una trenza, mientras que su laptop se conecta a internet. Aunque le encantaría seguir durmiendo, sabe que Jesse podría llegar a matarla si no llega a terminar la línea de tiempo antes de las tres de la tarde. Acordaron encontrarse en el Starbucks que está frente al Eugene O'Neill con el fin de variar un poco de escenario. Ya están hartos de pasar los fines de semanas en Central Park. Está comenzando a hacer frío y además es muy poco práctico porque a veces necesitan sus laptops y no se animan a usarlas allí, a la vista de todos. Le llevó el robo de tres celulares para finalmente entender que en el parque lo ideal es fingir que está viviendo un siglo o dos atrás y que la tecnología no es necesaria para existir.

Y esa lección sin dudas le será útil a partir del Lunes. Fue idea de ella, pero Jesse quiere quedarse con el crédito, como de costumbre. Según él, todo fue idea suya. A veces realmente podría ahorcarlo.

Se sobresalta al escuchar el sonido de alerta del TweetDeck y termina su trenza a las apuradas para ponerse al día de inmediato.

mr. fahrenheit @stjames24601 mentioned you (8hs)
@mynameinlights No encuentro mucho sobre el hijo de William. Algunos dicen que murió por la peste pero parece que en realidad desapareció.

mr. fahrenheit @stjames24601 mentioned you [8hs]
@mynameinlights Fíjate si encuentras información más certera. Me niego a cometer errores históricos.

mr. fahrenheit @stjames24601 mentioned you [8hs]
@mynameinlights Aunque supongo que podríamos tomarnos una licencia artística con el asunto... pero no, tiene que ser lo más real posible.

mr. fahrenheit @stjames24601 mentioned you [7hs]
@mynameinlights ¿Te acordaste de actualizar los diccionarios?

mr. fahrenheit @stjames24601 mentioned you [6hs]
@mynameinlights Tengo sueño.

mr. fahrenheit @stjames24601 mentioned you [6hs]
@mynameinlights Si después de esto no ganamos TODOS los Tonys...

mr. fahrenheit @stjames24601 mentioned you [2hs]
@mynameinlights Deberíamos escribirle un rol a @BarbraStreisand

Rachel lee los Tweets con una sonrisa. En comparación a otros días, parece ser que Jesse se mantuvo alejado de los libros por un rato y pudo dormir varias horas. Desde que comenzaron con este proyecto, no hace más que preguntarse de dónde saca energías el chico. Según él, es todo gracias a Vocal Adrenaline (“Estoy dispuesto a dormir una hora por día, siempre y cuando la meta valga la pena”). Y sí que vale la pena esta vez.

Aunque le resulte un poco increíble, ya pasaron cinco años desde que se mudó a New York y está más que agradecida de tener la oportunidad de deleitar a Broadway con su talento. El problema es que Broadway no es exactamente lo que ella había esperado.

Dos años atrás, cuando se cruzó con Jesse en una nueva producción de Rent, una de las primeras cosas que comentaron una vez que salieron de la etapa incómoda de “¿Ahora nos odiamos o intentamos ser amigos?” fue la falta de material original. Todos son revivals de viejos musicales populares, reinterpretaciones de novelas, adaptaciones de películas o jukeboxes con compilaciones de canciones sólo sostenidas por una limitada línea argumental.

De pequeña siempre había creído que Broadway era una especie de lugar mágico gobernado por la música y la imaginación, pero ahora que es parte de él es cada vez más consciente de que lo que en realidad mueve montañas es el dinero y ya casi nadie quiere invertir en nuevas ideas.

Está cansada de hacer siempre el mismo tipo de rol, beltear canciones similares hasta que le duele tanto la garganta que termina con vocal rest por dos semanas. Quiere algo nuevo. Algo difícil.

Y Jesse quiere lo mismo... Quizás por eso ella lo quiere a él.

