Kiss me (goodbye, I'm defying gravity). Parte III- Klaine

Apr 26, 2011 19:57

Tabla: Melódica
Título: Kiss me (goodbye, I'm defying gravity). Parte III
Claim: Blaine Anderson/Kurt Hummel
Personajes:  Kurt Hummel. Santana López. Carole Hummel. Blaine Anderson. Blaine!Mom. Los Warblers y ND en conjunto y en general.
Parejas:  Klaine. Brittana one side
Tema: #21: Clave
Extensión: 5214 palabras
Advertencias: Ninguna
Notas: Esta iba a ser la parte final. Lo siento, no puedo con mi genio. Prometo que la próxima es la última, aunque no la voy a poder publicar antes del cap de esta noche *sob*
Dedicatoria: A michan_kitamura porque se lo merece, porque la quiero y porque si.

Parte I
Parte IIa
Parte IIb


  Kiss me (goodbye, I’m defying gravity)

Parte III

Kurt entró en el Lima Bean apurando el paso, preguntándose si habría superado el límite máximo de tiempo que Santana estaría dispuesta a esperar por él. Tuve que contener un gritito de sorpresa cuando su mirada se encontró con la morena sentada en una mesa, mordisqueando una galletita mientras leía Estudio en Escarlata. Kurt no hubiera puesto las manos en el fuego porque Santana hubiera leído algo más que el Kama Sutra… y ni siquiera.

Se dejó caer en la silla a su lado, tratando de borrar la inmensa sonrisa que llevaba pintada en los labios, pues le estaban empezando a doler las mejillas. Fue una misión imposible.

- Llegas tarde.

- Lo sé.

- Nadie hace esperar a Santana López.

- Si esperaste fue porque quisiste, Santana. Yo no te obligué a nada.

La latina simplemente se encogió de hombros.

- Claramente, no estuve esperando porque me interesara encontrarme contigo. Simplemente, estaba entretenida.- Y alzó el libro con una mano, como presentándolo de testigo.

Quizás porque tenía los sentidos a flor de piel, quizás porque esta vez había acudido a la reunión con los ojos más abiertos, porque sabía dónde buscar la hilacha, pero a Kurt le pareció que el comentario era forzado.

- Es un buen libro.- Dijo, por decir algo.

Santana se encogió de hombros una vez más
.
- Tu cultura literaria me interesa más bien poco, nenaza. Más bien dime lo que querías decirme, así puedo largarme de este lugar de una buena vez, que no te creas que no tengo cosas ciento de veces mejores que hacer.

Kurt perdió un poquito el control en ese momento, pero no dejó que eso se exteriorizase de ninguna manera. Por supuesto que eso no estaba en sus planes- aunque, sinceramente, entre la muerte de Pav, y bueno… Blaine, no había tenido tiempo de desarrollar ningún plan. Kurt sabía que tenía que mirar con cuidado dónde pisaba, porque no quería convertir a Santana en otro Dave Karofsky, muchas gracias. Por eso, no era admisible desde ningún punto de vista que intentara comenzar la conversación con algo del tipo Santana, está perfecto ser gay, ahora vete y cómete a Brittany a besos, porque sabía que antes de llegar a la segunda parte de la frase, la latina se hubiera ocupado de borrar de la faz de la tierra la posibilidad de una descendencia que de todas formas Kurt no pensaba tener.

Pero pasaba del dolor correspondiente y de la situación desagradable, muchas gracias.

Se puso de pie, tratando de hacer tiempo.

- Vamos, primero te invito a un café.

Santana entrecerró los ojos.

- Eso es sospechoso, Hummel. ¿Por qué estás tan generoso? En cualquier día normal de tu vida, me hubieras contestado de forma tal que yo hubiera sentido que debía volver a patearte el culo con mi respuesta, para que tuvieras en claro quién manda aquí, y hubiéramos seguido así, sin dar el brazo a torcer, hasta terminar luchando en el lodo.

