[Crossover] Guardando secretos

Apr 03, 2007 02:01

Título Guardando secretos
Fandom: Crossover: Harry Potter/Padrinos Mágicos
Resumen: Sirius se las ve negras guardando su secreto de Cosmo y de Wanda. Secuela de esto de acá.
Raiting: PG

Querido Moony:

Me place informarte que por fin he encontrado un lugar bastante seguro donde alojarme. Por más señas, me encuentro en una pequeña ciudad del otro lado del gran charco.

Estoy viviendo a título de mascota con una familia de muggles despistados. Aunque, tal vez sería más acorde a la verdad decir que están locos.

Tal como lo oyes... eh, lees; todos aquí están locos de atar, por lo que podrías decir que me siento como en casa. Sin embargo, esta locura es una como no había visto nunca en mi vida. Observación que, viniendo de mí-estarás de acuerdo si te tomas un segundo para recordar nuestros desafortunados encuentros con algunos de mis parientes-, es decir bastante.

La causa podría encontrarse en el hecho de que Timmy, el niño de la casa-¿estás sentado, Moony?-, tiene Padrinos Mágicos.

¡De verdad!

Y sí, me refiero a aquellas hadas que fueron prohibidas en el Reino Unido después del desastre de Eyemouth en 1881.

Encima de todo, no conforme con eso, la dulce cría tiene dos. Así es, Moony; Timmy tiene la parejita: marido y mujer. Qué dulce, ¿no?

En fin.

Decía que los muggles están locos de atar, pero las hadas son... no encuentro cómo ponerlo políticamente correcto, así que sólo repetiré lo que los he escuchado decir: Cosmo y Wanda son "las dos mitades de un mismo idiota".

Sin embargo, he de señalar que Wanda es ligeramente mejor que Cosmo. No demasiado, pero la diferencia se nota a golpe de vista.

Por cierto, ellos saben que soy un animago necesitado de hogar y cariño-deja de reírte-pero no lo demás. No han preguntado nada sobre mí-¿ves cómo sí son idiotas?-, pero si lo hacen ya inventaré algo.

Por si acaso, hice con ellos un pequeño trato que no pueden romper: si ellos no le dicen al pequeño Timmy que no soy perro de nacimiento, yo no revelaré "por accidente" a los adultos a su alrededor que ellos existen. No sé qué pienses tú, pero yo creo que es bastante justo.

Suficiente de las hadas. Prosigo con el recuento de mi vida en la actualidad.

Acorde con su contexto, Timmy no es la balanza mejor calibrada del mundo, pero su excusa es bastante buena: tiene diez años. Y tiene esos padres.

¡Oh, sus padres! Me sorprende ya no que el niño siga con vida, sino que la ciudad siga en pie.

Por ejemplo, el señor Turner-el papá de Timmy-tiene una rivalidad estúpida con su vecino, un tal Dinkleberg. Todo lo que Dinkleberg tiene, Turner lo quiere también, de preferencia en versión mejorada. Wanda me contó que el invierno pasado, por querer sobrepasar el arreglo de luces al frente de la casa-costumbre muggle-, Turner ocasionó un cortocircuito que dejó a toda la ciudad a oscuras. Timmy tuvo que desear que el corto se arreglara para evitar que su padre fuera a jucio.

Te cuento esto, Moony, porque precisamente por esa obsesión fue que conseguimos que me adoptaran. La cosa fue como sigue.

Al principio, los señores Turner se rehusaban a aceptarme dentro de su hogar a pesar de los ruegos de su pequeño retoño, y a pesar de que me esforcé en mostrar en todo momento mi lado más encantador-juego de palabras a propósito.

Después de un par de días en que casi termino con mis huesos en una perrera (esta vez el chiste salió sin querer), Timmy deseó que Dinkleberg tuviera un perro que no fuera yo.

La treta funcionó de maravilla.

Ahora tengo techo sobre mi cabeza, un precioso collar color azul claro que resalta mis ojos y croquetas de buena marca-no pongas esa cara; ya te he dicho que el sentido del gusto cambia cuando uno se transforma. ¿O acaso no recuerdas a James comiendo pasto?

En resumen, por ahora mi vida es buena; incluso jugar a atrapar la pelota es excelente para desentumir los músculos y reactivar mis reflejos.

Bueno, creo que es todo lo que tengo que decir por el momento. Espero escuchar de ti pronto.

Menea la cola,
Padfoot.

Sirius enrolló el pergamino y lo ató en la pata de la lecuhza que había alquilado vía Wanda; el ave alzó el vuelo diligentemente mientras que el mago volvía a convertirse en perro y se enfilaba alegremente hacia la escuela de Timmy Turner. Había descubierto que el detalle de escoltar al niño de vuelta a su casa se traducía en una buena cantidad de dulces.

