De: Amigo Invisible
Para:
kaozz_for_kiwi
Título: La palabra más íntima
Fanwork: Fanfiction (19.031 words)
Personaje/pareja(s): Fuinnchel. Side Brittana, Klaine, menciones de Samcedes.
Rating: PG - 13
Resumen: “Alguna vez alguien planteó la teoría que entre más importante e intimo el sentimiento era, se necesitaban menos cantidad de palabras para expresarlo. Finn y Quinn están por comenzar un viaje para descubrirlo. Un viaje en el cual quieran o no, Rachel se verá envuelta de forma inevitable”.
Disclaimer: Menciones de sucesos ocurridos en la cuarta temporada. De todos modos, no haberla visto no afecta la trama de la historia.
Notas: Las frases en inglés utilizadas en esta historia están extraídas en su mayoría del trabajo de
itoshiteru. Es la primera vez que escribo Fuinnchel, con anterioridad no había escrito ninguno de estos personajes con la profundidad que quise darles en este fanfiction, por lo que el resultado de esta historia me pone extremadamente nerviosa. De todas formas, está escrita con un cariño inmenso por los personajes. Espero les sea agradable a todo aquel que decida leerla.
LA PALABRA MÁS ÍNTIMA
“So… I have this theory that the more important and intimate the emotion, the fewer words are required to express it…”
(Tío Blaine es quien abre la puerta, sonriendo ante la sorpresa de verlas llegar sin aviso. Rachel se disculpa de antemano y las dos lo siguen a la sala, a medio camino tío Blaine te desordena el cabello con la mano, como lo hace siempre que te ve. Para tu sorpresa, tía Mercedes también se encuentra allí. Vestida de manera sencilla, seguramente de incógnito, observas como termina de responder algunos mensajes de su agente antes de girarse en tu dirección para sonreírte, recibiéndote con los brazos abiertos. Sueltas la mano de Rachel y corres hacia ella, feliz de poder verla por primera vez en meses - “¡estuviste genial en la gala de los VMA!” - ella ríe y no puedes evitar sentir cosquillas en tu cuello.
Mientras ella te levanta del suelo y te sienta en sus piernas ves a tío Kurt emerger de la cocina, usando ese delantal que tío Blaine y tú tardaron tanto en elegir unas navidades atrás. Lo saludas con la mano y cuando Rachel se acerca a saludarlo haces la vista a un lado, algo avergonzada. La sonrisa abandona tu rostro los segundos justos para que los demás se den cuenta - “tonta, ¿acaso no sabes controlar tus emociones?” .
- ¿Y dónde se fue la sonrisa de mi princesa favorita? - era tío Blaine con un vaso de leche y su sonrisa encantadora. Agradeces su cortesía y dejas que la leche deje una leve mancha blanca sobre tu labio superior. Tío Blaine se sienta junto a tía Mercedes sin dejar de sonreírte - ¿Qué tal si Mercedes nos muestra sus fotos con Beyoncé mientras dejamos a los adultos hablar cosas aburridas de adultos?
- Pero tío, si tú eres un adulto - las dos ríen cuando se hace el ofendido.
- Entonces, ¿quién quiere ver mis fotos de los VMA? - con tío Blaine levantan la mano derecha emocionados, mientras tía Mercedes mueve la cabeza de un lado a otro y comienza a buscar las fotos en las galerías de su celular.
Los minutos pasan y a ratos desvías la mirada hacia la cocina. No alcanzas a verlos, pero sabes de qué están hablando. Sabes que es sobre lo que ha estado sucediendo en casa las últimas semanas y no puedes ignorarlo. Seguramente tío Kurt ha dejado la preparación de lo que sea que este haciendo para abrazar a Rachel y darle unas palabras de ánimo, asegurándole que nada es tan terrible como parece.
Te sientes culpable. “No hay otra forma” - te repites una y otra vez mientras comentas las fotos que pasan ante tus ojos.
Media hora después, Rachel sale de la cocina seguida por tío Kurt. Con una expresión algo triste se te acerca para besar tu frente - “Mami Quinn vendrá por ti después de que termine en el buffet… te quiero, preciosa” -, acariciando tu mejilla izquierda intenta sonreírte, pero al no poder del todo se despide de los demás y da media vuelta, dejando que tío Blaine la acompañe hasta la puerta.
Tío Kurt se sienta en el sofá y con su elegancia característica cruza una pierna por sobre la otra para acomodarse. Tío Blaine regresa luego de unos segundos, besa a su marido y vuelve a ocupar su lugar junto a Tía Mercedes. Durante unos minutos todo parece avanzar con normalidad, hasta que Tío Kurt se aclara la garganta suavemente y pregunta sobre aquello de lo que no quieres hablar. Contienes la respiración y lo miras fijamente a los ojos. Son tan claros y puros que te es imposible ocultarle la verdad. Con algo de vergüenza, que se refleja en un leve temblor en tu voz, le contestas.
- En el colegio me molestan…
Por un instante los adultos se miran como si entendieran exactamente de qué estas hablando. Pero ellos realmente no pueden entenderlo porque nunca se han encontrado en una situación como la tuya.
- Dicen que no puedo tener dos mamás, que es solo una mamá y un papá… y se burlan de los dibujos que hago en clase... y me apuntan con el dedo cuando Rachel aparece para buscarme… - puedo notar sus miradas de reproche cuando llamo a mi madre por su nombre. Quiero echarme a llorar.
Es entonces que tía Mercedes te abraza, meciéndote con cuidado. Tío Blaine toma el vaso vacío de entre tus manos y va a rellenarlo a la cocina. Tío Kurt se acomoda y con un tono dulce se dirige a tí, sin el enojo que esperas en su voz.
- ¿Princesa, te gustaría escuchar una historia?)
“For instance, ‘Will you go out with me?’ Six words.”
[15:04 p. m.] ¿Estás bien? Si quieres te acompaño a casa después de clases, ¿o prefieres ir a la mía? Mi madre no volverá hasta las nueve…
Lee el mensaje que acaba de llegarle y sin pensarlo dos veces decide ignorarlo. Finn debe extrañarla en clase de español - “claro, si soy yo la que lo mantiene despierto” . A pesar de saber que su novio seguramente necesita de su ayuda con la lección, no puede encontrar las ganas para salir de aquel cubículo y caminar los pocos metros que la separan del salón del profesor Schuester. Hay algo mucho más importante que intenta entender ahora, más importante que las diferentes formas de decir que algo es bonito o aprender cómo preguntar dónde se encuentra el baño. Más tarde buscará clases por internet, le costará un poco más pero de seguro los profesores pronunciaran mejor que el suyo. “Puede que esta vez Finn haga anotaciones útiles que pueda copiar luego… para variar” - se dice sin muchas esperanzas.