Kurt le sonrió intentando dibujar en su rostro su sonrisa de estás diciendo estupideces, voy a ser magnánimo contigo y solo sonreírte, pero las manos le temblaban, y sabía que estaba poniendo en esa sonrisa más amor del que debería. Santana lo apuntó con un dedo y Kurt se sintió más acosado que si hubiera estado siendo acusado de espía por Rachel Berry, lo que ya era decir mucho.

- Tú, Kurt Hummel, estás ocultándome algo.- Kurt se retorció las manos nerviosamente y Santana lo arrastró de regreso a la mesa.- Escúpelo, Hummel.

- No sé qué decirte, Santana. No tengo nada que contarte que pudiera interesarte.

La morena bufó.

- Tú y el príncipe hobbit, ¿están juntos?

Kurt contuvo el aliento. Santana lo miraba fijo a los ojos, sin hostilidad y sin burla, y Kurt no vio la necesidad ni el sentido de mentirle.

- Si.- Respondió simplemente, porque tampoco había necesidad de adornar la verdad.

- Estás feliz.

No era una pregunta, pero aún así Kurt pensó que necesitaba afirmarla.

- Más de lo que te imaginas.

Santana asintió con la cabeza, aferrándose fuertemente a su libro.

- Eres tan desagradable.- Dijo finalmente mientras se ponía de pie.

Kurt hubiera jurado que tenía los ojos límpidos, libres del veneno que solía dominarlos cuando hacia un comentario de ese tipo, y estaban, en cambio, llenos de un dolor antiguo y triste. ¿A quién estás tratando de engañar, Santana? A mí no me engañas, y por lo que parece, tampoco te engañas a ti misma. Y desde el momento en el que dejas de engañarte a ti mismo, deja de importar si puedes o no engañar a los demás. Ya volverás conmigo. Tiempo al tiempo. Kurt se levantó para ordenar un café para llevar mientras observaba a la latina azotar la puerta del lugar con toda la fuerza de su desesperación.

Kurt llegó a su casa sonriendo tanto que pensó que se le iban a caer los músculos de la mandíbula. Entró por la puerta y lo invadió el aroma de la comida casera de Carole, y pensó que no se le ocurría una sola cosa que pudiera hacerlo más feliz en ese preciso instante. Blaine Anderson, me has derretido el cerebro. Vas a pagármelas caras.

Se acercó a Carole y la saludó con un beso en la mejilla. La mujer le respondió con una sonrisa.

- Kurt, que contento que pareces. ¿Ha pasado algo bueno, cariño?

Kurt se dejó caer en una de las sillas de la cocina con un suspiro. Por un lado, se moría de ganas de contarle todo a alguien, y ya que no tenía disponibles ni a Mercedes ni a Rachel, Carole le parecía una segunda opción más que aceptable. Y, sin embargo, estaba esa delgada línea en su relación, que no le permitía distinguir bien si la consideraba más una madre o una amiga. Reflexionando durante un momento, se dio cuenta de que por supuesto que quería contárselo a sus amigas, y de haber estado viva su madre, también se lo hubiera contado a ella, así que no había ningún motivo por el cual no contárselo a Carole.

- Si. Pero tienes que prometerme que no le dirás nada a papá.

Carole frunció el entrecejo.

- Kurt, sabes que no puedo ocultarle…

- No, no, no es eso.- Se apresuró a interrumpirla el muchacho.- No es que haya que ocultarle nada. Pero quiero contárselo yo. Y no sé si estoy preparado todavía para decírselo… o él para oírlo.

- Kurt, me estás asustando. ¿Debería sentarme?

Hummel soltó una leve carcajada.

- Yo estoy feliz de haber estado sentado cuando sucedió, porque no sé si mis rodillas podrían haberme sostenido.