Por otro lado, a Sirius siempre le divertía ver al al profesor del niño, de nombre Denzel Crocker, individuo obsesionado en demostrar al mundo muggle la existencia de las hadas.

Además de que era divertido ver cómo se contorsionaba cada vez que decía "padrinos mágicos", el interés de Sirius lo impulsaba principalmente el hecho de que Crocker no estaba tan perdido en sus suposiciones, puesto que sospechaba de Timmy de entre todos los alumnos de la escuela. Sirius no dejaba de admirarse por los instintos de Crocker-y es que no podía ser otra cosa: el hombre carecía de metodología.

No obstante-y esto era lo más sorprendente del asunto-, Cosmo, Wanda y Timmy habían logrado mantener el secreto. Ayudaba que Crocker fuera un imbécil, claro, pero había muchos otros adultos en Dimmsdale que podrían suponer una amenaza, no sólo él.

Sirius llegó al camino que daba a la puerta de la escuela y se echó en el pasto que lo rodeaba. Agitó la cola cuando un conserje pasó por ahí, escoba en mano. Esto provocó que, tras pensarlo por un instante, el hombre le dio al perro una galleta. Con suerte se vuelve costumbre, pensó Sirius mientras la comía.

Sonó la campana. Por si acaso, Sirius se recorrió un par de pasos hacia atrás, para evitar la estampida.

Timmy no tardó en salir seguido de sus mejores amigos, Chester y A. J. Estos dos eran jovencitos muy agradables, si bien se mostraban atemorizados por la imponente figura de Sirius, situación que Timmy parecía disfrutar en su fuero interno.

De verdad, dale a un chico un perro enorme y ruega porque sea un animago con al menos dos dedos de frente.

Timmy lo recibió, no con un abrazo-eso hubiera sido indigno-, sino con unas palmaditas en la cabeza y de su mochila sacó la correa y la ató al collar de Sirius.

Así, el animago emprendió el viaje de vuelta a casa con un paso digno del mejor perro de exhibición. Que nadie dijera que no hacía un esfuerzo para ganarse el pan. Las croquetas. Lo que fuera.

De pronto, antes que salieran del terreno de la escuela, escucharon una voz gritando el nombre del niño. Era Crocker.

-¡Alto ahí, Turner!-gritó.

A Timmy no le quedó más remedio que quedarse quieto. El niño tenía una expresión resignada que le hizo recordar a Sirius más de algún enfrentamiento con Filch en sus tiempos de estudiante en Hogwarts.

-¿Sí, profesor?

-¡Ja!-Crocker le arrebató la correa de las manos a Timmy-. ¡Esta vez lo conseguí! ¡Tengo a tu padrino mágico!

Crocker se contorsionó de nuevo-de verdad, ¿alguien lo había hechizado para que hiciera eso cada vez?-, pero esta vez, como tenía a Sirius sujeto por la correa, también tironeó de su cuello. El perro, midad molesto y mitad divertido, se sintió tentado a propinarle una mordida, pero se contentó con gruñir por lo bajo.

-¡Sultán no es mi padrino mágico!-dijo Timmy.

-¿No, Turner? ¿Entonces por qué te sigue por todos lados?

-¿Porque es mi perro y lo llevo por la correa?

-¡No trates de hacerte el chico listo!

-Profesor, ¿me devuelve a mi perro?

-¡No! ¡Me lo llevaré y le haré pruebas que demostrarán que es un padrino mágico!

Timmy apretó los puños.

-¡No puede hacer eso! ¡Es mi perro!

Mientras Sirius pensaba en una manera de resolver el enredo sin usar magia, se le ocurrió que tal vez Crocker tenía un sexto sentido que lo atraía a las criaturas mágicas. Tal vez incluso fuese un squib. En cuyo caso, lo que necesitaba era un gato, no un perro.

Crocker rió con esa risa malvada que parecía sacada de uno de los programas de dibujos animados que Timmy veía los sábados en la mañana y se alejó por la acera. O por lo menos lo intentó.

Sirius asentó sus reales en el piso y se quedó ahí.

-¡Muévete, maldito perro del demonio!-jadeó Crocker mientras trataba de hacerlo moverse.

Sirius resopló como respuesta.

Medio segundo más tarde, escuchó que Timmy le pedía auxilio a Cosmo y a Wanda.

A continuación, la correa se rompió y Crocker salió despedido hasta los arbustos que estaban un par de metros más allá.

Lástima, era la correa buena, pensó Sirius.

Timmy le puso la mano en el cuello.

-Vamos, muchacho, desearé una correa nueva cuando estemos en casa.

