Fics a la carta: Tercera tanda

Jul 02, 2009 00:17

la primera tanda y la segunda tanda

Y suma y sigue...

DISCLAIMER GENERAL: Nada de lo escrito a continuación (sea de quien se al autoría) ha ocurrido de verdad y nadie ha escrito esto con otro propósito que no sea entretener.

RATING GENERAL: PG-13 (entre unas cosas y otras que se compensan y tal).



Autor: dfotw
Título: 5 compañeros que han besado a Villa

1. Miguel Ángel López-Cedrón

Las despedidas se le dan fatal a Villa. Decirle adiós al Molinón, a sus compañeros, a la camiseta que lo ha sacado del anonimato… el Guaje preferiría no hacerlo, aunque la oportunidad de irse al Zaragoza, y de allí a donde le lleve el talento y la suerte, es por lo que ha estado esforzándose desde que es un niño.

Lo que no hace la despedida más sencilla, o los remordimientos menos amargos. Pero los chicos, tanto del primer equipo como los que estuvieron con el en Mareo, se han reunido para hacerle una fiesta, y lo menos que puede hacer es fingir un poco de alegría y beber en cada una de las rondas que sus compañeros (sus ex-compañeros, porque ya ha firmado el contrato por la mañana) se ofrecen a comprar.

Eso explica que, cuando salen del bar, con los zapatos pegajosos de sidra y la ropa oliendo a tabaco, mantenerse de pie le resulta más complicado que hacerle entender a un árbitro que no, él no estaba en fuera de lugar. Por eso, la solidez de Miguel a su lado, guiando sus pasos, es más que bienvenida, y Villa no dice nada cuando su compañero lo sube en el taxi, lo acompaña hasta su portal, le saca las llaves del bolsillo, abre su puerta y lo lleva hasta la puerta de su habitación; tampoco dice nada cuando Miguel lo ayuda a sentarse en su cama y, riéndose un poco por lo bajo, se inclina para ayudarlo a quitarse los zapatos. Sigue en silencio cuando su amigo se yergue, le revuelve el pelo y, después de un momento de indecisión, se adelanta para rozarle los labios con los suyos.

-Suerte, Guaje.

2. Fernando Torres

La Eurocopa es responsable de muchas cosas: de que muchos españoles hayan recordado que existe el fútbol fuera de la Liga, de que catalanes, vascos y demás hayan recuperado el orgullo de ser españoles, de que la Selección ya no sea sinónimo de “perder en cuartos de final”, y de que Fernando Torres haya besado a David Villa.

Cuando lo recuerda, el asturiano no puede menos que flipar un poco, así que intenta recordarlo lo menos posible. Vale que estaban ebrios (y no sólo de victoria), y vale que muchos en esas primeras horas de celebración hayan hecho cosas de las que arrepentirían bajo otras circunstancias, pero es que lo de Torres es muy fuerte…

Porque un beso dado en un momento de euforia, mientras todos saltaban en el vestuario, o en el autobús, o en el avión, sería raro pero equiparable a ver al usualmente impasible Alonso saltando y cantando como un crío. Pero un beso dado en un corredor penumbroso, del que habían desaparecido todos los demás como por arte de magia, con Torres muy serio y muy sonrojado, sus largas manos enmarcando el rostro de Villa, inclinándose un poco y besándolo con una determinación y una dulzura que al asturiano se le hicieron entonces (y se le hacen todavía) incomprensibles… eso resulta por lo menos tan extraño como la exclamación ahogada que el madrileño dejó escapar después, momentos antes de escapar corredor abajo y dejar a Villa allí, preguntándose si todo, incluyendo la final contra Alemania, ha sido una alucinación.

3. Cesc Fábregas

Cesc Fábregas es un fenómeno que pone a prueba la resistencia humana. Toda la Selección lo sabe bien, así como saben que lo que haga y diga Cesc… simplemente no cuenta. Con un donut de más (y, a veces, ni siquiera con esa excusa), el catalán puede salir con las ideas más incomprensibles y, punto seguido, llevarlas a cabo sin dejar que cosas como el sentido común o Iker Casillas se interpongan en su camino.

Usualmente, su variedad particular de intimidación consigue que siempre surja alguien que detenga Cesc antes de que éste se meta con el Guaje, ya que la Selección entera parece decidida a evitar que su mascota muera a manos de su delantero estrella, pero en todos estos años ha habido ocasiones en las que las inconsecuencias de Cesc se han extendido hasta invadir la esfera personal de Villa; lo de la espuma de afeitar, por poner un ejemplo.

Pero esto es demasiado. Bajar a desayunar, con el mal despertar todavía no atemperado por una taza de café, salir del ascensor y toparse con un Cesc que, dando saltos, se planta frente a él, lo coge por los hombros, y lo besa, eso es demasiado. El contacto dura como mucho un segundo, y acto seguido Cesc lo suelta, da un salto que lo pone fuera del alcance de cualquier reacción que el estupefacto y medio dormido Villa pueda intentar, y se lanza a por los labios de Capdevila, que consigue trastabillar un poco antes de verse igualmente atrapado y besado.

Cuando el catalán ya ha desaparecido en dirección al comedor, llamando a Ramos a gritos, Villa y Capdevila se miran.

-Cesc -dice el del Villareal como toda explicación, encogiéndose de hombros.

4. Alexis Ruano

No le extraña nada, viniendo de Alexis. Sólo hay que mirarlo, con sus gafas de sol de diseñador y esa ropa, digna de Guti, para saber que Alexis es de esos dispuestos a llevar adelante las bromas que se hacen en todos los vestuarios del mundo.

Y no es que a Villa le importe. En absoluto. Mientras no le afecte a él, los demás pueden hacer lo que les dé la gana. Esa ha sido su filosofía siempre, y no piensa cambiarla por un defensa rubio que sonríe con aire de suficiencia cuando de discuten ciertos temas al salir de las duchas.

