Santo diooos ):

Jul 17, 2008 21:28

Decidí que no escribiría nada hasta que hubiera algo por lo cual valiera la pena hacerlo: mi experiencia más espantosa en la Ciudad de México. Ya pasaron varias horas pero aún sigo en shock, queriéndome enroscar en bolita en mi cama porque QUÉ DEMONIOS PASA CON EL MUNDO. Agh. AGH.

El día de hoy era uno importante para mí. Tenía por la mañana una entrevista de trabajo (la primera en mi vida, nótese), y tenía mis tiempos bien calculados. Salí desayunada de mi casa, bien arreglada, con las horas suficientes de descanso... encaminada hacia la universidad porque había quedado de verme con una amiga para irnos juntas con la entrevistadora (ella fue quien me enchufó con el trabajo), y, hasta ese entonces, todo iba a la mar de bien.

Porque con el tráfico nunca se sabe y ahora sí que no podía tomarme el lujo de los 15 minutitos de retraso, tomé un taxi para llegar extra-temprano a la universidad. Siempre me voy en camión, pero hoy, hoyyyyyyyyy, no sé por qué demonios se me ocurrió que podría irme en taxi.

NO DEBÍ HACERLO.

¿Pero cómo iba a sospechar que el conductor que me tocó iba a resultar siendo un psicópata de miedo y que jamás, pero en serio JAMÁS debí haberme montado en su automóvil? Si al subir lo saludé muy alegremente, le platiqué que tendría dentro de poco una entrevista de trabajo, que estaba un poco nerviosa, y platicamos "normalmente" sobre cosas generales durante 5 minutos y, bueno, el señor se veía absolutamente normal.

El primer indicio que percibí de que algo andaba "medio mal" fue que en un alto, se detuvo al lado de un camión para insultar a gritos al chofer, "porque estaba estorbando su camino". Bueno, eso es común, ¿cierto? No hice caso.

Entonces, a una cuadra de llegar a la universidad...

La cita con mi amiga era a las 9am. Eran las 8:55am, iba con tiempo, pero como caminar desde la entrada de mi uni hasta mi facultad toma algo de tiempo, decidí llamarle por celular para avisarle que ya había llegado, pero que me esperara. Estabamos acordando en qué punto exacto nos veríamos cuando escuché un gran golpe y, al alzar la vista, vi que el taxi en el que iba acababa de chocar contra un ciclista. Nada grave, en realidad. Porque el golpe fue contra la bicicleta y no su conductor, pero en lugar de asustarse, el chofer del taxi enloqueció y comenzó a insultarlo.

Para esto, yo seguía con el celular puesto en la oreja, tratando de atender a las indicaciones de mi amiga, no sabía muy bien lo que estaba pasando, pero trataba de entender... porque ¡diooooos! El taxista se puso loquísimo.

Luego, NO SÉ POR QUÉ DEMONIOS (en verdad me encantaría entender) el ciclista se metió entre los ejes viales para andar por la izquierda del taxi. Y sucedió lo peor, sentí un volantazo y, para mi gran incredulidad/shock del momento, vi que el chofer del taxi estaba siguiendo al ciclista para golpearlo con el auto. LO ESTABA SIGUIENDO, MALDICIÓN. ¿Atropellamiento sin querer? No, ¡NO! LO ESTABA SIGUIENDO. Alcanzó a golpearlo una vez, mientras gritaba como histérico. Lo derribó, y entonces sentí cómo el auto pasó por encima de algo. Y yo estaba pensando "no, no, no, no, no, no, no, esto no está pasando, no lo acaba de atropellar, NO lo acaba de atropellar".
Y entonces...

El tráfico se puso denso y el taxi se vio obligado a detenerse. Una señora corrió a la ventana del taxista para gritarle "¡lo atropelló! ¡Lo atropelló!". No quise voltear a ver. Estaba bloqueada de "no, no, no, no, no, esto no está pasando", porque más personas se acercaron al coche a golpearlo. Y YO ADENTRO. Y el taxista gritando, todos gritando.

Quiero creer que no logró matar al ciclista porque al voltear, el chico estaba amagando con levantarse, pero no traía mis lentes puestos, así que no vi con detalle. Además el taxi había comenzado a avanzar...

Hecho la raya. Se fue en sentido contrario por una avenida. Yo estaba pensando si no debía decirle algo, pero ¿qué podía decirle? Capaz de que agarraba su furia contra mí, así que permanecí quieta y callada los próximos 2 minutos que estuve con él en el coche, tratando de mantener la calma. Pálida, claro, pero quieta, muy quieta, pensando en qué demonios acababa de pasar, en si el ciclista estaría herido (¡¿o muerto?!) y por qué de todos los taxistas de la ciudad me había tocado uno de los psicópatas.

Pasamos al lado de mi universidad. Y este fue el diálogo del terror:

Yo: ¿Me puede dejar aquí? Esta es mi parada. En la esquina está bien, o donde sea.
Taxista: No.
Y: ¿No?
T: No puedo detenerme, me están siguiendo.
Y: Pero es aquí, ¡por favor!

Me ignoró olímpicamente. De hecho, aceleró la velocidad del auto, atento al retrovisor.

Llámenle, por cierto, paranoia idiota o medida de seguridad mínima que al escuchar que "nos estaban siguiendo" me agaché en el asiento por si a alguien se le ocurría tirar un balazo al coche (con taxistas locos como ese, no dudo que alguien hubiera reaccionado así... ¿qué tal si un familiar armado del ciclista estaba por ahí?).

El taxista siguió manejando al lado de mi universidad, sin detenerse, y yo nada más veía cómo nos alejabamos y alejabamos y me sentía palidecer... Honestamente, no me había asustado tanto hasta escuchar de él que no quería o podía dejarme bajar. Seguí diciéndole que detuviera el coche, rogándole que no me metiera en el asunto, que hasta le daba más dinero, pero que POR EL AMOR DE DIOS me dejara salir del auto, ¡¿qué pasaba si a mí me pasaba algo?! Estaba en el vehículo del psicópata y aparentemente había gente que nos seguía.

Total que el loco siguió manejando y pude salirme porque se vio obligado a detenerse en un alto (no se detuvo por mí, nótese). En ese momento le arrojé el billete y salí en chinga del taxi. Muy asustada pero también furiosa porque, sabiendo lo aletrada que me encontraba (temblaba y tenía ganas de llorar), me daba coraje pensar que por qué diablos tenía que pasarme algo así una hora antes de mi entrevista de trabajo... cuando debía estar más calmada de lo usual, y eso destruyó todos los nervios de un mes.

La parte buena fue que conseguí el trabajo, y todos mis amigos y familiares me apapacharon como era debido, pero ¿la mañana? Horrenda, horrenda. Más porque mi jefa llegó 3 horas después de la hora indicada... cosa que a nadie le cayó bien, pero personalmente me ayudó porque fue el tiempo necesario para que me tranquilizara y pudiera encararla con la mayor de mis sonrisas.
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