Fic: Pep/Andres

Jun 10, 2009 22:40

Autor: pepandres(antes conocida como isasolan)
Título: Roma
Pareja: Pep/Andres (este un Pep/Andres. Por lo tanto, no contiene elementos de otra pareja. Luego, al hacer clic para leerlo, no hay que asombrarse de que Andrés y Pep estén juntos X__x)
Rating: NC-17
Disclaimer: Esto es enteramente ficción.
Summary: Momentos entre Pep y Andrés el día de la final de Roma. Alternamos entre fluff y sexo, me temo.

Notas de la autora: A pedido de dfotw(♥) desempolvo esto para que no se me adelante salir de las celebraciones del Barça y poder concentrarme me ya en la Copa Confederaciones. Perdonar americalatinismos que se me hayan pasado (y decirme, para evitarlos). Ya sé que es una pareja rara, pero para mí es casi dogma de fe que existe algo entre ellos, ya no concibo a Andrés sin Pep. Si no habeis leído mi ficsote de Pep/Andrés, podéis leerlo acá (pero advierto que es un poco complejo), ya que es en el mismo "universo", pero no es necesario haberlo leído. Podría ser algo así como un epílogo, supongo.

He hecho trampa. He puesto una foto debajo del cut.





"Está abierta," dijo la voz de Pep desde adentro. Andrés empujó la puerta del cuarto de hotel y entró sin hacer ruido. Pep estaba tirado en la cama, o más bien, tirado sobre la multitud de papeles que cubrían la cama. Andrés se preguntó si Pep habría dormido algo la noche anterior. Él mismo se había pasado dando vueltas en su propia cama, sin poder dejar de pensar en la final. Cuando distinguió las cifras brillantes del reloj en la mesita de noche por última vez antes de caer exhausto, marcaban casi las 3 de la mañana.

Hubiera querido poder estar en el cuarto de Pep.

Pero desde la lesión, por un acuerdo tácito ni él ni Pep se habían vuelto a acercar. Andrés quería concentrar absolutamente toda su energía en recuperarse para poder jugar la final. Cuando había sentido aquel tirón lo único que había podido pensar había sido en Pep. Que le tendría que fallar. Que no podría ayudarle a ganar ni la Copa, ni la Liga, ni la Champions. Y ahora sospechaba que además Pep se sentía vagamente culpable de no haber sabido prevenir su lesión, y tal vez de cansarlo más de la cuenta en los mil juegos íntimos cuando estaban solos. Aquella noche, Pep lo había dejado en su casa, se había despedido con un beso rápido y se había marchado, como si temiese de caer la tentación de querer más. No había sido fácil. No se habían evitado exactamente, pero ambos habían logrado tan bien que mal controlar la pasión de sus besos. Tenían que ser razonables. Sólo eran dos semanas. Andrés debía mejorarse y eso era lo principal.

Por eso le había asombrado un poco que Pep lo llamara a su habitación del hotel a pocas horas de la final. Probablemente quería hablar de fútbol, pero Andrés sabía que era un riesgo enorme estar a solas así. Haber aguantado tanto para venir a torturarse así… De cualquier forma, la cama de Pep estaba demasiado llena de papeles para ser acogedora, aunque la falta de cama no había sido un impedimento en el pasado. Andrés se preguntó de pronto si habría podido cerrar el ojo siquiera si hubiera estado con él la noche anterior: probablemente Pep habría estado tan nervioso que no hubiera dejado de hablar. A Andrés ya le había tocado verlo presa de esos ataques de hiperactividad. Las veces que había sucedido le había dejado decir todo lo que quisiera, escuchándole en silencio y acariciándole ligeramente hasta que Pep se había calmado. Le hubiera gustado ayudarle a dormir de haber podido estar con él.

Pero Pep se levantó de la cama y se acercó a él, interrumpiendo sus pensamientos. Sólo tenía puesto unos boxers y una camiseta blanca. Colgado en la parte trasera de la puerta estaba el traje que se pondría para ir a la final, pero parecía querer alargar su relajación hasta el último momento. Relajación era algo relativo, también, porque a juzgar por los papeles Pep no dejaba de pensar en fútbol. Andrés se distrajo un poco adivinando la sombra de los vellos de su pecho debajo de la ropa, hasta que Pep le puso las manos sobre los hombros.