Lo que no explica por qué acaba de fusilarse el quinto tequila de la noche, ni por qué va a necesitar un sexto para hacer lo que quiere (no, no quiere, pero debe) hacer; Marchena lo mira extrañado cuando vuelve a coger la botella, pero la noche va en esa tónica y hay cosas más interesantes que mirar, como el espectáculo que está dando Joaquín en la pista de baile, ante los ojos desorbitados de Juan Mata.

En la mesa, Alexis está llevando la conversación con una sonrisa deslumbrante y un brazo que descansa descuidadamente sobre los hombros de Silva. Cuando por fin, casi una hora más tarde, el defensa llega al punto que le interesa, al que Villa veía venir desde hacía días, el Guaje levanta la vista, nada enturbiada por el alcohol, y le lanza una mirada desafiante a Alexis.

-¿Qué, Villa? -le pregunta el malagueño, cayendo en la trampa y soltando a Silva al inclinarse para mirar al delantero-. ¿Te atreves?

Villa tiene la excusa de los ocho tequilas, de que no es hombre que se acobarde ante un reto, y de que sus compañeros lo están mirando, para encogerse de hombros y después asentir; la verdad es que lo que le importa es saber que ya no será Silva, medio adormilado por su segunda cerveza, el que se vea en posición de sentir el aliento perfumado de tequila de Alexis y sus labios sobre los suyos.

Después, se limpia la boca, se encoge de hombros y, veinte minutos después, se ofrece voluntario para asegurarse que Mata y Silva llegan a salvo a sus respectivas casas. Misión cumplida.

5. David Silva

Es lo último que Villa espera. Ha tenido experiencias extrañas en partidos y concentraciones, se ha visto sometido a súbitas revelaciones de facetas ocultas de muchos de sus compañeros (¿quién habría podido adivinar que a Marchena le gusta la poesía del Siglo de Oro, por ejemplo?) y creía ya haberlo visto todo.

Pero todo no incluye esa sonrisa en la cara de Silva que desmiente por completo el aspecto infantil que Villa (y varios árbitros, unos cuantos jugadores rivales, y la Selección al completo) sabe que oculta un temperamento digno de un defensa italiano.

-¿Qué pasa, Chino?

-Alexis -responde el canario con esa sonrisa que es todo dientes.

-¿Alexis?

-Creía que me iba asustar -se ríe Silva-. Como si fuera la primera vez que me besa un tío… ¡pero si hasta le he besado yo a él! Vale, era por un gol y eso casi que no cuenta, pero…

-¡¿Qué?!

La expresión angelical de Silva rivaliza con la Fábregas, con la de Torres, con… Villa tiene que dejar de pensar en tíos que lo hayan besado a él.

-¿No te acuerdas? Cuando Alexis marcó, después de volver su lesión… Joaquín tiene el vídeo, eso es con lo que amenaza con chantajearme cada vez que le gano a la Play… ¿Guaje?

Villa sacude la cabeza. Se acuerda de una noche de copas en la que se dejó besar por Alexis para que el malagueño no se aprovechara de Silva, del mismo Silva que ahora lo mira con cierta aprehensión, pero que no parece en absoluto traumatizado por su experiencia con el defensa.

-¿Guaje, qué pasa?

-Nada, chaval, nada… -Silva lo mira (ahora más divertido que otra cosa y un poco incrédulo también)-. Sólo que… quién lo diría, ¿eh?

-¿Quién diría qué, David?

Villa conoce ese tono de voz. Lo ha escuchado en discotecas mal iluminadas, en bares de madrugada, en habitaciones de hotel y en cálidas noches de verano; no puede decir que lo coge por sorpresa, que no podría haberse echado atrás a tiempo para evitar esos labios tan seguros de sí mismos que atrapan los suyos durante un momento y luego se retiran, todavía sonrientes.

El Guaje mira a Silvita, cuya sonrisa se va haciendo más ancha con cada segundo que pasa y la estupefacción del asturiano queda patente en su silencio. Y entonces, sólo por no quedarse allí petrificado como un paleto (sólo por eso, claro), Villa hace de tripas corazón y, por primera vez, es él quien besa a un compañero.

FIN

Autor: deraka
Título: 5 veces que, celebrando un gol, han hecho acto de presencia las manos largas de Piqué.

Primero:

Un Cesc Fábregas de 14 años recibe la pelota y se mueve por el centro del campo, como pez en el agua. Levanta la vista y de repente, ve la jugada providencialmente clara. Es un jugador de instinto desarrollado, aún siendo tan joven, y no hay un atisbo de duda cuando chuta el balón que describe un arco perfecto y termina en la red.

- ¡¡¡¡GOOOOoooool!!!!.

Aunque no es mucha gente la que se congrega para ver ese partido de alevines, la euforia se contagia en las gradas que se ponen de pie aplaudiendo la jugada mientras los chavales dentro del campo “placan” al autor del golazo.

- ¡Guardiola! ¡Guardiola! - le llaman para su regocijo, mientras le abrazan y le revuelven el pelo, y Cesc exhibe una sonrisa de oreja a oreja. Y en el momento más inesperado siente una palmada en el culo.

Se da la vuelta entre asustado y sorprendido y se encuentra con unos ojos grises que le miran con un brillo travieso. En medio de la euforia y el cachondeo, a Cesc no se le ocurre más que chocar los cinco con su compañero. Pero dentro de los vestuarios, una vez acabado el partido, es cuando al moreno se le enciende la lucecita.

- ¡Tío! La próxima vez a ver si te cortas un poco ¡Mi padre estaba grabando el partido, y vas a salir tú metiéndome mano en primer plano!

Y el más alto echa la cabeza hacia tras y suelta una carcajada.

-¡Ya lo sabía! ¿Por qué crees que lo hice?

Segundo:

-¡¡¡GOOOOOOL DEL BARCELONA, GOL DE BOJAN!!!

