FIC: Ibraxwell - Soulmates never die (8/?)
TÍTULO: Nothing ever goes my way
FANDOM: Fútbol RPF
PERSONAJES: Zlatan Ibrahimovic, Maxwell. Mención de M.Raiola.
PAIRING: Zlatan/Maxwell (Ibraxwell)
RATING: PG
ADVERTENCIAS: angst
RECUENTO DE PALABRAS: 508
NOTAS: Forma parte del conjunto de viñetas Soulmates never die, séptimo capítulo. Ha sido el capítulo que más me ha costado de escribir, no sé si se nota por mi tardanza. Es más o menos como un 'capítulo de transición', poca emoción y mucho drama. Zlatan se ha ido a Turín y Maxwell se siente solo, incapaz de olvidar aquella promesa...
El título de la viñeta viene de la canción Teenage angst, de Placebo (of course).
Le gustaba la vida en Milán. No era tan acogedora como Ámsterdam, donde había dejado atrás definitivamente sus temores de adolescente, pero había algo en ella que la hacía especial. Tal vez, porque sentía que sentía un poco más cerca aquello que echaba de menos. Poco más de 150 kilómetros lo separaban de Turín, de Zlatan. Y aún así, la única forma que tenía de saber de él era a partir de la prensa.
Y ese momento que tanto se temía, llegó. Llegó el maldito Inter-Juventus, llegó aquella sensación tan desagradable, como si aquello que una vez unió a ambos los fuese a separar por completo.
Sabía que Zlatan estaría extramotivado. Lo veía en sus ojos. Veía cómo ardían sus pupilas, cómo respiraba serenamente y calentaba por el terreno de juego con una media sonrisa, cómo compartía bromas con Trezeguet y Camoranesi antes del partido que podía terminar del todo con su relación.
Aún así, por un instante, sólo por pocos segundos, Maxwell intuyó que, desde la distancia, Zlatan Ibrahimovic lo estaría observando. Con esa misma mirada seria, frunciendo el ceño. Sus ojos se cruzaron, durante una milésima de segundo.
Zlatan apartó la mirada. Ni un simple saludo, cómo no. Maxwell había quedado totalmente desconcertado, más de lo que ya lo estaba. Zlatan estaba todavía más alto, y se había rapado el pelo.
La presión que San Siro ejercía sobre todos y cada uno de los jugadores en el campo lo desveló por completo. No era el momento de pensar en ello. No ahora. Nonononono.
Pero, al final, llegó el gol. Ese gol que Zlatan celebró alzando el puño, gritando, riendo y sonriendo, abrazándose con sus compañeros. Ese gol que confirmaba la derrota de su equipo. Ese gol que despedazó por completo el corazón de Maxwell, que se lo miraba, boquiabierto, desde el banquillo.
***
El vestuario del Inter de Milán daba pena. Ese sentimiento de fracaso, de pensar que las cosas se podrían haber hecho mejor, de que acariciaban el liderato y que un gol de ese… sueco les había quitado toda aspiración al scudetto. Pocas cosas podían levantarles la moral en ese momento. Ni siquiera los chistes de Materazzi, ni los discursos alentadores del capitán Zanetti. El vestuario del Inter de Milán, por una vez en la vida, había quedado completamente en silencio.
Un silencio que se vio interrumpido por unos golpes secos desde el otro lado de la puerta. Stankovic entreabrió la puerta, y Maxwell pudo ver enseguida cómo cambiaba su expresión por completo. “¿Qué quieres?”, le oyó susurrar con voz áspera. En unos segundos, Dejan se giró hacia él:
-Maxwell, es para ti.
El ritmo que su corazón había alcanzado a penas lo dejaba respirar. No, no podía ser quien se estaba imaginando. Se levantó del banco, aún sin haberse duchado, y se dirigió hacia allí, aturdido. Y, a pesar de que ya se lo imaginaba, su sorpresa fue mayúscula cuando le vio, completamente vestido con su traje, y con el escudo de la Juventus bordado en la americana, justo a la altura de su corazón.