Vuelve a fijar su vista en la puerta del cubículo. Sentada en silencio sobre la tapa del inodoro observa los trazos del dibujo que acaba de plasmar en ese rincón alejado del baño de niñas del segundo piso. Por un momento no piensa en nada más que en esas curvas que empiezan a desarrollarse y en cómo el cabello de esa chica cae sobre sus hombros sin alcanzar a tapar del todo sus pechos. Nota como a medida que termina de dibujar las líneas que conforman el retrato, estas pasan de ser bruscas y burlonas a otras más finas y delicadas. Su atención se centra en los detalles y cómo estos comienzan a tomar protagonismo. El tiempo se hace efímero mientras con cuidado acaba de modelar aquellas piernas de las cuales no puede quitar sus ojos de encima. Observa su creación por largos segundos con solo el sonido de las tuberías de compañía. Traga saliva y es consciente del sonrojo que va apareciendo en sus mejillas, justo antes de terminar los pies. Cierra los ojos con fuerza. Una vergüenza incómoda la embarga, confundiéndola aún más.
¿Qué demonios estas pensando, Quinn Fabray?
Piensa en sus padres, en su perfecta hermana. Las débiles paredes de aquel cubículo se le hacen aún más estrechas y aunque sabe que es solo un producto de su mente, le cuesta un poco respirar. Sus dedos repasan con cuidado la línea que demarca el rostro de Rachel y sin poder evitarlo termina golpeándola con una rabia arrebatadora que no sabe que posee. Cierra los ojos y contiene la respiración un momento, intentando controlar el latido de aquel corazón que parece querer salírsele del pecho. No entiende nada en absoluto y lo odia, odia no poder estar en control de lo que siente.
Vuelve a abrir los ojos, esta vez más calmada, y solo puede sentir una sutil tristeza que envuelve toda aquella situación. Es consciente de que no debería estar ahí, aquel sentimiento incómodo, pero lo está y entiende que debe hacer algo por superarlo. Aunque no está del todo segura si realmente quiere aquello. Resignada nota las marcas de plumón negro difuminándose bajo su mano, deformando en parte el rostro de la chica que cree odiar.
Esconde el plumón en su mochila y sale del cubículo para mojarse el rostro y arreglarse un poco el cabello, el que siempre debe estar perfectamente peinado. “Nada puede interponerse entre nosotros y nuestro objetivo, ni siquiera un rebelde mechón de pelo” - diría la entrenadora Sylvester. Analiza su reflejo y se da permiso para salir cuando todo está en el lugar que debería, cuando ha vuelto a ser la misma Quinn Fabray de siempre.
Pero el recuerdo de aquellos dibujos eróticos la persigue.
¿Por qué precisamente Berry…?
Tocan el timbre. En pocos segundos los pasillos de McKinley están repletos de alumnos agradecidos de que la jornada escolar por fin acaba.
[15:23 p. m.] Tú casa. Yo conduzco. Espérame en la salida a los estacionamientos.
(Tío Kurt se detiene un momento para tomar aire. No puedes contener tu emoción, tus padres pocas veces hablan de lo que ocurrió antes de que formaran el club de coro en su escuela. Poco y nada sabes de sus vidas antes de las competencias y los trofeos.
- Éramos los perdedores de la escuela, nosotros cinco, pero como cosa del destino nuestras vidas se entrecruzaron con aquellos que estaban en la cima en ese momento - inmediatamente nombras a tu padre y tía Mercedes asiente - sí, Finn, tío Puck y las cheerios…
- Tía Santana y tía Brittany.
- Y por supuesto tu madre, Quinn.
Tío Kurt se levanta y desde el librero que esta a sus espaldas saca un libro de colores rojo y negro. Se sienta en la alfombra a los pies de tía Mercedes y abre sus páginas en una sección con una sola foto en ella. Te das cuenta de que es el anuario de su primer año como club y en el puedes ver cuan jóvenes lucen todos.
- Pero que peinado llevabas, amor - comenta tío Blaine divertido, para solo recibir un suave golpe en su rodilla de parte de su esposo - lo que no quiere decir que no fueras igual de adorable - agrega.
- En ese tiempo tío Kurt tenía un pequeño enamoramiento en tu padre - tía Mercedes le sonríe a su amigo de años e intenta darle un suave apretón en la mejilla, a lo que tío Kurt la esquiva diciendo que esas ya son cosas del pasado.
- Lo entiendo, mi padre es muy guapo - todos sonríen.
Tío Kurt deja que repases con tus ojos cada una de esas caras en silencio, a todos los reconoces pero no puedes evitar asombrarte con lo palpable que es el paso del tiempo. Miras a los adultos a tu lado y luego buscas sus rostros en la fotografía. Ya no eran niños, al menos no en el exterior. Te detienes en el rostro de Rachel y pasas tus dedos por sobre su silueta. Levantas la vista y esperas a que tus tíos continúen con su historia.
- En ese tiempo éramos todos muy diferentes, personas que si no fuera porque sus voces iban bien juntas no nos detendríamos en el pasillo ni para saludarnos, muy por el contrario…
- ¿Entonces? - te tiembla la voz, talvez dudas de que el rumbo que este tomando la historia sea algo que realmente quieras saber.
- Fue el destino… lo que nos unió como club, lo que me permitió encontrar a Blaine, lo que le permitió a Mercedes encontrar a tu tío Sam y - te sonríe, dándote la mano, entregándote seguridad - lo que le permitió a tus padres encontrarse.)
[17:00 p. m.] Compraré tu granizado favorito. Fresa, ¿cierto?
Esperas a un lado de las puertas que dan a los estacionamientos, algunos de tus compañeros del equipo de fútbol se acercan para bromear un rato y luego despedirse. Le sigues la corriente sin ponerles mucha atención, tu mente está en otro lado. Algunos chicos de ese extraño club intentan saludarte, pero haces como si no los conocieras o no hubieras notado su presencia. No es muy difícil, lo haces siempre. Es lo que tienes que hacer, aunque te sientes realmente mal al respecto.
Eres el líder el equipo de fútbol, el novio de la head cheerleader. Es lo que todos esperan de ti. Aun así, algo te hace falta…
La ves caminando desde el otro extremo del pasillo. Habla con el profesor de español, el tal Sr. Schuester, un tipo simpático y que para tu sorpresa también dirige aquel club en el que has terminado porque alguien se quiso hacer el simpático y plantó drogas en tu casillero. Discuten algo, por la pasión con la que la chica se expresa seguramente son nuevas ideas que tiene para el club. Te asusta. Jamás has conocido a alguien con tanta ganas de lograr algo. La sigues observando sin hacer el intento de ser discreto y notas una extraña aura que te atrae hacia ella. Nunca has sido apasionado por las cosas que haces, la mayoría te confunde y prefieres dejarlas pasar, sin hacerte problemas por ello. El mundo normalmente gira demasiado rápido y sientes que por más que te esfuerces nunca lograrás alcanzarlo, mucho menos sobrepasarlo. Entonces prefieres callar, hacer lo que se espera de ti de la mejor manera. Pasar desapercibido y vivir en paz.