Todo ocurre demasiado deprisa, y cuando Piqué llega desde su área con la intención de levantar en bolandas a su enano (como le gusta llamarle en la intimidad) el chico ya ha desaparecido entre la marea de sus compañeros de equipo.

Gerard se tira en plancha contra la mole blaugrana y pelea por un hueco por el que colarse con ahínco, mientras busca los ojos azules de su compañero.

Su mano topa entonces con una espalda, al tiempo que aparece en su campo de visión la sonrisa brillante de Bojan. Su mano baja, acariciando la espalda y se cuela por debajo de la camiseta justo al borde de la cinturilla del pantalón.

En pocos segundos el lío de gritos de euforia y brazos que dan palmaditas de felicitación se dispersan y todos vuelven a su orden estratégico. Bojan y Gerard retienen sus miradas hasta el último momento. Tan distraído está el catalán que no nota la presencia de Puyol hasta que lo tiene al ladito.

- Que ya sé que estás contento y eso, pero... la próxima vez las manos guardaditas ¿eh? - le comenta medio en serio medio en broma el capitán. Y Gerard siente que le arde la cara mientras desea que se lo trague la tierra.

Eso le pasa por tantear a ciegas.

Tecero:

Esta vez, el gol les pilla cuando están los dos fuera del terreno de juego Pero no por ello la celebración es menos animada.

- ¡¡Hemos marcado, hemos marcado!!- a Bojan le entra la risa floja y de un salto se sube encima de Piqué, que lo recibe con los brazos abiertos.

Pep Guardiola hace un gesto de triunfo (muy comedido, eso sí) mientras sus chicos lo celebran en la banda, y cuando se da la vuelta para sonreír a los del banquillo se encuentra con un Bojan colgado del altísimo Gerard, como si de un koala se tratara, mientras el catalán le sujeta firmemente por el trasero y da botes (su cabeza rozando peligrosamente el techo).

Guardiola se da entonces la vuelta, decidiendo que hay cosas que definitivamente prefiere no ver, por mucho que vengan justificadas por un gol.

Cuarto:

- ¡¡¡GOOOOLLL!!! ¡¡GOL, GOL, GOL!! ¡SOY GENIAL! ¡SOY LA LECHE! ¡¡ALABADME!!

Piqué se levanta y se pone a correr por la habitación, se arranca la camiseta y se sube a la cama de Capdevila. Probablemente el pensamiento general en esos momentos, es que se echa de menos a Cesc, que sería el único capaz de hacer callar al otro catalán su dominio del Proevolution. Iniesta aparta el mando de la play, con gesto derrotado mientras su compañero sigue vociferando. En un momento dado, le da por agarrar a quien tiene más cerca, que resulta ser Silva, y ponerse a bailar un tango con él. El valencianista tiene cara de alucine mientras se ve arrastrado en un baile “muy pegado” con el defensa.

- ¡Eh, eh, eh! Chaval, ojito con esas manos. A ver qué va a pasar aquí.

Es entonces cuando David Villa hace acto de presencia, agarra a Silva por el cuello de la camiseta (en un gesto quizás demasiado rudo para venir de alguien que intenta “salvarle”) y lo atrae hacia sí mientras le echa a Piqué la típica mirada de desconfianza de un hermano mayor sobreprotector.

La carcajada colectiva no se hace esperar. Si bien Fernando alza una ceja y aprovecha un momento de intimidad para preguntarle en bajo a Villa “¿Debería sentirme celoso?”. Xavi, sin parar de reír, se estira para revolverle el pelo a un avergonzado Gerard y le suelta.

- Macho, es que tú no aprendes nunca.

Quinto:

Es cierto que no ha sido la jugada más brillante de su carrera, pero eso no le resta ni un ápice del estallido de emoción que siente. Es el primer gol que marca con la camiseta de su selección. De su país. Y además es el primero del partido, el que sirve para adelantarse en el marcador y hacer que todo el estadio (nada más y nada menos que el Bernabéu) se venga abajo, prorrumpa en un jaleo de gritos, cánticos y banderas que se agitan en el aire. Gerard Piqué se deja imbuir en esa sensación al igual que se deja abrazar por sus compañeros. Villa le salta encima, Xabi le revuelve el pelo, Sergio le palmea la espalda... y Capdevila espera casi hacia el final, cuando el resto de jugadores se dispersa, para cogerle por la nuca, pellizcándole cariñosamente, y atraerlo hacia sí (al parecer, nada preocupado de que ese gesto de intimidad sea visto por el público, las cámaras o sus propios compañeros y rivales). A Piqué se le escapa la risa y tampoco se resiste a la necesidad de tocar el pelo húmedo y alborotado del número 11.

- Bien hecho, chaval...

Se hacen un pequeño lío con las manos, porque Joan tarda en soltarlo y él le agarra por el cuello de la camiseta y sus narices chocan y hay más risas antes de que se dé la inevitable separación.

Horas más tarde sale su foto en las páginas web de varios diarios deportivos. Las pullas por parte del equipo no se hacen esperar. Gerard baja una vez más la cabeza, avergonzado (el pelo cayéndole por la frente y cubriendo parcialmente su sonrojo) pero a Capdevila solo le sirve para reírse y aprovecha la coyuntura para acariciarle el muslo ¡delante del resto de sus compañeros!

Piqué jamás pensó que terminaría con alguien que tuviera las manos más largas que él.

FIN

Autora: lobazul
Titulo: 5 veces que Iker dijo "Xabi, en qué nos hemos equivocado"

Empezó como una broma.

Acababan de llegar al pequeño pueblo austríaco. Después de la cena se decretó reunión general en la habitación de Capdevila. Ambos sabían lo que iba a ocurrir en esa habitación, y por eso prefirieron quedarse hasta tarde charlando con los ayudantes de Luis. El alcohol iba a correr en exceso bajo las mismas narices del entrenador, y ninguno de los dos quería ser partícipe de semejante espectáculo: Iker, por ser el capitán; Xabi, por ser Xabi.

