ACOSTUMBRADO A MENTIR (Empanadilla)

Mar 23, 2010 16:29



¡Hola, holaaa!

Aquí la Mel con su primer Empanadilla, beteado por la maravillosa deraka *le dan a 113nm el premio a la más pelota de LiveJournal* y dedicado a todas vosotras, pero en especial a las que escribieron los fics Empanadilla que aparecen en el concurso del I Aniversario de
 
furia_roja .

¿Que por qué a ellas en especial? Porque a mí el Empanadilla no me ha llamado nunca la atención, (de hecho, la primera vez que leí uno, fue un... "ugg!!! estáis locas!") pero a raíz de leer estos fics taaaaan geniales me entró el gusanillo y me salió lo que vais a leer a continuación.

Espero que os guste =)

¡¡Besitos!!

Aviso: el procesador de LiveJournal me odia ¬¬ Si hay algún lapsus de texto por ahí incrustado... no he sido yoo!! :( (de hecho puse un aviso antes en letras rojas por lo mismo y no sé dónde se ha metido)






Autora: .113nm
Título: Acostumbrado a Mentir
Beta:  
 deraka 
Pareja: Cesc/Villa (Empanadilla)
Rating: NC-17 (por poner algo!)
Disclaimer: Me parece que esto no ha ocurrido en la realidad... sólo me lo parece...
Notas: Tiene "un pelín" de lemon en la parte final '^^



-

-Dos 4.
-Otros dos.
-Y otro.
-Otro más.

Los largos dedos de la mano del culé atrapan la última carta casi en el instante en el que el asturiano la deposita sobre la pila de cartas acumuladas durante la ronda.

Villa

Y el señor Príncipe de las Galletas me mira con evidentes signos de sentirse vencedor, de haberme pillado y, sobre todo, de joderme la puta partida. Levanta la carta, la muestra a Pepe para que quede claro que me ha pillado la mentira. No era un 4, sino un 7. De bastos-ese palo gordo y verde-como el que me acaba de meter el capullo por todo el culo, metafóricamente.
-¡Para ti todas!-exclama Reina con regodeo, empujando la pila de cartas acumuladas en el centro de los tres hacia mí.
Las cojo entre gruñidos de protesta y las intento colocar de forma ordenada en mi mano. Llevo ya tantas que apenas me caben.

Las concentraciones, sean donde sean, el día que sean y en el equipo que sean, son siempre aburridas. Parece como si, tras las paredes de aquel hote, las horas pasaran a menor velocidad. Como si los minutos fueran perezosos y apenas se dignaran a correr.

Por eso, la cabeza reluciente por ausencia de pelo de Reina ha pensado que, jugando a las cartas podríamos divertirnos. ¿Divertirnos? ¡Los cojones! ¿A quién le divierte jugar a una mierda de juego en el que encima vas perdiendo?

El Mentiroso… Hasta el nombre me parece ridículo. Gerard y Pepe no piensan de la misma manera. Apenas sostienen cinco o seis cartas cada uno en su mano. En cambio, la mía está que revienta de la cantidad de cartas que me he comido por… mentiroso.

No hay necesidad de jugársela y mentir teniendo tantas cartas. Es muy probable que, si alguno dice un número, él lo tenga. Y si lo tiene debe echarlo para quitarse cartas de encima y con ello se asegura que, en el caso de que Piqué dude de su declaración (“Otro 3”, “Cuatro sotas”…) será este quien se chupe el montón que lleven acumulado.