Dócil, Sirius se levantó y fue detrás del niño.

Llegaron a la casa sin más incidentes. Menos mal, porque el día anterior se habían "enfrentado" contra un bravucón llamado Francis y su perro bulldog. El animal se había mostrado reacio a pelear contra Sirius a pesar de las órdenes de su amo-los animales son buenos para darse cuenta de cuando las cosas no son lo que parecen y por lo general tienen el buen sentido para evitarlas-y bastó con que Sirius ladrara un par de veces para que tanto amo como mascota salieran huyendo. Semejante hazaña le valió al animago un enorme pedazo de jamón y cerca de media hora de rascado de panza.

-¿Pueden creer a Crocker?-exclamó Timmy una vez que estuvo dentro de su habitación-. ¡Creyó que Sultán era mi padrino mágico!

Cosmo rió y dijo:

-Eso no puede ser porque yo no tengo acento inglés. Aunque lo tendría si quisiera.

Wanda le dio un codazo en las costillas a su marido y se apresuró a añadir:

-Este incidente es una prueba definitiva de que Crocker es incapaz de descubrirnos, ¿no lo crees, Timmy?

Timmy asintió entre risas y, sin más trámite, comenzó a desear todo lo que le pasaba por la cabeza, lo cual sin duda lo metería en algún problema en cualquier momento, para variar.

Mientras bostezaba y buscaba un buen rincón para observar el espectáculo, Sirius pensó que quizás no estaría mal darle al niño un cursito intensivo de Merodeador, por lo menos para que no estuviera al borde de destruir al mundo con tanta frecuencia.

Timmy estaba a punto de decidir si su nuevo robot gigante debería lanzar los rayos destructores desde los ojos o desde el pecho, cuando una explosión de pequeña magnitud tuvo lugar en medio del cuarto.

Una vez que se hubo disipado el humo, Sirius vio al hada más grande que había visto nunca. Y “grande” significaba en este caso “monstruosamente enorme”.

-¡Jörgen Von Strangle!-exclamaron Timmy, Wanda y Cosmo.

-¡Así es, pequeños debiluchos!-dijo la enorme hada con un acento austriaco-. Pero hoy no estoy para juegos; iré al grano porque he venido por un asunto de suprema importancia. ¡Atención!

Cosmo, Wanda y Timmy se pusieron en posición de firmes.

Sirius se acercó para ver mejor; un hada con esas ínfulas de sargento no se veía todos los días.

Al darse cuenta de que Sirius estaba ahí, Jörgen se volvió hacia él y lo miró fijamente a los ojos.

-¿Qué es eso?-preguntó.

-¿Un perro?-respondió Timmy.

-¡No te quieras hacer el chico listo!-exclamó Jörgen-. ¡Me refería a que si es uno de tus tontos deseos, Timmy Turner!

En parte, respondió Sirius mentalmente.

-Es un perro callejero que adoptó mi papá -dijo Timmy.

Jörgen volvió a observar a Sirius de pies a cabeza.

El perro movió nerviosamente la cola.

Oh, oh.

Esta hada musculosa con ínfulas de sargento parecía conocer su negocio; las posibilidades de que se diera cuenta de que era un animago crecían con cada segundo en que Jörgen tenía sus ojos fijos en él.

-Lo que pasa -comenzó Jörgen frotándose la barbilla- es que ese collar es muy lindo y me gustaría uno igual para mi pequeña Fifí.

Jörgen agitó su gigantesca varita mágica e hizo aparecer un pequeño perro poodle con el pelo pintado de lila.

Sirius sintió que la sangre volvia a circular en su sistema y a continuación le entraron unas ganas tremendas de golpear el hocico contra la pared.

¡Aquí todos eran unos estúpidos! Debió haberse quedado con el chico Parker en Nueva York; hubieran sido menos los dolores de cabeza.

-Bueno, a lo que venía -dijo Jörgen. Agitó su varita de nuevo e hizo aparecer unos pergaminos flotando frente a él. Después, se colocó unas gafas de lectura, se aclaró la garganta y dijo-: No quiero asustarlos, así que trataré de ser tan delicado y suave como una mariposa que se posa sobre una flor en una cálida tarde de primavera.

Por supuesto, las palabras de Jörgen habían surtido su efecto y ahora Cosmo y Wanda se abrazaban mutuamente y Timmy estaba escondido detrás de Sirius.

-Hemos recibido informes -continuó Jörgen con toda lentitud- de que un fugitivo de la justicia mágica británica ha sido visto por esta zona. Es muy peligroso, así que deben ser lo más cuidadosos posibles y no salgan de la casa durante la noche. Si ven a alguien sospechoso, llámenme; yo me haré cargo de él porque es un enemigo demasiado poderoso para ustedes, hadas tontas y debiluchas.