Cuando hasta el utillero empezó a bostezar y se subió a su habitación, los dos jugadores se miraron y decidieron armarse de valor y asomar la cabeza por la guarida de los leones.

El espectáculo era dantesco.

- Madre mía -murmuró Iker.

La mayoría de los jugadores habían desaparecido. El Capo dormía sobre su cama, con un vaso vacío sobre la mesilla de noche. A su lado estaba acurrucado Cazorlita, completamente vestido y en zapatillas. Un puñado de naipes se desparramaba por el suelo, marcando un camino que conducía hasta el sofá. Allí dormitaba Villa, con Fernando apoyando la cabeza en su hombro. Silva estaba a su otro lado, y atravesado sobre sus piernas y usando la cabeza del asturiano como almohada, dormía tranquilamente Cesc.

- Qué poca clase -dictaminó Xabi, moviendo la cabeza y dirigiendo sus ojos al cielo-. Pero qué poca clase.

Iker suspiró, frotándose la nuca con una mano.

- Anda, vamos.

Al entrar descubrieron que Carlos y Sergio estaban aún sentados sobre la mesa, despiertos y medio borrachos, discutiendo quién de los dos podía ser más bestia con los delanteros del equipo contrario. Xabi contempló impasible cómo Iker, ídolo de ambos defensas, se acercaba y con autoridad los enviaba a dormir la mona a su cuarto. El arrastrar de pies medio despertó a Villa, que soltó un gruñido ronco y les lanzó una de sus miradas de malas pulgas.

- Tú te encargas de él -dijo inmediatamente Xabi.

Iker movió la cabeza. El vasco palmeó la mejilla de Cesc, y mientras el catalán bostezaba y se preguntaba dónde estaba, eligió al inofensivo Silva y lo obligó a levantarse. El portero no tuvo más remedio que ir a por el otro David.

- Pelayo, vamos arriba.

- Termina de despertarme, y te ahostio.

- Vaya, pues al final van a tener razón los rusos, eres una nena que no aguanta tomarse tres cervezas.

- ¿Los rusos? -abrió los ojos-. ¿Qué están diciendo esos hijos de...? -se puso en pie de un salto, e inmediatamente se mareó y apoyó la cabeza en el hombro de Iker-. Se van a enterar. Bájame al campo, Iker, tenemos que entrenar para destrozar a esos cabrones.

Iker sonrió, se sujetó al hombro el brazo del asturiano y le condujo afuera.

- Ya entrenarás mañana, hombre, tienes que descansar. Queremos que nuestro goleador esté en forma, ¿no?

- Cinco, les voy a meter.

- Y con la pierna mala, además.

- No me jodas. Soy David Villa, hostia, yo no tengo pierna mala.

Consiguió quitarle las zapatillas y acostarlo, y salió de nuevo al pasillo, donde Xabi le pedía ayuda con la mirada. Había intentado encargarse él solo de Cesc y de Fernando, confiando en la docilidad de los jóvenes, y no había caído en la cuenta de que pesaban casi tanto como él y eran totalmente incapaces de caminar por sí solos. Fernando tenía medio cuerpo apoyado en su compañero del Liverpool. Cesc estaba más despierto, pero sus movimientos delataban que podía caerse desplomado al suelo en cualquier momento. Iker se acercó, agarrándole suavemente del brazo.

- Cesc, ven conmigo.

El catalán le miró, atontado, con el pelo revuelto y los ojos vidriosos.

- Iker -murmuró, echándole los brazos al cuello-. Te he echado de menos... tenías que haber.. -el murmullo de su voz se ahogó contra la nuca del portero. Éste esperó unos segundos hasta darse cuenta de que el otro se estaba quedando dormido, de pie. Le sacudió del hombro.

- Joder, macho, ¿qué has tomado?

- No sé, lo que me dio David.

- ¿Y Fernando? -preguntó Xabi, que se las manejaba mejor ahora que no tenía que cargar a Cesc. Abrió la puerta de su cuarto, resoplando un poco por el peso del delantero.

- También.

- Mañana mato a Villa -masticó Iker.

- Él se estaba bebiendo lo que le daba Joan -puntualizó, ausente, Cesc.

Xabi contuvo una sonrisa. Iker bufó.

- La madre que os parió a todos.

- ¿Los dejamos a los dos aquí? -preguntó el vasco-. Están libres. ¿Quién es tu compañero de habitación, Fernando?

Parecía que Fernando no estaba en condiciones de contestar, pero finalmente levantó la cabeza con aire desorientado.

- Santi.

Iker y Xabi se miraron y asintieron.

- Los dejamos aquí.

El capitán tuvo que arrastrar literalmente a Cesc hacia la cama, cargándoselo sobre el hombro. Fernando estaba aún peor, ni siquiera era capaz de encadenar un paso tras otro.

- Fernando, ahora en serio -le regañó Xabi, cruzándose de brazos y mirándole a los ojos-. O llegas hacia esa cama por tu propio pie, o llamo a Stevie y le cuento cómo te has portado esta noche, jovencito.

La amenaza surtió efecto. Torres pareció despertarse, puso cara de terror, y consiguió llegar hasta su cama. Xabi le siguió con aire satisfecho, le ayudó a desvestirse, decidió que podía dormir con la camiseta del pijama y le metió en la cama.

- Hace calor -se quejó el delantero cuando Xabi le tapó con la manta. Intentó quitársela, pero el vasco la sujetó con firmeza.

- Por la noche baja la temperatura, y no queremos que te resfríes.

- Sí, mamá.

Cesc soltó una carcajada. El catalán repitió “mamá” con una sonrisa bobalicona, y miró a Iker con absoluta adoración mientras el capitán luchaba con sus zapatillas. Xabi corrió a ayudarle, y en poco tiempo Cesc ya era un ovillo bajo las sábanas.