Blaine llegó a su casa y, como siempre, procedió a sacarse los zapatos en la puerta de entrada para evitar que a su madre le diera un infarto. Cuando entró en su cuarto, se dejó caer en su cama sin siquiera prender la luz. Se sentía tan lleno de energía y a la vez tan devastado. Tenía la necesidad de dar saltitos frenéticos por todo su cuarto, y si podía dejar salir unos cuantos grititos histéricos, tanto mejor. Pero, a la vez, estaba seguro de que si quisiera estirar el brazo para agarrar el vaso de agua que tenía en la mesita de luz, los músculos no le responderían. Kurt Hummel, me has derretido los músculos. Nunca podré agradecértelo lo suficiente.

No fue consciente de que se estaba quedando dormido hasta que su madre lo despertó para cenar, un poco asustada.

- Blaine, ¿te sientes bien, cariño?- Blaine presintió más que vio la silueta de su madre, y se extasió con el aroma de su perfume, y no pudo evitar el impulso de estrecharla en un abrazo. La mujer respondió acariciándole la nuca.- No es que no aprecie el afecto, cariño, pero me estás preocupando.

Blaine negó con la cabeza, a pesar de que su madre no podía verlo en la oscuridad.

- Nunca he estado mejor en mi vida, mamá. No tienes de que preocuparte.

Su madre se despidió con un beso en su cabello, recordándole que la cena estaría servida en cinco minutos. Blaine se quedó sentado en su cama, simplemente sintiendo el latido de su propio corazón zumbándole en los oídos, añorando el calor de las manos de su madre en su espalda, añorando el sonido de la risa de Kurt y el sabor de sus labios sobre los suyos. Sentía que era uno de esos momentos en su vida en los que no quería mover un solo músculo, porque todo era tan perfecto que cualquier cambio solamente podría arruinar las cosas.

Mientras bajaba a cenar arrastrando los pies por las escaleras, se dijo que no iba a decir nada en su casa sobre Kurt. No ahora, no todavía. Sabía que su madre se entusiasmaría mucho por él, y enseguida empezaría a planear oportunidades para que llevara a Kurt a su casa (como si no hubiera llevado a Kurt a su casa suficientes veces ya, claro), mientras que su padre se quedaría callado. Blaine sabía que su padre estaba intentándolo, y aunque a veces se enojara con él al respecto, en realidad le daba un poco de lástima. A él le dolía, pero sabía que a su padre le dolía mucho más el no poder aceptar a su hijo tal y como era con la naturalidad con la que debería. Y estaba bien, porque el simple hecho de que ese dolor existiera dejaba lugar a la esperanza en el corazón de Blaine. Quizás no hoy, quizás no mañana, pero llegara el día en el que puedas estar en paz contigo mismo y con él al mismo tiempo, Blaine.

Pero su decisión iba mucho más allá de la forma en la que la noticia impactaría en sus padres. Por lo pronto, Blaine no iba a decírselos porque no quería. Era algo tan nuevo y tan maravilloso que sentía que, si lo compartía, una gran proporción de la magia iba a desaparecer. Blaine era consciente de que al día siguiente no iba a poder evitar contárselo a Wes, y eso no iba a disminuir en lo más mínimo el deseo de besar a Kurt que iba a sentir cinco minutos después, pero en ese momento, en ese preciso momento, Blaine deseaba ser un poco egoísta, y guardarse la magia para él. Le había costado tanto tiempo reclamar a Kurt como suyo que quería que fuera solo suyo al menos por un ratito, sin compartirlo con nadie más.

- ¿Cómo estuvo la reunión con Santana?

- Ni mejor ni peor de lo que había esperado.

- Lo siento, Kurt.

- Sé cómo es esto, Blaine. Es un camino largo, y aunque uno tiene que recorrerlo solo, es bueno saber que tienes a alguien que te acompaña al lado del camino. Yo no lo tuve, más porque no quise que por otra cosa, pero creo que si algo necesita Santana, es simplemente alguien que la apoye, y que la haga darse cuenta de que no todo es tan nefasto como le parece.

- Kurt, quiero que sepas que estás sonando como yo.

- Oh, cállate, pequeño ombligo del mundo.