-¿Fugitivo peligroso?-tartamudeó Timmy tan pronto como pudo despegar la lengua del paladar-. ¿Tienes una foto?

-Oh, sí, espera un segundo -respondió Jörgen.

Mientras Jörgen miraba entre los pergaminos frente a él, el cerebro de Sirius comenzó a trabajar tan rápido como le era posible tratando de encontrar una salida.

Si Cosmo y Wanda veían la foto, aún si no habían comenzado a sospechar ya, lo reconocerían de inmediato.

-¿Qué fue lo que hizo?-preguntó Wanda.

-Asesinó a trece humanos con un solo movimiento de su varita -respondió Jörgen en tono de circunstancias sin despegar los ojos de los pergaminos.

Cosmo gritó y se transformó en una gallina justo en los brazos de Wanda. Esta no se inmutó; tenía su propia impresión con la cual lidiar.

Por su parte, Timmy se aferró con más fuerza al pelo del perro negro.

Sirius podía escuchar el corazón del niño latiendo tan rápido como si tuviera taquicardia, y se sintió irritado contra Jörgen por haber soltado la información de esa manera.

Sin embargo, se le ocurrió de pronto, la situación le daba la oportunidad perfecta para salir del paso.

Sin pensárselo dos veces, Sirius brincó hacia los pergaminos, los tomó con el hocico y los despedazó antes de llegar al suelo.

A continuación, para completar el numerito, se plantó entre Jörgen y Timmy y gruñó. Con suerte-mucha suerte-las hadas interpretarían sus acciones como él quería.

Por fortuna, tal y como lo había descubierto durante su adolescencia, la suerte es de los intrépidos. Y de los que se aferran a su versión, pero esa es otra historia.

-¡Aw!-exclamó Jörgen poniendo sus manos entrelazadas debajo de su barbilla-. ¡El perrito protege al niño de la increíblemente musculosa hada mala y los pergaminos malos que lo asustan!

Por un segundo, Sirius no supo si Jörgen se burlaba o si lo decía en serio.

-Regresaré más tarde con otra de las fotos de archivo -dijo Jörgen-. Mientras tanto, ustedes dos mantengan alejado a su ahijado de todo individuo sospechoso con acento inglés.

Jörgen desapareció en medio de otra explosión.

Sirius se plantó frente a Timmy, haciendo lo posible para preparar un mundo de respuestas para el interrogatorio que vendría a continuación parte de las hadas que habían dado refugio a un individuo sospechoso con acento inglés en la casa de su ahijado.

Sin embargo, aún en las emergencias más graves, las hadas seguían siendo un par de idiotas.

-¡Hay que poner barricadas!-dijo Cosmo, aún en forma de gallina; se había puesto un casco tipo militar-. O tal vez huir a las colinas, lo que tome menos tiempo.

-¡Es muy peligroso ir a campo abierto, Cosmo!-dijo Wanda.

-¡Pero no vamos a ir a campo abierto, Wanda! ¡Vamos a ir a las colinas! ¡Es diferente! ¿No te das cuenta?

-¡Chicos, chicos! ¡Esperen!-intervino Timmy-. No deberíamos alarmarnos tanto. Es decir, si lo piensan bien, ¿qué podría querer un fugitivo mágico británico conmigo?

¿Casa y comida?, pensó Sirius un tanto cínicamente.

Por su parte, Cosmo y Wanda intercambiaron miradas por un segundo y luego se volvieron hacia su ahijado.

-No es por nada, Timmy...-comenzó Wanda.

-Pero tú eres un imán para todo tipo de problemas -dijo Cosmo-. Si algo malo va a pasar en Dimmsdale, las posibilidades de que te pase a ti son de nueve entre diez.

-¡Cosmo! ¡No tenías por qué decirlo de esa manera!-dijo Wanda.

La verdad. Sirius se pasó una pata por la cara.

Timmy, por su parte, había puesto los ojos más grandes que Sirius había visto nunca; parecía haber entrado en una especie de estado catatónico por la impresión.

Pobre chico; la verdad es que sí era todo un imán para los problemas. Sin embargo, el animago tenía que cubrir su propio trasero.

Sirius fue hacia donde flotaban Cosmo y Wanda y les pegó con una pata a la vez que señalaba la puerta del armario con la cabeza. Luego caminó hacia allá. Aparentemente, las hadas entendieron, porque fueron tras él.

Una vez que cerraron la puerta del armario y que Wanda encendió el foco a la mitad del techo, Sirius volvió a su forma humana.

-¿Qué pasa contigo ahora?-preguntó Cosmo.