- Hasta mañana -murmuró, agarrando a Iker del cuello y besándole en la mejilla. El portero frunció el ceño y se limpió la cara con el dorso de la mano.

- Cesc, mañana te recordaré lo que has hecho y querrás morir de la vergüenza.

El central sonrió, descarado, y miró a Xabi.

- Adiós, mamá.

- Lo que me faltaba por oír.

Xabi e Iker salieron de la habitación y apagaron la luz. Antes de cerrar la puerta, no pudieron evitar quedarse mirando a los dos jóvenes altos y desgarbados que dormitaban cada uno en su cama. Al ser conscientes de lo que estaban haciendo, Iker miró a Xabi, y el ex de la Real contuvo una sonrisa.

- ¿En qué nos hemos equivocado, Xabi? -preguntó al final Iker, melodramático.

El scouser acertó a cerrar la puerta antes de soltar una gran carcajada.

- Villa se ha lesionado, tío.

- ¿Cómo?

Xabi estaba blanco. Iker empezó a palidecer.

- No sé, me lo ha dicho Carles, que está en la enfermería.

El capitán se levantó de un salto, se colocó rápidamente una camiseta, cogió su bolsa y siguió a Xabi. Les tranquilizó un poco cruzarse con Reina y Palop y ver que no parecían preocupados. Siguieron adelante y les llegó claramente un coro de risas.

- Si es que sólo a ti se te ocurre lesionarte celebrando un gol, Guaje -escucharon la voz de Sergio García.

- Es muy impetuoso -añadió Silva.

- ¿Tú lo sabes bien, no?

Iker y Xabi llegaron a tiempo para ver a Villa guiñándole el ojo a Silva por encima de los enanos que tenían delante. El asturiano estaba sentado en una camilla, dejando que un médico se inclinase sobre su mano. Fernando estaba a su lado, con aire socarrón.

- ¿Qué ha pasado? -preguntó Iker.

Inmediatamente todos abrieron paso al capitán.

- David, que se ha lesionado celebrando un gol conmigo -contestó Fernando, palmeando el cuello de Villa, que sonrió ampliamente como si estuviera orgulloso de su hazaña.

- ¿Y qué te has hecho? -preguntó Iker, alarmado.

Villa levantó una mano, enseñándole al capitán un par de dedos vendados. A su alrededor surgió un coro de carcajadas que se convirtió en un estruendo cuando otro jugador se abrió paso.

- ¡David! ¡DAVID! ¿Dónde está David? -Cesc se precipitó al interior, y entonces le miró asombrado y se lanzó a sus brazos-. ¡Estás vivo!

- ¡Nos ha jodío el idiota éste, pues claro que estoy vivo! Quita, bicho.

- ¡Pepe me dijo que estabas agonizando! -se quejó Cesc-. Que los rusos se habían vengado envenenándote con ensaladilla pasada y... ¿QUÉ?

Xabi cruzó los brazos e intentó mantener la dignidad, en medio del grupo de jugadores que lloraban de risa sujetándose el estómago. Cesc fruncía el ceño, mirando cómo Villa se descojonaba, pero se le pasó el mosqueo cuando Fernando se acercó y le revolvió cariñosamente el pelo, y el propio David le dio una palmada en el muslo cuando consiguió ser capaz de volver a respirar.

El médico se giró hacia Iker, curioso y divertido a la vez.

- ¿Son siempre así? -preguntó, haciendo un significativo gesto con la mano.

Iker asintió. Cruzó una mirada con Xabi.

- ¿En qué nos hemos equivocado, Xabi?

- Iker, Villa la está liando.

No es que la voz de Fernando sonara preocupada, es que Fernando era todo preocupación, desde sus hombros tensos hasta el gesto nervioso de pasarse la mano por el largo pelo rubio. Iker se puso en pie inmediatamente. Xabi ya había levantado la cabeza, siempre alerta, y los dos se acercaron al delantero.

- ¿Dónde?

- En el túnel.

Iker corrió afuera, ciñéndose el brazalete de capitán apresuradamente en el brazo. Recordaba perfectamente las palabras que Luis le había dirigido, en la primera charla que tuvieron de entrenador a capitán. “Mira Iker, te voy a decir de lo que te tienes que preocupar. De que Villa no la líe, de que Fernando no se agobie demasiado, y de que Sergio no se me desmadre. Del resto ya me encargo yo, y tal”.

Estaban en el descanso del partido contra Italia, y él había alcanzado rápidamente el vestuario, pero por lo visto David Villa había decidido entretenerse por el camino. Fernando le resumió la historia en un par de frases: David se dirigía al vestuario charlando con su tocayo del Valencia cuando uno de los italianos les rebasó y empujó al pasar al canario. Sólo hizo falta eso para que el asturiano saltara como un resorte. Y, claro, se lió.

Iker escuchó los gritos antes de verles. La voz inconfundible de Villa aullando burradas, insultos en italiano que no alcanzó a comprender. Dos segundos después, dobló una esquina y se topó con una muralla de tres jugadores con la camiseta blanca, frente a los que voceaba un Villa muy cabreado. Por encima de las cabezas de los italianos podía ver cómo Silva le agarraba del codo, sin saber muy bien si debía calmarle o meterse en la refriega con él.

- ¡David! -gritó Iker, haciéndose oír por encima de los demás-. ¡Deja el espectáculo antes de que nos vea alguien! ¡Como te pille el...!

No pudo seguir. Al pasar entre los italianos, alguno le zancadilleó, y el portero voló hacia delante para ir a caer justo en los brazos de David Villa. La reacción fue inmediata. El delantero le puso en pie, miró a los transalpinos y soltó un bufido. Incluso el bueno de Silva dio un paso al frente. Torres gruñó entre dientes, pero Xabi le sujetó antes de que intentara traspasar la barrera italiana.