Aún teniendo esa ventaja, David no cesa de mentir. Miente, miente y continúa mintiendo aún teniendo cartas cuyo número corresponde al demandado en la ronda. Quizás lo haga porque, a estas alturas de la vida, y desde hace meses, se haya acostumbrado a mentir. Y es tan rutinario hacerlo que le sale de forma inconsciente. En el juego no le está dando resultado, sea comprobado ahora, pero en la vida real le funciona. ¿Se siente bien? No. El peso de la mentira aumenta con el paso de las horas, los días, las semanas…la pila de cartas se va llenando de mentiras entremezcladas con verdades, las que a veces casi ni sirven para salvarte de la que te espera. Y es que él, al igual que en el juego, teme el momento en el que una mano desconfiada levante las últimas cartas y descubra la verdad. La verdad de la mentira. Su verdad… ¿o es su mentira?

Reina se baja del colchón y nos hace quitarnos al rubiales y a mí. Nuestras tres camas, unidas para jugar, se han separado un poco y ahora las empuja para volver a juntarlas y sentarnos de nuevo encima.

Tengo tres caballos, pero no los echo todos. Cojo dos de ellos más una sota y dejo las cartas boca abajo en el centro de la mesa.
-Tres caballos.
-Otro más.
-Otros dos.
-Otro.-y echo la carta que en un principio descarté. Estoy diciendo la verdad.
Piqué duda si levantar mi carta o no, y yo le pido mentalmente que lo haga mientras finjo cara de “Oh, no. ¡No levantes, que es mentira!”
Pero el hijo de puta se ríe, coge una carta de su baraja… ¡y la echa sobre el montón!
-Otro caballo.
-Y otro más.-apunta Reina, colocando otra carta.
-¡Tú flipas!-me río y levanto muy seguro su carta.

Mi gesto cambia por completo. Me vuelvo a enfurecer, doy un puñetazo al colchón y aguanto la carcajada de mis dos compañeros mientras recojo todo el montón de cartas y busco la manera de sostenerlo con mi mano. Maldito juego de mierda…

Reina decía la verdad. Villa tenía tres caballos, y el guardameta del Liverpool tenía otro en su mano. Es Piqué quien ha mentido en la jugada, pero Reina ha decidido dejarlo pasar para así acumular un mayor número de cartas y hacer que Villa se las zampara.

El asturiano está que echa chispas. No le gusta perder, y queda demostrado. Sólo es un juego de cartas. Sólo un juego… pero parece tomárselo como algo personal.

Llaman a la puerta de la habitación. Gerard deja sus cartas boca abajo y se levanta del colchón para abrir. Aprovecho y ordeno mis cartas, poniéndolas en forma de abanico en mi mano. Miro por encima de ellas y descubro cómo Reina desliza una mano hacia las cartas de Piqué, intentando verlas. Le doy un manotazo en el dorso que suena en toda la habitación, acompañado del “¡Ay!” del muy subnormal.
-¡Tramposo!-le recrimino.
-Mentiroso.-se defiende, haciendo referencia a mis pocas dotes de estrategia en el juego.
Le enseño un puño como respuesta, pero en ese momento un cuerpo se me echa literalmente encima y me desestabiliza, haciéndome caer en el colchón.
-¡HOLAAAAAAA!

¡Puto crío! Tenía que venir precisamente ahora, con las ganas que tenía de partirle la cara a Pepe. Aunque casi podría darle las gracias, porque habría tenido que pararme detenidamente a pensar dónde se supone que empieza y termina la cara de éste. Todo un misterio…

-¡Cesc, joder! ¡Apártate!- reordeno mis cartas otra vez, intentando que no se vean, y me quito al niñato de encima de un empujón.

Se me queda mirando con cara de cordero degollado, y yo me quedo pensando en que en su caso distingo perfectamente lo que es su cara de lo que viene siendo su cabeza. Al igual se la rompo a él…

El gunner se descalza y se sube al colchón, gateando hasta el valencianista, que se siente incomodado por su presencia.