Pero para ella no pasaste desapercibido, por el contrario, logró que sintieras algo que creías hace tiempo olvidado.
Mi voz interior.
Alguien tira del cuello de tu camisa y te agachas un poco para encontrarte con los dulces labios de tu novia. Su mano libre acaricia tu mejilla y baja por tu cuello hasta tú pecho, con tu corazón latiendo contra sus finos dedos. Cierras los ojos, tus pensamientos desaparecen. Sientes ese mareo característicos y los fuegos ratifícales a tu alrededor. Ya no hay nadie más en tu cabeza, solo ella.
Quinn Fabray, su solo nombre te hace olvidar lo que hay a tu alrededor.
Pero entonces sus labios se alejan, se separan un poco y tus ojos se desvían inevitablemente a la chica que ya solo esta a unos metros de distancia y que los observa fijamente, con un tierno sonrojo en las mejillas y una mirada tan intensa que a Finn le provoca un escalofrío involuntario.
- Finn, ojos aquí - Quinn lo nota, te das cuenta. Y le haces caso como un pequeño cachorro, no quieres problemas. Ella vuelve a besarte y deja pasar a la chica hacia el estacionamiento. Seguramente uno de sus padres venga por ella - ¿y mi granizado de fresa?
Súbitamente recuerdas las palabras del padre de Quinn y como tras asistir un día a su parroquia llegó hablando de los Berry. No fueron palabras muy amables. Lo que se podía rescatar de ellas, entre proverbios y conceptos difíciles, fue que juntarse con esa gente no era lo adecuado para su pequeña hija y menos para el chico que aspiraba a ser su novio.
- Perdona, lo he olvidado.
- No me sorprende.
Ella te toma del brazo y los dos caminan lentamente a su auto. A unos metros de distancia notas como Rachel Berry espera a un lado de la entrada a que el auto de sus padres arribe. Sin darte cuenta tus ojos recorren el camino desde su cabello, hasta su espalda, para terminar en su trasero y sus piernas.
Finn, concéntrate. Esto no es lo que deberías estar haciendo con tu novia del brazo, menos con Quinn. Focus, focus.
De reojo te fijas en la chica que camina a tu lado y para tu sorpresa, ella tampoco puede quitar sus ojos de Rachel Barbra Berry.
Solo tienen que pasar unos días para que el tema salga a flote.
Hace unas horas ya que el entrenamiento de las porristas había terminado y la temporada de fútbol no comenzaba aún, así que los dos podían darse el tiempo para estar juntos. Al menos hasta que Carol llegara de su trabajo de medio tiempo.
En el pequeño cuarto, se besan sin dar espacio a respiros.
Las manos de Finn suben por su cuerpo: algo tensas, algo ansiosas. Una y otra vez sus dedos tantean nerviosos el borde superior de su falda, intentando esquivar la hebilla del cierre porque sabe que hay límites entre ellos que aun no puede cruzar. Eso no significa que no haya otras partes que no pueda tocar. Quinn lo insta a hacerlo. Con una de sus manos lo guía, dejándolo sentir su cintura, mientras él besa su cuello y ella suelta suaves gemidos en su oído. Sonríe, puede percibir la sangre bombeando en su cuello y mucho más abajo. Una de las manos de Finn sube por un costado, pasando a llevar tímido uno de sus senos en el camino a su nuca, para enredar sus dedos donde nacen algunos de sus cabellos.
Entonces ocurre, casi como si sus mentes estuvieran coordinadas. Un pequeño descuido de Finn, una sola palabra que escapa apenas de sus labios, un nombre… y ya no son sus manos las que recorren su cuerpo sino que otras mucho más pequeñas. Ya no son sus labios, ni su voz la que dice su nombre. En su mente ya no es Finn, sino Rachel quien busca mayor contacto con su piel.
Solo esos segundos bastan para que los dos se separen bruscamente y no puedan mirarse a la cara por largos minutos. Quinn se sienta al borde de la cama y Finn se queda recostado en ella, observando un punto cualquiera en el techo de su cuarto. Sus respiraciones todavía son algo erráticas y la sangre aún se agolpa en sus mejillas. Lo que ha sucedido es evidente para los dos, han quedado expuestos.
Quinn está dispuesta a negarlo hasta la tumba, pero Finn no puede esperar a sacárselo del pecho. Por eso la detiene, siempre con cuidado, cuando ella intenta escapar con la excusa del estudio - “el examen de biología es dentro de tres semanas” . Se miran a los ojos y un extraño cansancio se apodera de Quinn. Ha estado pensando en esto por semanas, esperando el momento ideal para conversarlo son su novio. Pero esta situación es menos que ideal.
Intenta irse de nuevo, pero el agarre de Finn en su muñeca se vuelve un poco más firme. Esta vez el chico no cederá.
- No quiero discutir esto de nuevo.
- ¿De nuevo? Quinn, no lo hemos discutido y… nunca es bueno evitar las cosas.
- ¿Qué sabes tú de eso? - Finn se encoge de hombros y le dedica una sonrisa conciliadora - Dios, Finn…
- No te preocupes, mi madre suele repetírmelo a menudo.
Pasan los minutos. Finn la abraza contra su pecho, dejándola ordenar sus ideas. Para él es un poco más simple: quién los tiene así posee nombre y apellido, y vive a unas calles de distancia. Lo que realmente lo consterna es no saber cómo su relación se encaminó en tan extraña dirección.
- ¿Qué nos sucede? - Quinn es la que da voz a sus interrogantes, se pronuncia con una fragilidad en la que no acostumbra a escucharla.
- Lo único de lo que estoy seguro es que te amo - no puede decir más, solo la verdad - eso no ha cambiado.
- Esa Berry, la odio…
- Bueno, si, pero eso no evita que te quieras meter en su falda… hey, eso duele - bromea y ríe un poco. Un suave golpe a la quijada y el indudable sonrojo de Quinn. Lo llama idiota, pero no lo cree realmente.
El reloj no deja de avanzar y ya ha pasado una hora cuando Quinn vuelve a hablar, esta vez más calmada. Finn pasa sus dedos por entre sus cabellos, expectante.
- ¿Qué haremos al respecto?
- ¿Qué es lo que haces cuando alguien te interesa?
Quinn lo mira interrogante por un momento, y entonces enarca una de sus cejas al darse cuenta de lo que pasa por la mente del chico.
- No sugerirás…
- Le invitas a una cita - la interrumpe Finn.
Lo dice en broma. Ni en sus sueños mas alocado pensaría que algo como eso podría ocurrir, pero Quinn no ríe ni le golpea, la verdad es que no parece reaccionar en lo absoluto. Solo se queda mirando un espacio en el vacío, pensativa. Finn traga saliva y se incorpora un poco, acomodándose en el respaldo de su cama.
- ¿Quinn…?