- Ahora sí que la habéis jodido bien jodida, so cabrones -se escuchó la voz de Villa. Un par de jugadores de la azzurra se asomaron al escuchar el jaleo, uniéndose inmediatamente a sus compañeros-. Al capitán no se le toca y os vais a cagar.

- David, tranquilo -siseó Iker, recuperado del traspiés-. No ha pasado nada. Vámonos al vestuario, antes de que venga Luis.

- Ni tranquilo, ni hostias, ni la puta madre que parió a los italianos.

Fue el pistoletazo definitivo. Los transalpinos rugieron y se precipitaron hacia Villa, que en clara inferioridad numérica hinchó pecho y les hizo frente, apoyado por un Silva que se mantenía hombro con hombro, y por Torres, que se desasió de Xabi y logró meterse entre los italianos. Iker, con los brazos abiertos, intentaba que la sangre no llegara al río, pero Xabi sabía que, si empezaban a llover hostias -y faltaba poco- Fernando y su ejército de enanos llevaban las de perder, e Iker jamás dejaría que les pusieran un dedo encima sin intervenir. Y lo último que necesitaban los españoles es que a su capitán lo pillaran dándose de puñetazos con un puñado de italianos en compañía del pichichi de la Eurocopa. Así que el vasco sacudió la cabeza y se metió de cabeza en la refriega, intentando aplacar a los italianos, intentando apartar a los españoles. Sus esfuerzos fueron en vano, porque, tras 45 minutos de juego frustrante, la sangre caliente de ambos grupos hervía más que nunca.

Entonces algo desequilibró la situación.

- ¿Qué pasa aquí?

Sonó más bien como un “¿e paza aquí?” y todos se giraron. Dani había aparecido en un extremo del túnel, serio, fulminando con la mirada a los italianos bajo sus pobladas cejas. Se acercó lentamente. A sus espaldas, no tan alto pero igual de amenazador, caminaba otro compañero apretando puños y enseñando los dientes como un perro. Carlos Marchena.

- El séptimo de caballería -murmuró Xabi, aliviado, sin dejar pese a todo de interponerse entre españoles e italianos.

- Venga, pa’r vestuario, que os llama vuestro entrenador pa deciros que vais a perder -gruñó Dani, señalando el lado italiano.

Los cinco jugadores de la azzurra les miraron sin saber muy bien qué hacer.

- ¡Arrea! -ladró Marchena.

No hizo falta más. Dudaron un segundo, pero acabaron desfilando hacia su vestuario. Villa les siguió con la mirada, sobreexcitado, dando saltos sobre los tobillos.

- ¡Y como volváis a tocar a uno de los nuestros me hago un monedero con vuestra piel, so cabrones! -berreó, señalándoles con el dedo.

- La madre que te parió, David, cállate -gruñó Iker, agarrándole del cuello y empujándole hacia el vestuario español-. Tira tú también antes de que me dé por estrangularte y nos quedemos sin pichichi.

Corrieron hacia el vestuario, esperando que nadie hubiera reparado en su ausencia o no le hubiera dado demasiada importancia. Llegaron justo a tiempo de sentarse para escuchar las palabras de aliento de Luis. El seleccionador salió al momento, y los dejó solos para prepararse para el segundo tiempo.

Villa estaba bebiendo agua cuando de repente empezó a reírse y se atragantó.

- ¿Qué? -preguntó Iker. Todos les miraban.

El asturiano exhibió una amplia sonrisa, que inmediatamente contagió a Silva y a Fernando.

- ¿Habéis visto la cara de acojone que se les ha quedado a esos hijos de perra al ver a Carlos y Dani?

- Se les han puesto de corbata -añadió Marchena.

Dani se estaba atando una bota, con ademanes lentos y pesados. Levantó al final la cabeza, y una sonrisa apareció entre su barba al rematar:

- Como haya un libre directo, las manos en vez de en la entrepierna se la colocan en la garganta.

Dani y David chocaron las manos, y se echaron todos a reír, todos los que habían escuchado el comentario, incluso los que no habían estado presentes en la pelea. Menos Iker y Xabi, que se miraron alucinados por encima de las cabezas de sus compañeros, pensando en el posible castigo que les habría aguardado de haberles pillado un árbitro o el míster.

En ese momento vino Cesc del otro extremo del vestuario, atraído por las risas.

- ¿Qué pasa? -preguntó, con una sonrisa vacilante-. Por cierto, David, ¿qué hacías hablando con ese italiano cuando he pasado por tu lado? ¿Es amigo tuyo? No he querido pararme para no interrumpir.

Iker se llevó las manos a la cabeza. Xabi se pasaba la mano por el pelo, atusándoselo distraídamente.

- Por el amor de Dios, Xabi, ¿en qué nos hemos equivocado?

- ¡A la final! -bramó David, alzando los puños-. ¡A la final!

Un rugido siguió a las palabras del máximo goleador del equipo, que se vio sepultado por compañeros que le abrazaban teniendo cuidado de apoyar el peso sobre su pie lesionado. Iker contempló el espectáculo desde una esquina del vestuario, cambiándose de ropa tranquilamente. Evidentemente participaba de la euforia general, aún no podía creerse que realmente podían ser campeones de Europa, pero la actitud de Villa era exageradamente alegre.

- Se va a derrumbar -dijo en ese momento Xabi, como si leyera sus pensamientos. Le lanzó una mirada limpia e inteligente, acercándose un poco para dejar oír su tono razonable-. Le doy media hora. En media hora se da cuenta de que realmente se va a perder la final, y se derrumba.

Iker asintió.

- Estaremos aquí.

- Ya -Xabi sonrió-. Pues como siempre.

El vestuario se fue vaciando. Iker y Xabi hablaban con unos y con otros, intentaban retrasar la hora de salir, y finalmente intercambiaron una mirada al darse cuenta de que Villa ya no estaba sentado en su sitio. Recorrieron silenciosamente el lugar, aguzando el oído, hasta que un susurro llamó su atención.