-Zlatan.
FANDOM: Fútbol RPF
PERSONAJES: Zlatan Ibrahimovic, Maxwell. Mención de M.Raiola.
PAIRING: Zlatan/Maxwell (Ibraxwell)
RATING: PG
ADVERTENCIAS: angst
RECUENTO DE PALABRAS: 508
NOTAS: Forma parte del conjunto de viñetas Soulmates never die, séptimo capítulo. Ha sido el capítulo que más me ha costado de escribir, no sé si se nota por mi tardanza. Es más o menos como un 'capítulo de transición', poca emoción y mucho drama. Zlatan se ha ido a Turín y Maxwell se siente solo, incapaz de olvidar aquella promesa...
El título de la viñeta viene de la canción Teenage angst, de Placebo (of course).
Le gustaba la vida en Milán. No era tan acogedora como Ámsterdam, donde había dejado atrás definitivamente sus temores de adolescente, pero había algo en ella que la hacía especial. Tal vez, porque sentía que sentía un poco más cerca aquello que echaba de menos. Poco más de 150 kilómetros lo separaban de Turín, de Zlatan. Y aún así, la única forma que tenía de saber de él era a partir de la prensa.
Y ese momento que tanto se temía, llegó. Llegó el maldito Inter-Juventus, llegó aquella sensación tan desagradable, como si aquello que una vez unió a ambos los fuese a separar por completo.
Sabía que Zlatan estaría extramotivado. Lo veía en sus ojos. Veía cómo ardían sus pupilas, cómo respiraba serenamente y calentaba por el terreno de juego con una media sonrisa, cómo compartía bromas con Trezeguet y Camoranesi antes del partido que podía terminar del todo con su relación.
Aún así, por un instante, sólo por pocos segundos, Maxwell intuyó que, desde la distancia, Zlatan Ibrahimovic lo estaría observando. Con esa misma mirada seria, frunciendo el ceño. Sus ojos se cruzaron, durante una milésima de segundo.
Zlatan apartó la mirada. Ni un simple saludo, cómo no. Maxwell había quedado totalmente desconcertado, más de lo que ya lo estaba. Zlatan estaba todavía más alto, y se había rapado el pelo.
La presión que San Siro ejercía sobre todos y cada uno de los jugadores en el campo lo desveló por completo. No era el momento de pensar en ello. No ahora. Nonononono.
Pero, al final, llegó el gol. Ese gol que Zlatan celebró alzando el puño, gritando, riendo y sonriendo, abrazándose con sus compañeros. Ese gol que confirmaba la derrota de su equipo. Ese gol que despedazó por completo el corazón de Maxwell, que se lo miraba, boquiabierto, desde el banquillo.
***
El vestuario del Inter de Milán daba pena. Ese sentimiento de fracaso, de pensar que las cosas se podrían haber hecho mejor, de que acariciaban el liderato y que un gol de ese… sueco les había quitado toda aspiración al scudetto. Pocas cosas podían levantarles la moral en ese momento. Ni siquiera los chistes de Materazzi, ni los discursos alentadores del capitán Zanetti. El vestuario del Inter de Milán, por una vez en la vida, había quedado completamente en silencio.
Un silencio que se vio interrumpido por unos golpes secos desde el otro lado de la puerta. Stankovic entreabrió la puerta, y Maxwell pudo ver enseguida cómo cambiaba su expresión por completo. “¿Qué quieres?”, le oyó susurrar con voz áspera. En unos segundos, Dejan se giró hacia él:
-Maxwell, es para ti.
El ritmo que su corazón había alcanzado a penas lo dejaba respirar. No, no podía ser quien se estaba imaginando. Se levantó del banco, aún sin haberse duchado, y se dirigió hacia allí, aturdido. Y, a pesar de que ya se lo imaginaba, su sorpresa fue mayúscula cuando le vio, completamente vestido con su traje, y con el escudo de la Juventus bordado en la americana, justo a la altura de su corazón.
-Zlatan.