[13:14 p. m.] El objetivo se encuentra en la sala de música.
[13:14 p. m.] Tiene nombre, Q…
[13:15 p. m.] Solo mantenla ahí, quieres… hasta que pueda zafarme de Sylvester.
- Finn, ¿qué haces aquí? Creí que no te interesaba el Glee Club.
Lo ve detenerse por un segundo, dar un paso atrás en el dintel de la puerta al no esperar un recibimiento así. Se muerde el labio ligeramente y vuelve su atención a las partituras que yacen sobre el piano, desordenadas. “Mantente firme, Rachel” - piensa, mientras siente como aquel chico da unos pasos en su dirección. Llega a su lado y ninguno de los dos dice nada por unos largos segundos, puede que incluso por un minuto entero. No saben bien cómo continuar, nunca han tenido una verdadera conversación antes. Es Finn quien tiene el valor de abrir la boca y decir lo primero que se le viene a la mente.
- ¿Por qué crees eso?
- Tú mismo lo dijiste - le duele un poco el corazón. “Solo un poco…” - sé que suelo hablar demasiado, pero también sé escuchar. Y me quedó claro que entre tu reputación y tus mal llamados amigos, no existe espacio para este pequeño club.
- Te equivocas…
- ¿En qué parte?
- No puedo negar que unirse a este club es actualmente un suicidio social… - Rachel abre la boca para contra argumentar, pero Finn se da la confianza de posar un dedo sobre sus labios. Ella se detiene y luego calla, intentando parecer indignada. Claramente falla -, pero hay algo que tampoco puedo negar y es que aquí he encontrado… algo que me estaba faltando.
- ¿Qué es?
- No te burles, ¿ok? - toma aire, acercándose un poco más a Rachel - mi voz propia.
La sonrisa que se apodera en el rostro de Rachel dura unos instantes, siendo reemplazada por una mueca de nerviosismo cuando Quinn hace su entrada.
- ¿Le preguntaste? - interroga cuando llega al lado de ellos, escogiendo un lugar estratégico entre los dos. Finn le responde negativamente con la excusa de pensar que tardaría más tiempo. Quinn alcanza a soltar un suspiro resignado - Berry… - pero la aludida ha dado un paso atrás, tomando las partituras y sujetándolas contra su pecho, una clara pose protectora.
- ¿Exactamente… qué es lo que sucede aquí?
Quinn Fabray observa a la chica que la ha hecho perder el sueño en la última semana. La mira de pies a cabeza y viceversa, para luego terminar en sus ojos. Marrón oscuro, muy profundos. En ellos puede notar miedo, pero también cierto desafío, y eso le gusta. Ellos son los chicos populares, quienes mandan en la escuela, e incluso dentro de su mismo escalafón social, son la elite. Los demás les temen porque saben que ellos tienen el poder de hacer su vida escolar tanto un paraíso como un infierno. Aunque a ella, la verdad, no le interesa ir por ahí perdiendo tiempo en la vida de otros.
En esta escuela son pocas las personas que se atreven a cruzar miradas con Quinn Fabray. Es por eso que le parece excepcional que ahora mismo Rachel Berry le estuviera sosteniendo firmemente la mirada.
- Estas de suerte, Berry. No queremos hacerte daño, por el contrario, queremos hacerte una proposición.
- ¿Y esperas que me crea eso? Nuestra relación es casi peor que la de Patti LuPone con Andrew Lloyd-Webber, nos complementamos en la peor de las formas. Para ser absolutamente sincera, no creo que me convenga cualquier cosa que vayas a proponerme. Es decir, me tendrías que considerar idiota…
- E increíblemente irritante.
- … si solo considerara escuchar tu propuesta… - la voz de Rachel se fue apagando poco a poco al notar como Finn simplemente no la esta escuchando del todo y Quinn parece no querer procesar todo su discurso. Ninguna de estas dos cosas le sorprende.
Finn vuelve a la conversación posando una de sus manos sobre el hombro de Rachel, sonriéndole e intentando parecer lo más seguro de su mismo antes de decir más. Toma aire - “talvez esta no sea la mejor de las ideas” -, un codazo de parte de Quinn en las costillas le recuerda que supuestamente deberían salir algún sonido de su boca abierta y no solo balbuceos. Mira a su novia por ayuda y esta le devuelve una mirada de advertencia. “¡Tú fuiste el de la idea!” - parece decir. “Pero era una broma inocente…”.
- RACHEL, TENUNACITACONMI-CONNOSTROS - el codazo que recibe en respuesta a ese vómito de oración es mucho más fuerte que el primero. Se queja del dolor, mira el techo un segundo y luego se dirige a Rachel - Queremos, Quinn y yo, que tengas una cita con nosotros - siente que ni parado en medio del vestíbulo en solo ropa interior estaría tan avergonzado como lo está en ese preciso momento.
Da un paso atrás y espera la respuesta de una turbada Rachel que aún no cree lo que acaban de escuchar sus oídos. Ahora los tres exhiben un rubor delatador. Finn mantiene los ojos semicerrados, Quinn se cruza de brazos y empieza a contar los segundos golpeando el suelo a un ritmo monótono; finalmente, Rachel se turna para mirarlo a los dos.
- ¿Vas a responder o no? - la voz algo exasperada e impaciente de Quinn es lo primero que se escucha en el salón en varios segundos. Y es lo que logra devolverle el habla a la interrogada en cuestión.
- No, digo si… la respuesta es no, por más halagada que pudiera sentirme cómo se les ocurre que… ¿qué clase de broma macabra es esta? Acaso ya no es suficiente con los apodos, los granizados y…
- Rachel, calma, no tiene nada que ver con eso… - Finn falla en el intento de serenarla y no le sorprende - no es como que te estemos pidiendo un trío ni nada, al menos no por el momento…
- ¡Finn! Creí que te gustaba…
- Y me gustas, Rachel, y a Quinn también… - un tercer codazo, seguro ya termina con marca.
- ¡Finn, no te atrevas! - ahora es Quinn la que parece enfada por toda la situación.
- ¡Pero si es cierto!
- Lo que están haciendo es cruel… - las lágrimas comienzan a agruparse en los ojos de Rachel y Quinn ya no puede aguantar más ese espectáculo. Todo el salón vuelve a quedar en silencio, como debería después de que las clases han terminado, cuando los labios de Quinn sellan los de Rachel en un beso más que inesperado.
Las piernas de Rachel se sienten algo débiles cuando Quinn la deja ir y por un momento lo único que quiere hacer es pedirle que no se detenga.
- Nuestra propuesta no es una broma, realmente queremos una cita contigo, Aunque no quieras creerlo, somos serios al respecto - Finn aún no consigue cerrar la boca de la impresión cuando Quinn lo toma por el cuello de su chaqueta y los insta a abandonar la habitación. Justo antes de desaparecer se gira hacia Rachel y sin conseguir mirarla del todo a los ojos le repite - es solo una simple cita, Rachel. Considéralo, por favor.