Asomaron la cabeza tras una taquilla. Tras una fila de banquillos estaba David Villa, sentado cabizbajo, con Cesc en un lado y Fernando en el otro. El catalán hablaba y hablaba, inclinado sobre él y agarrándole de los hombros. El madrileño se limitaba a acariciarle suavemente la espalda, con la mirada perdida.

- Te juro, David, que no habría querido ocupar tu puesto. Pero no te defraudaré. Me esforzaré al máximo.

- Eso espero.

- Lo haremos por ti. Te lo aseguro, David, no tendrás que sentirte frustrado por no estar en el campo, porque antes moriremos que dejarnos ganar por Turquía.

David arrugó el entrecejo sin mirarle.

- Alemania, Cesc.

No era la primera vez que Cesc se equivocaba en algo tan básico, y que Villa tenía que corregirle. Pero sí fue la primera vez que Cesc Fábregas no aceptó la puntualización sonrojándose y bajando la mirada, sino que sacudió la cabeza como si nombre de su rival ni siquiera le importara.

- Bueno, ¿qué más da? Alemania, Turquía... No son España. Por eso van a perder.

Villa levantó la cabeza, lentamente, incrédulo, y se quedó mirando con fijeza a Fábregas, como si fuera la primera vez que viera a aquel central espigado e hiperactivo cuya rodilla botaba rítmicamente cuando estaba sentado. Finalmente, sonrió. No una sonrisa de alegría, ni una de sus sonrisas de malas intenciones, sino una genuina sonrisa de orgullo.

- Pero qué bien te he enseñado, coño.

Cesc se la correspondió, complacido, y Fernando reaccionó como si saliera de un trance, retirando la mano de la espalda de David y alzando la mirada al techo.

- Tíos, vamos a ganar -aseguró, como si acabara de tener una visión de la final.

- Claro que sí, joder -Villa le dio una palmada en la rodilla, y se quedó mirando al vacío pensativo-. Es verdad, hostia. ¿Os dais cuenta? Vamos a ganar la Eurocopa.

Sonrió de nuevo, feliz, e Iker no necesitó seguir mirando. Se apartó, parpadeando, contagiado por la fe de Villa, Torres y Fábregas, imaginándose a sí mismo levantando la copa al cielo de Viena y haciéndose a la idea de que su historia tenía que terminar así, sí o sí. Cruzó una mirada con Xabi, que parecía estar pensando lo mismo, pero la voz de Cesc les interrumpió antes de que pudieran dar voz a lo que les pasaba por la cabeza.

- Oye, en serio, pero si jugamos con Alemania... ¿Quién juega con Turquía?

Torres y Villa soltaron una carcajada al unísono, y Xabi e Iker tuvieron que hacer grandes esfuerzos por contenerse hasta que no estuvieron fuera del vestuario. Una vez traspasada la puerta, se rieron a la par, dando salida a la tensión, a la preocupación que les había causado la inoportuna lesión de David.

- ¿En qué nos hemos equivocado, Xabi?

- En demasiadas cosas, Iker.

Pero ambos sonreían aún al llegar al autobús. Y una semana después, a la hora de saltar al campo para disputar la final, aún tenían en mente las palabras de sus compañeros, estaban convencidos de que iban a ganar a Alemania porque así lo había pronosticado Cesc Fábregas en un banquillo, en un vestuario medio vacío tras la semifinal con Rusia.

No había palabras para definir cómo se sentía uno tras haber ganado una Eurocopa.

Iker no había bebido nada durante el viaje, ni siquiera en el autobús, y aunque cerró la boca ante las burlas de Villa y Capdevila, la verdad es que no le hacía falta. Las sensaciones que estaba viviendo no las potenciaba ni el mejor de los combinados de Joan. Necesitaba, además, sus cinco sentidos para disfrutar al máximo el momento. Respirar el aire de Madrid, sentir en el rostro el aire azotándole al discurrir del autobús, escuchar los gritos de la gente y el ondear de las banderas, tocar a sus compañeros, llevarse la mano al escudo de su pecho y sentir su corazón latiendo con más orgullo que nunca. Y ver, sobre todo ver, hasta grabárselo a fuego en las retinas, la marea roja que les saludaba, las personas en los balcones, la cohorte de motoristas, los puentes abarrotados, las esquinas, las calles, las banderas, los aficionados.

España entera.

No. Ni el alcohol podía superar esto.

E Iker había visto muchas veces esas mismas calles llenas, esas mismas calles dándole la bienvenida a él -quizá en otro autobús, quizá con otros jugadores, quizá portando otros colores- pero ni la alegría de la Novena podía superarlo. La multitud que le recibía, el rugido de Madrid, la unidad que se respiraba, sólo podía provocarla una victoria de la selección española. Una victoria que él jamás había confiado en ver. Se giró un poco hacia Torres, que llevaba un banderín del Atlético, y descubrió que no le importaba. Miró a Cesc, que se turnaba con Villa para ondear una bandera rojigualda, y más allá sus ojos se cruzaron con Xavi, que parecía absolutamente atónito.

- Esto es lo más grande que me ha pasado en la vida, tío -confesó.

Iker supo a lo que se refería. Catalán y del Barça, aclamado por una multitud en Madrid. Iniesta se puso a su lado y le apretó un poco el hombro. Tenía su habitual cara inexpresiva -cara de Andrés Iniesta- pero movía la cabeza de vez en cuando, como si no acabara de creerse que tanta gente pudiera salirles al paso para aclamarles a ellos. A la Roja. A los que hasta hacía bien poco aburrían al país por su mal juego. Xabi Alonso pasó junto a los dos culés, parapetándose tras sus elegantes gafas de sol. Iker le recibió con una sonrisa irónica.

- Míralo, todos sudando a mares y él recién salido del catálogo de la Semana Fantástica.