- Por lo que me estás diciendo, ¿tengo que asumir que Santana es…?

- Si, o al menos eso creo.

- Whoa.

- No estarías tan sorprendido si hubieras compartido con ella año y medio de sonrisitas, complicidad y andar meñique con meñique con Brittany.

- Bueno, las chicas suelen hacer eso, ¿no? No es como si fueran dos chicos andando de la mano.

- No de la forma en la que ellas lo hacían, Blaine. No con las miradas con las que ellas lo hacían.

- Está bien, te creo. ¿Qué es lo que piensas hacer?

- Esperar. Ya te dije, es un camino para andar solo. No puedo hacer nada que ella no quiera, pero sé que, tarde o temprano, cuando no de más y necesite algún hombro donde llorar, va a venir conmigo, porque no tiene otro hombro donde llorar.

- Que triste suena eso, Kurt.

- Lo sé. Pero mi camino fue un poco así. Y no vas a decirme que el tuyo no lo fue un poco también. Además, si te consuela un poco, era una manera de decir: Santana no vendrá a llorar en mi hombro cuando alcance el punto de saturación, sino que vendrá a patear mis pantorrillas.

- No podría decir ni que sí ni que no, Kurt. Fue distinto. No lo puedo ver ahora en perspectiva tan bien como quisiera, pero tampoco podría asegurar que no fue así.

- Lo que sea. Sé que todos hemos tenido caminos diferentes, pero hay puntos de contacto en casi todos, estoy seguro. Pero hay algo que definitivamente tengo claro. He tenido suficiente con un Karofsky en mi vida: no quiero colaborar a crear un segundo, así que voy a hacer todo lo que esté en mi mano por evitarlo.

- Y si es algo que Kurt Hummel se ha propuesto, yo que Santana empezaría a rezar. Es tarde, Kurt, ¿quieres que hablemos de Candles?

- Si. Hablemos de Candles. Ahora que puedo ser totalmente sincero contigo, voy a decírtelo: ¿Una canción de ruptura, Blaine? ¿En serio?

Blaine estaba esperando a Kurt en el estacionamiento de Dalton con dos cafés como todas las mañanas desde que el castaño se había transferido. Esa mañana, se había esmerado particularmente en llegar temprano: Blaine sabía exactamente cómo quería que fueran las cosas, pero forzarlas para que fueran como él quería era algo que no encajaba del todo con él. Quizás no era lo que todo el mundo esperaría de él, considerando la fachada detrás de la cual se ocultaba, pero Blaine Anderson era una persona sumamente insegura. Una vez que sabía que pisaba en terreno firme, era capaz de llevarse el mundo por delante, pero hasta no tener esa certeza, caminaba con pies de plomo, midiendo y calculando cada uno de sus movimientos. Blaine sabía que él no hubiera tenido la valentía y la fuerza de carácter que Kurt había tenido para tirarse a nadar cuando sabía que, al menos en aquel momento, no había agua en la piscina. El paso que él había tomado había sido el paso seguro: Kurt había sido bien claro con sus sentimientos, y no solo nunca se había echado hacia atrás, sino que no había perdido oportunidad de reafirmarlos. Mirando en retrospectiva, Blaine se daba cuenta de que el tablero llevaba meses preparado, esperando a que él se decidiera a hacer su movimiento final y jaque mate. Se le retorció un poquito el estómago de remordimiento, pero en su fuero interno sabía que las cosas nunca podrían haber sido de otro modo. Blaine era bastante consciente de sus puntos fuertes y de sus limitaciones. Sabía que estaba hecho para la lucha día a día, para la resistencia constante, para mantener el ambiente en paz, para mediar, para hacer feliz a alguien con los pequeños detalles. Le picaba un poquito el miedo en ese sentido, porque sabía que Kurt estaba hecho para el romance épico, las grandes pasiones, los momentos de arrebato, la victoria rotunda, el ataque frontal y definitivo. Blaine sabía que, con Kurt, se arriesgaba a vivir con el miedo constante a no saber si estaba llenando los zapatos que había reclamado como suyos.