Horas después Rachel Berry aún no se convence de la realidad de todo lo vivido. En su mente todavía perduran la confesión de Finn, la suavidad de los labios de Quinn y la extraña calidez que se apoderó de su pecho al escucharla pronunciar su nombre por primera vez.
[23:49 p. m.] Q, eso fue increíblemente hot.
[23:50 p. m.] Vete a dormir, Finn.
“ ‘I really care for you’. Five words.”
(Tía Mercedes está a mitad de una historia sobre un comercial, saltar sobre colchones y casi quedar expulsados de las locales de ese año cuando el timbre vuelve a sonar. Todos se quedan en silencio y luego tío Kurt se levanta para atender lo que al parecer son más visitas inesperadas.
Unas risas llegan desde el pasillo y las reconoce de inmediato. Baja de las piernas de tía Mercedes con el tiempo justo para poder recorrer corriendo la sala y casi chocarse con tía Santana, quien viene de la mano de tía Brittany y hace una exclamación en español de sorpresa cuando esos pequeños brazos rodean su cintura.
- ¡Pero miren a quién tenemos aquí! Mi pequeña estrellita - es tía Brittany quien la levanta en brazos para abrazarla y permitirle a tía Santana besar su frente y arreglarle algunos cabellos desordenados por detrás de su oreja - si que has crecido en estos meses.
- Seguro en un año más ya no podré levantarla - tía Brittany besa tu mejilla y luego te deja volver al suelo. Ríes un poco y la guías de la mano para que salude a los demás. A tío Blaine lo abraza de tal forma que casi lo levanta del suelo, se besan en la mejilla al separarse y luego es el turno de tía Mercedes - ¡Wezzy! - de la cual Brittany parece no querer separarse.
- Yo también me alegro de verlas, ¿qué las trae por acá? - Brittany te llama para devolverte tu puesto en las piernas de tía Mercedes, mientras ella va a sentarse junto a su prometida - creía que aún seguías de gira por el norte del país.
- Eso terminó hace un par de semanas. Pensábamos volver a Ohio para visitar a nuestros padres, pero no podía viajar sin antes ver a mi bestie - dirigiéndose a tío Kurt - gracias por avisarnos, Kurt. De todas formas, ¿interrumpimos algo?
- No, la verdad es que pueden ayudarnos - tío Blaine vuelve a abrir el anuario en la pagina dedicada al equipo de porristas - le contábamos a esta encantadora princesa sobre nuestros años en McKinley y sobre sus padres.
- Bueno, lo primero que debes saber es que a esos tres cabezotas les costo eones ponerse de acuerdo y aceptar lo que sentían el uno por el otro, la verdad… - un beso en la mejilla la silencia y tía Brittany, sin siquiera decir una palabra, con solo una mirada, logra que esa mujer cambie de actitud y adopte una algo más sosegada. No debería sorprenderte, pero siempre lo hace porque por tus padres sabes que tía Santana siempre ha sido de un carácter difícil de manejar. “Tía Brittany es sorprendente” - Como decía, estrellita, la verdad es que tus padres tomaron el camino largo para llegar a convertirse en las personas que son ahora, pero eso no siempre es malo.)
La respuesta de Rachel tardó una semana en llegar, pero fue afirmativa.
Lo que, en realidad, no significa nada en absoluto. La primera cita en los bolos fue tal como los tres imaginaban que sería: una situación incómoda tras otra. Nadie dirá que era el mejor escenario para empezar algo más serio, mucho menos en su situación. Pero ahí estaban, intentándolo de todas maneras. “Talvez no haya sido la mejor de las ideas, Finn” - las palabras salen de sus labios amargas, nacidas de la molestia. Finn lo tiene fácil, puede demostrar su interés por Rachel sin que su reputación se haga pedazos - “Todos pensarán que lo haces para sacarme celos o porque realmente te cansaste de mí, en cambio, ni quiero imaginar que pensarían si me vieran coqueteando así con ella…”. En cambio, ella debe esperar en el asiento mientras él le enseña cómo lanzar una bola, cómo hacer una chuza. Debe contener las miradas e intentar que la forma en que sus manos se rozan solo pueda ser interpretada como un hecho casual. Y esto se repite a medida que pasan los días, las semanas - “No quiero ser a quién dejen atrás…”.
Pero Quinn, ¿de qué hablas? Nada podría ir mejor…
No hay manera de evitar que piense lo obvio, lo que su cerebro le dice que es tan lógico: Rachel solo aceptó aquel trato porque es la forma más fácil de acercarse a Finn. “Lo único que haces es entregárselo en bandeja de plata” - ese tipo de pensamientos no dejan de acosar su mente, pero Quinn los hace a un lado una y otra vez. No hay peor ciego que el que no quiere ver rezan las palabras de Mateo en su evangelio, pero ella no las escucha. Las niega totalmente, cierra voluntariamente sus ojos a la supuesta verdad e intenta dejarse llevar.
Nunca ha sido buena lidiando con cosas que escapan a su control.
Sentados en la mesa que comparten las animadoras con algunos otros deportistas, Finn termina su almuerzo y el de Quinn mientras ella apenas ha sido capaz de beber la asquerosa mezcla que la entrenadora les recomienda para mantenerse en forma. Finn termina con su pedazo de carne, dejando las verduras a un lado y mira el reloj en la pared tras ella.
- Falta poco para que suene la campana, ¿nos vamos?
Le dices que vaya primero, que luego lo alcanzarás. Dices que Santana tiene algo que decirte cuando claramente la chica solo está interesada en seguir escuchando las locas historias que Brittany parece inventar cada día - “Imagínate, Lord Tubbs leyendo los mensajes que te envío” . Aunque no es la mejor excusa, Finn no tiene razones para no creerte. Con un beso en la mejilla y esa típica semi-sonrisa característica de él, se va prometiendo que intentará coger el asiento que te gusta junto a la segunda ventana del salón de ciencias.
Sabe que no conseguirá nada estando de mal humor, así que lo sigue esperando alcanzarlo en poco tiempo, pero algo la detiene cuando llega al final del pasillo. O mejor dicho alguien.
La ve aparecer desde el segundo piso, a punto de bajar el último tramo de escaleras cuando cruzan miradas y Quinn traga saliva inconsciente. No dicen nada, Rachel se detiene y las dos se observan durante unos segundos.
Solo basta una mirada insistente y un leve gesto con la cabeza para que una siga a la otra. Esta vez es el turno de Quinn.