Xabi movió la cabeza con falsa modestia.

- Se nace con clase, o no se nace -se sentó justo a su lado, junto a la barandilla del autobús. Extendió una mano y un grupo de chicas empezaron a chillar. El vasco les dirigió su perfecta y blanca sonrisa-. Así que esto es lo que se siente.

- ¿Eh?

- Esto -el centrocampista señaló a algún punto. El asfalto lleno de gente, el autobús lleno de jugadores, el cielo donde volaban globos rojos y amarillos, qué más daba-. Ya sabes. Cuando una selección ganaba algo, lo que fuera, y tú veías cómo lo celebraban, sacando sus banderas, siendo aclamados por su gente. Y ahora somos nosotros. Es...

- Raro.

- Sí -le miró, extrañado consigo mismo-. No sería capaz de definir cómo me siento.

- Ya. Yo tampoco. Creo que nos hará falta digerirlo. Creo que...

En ese momento un grito de Villa llamó su atención. Se giraron, pensando que el asturiano se estaba peleando con alguien, y lo encontraron mirando a Torres con una sonrisa incrédula.

- ¡Anda ya!

- Te digo yo que sí -afirmaba Fernando.

- ¿Qué pasa? -intervino Silva. Cesc seguía ondeando su bandera tan feliz, dando saltos y lanzando guiños al público.

- Villa, que se ha olvidado de lo que hizo anoche con Juanma -Xabi e Iker cruzaron una mirada cómplice, mientras Fernando relataba, recreándose en los detalles-. Te guste o no, David, lo cogiste en brazos totalmente empapado en champán...

- Lo bañaron, entre otros, nuestro gran capitán el calzoncillos -apuntó Xabi con una deslumbrante sonrisa. Iker clavó la mirada en el cielo como si la cosa no fuera con él.

- Sí. Entre otros muchos, ¿verdad, Dani? -el jerezano le hizo un gesto por encima de las cabezas de Puyol, Iniesta y Xavi-. Bueno, cogiste a Juanma en brazos y te dedicaste a darle vueltas como si él fuera tu princesa y tú el príncipe azul. En Cuatro insinuaron que estabais liados.

- No me jodas-replicó el asturiano entre risas.

- Y luego cogiste el micro y te pusiste a gritar algo de los putos campeones de esta Eurocopa.

David se bebió su vaso de un trago, lo dejó en el suelo y se encaró con Fernando.

- ¿Estás celoso?

Hasta Iker volvió a centrar su atención en ellos cuando Fernando se ruborizó.

- ¿Cómo?

- Como el señorito Goleador de la Final tuvo que ir a la aburrida rueda de prensa mientras sus compañeros se lo pasaban de puta madre celebrándolo... -siguió Villa mientras se acercaba a Fernando.

- No seas idiota, David.

- ¡Joder, Nando, si lo estás deseando!

Y lo cogió en brazos, aunque la jugada no le salió tan bien como con Juanma, porque Fernando era más alto. El paso del madrileño estuvo a punto de desequilibrarle, pero al momento ya estaba allí Cesc, que le dejó la bandera a Sergio Ramos y corrió a ayudar, con tan buen tino que acabaron los tres en el suelo. Para entonces ya habían atraído la atención de todo el autobús, y sus compañeros se acercaron.

- ¡Vamos, todos juntos! -gritó Villa. Torres se medio encaramó a su espalda, y consiguió levantar a Silva ayudado por Cesc. Santi se subió sobre Capdevila con una bandera de Asturias. Puyol se giró hacia Xavi con una sonrisa maquiavélica, hasta Iniesta sonrió-. ¡Dani! ¡Sergio, deja el móvil y ven aquí! ¡Andrés! ¡Pepe, espabila! ¿Y vosotros dos?

Xabi se bajó las gafas de sol e Iker alzó las cejas. Villa les miraba, estirando el cuello sobre el muslo de Torres y la cabeza de Silva.

- ¿Vosotros dos qué pasa, que os creéis más pijos que nadie, o qué? ¡Venid aquí, hostia, u os tiro por la barandilla para que os violen las fans!

Y no tuvieron más remedio que hacerle caso. Dieron un paso al frente y fueron engullidos por el grupo, no saben quién les abrazó ni quién se colgó de quién, ni dónde empezaba uno y acababa el brazo del compañero de al lado. Y entonces, se hizo el silencio y Villa alzó el puño hacia el cielo de Madrid.

- ¿Qué somos?

Y los 23 contestaron, como un solo hombre.

- ¡LOS PUTOS CAMPEONES DE ESTA EUROCOPA!

Inmediatamente Villa cayó al suelo, sobrepasado por el peso de sus compañeros, e Iker y Xabi dieron un salto para ponerse a salvo, para evitar caer en ese mar de brazos y piernas. Miraron entre sonrientes e incrédulos como el eufórico Villa se ponía en pie de un salto y se lanzaba a cantar el "yo soy español español español" seguido de los demás, hasta poner en peligro la estabilidad del autobús.

Iker vio a Cesc bailando con las mangas subidas hasta el hombro, a Torres intentando permanecer serio pero arrastrado por el ímpetu salvaje del asturiano, a Silva saltando sobre la espalda de su compañero, y a Santi ondeando la bandera de Asturias como si le fuera la vida en ello. Y se giró hacia Xabi, pero el vasco le interrumpió antes de que pudiera abrir la boca.

- Sé lo que me vas a preguntar, y tengo la respuesta.

- ¿Cuál es?

Xabi miró al frente, señaló la veintena de jugadores que ahora gritaban el "campeones, campeones" y sonrió.

- En nada, Iker. No nos hemos equivocado en nada.

FIN

UN COMENTARIO, UNA ESCRITORA FELIZ! MAÑANA MÁS, CHAMPIONSQUESOISUNOSCHAMPIONS!

fic, fics a la carta

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