Lo que Blaine no aprendería hasta muchos años después era que lo que a Kurt le sobraba era imaginación, y que lo que a él le parecían pequeños detalles, porque le nacían del corazón con naturalidad, eran lo que hacía para Kurt ese romance único y tan épico como hubiera podido desear.

Blaine estaba esperando a Kurt porque quería que Kurt tomara el primer paso. Si, el día anterior se habían despedido con un beso- unos cuantos besos-, y a la noche habían hablado con la frescura y la naturalidad que Blaine tanto había echado en falta durante la semana anterior. Pero, en definitiva, Blaine no sabía que podía esperar de ese encuentro del día después. Tenía muy en claro su escenario ideal, pero si Kurt decidía que su relación fuera a otro ritmo o, incluso, en otra dirección, Blaine sabía que iba a agachar la cabeza e iba a decir a todo que sí. Prefería pensar que lo haría porque así era él, caballero y pacífico, siempre relegando sus sentimientos a un segundo plano para favorecer los de la persona que le importaba. Era preferible ese pensamiento a admitir que necesitaba tanto a Kurt que se sometería a lo que él decidiera sobre su relación con tal de no perderlo.

Blaine estaba soñando despierto y pegó un saltito sobresaltado cuando el Navigator estacionó a su lado. Kurt bajó del auto sonriendo y Blaine se dio cuenta de que estaba actuando como un idiota, mirándolo fijamente sin decirle nada, pero, sinceramente, ¿siempre había tenido Kurt esa sonrisa? ¿En serio? ¿Cómo había sido un verdadero idiota durante tanto tiempo?

- Buenos días, Blaine.- Y el castaño tomó el vaso de café que le correspondía, para luego entrelazar los dedos de su mano con la de Blaine que acababa de dejar libre.- Gracias por el café, para variar.

Y Blaine sintió en ese momento un alivio tan grande que pensó que podría llorar. No había sido consciente de la tensión que estaba soportando hasta que esta se había disipado y por fin podía sentir que estaba respirando verdaderamente. Era maravilloso como Kurt Hummel podía borrarle todas las dudas de un plumazo con un gesto tan simple como tomarlo de la mano. Un gesto que implicaba, a la vez, lo de ayer no fue una ilusión, y no pienso simular que lo fue y verdaderamente, en el fondo, nada ha cambiado entre nosotros. Porque eso era lo que Blaine quería con Kurt, pero no había podido expresar con palabras: la misma complicidad, la misma confianza, la misma honestidad, solo agregando a la ecuación unos cuantos besos, el derecho a acariciar la piel de porcelana de Kurt cuando se le viniera en gana, la posibilidad de mandarle un mensaje de texto preguntándole si estaba bien por el solo placer de hacerlo, sin miedo a sentir que era un pesado o que podía estar interrumpiendo algo importante. Quiero todo contigo, pero tampoco quiero perder a mi mejor amigo.

Y no lo habían hablado, porque eso era algo que no podía hablarse: esas cosas surgen o no surgen en una relación, e intentar forzarlas no serviría de nada. Pero Kurt le sonreía con los labios y con el alma y le parloteaba sobre el drama de turno entre Finn y sus novias (a Blaine le asustaba un poco el uso del plural, pero prefería no preguntar), tomando sorbos ocasionales de su café, y sin soltar su mano incluso una vez que entraron propiamente en el edificio de Dalton, y Blaine sabía que Kurt entendía esa relación del mismo modo que él, y no podría haber estado más contento si le hubieran dicho que se adelantaba la Navidad.

Fue con esa certeza que soltó la mano de Kurt, solo para poder pasar ese mismo brazo por la cintura del castaño y susurrarle al oído, interrumpiendo completamente lo que Kurt estaba diciendo, ¿No vas a darme un beso?