Rachel camina sin voltearse una sola vez, completamente segura de que Quinn la sigue a solos unos pocos pasos de distancia, deteniéndose a veces durante unos segundos para mantener las apariencias, pero nunca apartando por completo sus ojos de ella. La primera campana que anuncia el término del horario de almuerzo suena al momento que Rachel se cuela discretamente en la biblioteca. Quinn no tiene la misma suerte y es detenida por la anciana bibliotecaria que está a punto de tomarse su debido receso; intercambian unas breves frases y Quinn la convence de que la entrenadora Sue la ha autorizado a utilizar las instalaciones ya que debía reforzar algunos ramos. La anciana no le da más vueltas, le dice que por favor mantenga el orden y se va, seguramente pensando en si olvido o no tomarse las pastillas de la tarde.
La puerta cerrándose es el último sonido que escucha antes de que la biblioteca se suma en un placentero silencio. Revisa a través del ventanal por si alguien las a seguido y con alivio comprueba que no hay nadie a la vista. “Sin moros en la costa” - se permite sonreír un poco, mientras revisa uno a uno los pasillos entre los estantes del fondo.
La encuentra al final del último pasillo. Rachel no se percata de su presencia al principio, ensimismada leyendo los títulos impresos en los lomos de algunos libros. Se apoya de forma leve en el borde de una mesa ubicada contra la pared bajo la tenue luz que se cuela por la pequeña ventana a la altura del techo. Por un momento Quinn nota cierta debilidad en sus piernas. No puede creer en la realidad de todo aquello.
Mientras recorre los escasos pasos que las separan Quinn siente cada una de las dudas que la han aquejado estos días posarse sobre sus hombros, advirtiéndole del peligro que supone el juego en el que está tomando parte - “Podría perderlo todo” . Pero de nuevo hace caso omiso de toda llamada de atención y se planta firme frente a Rachel, quien retrocede un poco ante aquella presencia casi imponente. Todavía insegura, frágil como no la ha visto antes. Quinn sabe muy bien que todos estos años solo ha seguido un único plan: jugar bien sus cartas y salir lo más pronto posible de Ohio. Por eso siempre ha jugado a ganar, solo cuando está segura de que cada as es suyo, nada la ha convencido de lo contrario. Excepto la chica que tiene a pocos centímetros de distancia y que con cierta resolución ha rodeado su cuello con los brazos. Nada la ha hecho flaquear su resolución, nada excepto su nombre pronunciado con la voz de un ángel y en un tono casi suplicante que la hace recelar de su sano juicio.
La besa con una intención que no cree poseer. Con una mano en la cintura de Rachel y con la otra perdida entre los cabellos de su nuca, poco a poco la obliga a sentarse en la mesa para que sus rostros queden casi a la misma altura. Las dos desean avanzar, imponerse a la otra, pero es Quinn la que triunfa al final cuando sin pensarlo una de sus manos se cuela por debajo del suéter de Rachel y sus dedos rozan la piel expuesta debajo, provocándole un tenue gemido amortiguado por sus bocas. Quinn se separa por un momento para contemplar el tierno sonrojo sobre las mejillas de Rachel y cómo este parece querer ocultarse bajo la apenas perceptible sombra creada por sus pestañas.
- Nadie vendrá hasta en un rato más… - es lo único que Quinn necesita escuchar para que sus manos sigan su exploración y sus labios vuelvan a unirse a los de Rachel.
Más tarde aquel día Rachel invitará a Finn para ensayar su dueto y Quinn recibirá una proposición en forma de mensaje de texto por parte de Puck.
Esa misma noche, recostada en su cama, Quinn reflexionará si su mano con Rachel y Finn es una estrategia con la que vale la pena arriesgarse o no.
[16:20 p. m.] Finn, ¿quieres ensayar? Hace días que no nos vemos…
Finn, estoy embarazada.
No pudo decir nada por largos segundos. Un torrente de ideas y escenarios se apoderaron de su cabeza, cada uno más oscuro que el anterior. No le pudo prestar atención a ninguno en especial, eran demasiadas las preguntas y las posibilidades, tantas que pareció quedarse sin aire por un momento. Dejó a su novia buscar consuelo en sus brazos y le aseguró que todo estaría bien aunque estaba seguro que sería todo lo contrario.
Cuando le pregunta el cómo, ella da una explicación algo vaga de una tarde en el jacuzzi y su problema con el cartero que arroyó. La mira a los ojos y quiere preguntarle la razón por la que le miente, pero entonces se dice que Quinn no tiene razones para hacerlo. Ellos se aman, él la ama. En las buenas y en las malas, sobretodo en las malas. Así que cierra los ojos, la sostiene firme entre sus brazos y decide creer, con todas sus fuerzas decide confiar.
Llueve esa tarde. No sabe bien como termina frente a la casa de Rachel o si realmente está en la residencia correcta. Nunca ha estado en ese lugar. Ve la fachada y nota que no se parece en nada a su hogar - “deben tener una buena televisión” .
Toca el timbre y espera. Va a tocarlo una segunda vez cuando la puerta se abre un poco y por la rendija que forma puede ver por un segundo a Rachel. La puerta vuelve a cerrarse, seguramente para sacar la cadenilla de seguridad y entonces Rachel lo recibe con una sonrisa, enfundada en un suéter unas tallas más grande que la suya y una taza de café en la mano.
- ¿Quinn no viene?
Se sienta en la sala y Rachel le pregunta si quiere algo para tomar. Se niega y la chica se sienta a su lado. Le miente al decirle que vino por el partido de la liga, que en su casa no hay programación por pago y que no quiere perderse un partido tan importante, aunque la temporada recién ha comenzando. Rachel enciende el televisor y durante un rato ninguno de los dos abre la boca para nada más que para hacer algún comentario rápido sobre una jugada o una falta que creen mal cobrada. Cuando se termina su café Rachel aprovecha de hablar sobre el club de coro y las ideas que tiene para el, Finn intenta ponerle atención pero su cabeza ya no tiene espacio para otra cosa que no sea el hecho de que Quinn está embarazada y lo más probable es que no sea realmente su hijo - “no sigas pensando de esa manera. Quinn no te mentiría, no tiene razón para hacerlo…”. Para no ofenderla de vez en cuando le otorga una respuesta monosílaba y general. Solo le funciona durante el primer cuarto de hora, porque entonces Rachel le pregunta si le ocurre algo y Finn solo quiere largarse a llorar.
Se encuentra tan perdido.
Siente las lagrimas acumulársele en sus ojos y los cierra con fuerza para obligarlas a retroceder, pero eso solo las hace escurrir mas luego de lo que deberían por su mejillas. Y aunque está a kilómetros de la escuela, siente que si no se detiene alguno de sus compañeros de equipo aparecerá y se encargará de hacerles saber a todos que llora como si tuviera tres años - “como niñita, dirían” .
- Rachel, lo siento, yo no… - unos suaves labios sobre los suyos le hacen guardar silencio. Rachel lo besa de forma tan dulce que consigue que su respiración vuelva a la normalidad y que olvide por un segundo todo el dolor que lo aqueja. Cuando se separan, Rachel le desordena un poco el peinado y entonces acaricia su mejilla, otorgándole una pequeña sonrisa.