Le encanta trabajar en Hairspray porque le recuerda muchísimo a sus días en Carmel High. Si bien la fase preliminar de ensayos de diez horas diarias ya llegó a su fin y ahora sólo practican las coreografías una vez por semana para mantener el nivel de excelencia en el baile, siempre hay algún que otro detalle que lo lleva a perderse en sus recuerdos de Vocal Adrenaline. Cada vez que escucha a alguna de las chicas quejarse por la altura de los tacos o ve a alguno de los chicos con los moretones resultantes de una pirueta complicada, con facilidad puede imaginar que está una vez más junto a sus amigos justo antes de una compentencia.

No obstante, últimamente no piensa demasiado acerca de ellos y tampoco puede concentrarse del todo en el show. Lo bueno es que, si tiene que ser honesto, Link Larkin no es un papel precisamente complejo y no afecta la presentaciones que cante 'It Takes Two' pensando en las canciones que aún tiene que escribir y los diálogos que le dan vuelta por la mente y no puede esperar por pronunciar en escena.

Regresa a su departamento pasadas las once de la noche y si bien le encantaría tomar un buen baño caliente o, incluso, simplemente arrojarse a la cama con la ropa puesta y dormir sin parar hasta el mediodía, debe aprovechar cada segundo que tiene libre.

Todo empezó como una idea tonta, un comentario al pasar. No hay nada en Broadway... Quizás ellos deberían crear su propio musical. Fue algo tonto.

Pero luego el tiempo empezó a pasar, él y Rachel abandonaron a Roger y a Mimi en la misma función y continuaron viéndose seguido porque ya se habían acostumbrado a pasar tantas horas al día juntos.

Al comienzo no prestaban atención. Cada vez que alguno de los dos tenía una idea aislada para un musical, la discutían entre risas y sencillas melodías en el piano (“Créeme, Jesse, todo el mundo amaría un show sobre vinchas de pelo”), pero nunca llevaba a nada, nunca era más que una divertida conversación que sólo ellos podían llegar a entender.

Y luego sucedió algo extraño. Habían pasado semanas, meses desde que Rachel le había empezado a insistir que tenía que reunirse con ella, Kurt y Blaine y a pesar de todas sus quejas acerca de Kurt, de alguna manera un día se dejó convencer y fue así que terminaron viendo películas y comiendo pizzas un Viernes a la noche. Lo extraordinario del hecho no fue que Jesse hubiese logrado no matar a Kurt ni a su novio, sino que, de hecho, se las ingenió para mantener una conversación con ellos.

Así empezó todo realmente, con un “yo podría ayudarte a componer las canciones” de Blaine, en respuesta a su monólogo sobre por qué él sería perfecto para escribir un musical.

El punto más díficil fue el que debería haber sido el más sencillo: elegir la idea.

Blaine dio un paso al costado y dijo que no quería involucrarse con la historia, que el proyecto era en realidad de Jesse y Rachel y no quería molestarlos.

Así que quedaron ellos dos, a menudo con archivos de Word llenos de divagues y cuadernos con anotaciones inconexas. Pensaron una buena variedad de temas, desde aventuras medievales a concursos de baile y desde viajes intergalácticos a dramas familiares en alguna isla exótica de África. Nada los convenció.

Si algo lo caracteriza es que no le gusta conformarse, no lo complace un “bueno” si sabe que un “excelente” está dentro de sus posibilidades. Es por eso que no se preocupó y siempre fue consciente de que era sólo una cuestión de tiempo, que eventualmente encontraría lo que estaba buscando.

Y en efecto lo encontró. Fue hace casi un mes, tras una maratón de Doctor Who.

Durante años se había negado a ver esa serie, a pesar de que varios amigos le habían dicho que probablemente le gustaría, dado a que ama Star Trek. (Ya perdió la cuenta de todas las veces que se refirió a su grupo como The Borg).

Estaba cansado y se le dio por prender la televisión. Se recostó en el sillón con una lata de RedBull y cerró los ojos. Entonces escuchó una referencia a Star Trek y centró su atención en la pantalla. Antes de que pudiese darse cuenta, ya había visto seis capítulos seguidos de la serie. Se le ocurrió mandarle un mensaje a sus amigos para decirles que tenían razón, pero es demasiado orgulloso hasta con lo concerniente a las series de la BBC, por lo cual no dijo nada y se fue a dormir.

Al otro día compró los DVDs de todas las temporadas y los empezó a ver en su tiempo libre (de manera un tanto obsesiva, a decir verdad).

