Título: Never Can Say Goodbye
Autor:
ilyannTipo de trabajo: Fanfic ilustrado.
Rating: Pg-13.
Pareja: Quinn/Puck
Summary: “Despierta” -susurró Puck con un hilo de voz-. “Por lo que más quieras, Quinn… Despierta…”
Advertencias: Imágenes con sangre.
Nota: No es que escriba/dibuje a una velocidad supersónica, es que llevo preparándolo desde que vi el último capítulo… (sí, aún aigo traumada por el accidente de Quinn).
Puck estrechó con firmeza el cuerpo de Quinn contra su pecho, temeroso de que desapareciese de un momento a otro.
- Joven, por favor…
Alguien le puso una mano en el hombro, pero Puck se sacudió con violencia y abrazó a Quinn con más fuerza si cabe. Sentía algo húmedo en sus brazos y al bajar los ojos, comprobó que las mangas de su camisa estaban teñidas de rojo.
Su cuerpo entero se vio sacudido por un escalofrío que le recorrió toda la espalda. Su mente se convirtió en un papel en blanco y por unos instantes, sintió que no era capaz de pensar o sentir nada que no fuese el cuerpo de Quinn entre sus brazos.
A lo lejos podía perfectamente oír los gritos desesperados de Santana y el llanto incontrolable de Rachel. Ladeó la cabeza como un autómata y vio a Finn con la espalda apoyada en la ambulancia. Tenía los ojos bañados en lágrimas y la cara completamente desencajada. A su lado, estaban Mike y Brittany, ambos abrazados a Tina y con el rostro oculto entre su cabello. Los hombros de la asiática se convulsionaban con violencia. Mercedes trataba en vano de frenar a Sam, que no cesaba de golpear el destrozado coche de Quinn con los puños ensangrentados y Kurt, cuyas mejillas se encontraban completamente inundadas por dos ríos de agua salda, abrazaba a Blaine por la espalda mientras el muchacho enterraba la cabeza entre sus rodillas.
Puck no entendía por qué estaban así, la verdad.
“Menudos idiotas” pensó mientras una leve risita escapaba rebelde de entre sus labios. Seguro que cuando Quinn despertara se reiría de ellos y los llamaría blandengues.
Volvió a mirar a Quinn, cuyos párpados seguían firmemente cerrados, y la zarandeó un poco contra su pecho.
- ¿Has visto? -dijo, riendo y trató de no prestar atención a la sangre que cada vez resbalaba con más fuerza por su frente-. Mira cómo los tienes, Q. Ya te vale.
Volvió a reírse y notó que algo mojado resbalaba por sus mejillas. Al principio pensó que era la sangre de Quinn que le había salpicado, pero pronto se dio cuenta de que eran sus propias lágrimas.
- Vamos, abre los ojos para que esos pusilánimes dejen de llorar de una vez -el rostro de la muchacha permaneció imperturbable y Puck sintió un amargo dolor subirle por su pecho hasta la garganta.
- Caballero, por favor…
Era otra vez el gilipollas de la ambulancia. Puck volvió a sacudirse de su agarre y ciñó de nuevo sus manos a los hombros de Quinn. No pensaba moverse de allí hasta que se despertara. Porque iba a despertarse. Claro que iba a despertarse.
- Despierta -susurró con un hilo de voz.
No pudo evitar pensar que incluso con la cara teñida de rojo, estaba preciosa. Puck jamás había conocido a nadie tan hermosa como ella. Era como una muñequita de porcelana. Era su muñequita de porcelana.
- Vamos, despierta -esta vez, su voz sonó casi como un sollozo y una extraña desesperación comenzó a apoderarse de él-. Por lo que más quieras, Quinn… -un miedo irracional, como nunca antes lo había sentido, agrio, doloroso, se instaló en la base de su estómago y cuando quiso darse cuenta, su cuerpo entero se vio sacudido por el llanto- despierta. ¡DESPIERTA!
De pronto, dos pares de manos se ciñeron a sus hombros y lo apartaron de Quinn, que quedó estirada contra el frío suelo de la carretera y con la cabeza ladeada hacia un lado.
- ¡No! -gritó, tratando de soltarse al ver como un tío tapaba el cuerpo de Quinn con una manta.
Desesperado, miró a sus compañeros, que contemplaban la escena sin hacer nada. ¿Por qué no hacían nada? ¿Por qué ninguno iba con Quinn?
- Joven, tranquilícese, por favor.
- ¡No me da la puta gana! -gritó, arqueando la espalda hacia atrás, cosa que sólo sirvió para que los brazos que lo sujetaban lo rodearan con más fuerza-. ¡Quinn! ¡QUINNNN!
- Noah…
Puck miró hacia su derecha y vio a Rachel, con el vestido de novia manchado de arriba abajo y con las mejillas coloradas. En sus ojos había tanto dolor que se le hizo difícil mirarla a la cara. La presión entorno a sus hombros se relajó un poco y cuando la muchacha lo abrazó por la cintura, los hombres lo soltaron definitivamente.
- Rach -dijo, viendo cómo los tíos de la ambulancia se llevaban a Quinn hacia adentro. Ni siquiera se dignaron a quitarle la manta, los muy hijos de puta-. Hay que ir con Quinn. Quiero estar con ella cuando despierte… Tengo que…
El pequeño cuerpo de la muchacha tembló contra su pecho y su llanto desgarrador inundó de nuevo la calle.
Entonces, Puck lo comprendió todo.
Quinn no iba a despertar.
Ni ahora ni nunca.
No iba a despertar nunca más.
Su boca se secó, su cuerpo se paralizó, y por un momento, olvidó incluso cómo se llamaba. La cruel y dolorosa realidad lo golpeó en la cara y, arrodillado en aquella sucia carretera, chilló el nombre de Quinn hasta que se quedó sin fuerzas.