Mientras Hummel se volteaba para mirarlo a los ojos con la sonrisa más deslumbrante que Blaine le había visto, y se inclinaba apenas para besarlo en los labios, suave pero firme, un beso de buenos días y un beso de gracias y un beso de pensé que nunca lo pedirías, Blaine se dijo que él necesitaba saber que estaba pisando en terreno firme para poder actuar, pero, quizás, podría acostumbrarse al sentimiento de que Kurt era su terreno firme, y en consecuencia comenzar a permitirse hacer algunos pequeños avances por sí mismo.

DE: Santana López

Me debes el café que me prometiste. Hoy, a la misma hora, en el Lima Bean.

DE: Nenaza Hummel

Aunque no lo creas, me encantaría, pero no puedo. Ensayo con los Warblers hasta las tantas de la noche. Toda la semana.

DE: Santana López

Al final, resultaste igual que todos los hombres, Hummel. “Luego te llamo”. Y nunca llaman.

DE: Nenaza Hummel

Da la casualidad que tengo muchas, muchísimas, cosas en común con la mayoría de los hombres, pero esta no es una de ellas. Después de las Regionales, te lo prometo.

DE: Santana López

Después de que les pateemos el culo en las Regionales, querrás decir.

DE: Nenaza Hummel

Ya quisieras.

Para Kurt Hummel, cantar un medley de canciones de Celine Dion en francés durante catorce minutos no había sido nada comparado con lo que sentía que serían esas Regionales. Una cosa era cantar para las Cheerios- por mucho cariño que Kurt les hubiera tenido, no eran otra cosa que un pasatiempo- y otra muy distinta era cantar para el Glee Club, que era algo así como la mitad de su vida. Eso, por supuesto, era suficiente presión de por si, pero además tenía que tomar en consideración que estaba compitiendo contra New Directions, y tenía que cantar un dueto romántico con Blaine delante de una audiencia de intenciones no declaradas y unos jueces definitivamente hostiles. Si no hubiera estado luchando por esa oportunidad desde que tenía memoria, Kurt hubiera opinado que sufrir un desmayo era un precio bajo por liberarse del nudo de nervios que estaba comenzando a formársele en el estómago. Pero ahí estaba Blaine con su sonrisa, su manera tan particular de mirarlo, sus palabras que eran como un bálsamo, y aunque Kurt aún sintiera que se estaba librando una batalla campal en su sistema digestivo, no podía dejar de agradecer esa oportunidad que tan solo una semana atrás le hubiera parecido tan lejana y tan irreal.

Candles había sido maravillosa. Pero tanto Kurt como Blaine sabían que había sido maravillosa para ellos, y que aunque la audiencia la había amado, la química perfecta que era necesaria para una competición seguramente solo había sido perceptible para ellos dos. Sin embargo, si alguno de los demás Warblers se había dado cuenta de la diferencia, se habían guardado bien de decirles algo, y Kurt y Blaine solo habían recibido sonrisas cálidas y palmadas en la espalda- y, aunque ellos aseguraran que había sido un abrazo, un casi-tackle de parte de Nick y Jeff. Raise your glass, sin embargo, había sido harina de otro costal, y Kurt sabía que no solo él había notado la diferencia: no había sido solo la fuerza de la canción que, Candles, canción intimista y sentimental, no tenía, sino que también había sido la alegría y la soltura de los Warblers en general pero, particularmente, la fuerza y el carisma de Blaine. Kurt se daba cuenta de que el Blaine de Candles era su Blaine, y el de Raise your glass era el Blaine del mundo, pero le gustaban y los quería a los dos por igual, y en cierta forma estaba satisfecho de tener al menos un pedacito que era solo para él.

Le echó los brazos al cuello en cuanto pusieron un pie fuera del escenario.

- Estuviste increíble

Blaine correspondió el abrazo de inmediato.

- Tú estuviste increíble. ¿Viste como te aplaudieron?

Kurt se alejó lo suficiente para mirarlo a los ojos.