-¿A qué jugáis?-pregunta con voz inocente y los ojitos echando chispas.
-Mentiroso.-responde Reina, perezoso de añadir el determinante a la frase.
-¿Yo? ¿Por qué? ¡Si no he mentido!
-Que no, Cesc, que jugamos al Mentiroso.-le explica Gerard, con una dulzura disimulada que, sin embargo, no pasa desapercibida para David.
-Eso.-asiente este último, intentando quitarse de encima la idea de dedicarle el puñetazo a Gerard. Ya van tres personas a las que ha premeditado golpear en lo que va de tarde. Todo un récord-Y queremos terminar la partida, así que fuera.

-¿Pero por qué, David?-esa forma de hacerse la víctima me pone histérico. ¿Quiere que le pegue o qué?-¡Estoy aburrido! ¿No me dejáis jugar? ¡Si yo sé!
-Te esperas a que terminemos la partida.-gruño.

Por suerte, cuando terminemos no volveré a jugar, sino que saldré de la habitación a despejarme un rato.
-Vale, ¿pero puedo quedarme?

-Claro, Cesc. Sin problemas.-se me adelanta Piqué, sonriéndole al crío.

¿El mundo está empeñado en que me vuelva boxeador o qué coño pasa?

-¡Pero no incordies!-le advierto mosqueado.

El muy empanao, infantil, lilón y caprichoso de Francesc me mira con una ceja levantada. Se sienta a mi lado y cruza las piernas.
-¿Qué te pasa, David? Estás más borde que nunca.
-Que tiene muy mal perder.-se mofa Reina.
-Cállate la puta boca.

-¡Wo, wo wooo!-ahora es el rubiales el que me está pidiendo una paliza a gritos-¡Qué David se enfada, tío! ¡No le digas las verdades a la cara!

-¿QUERÉIS DEJAR DE HABLAR Y SEGUIR CON LA PARTIDA DE LOS COJONES?

Cesc se me aparta unos centímetros como acto reflejo ante mi histeria, pero a los pocos segundos se vuelve a pegar. ¡Criajo con complejo de garrapata! Cualquiera se lo quita de encima ahora…

-¿Seguimos o no?-digo ahora con más calma.

Y es que David Villa tiene muy mal perder. Sus compañeros lo saben. Pero lo que ninguno sabe es que, en los pocos minutos que lleva el gunner en la habitación, han ocurrido un par de factores que han conllevado a que su cabreo suba de tono al menos diez peldaños más: las sonrisas entre Cesc y Gerard.

La amistad de Cesc con el jugador del Barça es indiscutible. Todos son conscientes de que se llevan a las mil maravillas, ya que se conocen desde hace muchos años y suelen compartir mucho tiempo juntos, tanto en la Selección como en vacaciones. Todos aprueban y ven con buenos ojos esa amistad, pero Villa no.

Esa dulzura casi “amariconada” (según el asturiano) de Piqué a Cesc, esos abracitos tiernos que se dan delante de todos y esas imborrables sonrisas que se dedican… hacen salir a la luz el animal que lleva dentro. Ése que sería capaz de cornear, morder, arañar o golpear todo lo que tenga delante y se interponga entre Cesc y él. Porque, si hay una mentira mucho mayor que las que ha dicho en el juego, es la de su supuesto matrimonio feliz. Quiere a sus hijas por encima de cualquier cosa, y nadie duda que son lo más grande que le ha dado la vida por encima de cualquier éxito profesional.

No se puede decir lo mismo de su mujer. Hace meses que no siente nada por ella. ¿Y quién tiene toda la culpa? El criajo empanao, infantil, lilón y caprichoso de Cesc Fàbregas. Ha echado por tierra todos sus esquemas, empezando por su virilidad. ¿Qué clase de tío machote se pone duro con las caricias de otro hombre? ¿Qué clase de hombre desea los besos de otro hombre? (Siempre que consideremos a Cesc como tal, claro está) ¿Qué clase de macho ibérico se pierde entre las sábanas de un lecho para buscar una polla a la que morder en lugar de un clítoris?