"Tengo que hablar contigo," le dijo y por la forma en que lo miró, Andrés supo que sí, que era de fútbol que quería hablar y que era posible que no le gustara cómo terminaría la conversación. Recordaba haber tenido esa sensación desagradable tres años antes, en París, cuando Rijkaard le había dicho que no lo pondría de inicio. Se le revolvió el estómago de pensar que Pep pudiera hacerle algo así, aunque fuera por la lesión. De hecho, tendría todo el sentido. El partido sería muy físico, no daba margen de error, tal vez poner a Andrés sería muy arriesgado… Mil veces había pensado estas cosas y mil veces había callado sus miedos diciéndose que si había alguien que confiara en su capacidad era Pep, aunque sabía que era su estado físico y no su talento lo que se cuestionaba esta vez. Se preguntó con alarma que haría si le dijera que no lo iba a poner. Llorar, probablemente. Aquella vez había llorado hasta que habían llegado al estadio. Sería infinitamente peor saber que era Pep el que había decidido no ponerlo. Pep, por quien sentía tantas cosas que ni siquiera sabía ponerles nombre.

Algo de su angustia debió manifestarse en su cara, porque Pep le tocó una mejilla suavemente antes de seguir hablando. "Te voy a preguntar algo. Y cuando te lo pregunte, lo voy a hacer como tu entrenador. Y te pido de todo corazón que me contestes la verdad." Andrés asintió lentamente. Sintió algo de nauseas, porque ya sabía lo que iba a preguntar Pep, y se imaginaba que de cualquier forma su decisión ya estaba tomada. "¿Crees que puedes jugar los 90 minutos?" preguntó al fin el que ahora supuestamente era sólo su entrenador.

Andrés dio un paso en frente y tomó la camiseta de Pep entre sus manos, nerviosamente. Era hacer un poco de trampa. Pep le había preguntado eso como entrenador. Era justo que Andrés le contestara como un jugador y que no buscara esta cercanía, pero simplemente no podía obviar todo lo que sentía por Pep, todo lo que habían llegado a ser.

"Sí," dijo con una pasión inusual que no se molestó en contener. "Tú sabes que por ti haría cualquier cosa. Estoy para jugar los 90 minutos, los 120, para tirar los penales, para cualquier cosa que sea necesaria para ganar y verte feliz." Se sonrojó después de haber soltado eso. Alguna vez alguien le dijo que no era saludable decir todo con tanta sinceridad, pero Andrés no sabía ser de otra forma, y mucho menos cuando se trataba de Pep. Era completamente cierto. Si Pep confiaba en él, Andrés encontraría fuerzas de donde no tenía para no decepcionarlo nunca.

"Me lo imaginaba," respondió Pep con una sonrisa, y si Andrés no se engañaba, con algo de rubor en sus mejillas por la confesión exaltada que acababa de escuchar. "Te creo. Entonces vas a jugar, Andrés, pero no chutes con la derecha. No me podía imaginar una alineación sin ti," admitió con un vago gesto hacia los papeles en su cama. Si Andrés se hubiera animado, habría podido ver su nombre repetido en cada papel, Andrés Iniesta Andres Iniesta Andrés Andrés,asemejándose a las veces que él mismo escribía el nombre de Pep por todos sus cuadernos de niño. Habían tenido que pasar más de ocho años para que se invirtieran los roles.

Alguno de los dos debió dar un paso al frente para que se encontraran sus bocas, pero ninguno supo quién fue. Cuando sus labios se juntaron fue más que obvio que lo de entrenador y jugador quedaba olvidado - ¿realmente era posible olvidarlo completamente? - y que ahora eran simplemente Pep y Andrés que necesitaban sentirse y tocarse para olvidar que en algunas horas se decidía la final. Era demasiado fácil dejarse llevar. Pep tuvo que apartar a Andrés suavemente cuando los besos se volvieron demasiado apasionados para quedarse en sólo besos.

"Ahora no," le dijo en un susurro mientras se apartaba de él y le acariciaba el cabello, "Más tarde."

Andrés se estremeció un poco. Más tarde. Después de la final. Victoriosos. O derrotados. Se preguntó que pasaría si perdían, y Pep estaba demasiado desangelado para fijarse en él. Pero no tenía caso pensar en eso, porque Andrés estaba convencido de que iban a ganar. Se imaginó en este mismo cuarto de hotel, empapado en cava, tirado en la cama con las piernas abiertas, mientras Pep se lo cogía una y otra vez hasta más no poder.

Sí. Había que ganar.