- Eso fue solo porque tú me empujaste al centro de las luces, y podría jurar que la mitad de la audiencia femenina, y una buena proporción de la masculina, está enamorada de ti, y creen que aplaudirme es la forma de complacerte, y así les será más fácil meterse en tus pantalones.

Blaine se rió con esa risa que le iluminaba todo el rostro, y que era imposible no contagiarse.

- Oh, cállate mi bebe pingüino, y apresurémonos antes de que New Directions nos saque a patadas.

Kurt ya había pasado por esa situación una vez, pero aún así no dejaba de sentirse extraño el estar sentado en una butaca esperando a que New Directions hiciera una presentación sin él. Se preguntó si alguna vez se acostumbraría del todo a esa sensación, no de pérdida, pero sí de nostalgia y de profundo deseo. Sintió los dedos de Blaine entrelazándose con los suyos, la mirada hazel clavada en su sien, pero no se dio vuelta a mirarlo porque sabía que no podría resistirlo. Había sido una semana de locos, Pavarotti, Blaine, Santana, el dueto, y Kurt sabía que, en ese momento en el que ya la presión había cedido, pero cuando aún tenía que enfrentarse a esa prueba emocional tan fuerte, iba a colapsar si intentaba soportar apenas más de lo que sabía que era capaz. Y sabía que en ese momento no sería capaz de soportar la mirada de Blaine.

La canción de Rachel era desgarradora, y Kurt sabía que era una canción original no solo porque se conocía al dedillo la lista de canciones que Rachel hubiera querido o incluso aceptado cantar (porque eran, básicamente, casi las mismas que las suyas propias): sino también porque Kurt sabía bastante e intuía mucho de lo que estaba pasando en la mente y el corazón de Rachel en esos días, y no era posible que existiera una canción que expresara esos sentimientos con tanta exactitud y tan abiertamente. De haber necesitado una confirmación, la entereza y el corazón con los que Rachel la estaba cantando, le hubieran bastado.

Fue en ese momento que a Kurt se le encogió un poco el corazoncito, porque lo único en lo que podía pensar era Cuanto me estoy perdiendo de sus vidas y de esto que construimos juntos, chicos. Se dio cuenta de que estaba tomando la postura constante de que Dalton era algo pasajero: se dio cuenta de que tomaba y digería las cosas como quien dice cuando regrese va a costarme tanto ponerme al día y no esto es lo que ellos son sin mí.

Apenas comenzó el siguiente tema, y Kurt se dio cuenta de que esa postura que estaba tomando no podría cambiar nunca. New Directions formaba una parte demasiado integral de su vida como para desplazarlos sin más; a Kurt le daba un poco de culpa, por Blaine y los Warblers, que lo habían recibido con los brazos abiertos y siempre habían dado lo mejor de sí para hacerlo sentir cómodo y a gusto. No había sido culpa de ellos: en cualquier otra circunstancia, Kurt sabía que podría haber hecho su vida alrededor de esos quince jóvenes maravillosos, con voces impecables, maneras personales de ver el mundo y un montón de cariño para dar. Pero habían llegado tarde, y Kurt sabía- siempre lo había sabido, pero no había sido hasta ese momento que había sido verdaderamente consciente- que los Warblers y Dalton eran su refugio, pero New Directions era su hogar. Era su hogar, porque ahí estaba Finn, cantando esos versos que Kurt sabía que su hermanastro había escrito inspirándose en él; ahí estaba Rachel con su gran voz, y las eternas peleas que habían ayudado a Kurt a ser lo que era; ahí estaba Mercedes, la mejor amiga que Kurt hubiera podido pedir; ahí estaba Tina, comprensiva y siempre presente; ahí estaba Brittany, con su inocencia y su enorme corazón; ahí estaba Santana, con su humor ácido y sus secretos; ahí estaba Artie con su fuerza de voluntad y su mano siempre extendida; ahí estaba Mike con su serenidad y su ternura; ahí estaba Puck con ese buen corazón tan bien escondido; ahí estaba Quinn con su inteligencia y sus dotes de mando; ahí estaba Sam con su simpatía y su falta de prejuicios. Kurt podía pensar en una decena de defectos de cada uno sin apenas esmerarse, pero eso solo lograba hacerlos más cercanos y más suyos. Porque ahí están todos, exponiendo sus almas, porque era lo mejor que tenían y lo que mejor sabían hacer, cantando una canción que era sus vidas, pero que también era la vida de él, y Kurt había crecido tanto de esa manera que sabía que no solo no podía aceptar nada menos, sino que en realidad tampoco podía aceptar nada diferente.