Cuando terminó el capítulo de Shakespeare, llamó a Rachel a eso de las cuatro de la mañana y musitó: “La tengo”. Y luego cortó la comunicación porque le divirtió la idea de sonar críptico y enloquecerla de curiosidad.

¿Cómo no se le había ocurrido antes?

-No me convence la primera escena -comenta Rachel, encogiéndose de hombros.

Él la mira de reojo, molesto. Están en el segundo piso del Starbucks, monopolizando la mesa más grande y los sillones más cómodos, y Jesse entiende que no es el lugar más indicado para cometer un asesinato.

-Ya la cambiamos cuatro veces -le recuerda con un tono de frío y distante. Perseguir la perfección lo mantiene vivo, por lo cual no le molestaría hacer un nuevo boceto si encontrase algo defectuoso con el actual-. No quieres que digamos al comienzo que Shakespeare no es Shakespeare, no quieres mostrar a Francis escribiendo las obras, no quieres empezar en tiempo presente con un relato y tampoco quieres empezar con Hamlet. -Está a punto de anunciar que se rinde cuando se da cuenta de que él jamás diría algo así, que prefiere darle vueltas al asunto hasta saber qué quiere exactamente la chica-. Si tienes una mejor idea, la escucho.

Ella se acomoda en el sillón y jueguetea con la terminación de su falda. Él jamás, jamás va a enteder cómo logra no congelarse vestida de esa forma cuando está en la calle. Aún así, aprecia el cambio. Ahora es más Rachel Berry que la última vez que la vio antes de cruzársela en NYC.

-Es que creo que estamos intentando convertir en un misterio algo que queda claro desde el comienzo. Todos van a entrar a la sala sabiendo que pensamos que Francis Bacon escribió las obras de William Shakespeare. Probablemente eso mismo digan todos los sumarios y los afiches publicitarios. Pero tampoco quiero que no quede ninguna sorpresa. Tiene que ser algo intermedio.

-Eso no ayuda en nada -contesta él, sin levantar la mirada del libro. Entiende a la perfección que se están complicando las vidas al intentar incorporar tanta información, pero no puede evitar pensar que todo es importante y merece al menos una mención. Quizás como un dato aislado no significa nada que un cuaderno de Francis Bacon estuviese repleto de bocetos de firmas de Shakespeare, distintas maneras de deletrear el apellido y combinaciones tales como “Francis Shakespeare” y “William Bacon”. Tampoco debe ser trascendental que William Shakespeare haya escrito obras acerca de los Reyes ingleses, uno tras otro y que en el período de tiempo que abarcó sólo le haya faltado un Rey... y que Bacon haya escrito sobre ese Rey, empezando su obra en el preciso lugar donde terminó la de Shakespeare.

Y sí, sabe que quizás es sólo casualidad que Shakespeare tenga el honor de ser considerado el inventor de unas nueve mil palabras y que siglos después de su muerte se haya encontrado un cuaderno de Bacon utilizando esas mismas palabras, con anterioridad a la publicación de las obras de Shakespeare.

Pero cuando se empieza a juntar toda la cantidad de datos, la realidad es abrumadora.

-Podríamos empezar por el final, con las muertes -sugiere él, entonces, repasando mentalmente todo lo que ya ha leído sobre el asunto.

Si bien la historia y los colegios hacen creer que Shakespeare era considerado el más grande dramaturgo de su época, su muerte pasó casi desapercibida. Sí, igual es el caso de Mozart, pero hay algo más acerca de Shakespeare, algo que no encaja.

William Shakspere era un actor sin educación y sin modales. Sólo se conservan cuatro firmas suyas y son meros garabatos asimétricos. Su propia hija era analfabeta y todos en Londres lo conocían como a un holgazán malhablado.

Y por otro lado está William Shakespeare.

En algún punto, los nombres se confundieron y mimetizaron, pero lo cierto es que ante la muerte del actor al que se le acredita la escritura de todas las obras, nadie se inmutó, nadie lo extrañó, ni siquiera las mismas personas que hablaban maravillas acerca del escritor.