- Hice pastelillos con la receta especial de los Berry, ¿quieres ser el primero en probarlos?
Finn asiente, aliviado porque Rachel no lo interrogue al respecto.
El resto de la tarde se la pasa sentado a un lado de Rachel, apoyando la cabeza en su hombro mientras ella pasa los dedos por su cabello. Finn llora un poco más y se disculpa cada dos minutos por mojar el suéter que parece pertenecer a uno de sus padres. Rachel lo deja pasar - “es viejo, de casi dos temporadas atrás, ya no lo usa” . Ya han visto el DVD de Rent, West Side Story y están a mitad del número en que Velma Kelly canta junto a otras reclusas en Chicago cuando Rachel le dice que lo mejor es que se vaya porque sus padres regresarán de un momento a otro.
- Todo saldrá bien, Finn, no te preocupes - se besan antes de que Finn pueda decir algo al respecto. Rachel lo despide con la mano antes de cerrar la puerta.
La lluvia da paso a una extraña calma.
Ya en su casa, recostado sobre la cama, Finn sueña con un pequeño niño corriendo con un perro a su lado, mientras él lo observa desde el banco de un parque. Entonces aparece Rachel a un costado y el niño corre a sus brazos. Él sonríe cuando otra figura toma su mano - “nuestra familia es hermosa, ¿no crees?” - le dice en voz queda. Reconoce la voz de Quinn.
Solo tendrían que pasar un par de meses para que el infierno se desatase.
Finn desaparece unos días de la escuela y Quinn evita a todo el mundo hasta las seccionales. Los demás chicos hacen como si Rachel no existiera, molestos porque su oportunidad de ganar se había ido casi literalmente al demonio. El señor Schuester intenta animarla, pero ella ve en sus ojos la misma desesperanza que ve en los de todos los demás.
Aunque nadie le creyera, Rachel admite para sí misma que ahora mismo perder no le duele tanto como ver vacíos los puestos de Finn y Quinn.
Intenta llamarlos cada día después de la escuela, pero no consigue respuesta.
Hasta que un día Quinn le envía un mensaje.
[21:37 p. m.] Lo nuestro no funcionará, olvídalo. Y si él así lo quiere, no veo problema con que te quedes con Finn.
Pasa el tiempo y llegan las regionales. Mientras Vocal Adrenaline demuestra su gran potencial vocal y Rachel duda por un momento en la posibilidad del triunfo. Quinn entra en trabajo de parto y se apresura a llegar a un hospital, junto con su madre y los demás miembros de New Directions.
Todos le echan un vistazo al bebé antes de apresurarse a regresar al lugar de la competencia. Todos, menos Finn. Se mantiene aparte y se marcha con los primeros en salir de la sala. Will intenta hablar con él, pero Finn hace como que no lo escucha y se monta en el autobús sin compartir la emoción de los demás. Recuerda brevemente aquel sueño que tuviera una tarde y se traga el dolor al darse cuenta de que nunca sería mucho más que una fantasía más.
No ganan, pero le dice a Rachel que la ama.
El Glee Club no se disuelve, pero todos parecen desaparecer cuando llegan las vacaciones. Puck no lo llama como otros años para ver si buscan algún trabajo pequeño y consiguen algo de dinero para divertirse ese verano. Mike y Matt se han ido a la costa, y con los demás chicos nunca ha sido muy cercano. Con Kurt las cosas siguen siendo algo cortantes y realmente no tienen muchas cosas en común con las que pasar el tiempo.
Rachel es la única que lo llama en semanas.
Se juntan una tarde a las afueras de su casa. Finn se sienta en la cuneta y Rachel llega caminando unos minutos después, sentándose junto a él a observar el paso de las horas. Rachel le comparte sus audífonos y reproduce su casi interminable playlist de rock clásico. Algunos niños pasan calle abajo en bicicleta y los dos saludan cada vez que un vecino les desea un buen día.
- Creí que no tendrías tiempo para verme…
- ¿Y eso por qué?
- Bueno, tu sigues siendo el chico popular y yo la chica que se ha unido a demasiado clubes en un mismo año - Rachel ríe, pero a Finn le parece un sonido algo triste -, y está el hecho de que nuestro club quedó último en las regionales.
- Tienes razón, pero eso no es razón para que no nos veamos.
- Pero…
- Sigo manteniendo lo que dije ese día, te amo.
Los dos se sonrojan y Rachel se abraza a sus piernas, sonriendo, mientras que Finn mira el cielo y también sonríe, como no lo ha hecho desde que acabara el año escolar. Se fija en las nubes que están particularmente definidas ese día y les busca formas, pero no logra dar con ninguna.
- ¿Y Quinn…?
Escuchar su nombre en los labios de Rachel es como una puntada al corazón. La sonrisa en sus rostros desaparece y Rachel se gira un poco para mirarlo. Finn tiene la vista perdida en el vacío y con el ceño algo fruncido intenta ordenar sus pensamientos con respecto a su antigua novia. Su primer amor, su casi primer todo. Los dos recuerdan a Quinn de diferentes formas, pero concuerdan en lo amargo que se han sentido estos últimos meses sin ella.
- La sigo amando, Rachel, no puedo evitarlo - admite Finn, suspirando pesadamente e incorporándose. No puede mirar a Rachel a la cara, mucho menos decírselo de frente - creo que lo nuestro, lo de los tres fue…
- Creo que también le quiero, Finn - Rachel se agarra de una de sus manos y se ayuda con ella para ponerse en pie también - así que, por favor, no digas que todo fue un error.
Finn ríe, dejando el dolor a un lado por un momento, aunque no deje de estar ahí. Atrae a Rachel hacia si y besa su frente. Rachel sonríe y lo abraza por la cintura.
- ¿Siempre eres así de positiva?
- Bueno, como co-capitana y como… tu novia - lo abraza con un poco más de fuerza al decir esto último -, creo que es parte de mi trabajo, ¿no?
Notan que ya es medio día porque el sol comienza a llegarles directamente desde arriba. Rachel saca un pequeño envase de bloqueador de su bolsillo y se lo aplica a Finn en el rostro a pesar de sus protestas - “es por tu seguridad, Finn” . Carol contiene una risa cuando Finn invita a Rachel a pasar y se da cuenta de las rayas blancas que tiene sobre el rostro - “creo que has exagerado, Rachel” .
Se sientan en su habitación y Finn se ofrece a enseñarle ciertos juegos de consola a Rachel. Los dos se sorprenden cuando Rachel muestra una facilidad casi innata con Resident Evil, aunque se sonroje al soltar un grito cada vez que aparece un monstruo inesperado. Están a mitad de una misión en un pueblo abandonado cuando Rachel pausa el juego y apunta un jarro de vidrio lleno de billetes y monedas que reposa en una repisa. En un papel pegado a un costado puede leerse el inicio de un nombre, Finn no tiene que decirle nada a Rachel cuando distingue que la letra inicial es una Q, pero aun así lo hace.