Los Warblers simplemente no podían ocupar esos espacios en su corazón, porque esos espacios ya estaban ocupados, y Kurt no se había molestado en hacerles lugar, porque no quería hacerles lugar y después volver a lamentar la pérdida.

Blaine lo supo en el mismo momento en el que Kurt se puso de pie para corear esa canción que luego sabría que se llamaba Loser like me. Sintió un dolor agudo que lo recorría desde el cuero cabelludo hasta la punta de los pies. Pero aunque le temblaran las rodillas y la certeza fuera tan grande que la sentía como una carga física sobre los hombros, Blaine se puso de pie para acompañar a Kurt en su entusiasmo. Blaine sabía que, para Kurt, el proceso sería más largo y necesitaría quizás más tiempo y ese era un camino que, al igual que el que en ese momento estaba recorriendo Santana, Kurt debía recorrer solo. Blaine podía- e iba a- estar a su lado para acompañarlo, pero los avances y las decisiones tendría que hacerlos Kurt. Lo tomó de la mano con tanta fuerza que pensó que iba a hacerle daño, pero Kurt no le dijo nada y Blaine no la soltó. Era la única forma que tenía de decirle No quiero que me abandones.

El resultado de la competencia fue un golpe más bajo para Kurt que para Blaine. Blaine era más consciente de sus propias limitaciones, y además tenía la cabeza más fría. Kurt estaba rogando desesperadamente por algo a lo que aferrarse, algo que le permitiera sentir que pertenecía al mundo en el que estaba. El hecho de que New Directions ganara las Regionales era una representación, para Kurt, de que había dejado de formar parte del mundo al que pertenecía. Yo me merecía ganar esto. No podía pensar en los Warblers, que habían trabajado tan duro como todos, y a quienes el golpe también les había pegado fuerte, aunque pretendieran ocultarlo tras sus aplausos gentiles y sus sonrisas de caballeros. Esta es la recompensa por los meses de sufrimiento, por las burlas constantes, por los granizados en la cara, por tener que hacerlo todo a pulmón y contra marea, esta es la recompensa que se merecen y yo me la merezco también. Se sentía tan frustrado que el único pensamiento que rondaba en su cabeza era una vez más, fue Rachel Berry quien ganó. Ni siquiera los gestos de ánimo de Blaine podían consolarlo del todo. Kurt sabía que ahí tenía el ejemplar más claro de la pelea que él había ganado, y sabía que, de haber podido elegir, no hubiera elegido haber ganado ninguna otra antes que esa. Pero para Kurt, Blaine iba mucho más allá de Rachel y su necesidad de recompensa por los daños ocasionados. Blaine era para Kurt un pilar y no un trofeo, y por la definición misma de pilar, Kurt no podía imaginarse sin haber ganado a Blaine. Por el contrario, las Regionales eran algo tangible y real y Kurt sentía que le picaba la garganta y se le agolpaban las lágrimas en los ojos, y se sentía la peor persona del Universo, porque, aún antes de pensar en la felicidad de todos sus amigos, pensaba en lo doloroso que era no poder poseer y compartir él también esa felicidad.

. fanfic: wip, personaje: carole hudson, personaje: blaine anderson, pareja: brittany/santana, . género: slash, . género: femslash, personaje: santana lopez, x autor: albaclara, pareja: blaine/kurt, . fanfic: largo, . rating: pg-13, personaje: kurt hummel

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