Hace meses que Cesc Fàbregas rompió sus esquemas e incluso su orgullo. Y le ha costado reconocerlo. Aún no lo termina de comprender, y quizás por eso lo trate con tanto despecho, por ser el culpable de haber trastocado la estabilidad emocional y sentimental de su vida.

-Cuatro 2.
Echo las cartas, y ESTA VEZ digo la verdad.
-Otros dos.
Sueña, Príncipe de las Galletas, porque ahora te las vas a comer todas…
Reina piensa como yo, y levanta sus cartas, mostrando su mentira. Un rey y un 6.
El rubiales recoge las cartas, sin mostrarse muy jodido por ser pillado. ¡Normal, no te fastidia! Sólo se ha llevado cuatro cartas más las dos que echó él. Sigue con opciones de descartarse por completo y ganar la partida, cosa que yo tengo muy pero que muy complicado.

No tengo ganas de seguir jugando (nunca tuve ganas, a decir verdad), pero lo que no pienso hacer es rendirme.

Sigue Reina.

-Dos ases.
-Dos más.-los tengo.
-Otro.
-Otro.
-Otro más.-no lo tengo.
Cesc, que está mirando mis cartas, se tapa la boca para no dejar ver la risa que se le ha escapado al descubrir mi mentira (¡Pero niño! ¡Si sabes la diferencia entre “As” y “Caballo”! ¡Y tenías que saberla ahora!)

¡TE VOY A PARTIR LA CARA, GERARD PIQUÉ! Levanta mis cartas y me las vuelvo a comer. A mi lado, Cesc se me disculpa:

-Lo siento, David. No quería delatarte, pero se me escapó.

-¿Se te escapó? ¡Vete al carajo, niñato! A mí no me des la tarde.

-Jo… vale, vale.

Y observo cómo se aleja de mí para situarse detrás del rubio.

Cómo no. Con quién vas a ir, jodido niño. Pues con él, con el que te da los mimitos. Hijo de puta…

Seguimos la partida, y lo que más me joroba es que Cesc no se ríe si Gerard miente, ni pone caras raras que puedan delatar la veracidad o embuste de sus jugadas. Ni siquiera habla. ¡Se está comportando! ¿Me está jodiendo adrede o qué le pasa?

Pero aún no ha acabado la tarde amarga de Villa. El colmo llega cuando, tras varias partidas en las que a veces se descarta y otras se lleva cartas, ve cómo el crío, con total confianza, abraza a Gerard por la espalda, rodea su cuello y se apoya en su hombro cual parejita mimosa.

Eso desata por completo los celos del guaje, que lanza las cartas hacia arriba, cayendo éstas con forma de lluvia de papelitos.

Sin decir nada se levanta, calza sus deportivas sin ni siquiera abrochárselas y sale de la habitación dando un portazo.

¿Pero de qué se cree que va? Tantos meses viéndonos a escondidas, diciéndome que me quiere y todas esas chorradas… ¡y ahora se me soba con el larguirucho ese!

¡Puaff! Y no es AHORA. Lleva toda la vida “enchochado” con el rubio de mierda, pero nunca quise decir nada porque sabía que eran amigos. Durante meses me he tenido que tragar todas esas muestras efusivas de cariño. Tragar y tragar, al igual que me he tragado otras cosas de Cesc al tiempo en que mi orgullo varonil y heterosexual salía despedido por las orejas...

-¡Daviiiiiid!

Su voz de niñito mimado me destroza los tímpanos. O quizás no. Puede que de alguna manera me los acaricie, pero eso es algo que jamás voy a reconocerle ni a él ni a nadie. Ni siquiera a mí mismo.

-Qué coño quieres.-me doy la vuelta a mitad del pasillo. Cesc se choca contra mí al haber venido corriendo como un loco tras mis espaldas.

En lugar de responderme sujeta mi brazo y me hace entrar a su habitación, casualmente la puerta que está a mi izquierda.