El mundo de la época adoraba a William Shakespeare y sin embargo dejó morir a William Shakspere sin pena ni gloria.

-Podemos empezar con todas las dedicatorias que le dejaron a Francis después de su muerte -continúa, entusiasmado-. Fue Ben Johnson el que dijo que era un poeta secreto, ¿no?

Rachel asiente, igual de entusiasmada que él. Y él adora verla así. ¿Qué otra chica en el mundo sonreiría frente a la idea de un musical de Broadway sobre un pensador inglés que se oculta tras un pseudónimo para escribir poemas homosexuales?

-Ben no fue el único. Todos sus amigos cercanos se refirieron a él como poeta de incógnito, aunque obviamente sólo se lo conocía como filósofo y científico. Me gusta la idea -concluye la chica, sonriendo-. Podríamos empezar con algo así, con un enfoque en Francis y no en William.

El principal problema que enfrentan es el de confundir a la gente, ya que tienen que trabajar con dos Williams distintos, el actor y el pseudónimo. La semana pasada a Rachel se le ocurrió considerar al pseudónimo un personaje más y hacer que sea interpretado por un hombre oculto tras una máscara. Luego descartaron la posibilidad porque justamente lo que quieren hacer es romper con todos los mitos que rodean a su persona y lograr que las audiencias queden convencidas de que Bacon merece el crédito.

-Ok, entonces podríamos empezar con un solo de Ben Johnson y ahí mencionar todas las dedicatorias -dice él, a la vez que toma nota en Word-. Y tendríamos que aclarar en algún lado que Ben admiraba a Pseudónimo William y lo consideraba un amigo cercano, al igual que a Francis, pero nunca se lo vio cruzar palabra con Actor William.

-Me parece bien.

Continúan hablando sobre la primera escena durante la siguiente media hora y luego se concentran en la línea temporal que estuvo elaborando Rachel. Cada vez que ven una coincidencia entre Pseudónimo y Francis se dirigen sonrisas cómplices y sueltan ideas para escenas o canciones. Cuando llegan a la década de 1620, la gente de mesas cercanas los observa con curiosidad, seguramente preguntándose por qué les alegra tanto saber que se editaron obras viejas y publicaron obras nuevas tras la muerte de William Shakspere.

-Podrían decir que corrigió las obras antes de morir, pero no se pudieron publicar antes -considera Rachel, dándole un sorbo a su tercer café de la tarde.

-Pero las versiones editadas las publicó Ben, que nunca tuvo contacto con Actor William. Además, ¿cómo pueden explicar que Francis se haya encerrado durante un año a hacer “algo” y que ni bien terminó con esa tarea secreta se empezaron a publicar las obras editadas? Y las ediciones mismas son una pista. No se cambiaron tiempos de verbo, descripciones de paisajes... No, se cambiaron conceptos científicos.

La primera vez que Jesse leyó al respecto, tuvo que poner 'I'll Cover You (Reprise)' en su celular para dejar de sonreír como un idiota en el medio del metro.

El actor no tenía conocimiento de otros países, lenguas, leyes ni ciencias y, sin embargo, todas las obras están repletas de ellas. Eso podría ser una prueba circunstancial más, pero hay que tener en cuenta que Francis dominaba todas esas áreas y que cada vez que gracias a sus investigaciones descubría algo, los mismos pensamientos que plasmaba en sus ensayos filosóficos siempre se veían presentes en las ficciones.

Si Francis cambiaba de parecer acerca de un aspecto particular de la naturaleza, las obras de Shakespeare seguían sus pasos. Si en la vida personal de Francis sucedía algo, ésto era reflejado en las obras.

En la versión original de Hamlet, Ofelia no estaba loca y su enfermedad fue incoporada en ediciones posteriores, justamente luego de que la madre de Francis cayera presa de la demencia. Francis tuvo que cuidar de ella durante años y todos los expertos aseguran que sólo alguien que tuvo contacto directo con un demente pudo haber creado a Ofelia. Durante la primera publicación de Hamlet, la mayor preocupación de William, el actor, había sido demandar a sus vecinos para sacarles dinero. Difícilmente había estado en condiciones para describir la enfermedad con semejante verosimilitud.