-Espera, Cosmo; tal vez Sirius tiene algo importante que decirnos con respecto al asesino. Quizá sepa quien es y cómo atraparlo.

-Eh... La verdad... Uh... Creo que ustedes deberían encargarse de poner defensas en la casa para que absolutamente ningún ser mágico entre -respondió Sirius-. Yo protegeré a Timmy. Con mi vida si es necesario.

Los ojos de Wanda refulgieron con una admiración cegadora. Literalmente.

-¿Con tu vida? ¿De verdad?

Sirius asintió solemnemente mientras cubría sus propios ojos con una mano. Al fin y al cabo, sólo debería defender a Timmy de sí mismo, y eso no presentaba ningún problema.

-Pero no podemos instalar ese tipo de defensas tan especializadas si Timmy no las desea -dijo Cosmo.

-En ese caso, hay que conseguir que Timmy las desée, ¿no? Creo que basta con que le digan que es importante -dijo Sirius.

-Tiene razón, ¿sabes?-dijo Wanda.

-¡Dices que tiene razón sólo porque todo lo dice con acento inglés!-exclamó Cosmo. Se cruzó de brazos-. Yo tengo una mejor idea: hay que hacer que Timmy desée que pongamos defensas en la casa para que no entre ningún ser mágico.

Sirius y Wanda intercambiaron miradas de resignación por un instante antes de que ella dijera que la idea de Cosmo era mejor que la idea de Sirius.

Los tres salieron del armario (Sirius de nuevo en su forma canina) y fueron hacia Timmy, quién aún seguía sumido en su impresión. Sirius le pegó en el hombro con una pata, lo que sirvió para sacarlo del trance, puesto que brincó hasta los brazos de Wanda.

-¿Qué? ¿Quién es?

-Tranquilo, Timmy, sólo somos nosotros -respondió Wanda.

-Ah, sí, lo sabía -respondió Timmy, bajando al suelo con una muy fingida tranquilidad.

-Escucha, cariño -dijo Wanda-, ¿qué te parece si deseas que hagamos la casa a prueba de seres mágicos? Así, como el asesino es un mago, no podrá entrar.

-Eso suena muy bien -dijo Timmy asintiendo fervorosamente.

-Pero como se trata de un trabajo exhaustivo, porque tenemos que cubrir todos los rincones, será necesario que estemos lejos de ti por un par de horas. nos va a tomar mucho tiempo. Mientras tanto, Sultán puede cuidarte -añadió Wanda antes de que Timmy se pusiera catatónico de nuevo.

-Bien, supongo que es mejor que nada...-dijo Timmy. Inhaló con fuerza y dijo-: Cosmo, Wanda, ¡deseo que pongan barreras exhaustivas para que ningún ser mágico entre a mi casa y quiero que Sultan sea capaz de cuidarme!

Las hadas levantaron sus varitas, el cuarto se llenó de humo y, cuando este se disipó, ya no estaban.

Sirius aprovechó el momento para transformarse en humano. Sonrió tan encantadoramente como pudo y saludó con una mano mientras Timmy se volvía hacia él:

-Bueno, Sultán, ahora somos tú y... ¿Quién rayos eres tú?

-¿No me reconoces, Timmy? Soy Sultán -respondió Sirius, señalando el collar azul que aún llevaba en el cuello.

Los ojos de Timmy se abrieron y brillaron (aunque no tan literalmente como los de Wanda, por fortuna).

-¡Vaya!-dijo-. ¡Y tienes acento británico! ¿Es para cuidarme mejor del asesino británico?

-Este... sí, así es.

Timmy dio un brinco.

-¡Genial! Bueno, ¿y qué quieres hacer mientras Cosmo y Wanda ponen las barreras antimagia? No creo que quieras ahora que te lance la pelota.

-Sería un poco incómodo, sí -dijo Sirius encogiéndose de hombros-. ¿Qué te parece si jugamos alguno de tus videojuegos?

-Me parece bien. ¿Ya te acostumbraste a los pulgares?

-La costumbre venía con el paquete.

Sirius había pasado buena parte de sus mañanas solo en la casa jugando los videojuegos de Timmy, maravillado a tal punto por el ingenio muggle que a veces le parecía estar canalizando a Arthur Weasley. No había tardado mucho en volverse un experto en la mayoría de los que estaban en el cajón; aquellos que aún no dominaba era porque no los había jugado por más de tres minutos. Dicho todo con la más humilde modestia.

Sin embargo (y aunque más en el espíritu de “soy un perro bueno” que en el de “se supone que soy nuevo en esto”), Sirius dejó que Timmy le ganara en más de la mitad de las partidas.