Una vez cerrada la puerta me empuja contra ella y me intenta besar, pero lo separo de mí con brusquedad, haciéndole tropezar y caer al suelo.
-¿Qué te pasa hoy conmigo?-noto sus lágrimas humedeciendo sus ojos y su labio inferior temblando con cada palabra.

-¿Que qué me pasa?-intento hacer ver que su carita triste no me afecta en absoluto-¿Tienes la cara dura de preguntarme?
Le cojo de la chaqueta por la parte del hombro y lo levanto del suelo. Cuando lo tengo cara a cara ya está llorando.
-¡Pero si no sé qué te pasa!-balbucea-¡Dímelo! ¿He hecho algo que no te ha gustado o que haga sospechar a los demás que estamos juntos?
-No estamos juntos.-le recuerdo, arrastrando las palabras, luchando conmigo mismo para no abrazar ese cuerpo que ahora convulsiona al son de los sollozos.

-¡Tú sabes a qué me refiero!

-¡Y tú también, Cesc! ¿O me vas a negar que te pasas la vida frotándote con Gerard?
-¿Fro… frotándome con Gerard?-sus ojos llorosos y enrojecidos me comunican una fuerte incredulidad-¡Es mi mejor amigo! ¡No me froto con él! No hacemos nada que no hagan los amigos.
Parece sincero. Pero no voy a doblegarme con tanta facilidad. Estoy harto de perder al Mentiroso y no pienso salir perdiendo una vez más.

-Eres un celoso, David.-me acusa, apuntándome con su dedo índice y atreviéndose a darme un golpe en el pecho con él-Sabes que no tengo ojos para nadie que no seas tú, que incluso dejé a mi novia por ti. ¡Y aún piensas que tengo algo con Gery!
-Cesc…
-¡Eres tan posesivo que no podías soportar verme con mi novia! ¡En cambio yo tengo que aguantar ver cómo besas a tu mujer e imaginarme que te la tiras, que no eres totalmente mío…!

-Cesc…
-¡…que no soy la única persona que ocupa tu mente y que duerme bajo tus brazos!

Un beso violento es lo que consigue hacer callar al gunner. Acostumbrado a rendirse ante las mieles del placer cuando se trata del valencianista, cierra los ojos y siente cómo sus rudas manos le atrapan la nuca impidiéndole escapar mientras su boca es comida literalmente.

Eternos, infinitos… así describiría Cesc los besos de David, mas siempre violentos, enfáticos, efusivos… arrancándole no sólo la piel sino también el alma. Aún conserva, en su labio superior, una marca del último beso recibido por él. Un mordisquito con fuerza mal medida que le hizo pasar del gemido de placer al de dolor. Sangre derramada y lamida por la lengua insaciable del guaje. Cura rápida e hinchazón como recuerdo.

El cálido aliento de Villa abre los poros de su piel. Su cuello expuesto a sus caprichos. De nuevo otras marcas provocadas por el delantero se hacen ver al desprender al gunner de la chaqueta y camiseta del equipo, enseñando su torso desnudo y demandante de atenciones.

Los incisivos le arañan el cuello y descienden por el pecho, dejando una estela de gemidos que Cesc es incapaz de guardarse. Hunde los colmillos cual lobo hambriento en su estómago, bañándolo de saliva, sintiendo cómo le late la sien con fuerza al tiempo en que su entrepierna “despierta”. También la del catalán. La acaricia por encima de pantalón del chándal, sintiéndola dura como una piedra.
-Da… David…-farfulla, el cuerpo tan tenso que podría romperse con cualquier golpe, el sudor correteando por su frente...
-Te callas la boca, niñato.-le espeta, librándole de los pantalones y empleando su complejo de lobo contra el paquete del crío, aún protegido por unos calzoncillos azul marino y con el logotipo de Disney cosido en su parte superior.