*

La primera vez fue desenfrenada y demasiado rápida. Entraron al cuarto de Pep trastabillándose, con la impaciencia de haber aguantado tanto y la euforia de haberlo ganado todo. Ni bien se habían empezado a besar que ya se tenían ganas con locura. Se tiraron en la cama sobre el papelerío que Pep nunca había recogido y no hizo falta apartarlos porque en el frenesí de tocarse terminaron haciendo un espacio. Pep ni siquiera se sacó los pantalones completamente. Y él que usualmente hablaba y susurraba más de la cuenta cuando tenían sexo esta vez no dijo nada, apenas unos jadeos ahogados. Dolió, porque hacía 15 días que nadie penetraba a Andrés, porque la única lubri fue un poco de saliva improvisada y porque Pep le hizo doblar la pierna resentida más de la cuenta, pero Andrés no habría ni pensado en protestar. No hubiera tenido tiempo, de todas formas. Apenas unas embestidas salvajes y unos mordiscos desordenados, y Andrés se sorprendió de sentir a Pep venirse dentro de él. Pero cuando miró abajo descubrió su camiseta manchada de semen, y había sido tal su arrebato que ni se había dado cuenta de cuándo se había corrido él también. En cuanto a Pep, no recordaba cuándo había sido la última vez que se había venido tan rápido. Ninguno de los dos dijo nada. Se quedaron jadeantes, desconcertados y con sabor a poco. Pep ya quería darle otra vez. Andrés sólo quería más. Pero no tuvieron tiempo de reponerse y de recomenzar, porque ya era hora de irse al bar con el resto del equipo.

La segunda vez no fue realmente sexo, más bien, un encontronazo por accidente. Fue en la otra discoteca donde terminaron celebrando, donde sólo había gente del equipo. Pep había aceptado tomarse un whisky y lo bebía lentamente, mientras observaba a los jugadores celebrar. Andrés tenía una bandera amarrada en la cintura y cada vez que saltaba, se le deslizaba un poco más abajo. Mientras conversaba distraídamente con los demás, Pep seguía la trayectoria de la bandera, preguntándose qué pasaría cuando se le terminara de caer. Sabía que Andrés no tenía pantalones, sólo los calzoncillos del club que le había visto ponerse apresuradamente antes de salir del hotel. Por cada centímetro que se le bajaba, más ganas tenía Pep de acercarse y sacarle la bandera de un tirón y dejarlo semidesnudo en la pista de la discoteca.

Cuando finalmente había cedido el precario nudo, Andrés no tuvo ni tiempo de reaccionar, porque Pep ya estaba junto a él, sosteniéndolo de un brazo y cubriéndolo tan mal que bien mientras lo arrastraba a una de las zonas VIP. No había nadie. La puerta no tenía pestillo. Pep lo tiró en un sillón y le terminó de sacar los calzoncillos para tomarle su miembro en la boca ante la estupefacción pero no la renuencia de Andrés. Ambos se preguntaron entre jadeos por qué no podían hacer esto con más calma, pero ya las manos de Andrés encontraban la erección de Pep y la masajeaba mientras intentaba desabrochar su pantalón. Se lo hubiera follado ahí mismo después de que Andrés se vino en su boca, de no haber sido porque un grupo del cuerpo técnico del equipo intentó entrar a la sala y Pep apenas si tuvo tiempo de volver a cubrir a Andrés con la bandera, y de acomodarse el pantalón para que no se notara lo imposiblemente duro que se había puesto.

Qué tortura fue el resto de la noche.

Y Andrés con su sonrisa angelical e inocente mientras regresaba a festejar con el resto de sus compañeros.

*

Pep había dejado la puerta de su cuarto entreabierta y Andrés la empujó suavemente. No se había dado cuenta de que Pep se había marchado de la fiesta y se había apurado en regresar cuando reparó su ausencia. Por la tenue luz de la mesita de noche supuso que el mayor estaba despierto, pero al entrar vio que se había quedado dormido sobre la cama, de la cual había quitado los papeles. Se acercó de puntillas y se trepó a la cama con todo el cuidado que le permitían las copitas de más, pero el colchón se movió y Pep abrió los ojos lentamente. Con una sonrisa, Andrés se le subió encima cubriéndolo de besos atolondrados. Si Andrés sabía vagamente a alcohol, los labios de Pep todavía retenían un dejo de sabor a semen, como para que le dieran más ganas de golosearle toda la boca.

"Mi niño," le susurró Pep contra los labios, más despierto ahora que los besos se volvían más profundos. Andrés no pudo evitar sonrojarse de que lo llamara así. Era un nombre secreto entre los dos desde cuando se habían juntado por primera vez años atrás. Era un poco parecido a cuando él le decía mister, una evocación sutil de lo ilícito que había sido y todavía era desearse así. Pero Pep sólo le llamaba así cuando estaba seguro de que estaban solos, y eso generalmente equivalía a estar a punto de follar.