-¿Qué hacemos con El Mercader de Venecia? Podemos mostrar escenas y diálogos de la obra y hacer una juxtaposición con la vida real de Francis.

Ya es de noche cuando Jesse hace la sugerencia y le empieza a doler un poco la cabeza. La mayoría de las reuniones creativas que tienen terminan de esta manera. Pasan demasiado tiempo leyendo y haciendo anotaciones y terminan un tanto abrumados.

-Le pasó prácticamente lo mismo al hermano de Francis... No puede ser casualidad -prosigue, tras un bostezo. A veces considera seriamente que Starbucks pone música aburrida en los parlantes y tiene esos sillones tan cómodos para que a los clientes les entre sueño y se sientan obligados a seguir consumiendo más café-. ¿Lo dejamos para mañana?

Rachel asiente en silencio. No son buenos para esto.

Son geniales para pensar los solos y los duetos, para imaginarse en la próxima entrega de los Tony Awards y para buscar excusas ridículas que sirvan para incluir a Rachel en el musical (“Yo soy más que capaz de hacer de Francis Bacon.” “Pero eres una chica.” “¡Me pondré peluca!”), pero no son buenos a la hora de tener paciencia y, lamentablemente para ellos, crear una obra musical desde cero requiere mucha paciencia, además de tiempo y dinero.

Jesse no está seguro de que algún día lleguen a terminarla, a pesar de que él sin dudas tiene la determinación para seguir adelante y no detenerse ante un fracaso, pero de cualquier forma no le importa del todo.

Quizás todo comenzó como una broma y con el tiempo se convirtió en un proyecto real, pero al final del día lo que a él verdaderamente le interesa es que tiene una razón plausible para pasar tanto tiempo con ella. Y con “ella” se refiere a la verdadera Rachel Berry, a la que quiso y extrañó durante tantos años.

Ese día en que se encontraron en las audiciones para Rent, conscientes de que las posibilidades de que los eligiesen a los dos eran mínimas, Jesse le preguntó cómo había estado y la respuesta de la chica lo mantuvo intrigado hasta estos últimos días: “Escondida... pero ya volví”.

Claramente sí volvió. Ya nada de idioteces, de colores o cortes de pelo que no le sientan, de llorar por los rincones a causa de Hudson, de intentar exterminar todo aquéllo que la hace única.

-¿Qué piensas? -le pregunta ella, con una sonrisa iluminándole el rostro. Él se da cuenta de que hace rato que lo está observando en silencio y eso lo hace sentirse un poco nervioso-. Vamos a seguir con todo esto mañana, ¿recuerdas?

Él asiente y le devuelve la sonrisa. Odia estos momentos así, en los que no sabe qué decir y se pregunta si se nota mucho lo que siente por ella. Intenta no pensar al respecto, puesto que es más fácil lidiar con un problema cuando se esfuerza por ignorar que lo tiene.

Rachel y él son perfectos el uno para el otro y él lo sabe, pero no está dispuesto a arriesgar su amistad con ella al intentar conseguir algo que siempre estuvo fuera de su alcance. Rachel nunca lo verá de la misma forma y ahora, muerto de sueño en un Starbucks, a las ocho de la noche en un Sábado, a Jesse se le ocurre que quizás eso no es tan terrible, después de todo.

No quiere a Rachel porque espera algo de ella... Simplemente la quiere.

Y es por eso que está contento siendo su amigo. Finn salió con la Rachel quejica, débil, popular, la Reina de su Graduación, la que estaba dispuesta a abandonar sus sueños por él. Brody se acostó con la Rachel insegura oculta tras lo que en fotografías se ve como mil capas de maquillaje y ropa que la hacían ver como a cualquier otra chica de la ciudad.

Pero él tiene algo mucho mejor que todo eso. Él tiene a Rachel Berry, que lo llama a las cinco de la mañana para decirle que salió un nuevo video de Susan Blackwell, que se viste con faldas cortas y medias largas aunque estén pasadas de moda, que sonríe y mira hacia abajo cada vez que oye un cumplido, que es capaz de empujar del escenario a cualquier chica que quiera quitarle un papel, que es lo suficientemente extraña (y orgullosa de serlo) como para empezar a escribir un musical de Broadway sobre el padre de la Ciencia Empírica, que llora cada vez que ve La Bella y la Bestia, que ni siquiera consideraría abandonar sus sueños por un chico.