Una media hora más tarde, Timmy estaba del todo relajado y parecía haberse olvidado del asesino, que era lo que Sirius quería. Benditos niños con su bendito corto periodo de atención.

De pronto, Timmy declaró que tenía hambre y que iría por leche y galletas a la cocina. Sirius estaba a punto de pedirle que también le trajera algo cuando recordó su deber.

-Espera, voy contigo.

-Sultán, ¿quieres galletas normales o de perro?-preguntó Timmy cuando entraron a la cocina.

-Normales están bien.

Timmy abrió el refrigerador para sacar la leche, cuando la puerta de la cocina que daba a la calle se abrió y entraron el señor y la señora Turner.

-¡Hola, hijo! ¡Hola, hombre extraño! ¡Ya regresamos!-dijo el señor Turner.

-¡Un segundo! ¿Quién rayos es usted?-preguntó la señora Turner, quien se había apresurado a sacar de su bolso una pistola de descargas eléctricas.

Genial, ellos sí no se creerían que Sirius era Sultán. Sin embargo, de igual forma el animago les dedicó su más encantadora sonrisa.

-Es mi nuevo consejero escolar -improvisó Timmy, con la práctica adquirida, seguramente, de tener que enmascarar al par de hadas y todo aquello relacionado con ellas-. Está aquí porque tiene que ayudarme a estudiar.

Muy buena excusa. El niño se merecía el curso de Merodeador, y además estaba claro que haría excelente uso de él.

-Bueno -dijo el señor Turner-, en ese caso, no hay ningún problema, ¿señor...?

Sirius extendió la mano. ¿Qué más daba?

-Black, Sirius Black, a sus órdenes.

-Ese es un nombre muy inusual.

-Tal vez sea común en Inglaterra, cariño -dijo la señora Turner, sonriendo de oreja a oreja.

-¿En Inglaterra? ¿Qué tiene que ver Inglaterra con todo esto?-dijo el señor Turner.

-El señor Black es de Inglaterra -dijo la señora Turner.

-¿Cómo sabes eso?-dijo el señor Turner.

-El señor Black tiene acento británico -dijo la señora Turner.

El señor Turner abrió enormemente los ojos.

-¿De verdad? ¡No lo había notado! ¿Podría hablar un poco más, señor Black?

Sirius se forzó a mantener la sonrisa, pero no pudo evitar que su ceja temblara ligeramente. Comenzó a considerar la idea de probar suerte con el hada sargento y su archivo de fotografías.

-Oiga, bonito collar el que tiene ahí -continuó el señor Turner-. Resalta mucho sus ojos y se parece al de nuestro perro.

-Eh, papá, creo que el señor Black y yo deberíamos ir a mi cuarto a seguir estudiando -dijo Timmy.

-Me parece una buena idea, hijo -dijo la señora Turner-. ¿Va a quedarse a cenar, señor Black?

-Mi deber es permanecer aquí por tanto tiempo como sea necesario, señora.

-Entonces prepararé un lugar extra en la mesa -dijo la señora Turner.

Timmy tomó el brazo de Sirius con una mano y lo jaló hacia las escaleras.

-Vamos Sul... digo, señor Black.

-Oye, Timmy, ¿dónde está Sultán? Quería llevarlo a vacunar hoy.

¿Qué? ¿Vacunas?

De pronto, Sirius se sintió completamente agradecido de que todo aquel lío hubiera sucedido precisamente ese día. Por lo menos le daba tiempo para pensar qué hacer para que Turner olvidara las vacunas antes de que tuviera que volver a ser perro. Por fortuna, para confundir a Turner sólo era necesario ponerle enfrente algo grande y brillante y que no tuviera Dinkleberg.

-¿Sultán? Bueno, él... salió a marcar territorio -dijo Timmy.

-Espero que haya ido a casa de los Dinkleberg -dijo el señor Turner.

-Buena salvada -dijo Sirius una vez que estuvieron de vuelta en el cuarto.

-No sé qué harían mis padres si descubrieran que mi consejero escolar es un perro.

-Tal vez se alegrarían de saber que hay alguien más competente que Crocker encargándose de tu educación.

Timmy rió.

-Buen punto. Hablando de Crocker, ¿piensas morderlo alguna vez?

Sirius se rascó la barbilla.

-Ganas no me faltan, pero creo que te meterías en muchos problemas.

-Por desgracia, tienes razón.

Timmy se asomó por la ventana.

-Sirius Black... ¿De dónde sacaste ese nombre?

-Sirius es el nombre de la estrella perro, la más brillante en el cielo nocturno. Te la mostraría si fuera de noche. Y Black, uh, es obvio, ¿no?

-Sabes mucho para ser perro.

-Soy de rancio abolengo, aunque no me guste.