No pudo evitar estremecerse cuando Pep lo hizo rodar y comenzó a desnudarlo, esta vez sin la desesperación de antes, acariciando cada palmo de Andrés que iba dejando al descubierto. Su boca paseando por el cuerpo de Andrés fue remplazando las caricias y éste tuvo que morderse los labios para no rogarle que le diera ya. Lo sintió besarlo con tanta insistencia que seguro lo marcaría. Pep siempre había tenido una fascinación casi malsana de ver con qué facilidad se estampaban sus besos en la blanca piel de Andrés. Entre uno que otro lamido, fue dejando una línea de marcas en la cara interior de los muslos de Andrés, que probablemente serían muy difíciles de explicar a los médicos al día siguiente, pero Pep no quiso distraerse con nada. Hoy tocaba celebrar. El resto del mundo podía volver a existir al día siguiente (o no).

Andrés estaba abrumado por la cercanía de la boca de Pep entre sus piernas y su aliento caliente cada vez más cerca de él. Dejó escapar algo entre una exclamación de sorpresa y un gemido de placer ahogado cuando sintió la lengua de Pep trazar círculos juguetones y luego introducirse dentro de él sin ningún pudor. Bajó la mirada para disfrutar de la escena y no pudo evitar una oleada de emociones entre las cuales la principal era algo así como orgullo, como incredulidad de que Pep realmente le estuviera haciendo esto, de que era posible que Pep correspondiera las locuras que sentía por él. Me quiere, me desea, pensó Andrés entre jadeos. Tantos años y seguía todavía sin poder creérselo. "Te quiero… te deseo…" repitió en voz alta atrayéndolo más cerca. Pep le susurró al oído mil cosas sin sentido e inusualmente Andrés se encontró contestándolas sin darse cuenta, en un diálogo sin pies ni cabeza.

Habría podido murmurar incoherencias por un buen rato, pero Pep se movió y se hincó un poco hasta poder presionar su erección contra su boca, silenciándolo a medias mientras intentaba introducírsela. Andrés se incorporó un poco sin dejar de mirarlo a los ojos y lo tomó entre sus labios, saboreándolo intensamente mientras dejaba su boca bajar por su miembro. Le sostuvo las caderas, y la mano de Pep acariciándole la cabeza lo animó a dejarlo entrar lo más profundo que pudiera, y lo lamió todo con dedicación hasta dejar su miembro húmedo y listo para cuando se lo follara. Pep se acomodó entre sus piernas sin prisas ni brusquedad, abriéndoselas con firmeza y si Andrés gritó esta vez era porque lo sofocaba el placer de sentir a Pep dentro de él. No estaba empapado en cava ni tenía las piernas tan abiertas como había imaginado (maldita pierna), pero Pep sí que se lo cogió una y otra vez hasta que Andrés creyó perder la voz.

"Sabía que esto pasaría," le dijo Andrés algo ronco cuando por fin todo terminó. Pep se dejó caer a su lado. Ambos estaban agotados después de tanta euforia.

"¿Qué cosa, mi niño?" murmuró Pep pasándole una mano por los pocos cabellos que le quedaban. Qué manía de querer copiarle el corte de pelo. "¿Que te iba a tener ganas toda la noche?" Eso era cierto. Había deseado besarlo con locura desde que lo había encerrado en sus brazos después de haberlo sustituido.

"Que algún día ganaríamos, tú y yo…" Andrés le acarició una mano distraídamente. Sólo con Pep se sentía tan importante, y no sólo en lo futbolístico. "Que no ibas a estar en la grada cuando me vieras ganar… si no que estarías conmigo."

Pep sonrió al recordar las palabras que le había dedicado hacía siglos. Andresito era demasiado romántico a veces; se las había aprendido de memoria. Lo que no se explicaba era por qué él también recordaba ese instante con tanta precisión. Es que había sido importante: era la primera vez que había visto a Andrés. Tal vez Pep también era demasiado romántico. Y esto, estar así en la cama después de todo lo que habían luchado y conseguido, sonaba sospechosamente a Vivieron felices para siempre.

"Quiero que te quedes muchos años, que no te vuelvas a ir," insistió Andrés atrapándolo en sus brazos con la idea de no soltarlo hasta que se lo prometiera.

"Esto no hace más que empezar, Andresito," le susurró Pep mientras se inclinaba para besarle los labios otra vez.

ps: no hay forma de que las cosas en cursiva no salgan en amarillo? Se ve horrible D:

fic, autora: pepandres, pairing: pep guardiola/andres iniesta

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