Esa es la Rachel que le encanta, que lo enloquece, que lo hace sonreír como un idiota cada vez que la ve cantar... La Rachel que no cambiaría por nada del mundo (excepto, quizás, por un Tony... o dos. ¡Dos Tonys!... No... Ni por ellos).

-Tengo ganas de ir al cine -dice ella de improvisto, mientras guarda una pila de libros en su pequeña maleta negra con ruedas-. ¿Estás ocupado más tarde? ¿Quieres ir conmigo? Podemos ir a cenar también.

-Claro -responde él, sin pensarlo. Le salió institivamente, como si le hubiese preguntado si le gustan las letras de Sondheim.

Es unos cuantos segundos después cuando se da cuenta de que no entiende qué acaba de suceder. ¿Van al cine como amigos o...? ¿Debería preguntar? ¿Por qué le sudan las manos de repente?

Quizás es mejor que no diga nada. Ya se va a enterar.

Le encanta que sea así.

Jesse puede detectar una nota fuera de lugar sin siquiera pesteñear, puede repetir de memoria los diálogos de todos sus musicales favoritos, sabe una sorprendente cantidad de información acerca de productos capilares, tiene una colección sin igual de playeras negras de bandas musicales y una facilidad admirable para cautivar a su audiencia.

Pero no tiene la menor idea de qué hacer en este momento y eso a Rachel le resulta demasiado divertido. ¿Debería decirle? ¿Debería dejarlo sufrir un poco más?

Termina de guardar los libros y luego desconecta el cable de su laptop. A partir de la semana que viene tendrá que arreglárselas sin tecnología (“para que nos sea más sencillo sumergirnos en ese clima, esa época”) y la idea de no recibir SMS y Tweets de Jesse en horarios inhumanos le hace sentir un nudo en la garganta.

Suspira y toma una decisión, con la esperanza de que tal vez no necesite tecnología para mantenerse en constante contacto con él.

No creyó que sentiría así ese día en que se encontraron nuevamente a través de Rent, pero lo cierto es que no le sorprende. Pasó demasiado tiempo fingiendo ser alguien más y está cansada de ello. Sólo quiere ser Rachel Berry, le pese a quien le pese.

Y tiene la sensación de que Jesse se debe sentir igual. Tanto tiempo armando y desarmando reputaciones, siempre intentando enmascarar sus verdaderas personalidades, y ahora están solamente ellos, sin mentiras de por medio.

Tal vez por esto mismo les fascina tanto la idea de descubrir la verdad tras las obras de William Shakespeare y dejar salir a la luz los aspectos que Francis Bacon no quería aceptar sobre sí mismo.

Esos aspectos suelen ser los mejores, los que hacen historia.

Hay miles de chicos y chicas que cantan, bailan y actúan en Broadway y podrían hacer un esfuerzo por encajar con ellos, ¿pero para qué perderse entre la multitud cuando tienen la habilidad para eclipsar a todos los demás, a pesar de ser diferentes?

-Y sí, es una cita -confiesa, entonces, mirándolo fijamente.

El chico hace una mueca y entorna los ojos, como si realmente tuviese que considerar sus opciones.

-¿Les Misérables? -inquiere, levantando una ceja.

Ella sonríe. Ya vio la película seis veces.

-Sabes que sí -le responde. Tiene la leve sensación de que mañana pasarán la mayor parte del día no leyendo sobre Francis Bacon...

Y está perfecto así. A veces se cansa de la rutina.

Fin

Notas: Espero que te haya gustado :D En realidad no te iba a regalar esto xD El otro regalo es todavía un WIP pero debería tenerlo listo pronto y creo que te va a gustar más.

Also, por favor lee las teorías de “Francis Bacon es William Shakespeare” porque necesito que alguien se obsesione y fangirlee este asunto conmigo :p

personaje: rachel berry, . fanfic: one-shot, personaje: jesse st. james, . género: het, !amigo invisible, pareja: jesse/rachel

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