-¡Aaaahh… Dios…!
La lubricidad del momento supera a Cesc, que se quita con sus propias manos los calzoncillos y aprieta la nuca de Villa contra su sexo, casi obligando el contacto directo. No parece hacerle mucha gracia al guaje ese arrebato de imposición.

-¿Quién te has creído que eres?-yergue la cabeza y mira a Cesc, que se sonroja-Aquí el que tiene los pantalones soy yo, ¿entendido?

-Claro, los tienes tú porque… yo los tengo quitados.

Lucidez momentánea en mente empanada que hace que, por primera vez, Villa reprima un amago de sonreír, pero lucha contra éste y se pone serio.
-Sabes a qué me refiero. Aquí quien manda soy yo, y tú pereces ante mí y ante mis caprichos.
-Como siempre…-suspira, deseoso de someterse a los gustos de Villa, siempre tan placenteros.

Es sentir su polla dentro de la húmeda cavidad bucal del delantero y Cesc no puede más que gemir, aferrarse a su cabello (sin ejercer ningún tipo de fuerza, algo que mosquearía al guaje) y notar cómo las sacudidas de placer le hacen perder la cordura. Sus gemidos alimentan el ego del valencianista, que hace entrar y salir el miembro del crío a una velocidad de la que seguramente estará orgulloso. Manosea con una mano sus testículos y con la otra sostiene la base del sexo estimulado.

Conoce los límites de Cesc casi tan bien como los suyos, y por eso se detiene justo cuando la rigidez del chico empieza a flaquear y su cuerpo da pequeños tumbos. Lo deja a punto. A punto de correrse, y Cesc, no satisfecho, pide más, sujeta la mano de Villa y la acerca a su entrepierna. El guaje se libera de ella y se desnuda rápidamente, dejándose caer a su lado y abrazándolo por la espalda.
-Ten paciencia, niño malcriado…-el susurro en su oído eriza el vello de la nuca de Cesc, que podría perfectamente correrse sólo con esas palabras.

Lo hace. David lo penetra con crudeza, con la única lubricación que ofrece el preservativo que ha cogido de la mesilla de Cesc, siempre tan precavido.

Le duele. Ya es una sensación familiar. Sabe que es temporal, y que el truco consiste en relajarse y esperar a que su próstata reaccione a las continuas embestidas de Villa, enroscado a su cintura mientras ambos permanecen tumbados de costado.

Pretender que el asturiano sea cuidadoso en el sexo con él y que tenga la paciencia suficiente como para lubricar la entrada antes de abrirse paso es casi tan imposible como convertir el plomo en oro. Siempre ha sido así, violento, duro, descortés… y él lo acepta así, acostumbrándose al dolor y recibiendo poco después la dosis de placer que se merece y que él le da. Es su forma de decir “Te quiero” y Cesc lo sabe. David nunca se lo diría con palabras textuales. Es demasiado orgulloso. Pero le quiere. Pudiera parecer que sólo mira por su propio placer, pero si así fuera… ¿a qué se debe la felación que le practica siempre antes del coito, llegando a veces a dejar que el gunner se corra dentro de su boca? ¿A qué se debe que ahora, mientras lo penetra con fuerza, sujete el miembro del crío y lo haga enloquecer de placer? Podría limitarse sólo a darse placer a sí mismo y no lo hace. Mira por Cesc, más de lo que debería, más de lo que sería lógico en alguien como David Villa.

Cesc sabe que, si por puro  placer fuera, a David le bastaría con su mujer, sin necesidad de buscarse problemas y de mancillar su supuesta heterosexualidad. No tendría necesidad de ver al crío a escondidas, ni besar su boca, llamarle casi a diario al móvil ni jugarse su carrera deportiva como se la está jugando.

Si David Villa no quisiera a Cesc Fàbregas no tendría necesidad de mentir, al contrario que en el juego de cartas en el que, aún sin necesidad, miente.

Y miente porque está acostumbrado a hacerlo.

fic, autora: 113nm, cesc fábregas, david villa

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