- Es el dinero que juntaba para cuando Quinn tuviera su bebe, había tantas cosas que pagar… ¿recuerdas el trabajo que me conseguiste?
- Sí, mis padres se molestaron un poco por la treta que use para conseguirlo - Rachel baja la mirada al control que reposa entre sus manos. No se arrepiente de haber sacado el tema, pero aun así desea que fuera posible evitarse un poco el dolor - me impusieron un castigo de un mes sin los viernes de Barbra Streisand, pero cuando llegó el fin de semana ninguno pudo cumplir. Es que la amamos mucho.
- Lo sé, la cosa es que… nunca deje de ir. Me despidieron luego de cinco meses cuando se enteraron de que no era minusválido, pero alcancé a juntar lo necesario para pagar ciertas deudas y lo que sobró lo guardé.
- ¿Y no has pensado en gastarlo?
- Lo junte para Quinn y a pesar de lo que pasó… me siento mal al pensar en gastarlo en otra cosa.
Se quedan mirando el frasco en silencio hasta que Rachel tiene una idea.
Son casi las nueve cuando Quinn vuelve de lo que se supone es una pequeña caminata por el parque. Lo hace todos los días. Se despierta temprano, baja a la cocina para tomar desayuno y prepararse algo para llevar, y sale de casa con un escueto saludo a su madre, quien aún no le dirige la palabra por haber dado en adopción a Beth. Puck la llama cada dos días, pero no le contesta. Santana y Brittany también lo hacen, invitándola a pasar tiempo con ellas en alguna fiesta o de viaje, pero las rechaza también.
Hay otro número que aparece en su pantalla de vez en cuando. Y aunque no lo tiene asociado a un nombre porque lo ha borrado, sabe quien es porque lo tiene memorizado. No entiende la razón tras la insistencia de Rachel en comunicarse con ella. Por otro lado, Finn no la ha llamado ni una sola vez desde lo que ocurrió en las seccionales.
Por eso le sorprende encontrarse con aquel paquete en la mesa. Es una caja de tamaño mediano y con una tarjeta encima. Dice su nombre en una letra muy cuidada, su corazón da un pequeño salto cuando reconoce la letra de Rachel. Al abrirla y leer las pocas palabras que contiene un nudo se le forma en la garganta. Ahora es Finn quien escribe.
Con cuidado abre la caja para encontrarse con un libro y un saquito de semillas envueltos de forma cuidadosa. Primero hojea el libro y se da cuenta de que es un manual de cuidado y mantención de cultivos de flores; por otra parte el saquito contiene semillas de gardenia.
Sonríe y se lleva una mano a la boca para contener cualquier sollozo que quiera escapar, posando la otra sin pensarlo sobre su vientre ahora plano y tortuosamente vacío. Su madre no dice nada cuando a la mañana siguiente despierta para encontrar que su hija le ha preparado el desayuno y en ese momento se encuentra en una esquina del jardín trasero, preparando el terreno para plantar una bolsita de semillas que tiene al costado.
Aunque no lo creas, Q… nos importas.
(- Creí que mis padres habían estado juntos desde el principio.
- Oh, mi nena, si supieras - tía Mercedes ríe y mueve la cabeza de un lado a otro antes de continuar - en ese tiempo nuestro club era un desastre en lo que concierne a relaciones personales.
- Hasta que salimos de la escuela e incluso durante un tiempo después, todos tuvimos problemas con nuestras parejas actuales - tío Blaine suspira con algo de nostalgia y se inclina para besar a tío Kurt cuando nota un poco de tristeza en su mirada con la mención de sus primeros años en Nueva York. Tía Santana también abraza con más fuerza a su esposa, mientras que tía Brittany observa sus anillos de compromiso sonriente - sobretodo tus padres.
- Si tío Blaine tiene razón, ¿cómo es que terminaron juntos?
- Creo que eso ocurrió unos años después de la graduación - retoma tío Kurt.)
“ ‘You matter to me’. Four words.”
Los años que siguieron a la graduación fueron algo confusos. Todos tomaron caminos tan distintos que el tiempo se iba entre sus dedos tan rápido como si de un torrente se tratase. Intentaron dejar atrás McKinley y todo lo que aquel lugar representaba. Se dijeron una y otra vez que lo que habían vivido no fue más que un capricho de la adolescencia. Que fueron demasiado inocentes para ver la realidad.
Por un tiempo casi no se hablaron.
Quinn tuvo una relación poco duradera con un profesor casado de su universidad hasta que decidió centrarse en su carrera. Rachel y Finn rompieron, cada uno yendo por caminos completamente diferentes. Finn regresó a Ohio para dirigir el Glee Club durante un tiempo y luego comenzar a estudiar pedagogía en la universidad estatal. Rachel fue pasando de a poco sus cursos en NYADA, teniendo unas cuantas relaciones, pero nada que considerara serio.
Parecía que no había tiempo para los recuerdos.
Rachel le envió a Quinn el primer correo electrónico a las pocas semanas de llegar a Nueva York, cuando sus clases estaban a punto de comenzar y Quinn estaba empacando para marcharse a New Haven. Tomándose un tiempo, Quinn le respondió un par de días después con su horario de clases y con una invitación para verse cuando pudieran. Luego de eso los correos no se detuvieron.
Finn le envió un e-mail cuando ya casi terminaba su primer semestre en Yale. A Quinn le sorprendió saber que se había retirado del ejército y que ahora dirigía el coro de McKinley como interno. Se alegró por él porque en el fondo Quinn conocía a Finn, sabía que era un chico hogareño y que buscaba siempre la forma de ayudar a los demás, aunque la mayoría del tiempo fallara de forma desastrosa. Le envió una respuesta después de terminar de estudiar los expedientes de un caso y le pidió que mantuvieran contacto.
Aquellos correos la hacían sentirse acompañada.
Volvió una temporada a McKinley por petición de Finn y se dio cuenta de que muchas cosas habían cambiado. Aquel lugar algo perdido en Ohio ya no se sentía del todo como un hogar.
Los correos volvieron a detenerse durante un tiempo, hasta que comenzara su segundo año de carrera y Finn le enviara un mensaje comentándole que había decidido convertirse en maestro. Genuina fue la alegría que sintió al saber la noticia de su matrícula en la estatal de Ohio, por fin Finn se decidía por algo por lo que sentía verdadera vocación.
Unos días después fue Rachel la que retomó el contacto. Para Quinn fue como volver a escuchar a esa chica algo llena de sí misma de los primeros años en McKinley, emocionándose por cada nuevo solo que conseguía o por cada logro del club, cuando recibió un correo de Rachel comunicándole que había conseguido un papel secundario en una obra Off-Broadway. Que a pesar de que no era nada muy espectacular, era un papel a su altura y que por fin esto le daría la entrada oficial al mundo teatral neoyorquino - “Tony, aquí voy” .