-Por cierto, ¿de dónde vienes? ¿Tenías dueños antes?

-Vengo de... muy lejos. Nunca he tenido un dueño propiamente dicho, pero sí algunos buenos amigos.

-Me alegra escuchar eso.

Sirius sonrió, pero pensó que Timmy no se alegraría tanto si conociera toda la historia. Sin embargo, no tenía ningún caso contársela, así que Sirius decidió dejar las cosas como estaban.

-Me pregunto cuánto les faltará a Cosmo y a Wanda para terminar con las protecciones.

-Tienen que cubrir todos los rincones. Supongo que todavía les tomará otra hora por lo menos.

-Me pregunto por qué, de todos los lugares del mundo, ese asesino tenía que venir precisamente a Dimmsdale.

-Porque es un lugar pequeño, alejado de las grandes cadenas de periódico y televisión, y hay muchos lugares en los alrededores en donde esconderse -respondió Sirius; un poco de sinceridad no cambiaría la situación en lo más mínimo.

-No había pensado en eso.

-De hecho, creo que deberías dejar de pensar en eso; si te preocupas mucho, te podrías enfermar. ¿Qué te parece si seguimos jugando?

-No tengo muchas ganas de jugar -dijo Timmy-. Creo que mejor voy a hacer mi tarea.

¿Su tarea? El chico sí que se sentía mal. Y Sirius comenzaba a sentirse culpable de veras.

Por costumbre, Sirius fue a sentarse junto a los pies de Timmy, con su espalda recargada junto a las patas de su escritorio y comenzó a pensar qué podía hacer tanto para levantarle el ánimo al chico como para que el hada sargento dejara de creer que había una amenaza en Dimmsdale. Por el momento, se había librado de él haciendo que Cosmo y Wanda evitaran que entraran más criaturas mágicas a la casa, pero de cualquier forma no era una solución permanente.

No tardó en ocurrírsele una excelente idea que se haría cargo del problema por completo. Lo único que necesitaba era dinero, una lechuza, un poco de cabello y un buen amigo, todo lo cual era, por fortuna, fácil de conseguir. Aunque sí le dieron ganas de propinarse una mordida en el trasero por no haber pensado en eso desde el principio.

Una media hora más tarde, los Turner avisaron que saldrían hasta la noche, y dijeron que, como Timmy estaba en una sesión de estudio con su consejero escolar, no tenía caso que llamaran a Vicky-otra insufrible en ese extraño pueblo-, decisión que llenó a Timmy de felicidad dentro de lo posible dadas las circunstancias.

Cosmo y Wanda regresaron una hora y quince minutos después. Entraron por la ventana, pero no se molestaron en cerrarla; explicaron que la barrera anti-magia protegería la casa aún si todas las puertas y ventanas estaban abiertas. Ahora cualquier criatura mágica podría salir, pero no entrar. Era obvio que las hadas se encontraban exhaustas, puesto que sin añadir más, fueron a echarse a la cama de Timmy.

-Voy a traerles una bebida energizante -dijo Timmy, quien, a todas luces, ahora se sentía notoriamente más tranquilo para andar solo por la casa-. En seguida regreso.

Francamente, las hadas se veían tan cansadas que Sirius pensó por un momento en posponer su plan, pero Jörgen podría llegar en cualquier momento. Tal vez le tomaría quince minutos darse cuenta de que no podría entrar a la casa, pero no más, y entonces comenzaría a gritar desde el patio.

Sirius se acercó a Wanda y le picó el hombro con un dedo.

-¿Wanda? ¿Wandy-pooh?

-¿Qué sucede?-gimió Wanda.

Sirius se inclinó sobre ella para hablarle al oído.

-Necesito que me hagas un enorme favor. Es muy importante. ¿Podrías? ¿Por favor?

-Estoy muy cansada...

-Inventaré una excusa para llevarte a cenar y para que Cosmo se quede en la casa con Timmy.

Wanda se levantó de inmediato.

-¿Qué es lo que necesitas, galán?

Pero Cosmo también reaccionó.

-¿Estás tratando de seducir a mi esposa otra vez?-exclamó.

-¡Por supuesto que no!-dijo Sirius-. Sólo le pido un favor a esta amable dama.

-Sï, cómo no. Mira, chico listo, tengo unas preguntas qué hacerte y tengo que hacerlas frente a Wanda.

¡Oh, por todos los cielos! ¿Los celos estaban haciendo trabajar el cerebro de Cosmo?

-¿Qué estupidez estás tramando ahora?-preguntó Wanda.

-¡No te metas, Wanda! ¡Estoy tratando de proteger mis intereses! Este tipo -señaló a Sirius- es británico, ¡y ya sabes lo que dicen de los británicos!

-¿Qué es lo que dicen?-preguntaron Sirius y Wanda al mismo tiempo.

-Lo voy a poner así: ese refinamiento y el té de las cinco de la tarde no son lo más masculino del mundo.

-Ah, eso... -replicó Sirius alzando una ceja. Ciertamente, pudo haber sido mucho peor.

-Ya deberías saber que los estereotipos de Hollywood son tonterías -dijo Wanda.

-¿Es que nunca has estado en Inglaterra?-preguntó Cosmo.

-Sí, pero no creo que sea cierto lo que dices, Cosmo. ¿Cómo nacerían los bebés ingleses si lo fuera?

-Matrimonios arreglados -dijo Cosmo.

-¡Eres imposible!-dijo Wanda.

-¡Y tú eres una terca!

-Disculpen, yo sólo necesito una lechuza -intervino Sirius. Estaba a punto de petrificarlos a los dos para que le pusieran atención cuando Timmy regresó.

-¿Por qué están peleando ahora?-preguntó el niño.

-¡Tu perro está tratando de seducir a mi esposa!-exclamó Cosmo.

-¡Por supuesto que no!-exclamaron Wanda y Sirius al mismo tiempo.

Timmy parpadeó.

-Espero que no, porque sería demasiado extraño -dijo-. Cosmo, Wanda, les había traído unas bebidas energizantes, pero creo que ya no las necesitan.

-Gracias por el gesto tan considerado de todas formas, amor -dijo Wanda.

-Espero que le estés hablando a Timmy -dijo Cosmo.

Wanda pareció llegar al límite de su paciencia; agitó su varita y transformó a Cosmo en un gusano.

Sirius suspiró hondo e iba a preguntar de nuevo por la lechuza cuando las luces comenzaron a encenderse y apagarse, y una sirena comenzó a sonar con tanta fuerza que seguramente la escucharon en Diagon Alley.

-¿Qué pasa?-preguntó Timmy.

-¡Un ser mágico está tratando de traspasar nuestras defensas!-dijo Wanda mientras apagaba la alarma con un movimiento de varita.

-¡Hagan algo!-dijo Timmy.

-Ya lo hicimos -dijo Cosmo, quien había vuelto a su forma de hada, e iba vestido con una túnica gris, sombrero de punta de color gris, y una larguísima barba. Abrió los brazos y exclamó-: ¡No podrá pasar!

La alarma sonó de nuevo y Wanda la volvió a apagar.

-¿Será seguro ver quién es?-preguntó Timmy.

Probablemente sea Jörgen, pensó Sirius, así que dijo:

-A mí me parece que no.

-Esperemos a que se canse y se vaya -dijo Wanda.

-Mientras tanto, ¿podrías conseguirme una lechuza?-insistió el animago, tratando de no parecer tan desesperado como se sentía.

-¿Para qué quieres una lechuza?-preguntó Timmy-. No te la piensas comer, ¿cierto?

-Claro que no -dijo Cosmo-, lo que pasa es que los magos inglé...-hizo una pausa en la que la maquinaria de su cerebro trabajandose reflejó en su rostro-...los magos...-repitió con un hilo de voz.

Sirius torció el gesto. Tenía que actuar rápido ahora que el idiota mayor por fin se había dado cuenta.

Cosmo comenzó a gritar, agitando manos y pies en un ataque de pánico.

Sirius se lanzó sobre él, lo tomó de las piernas y lo arrojó por la ventana tan lejos como pudo, antes de que Cosmo pudiera articular algo coherente.

A continuación, el animago barajó sus posibilidades. Podría tratar de Desaparecer, pero no había manera de saber ćomo interferiría la compleja barrera anti-magia que rodeaba la casa con ese hechizo tan complicado. El resto de las opciones disponibles eran igualmente catastróficas, así que Sirius no se detuvo a pensar cuál era la menos, sino que se dejó arrastrar por el instinto.

Mientras Wanda preguntaba por qué había hecho eso, Sirius se transformó en perro, brincó hacia Timmy, lo tomó por la camisa con sus dientes y salió corriendo de la habitación.

En pocos instantes, se encontraba frente a la puerta trasera. Sirius dejó al niño en el suelo, pero lo retuvo por una mata mientras veía através del vidrio que componía la mitad de la puerta.

Jörgen y Cosmo estaban allá afuera, hablando. Cosmo aún se veía muy agitado.

Bien, por la puerta principal sería, entonces. Y debería esforzarse por evitar a Wanda; ella probablemente ya habría salido de su estupor y los estaría buscando.

Sirius se transformó de nuevo en humano, se puso a un muy confundido Timmy bajo un brazo y en la otra mano sostuvo su varita. Avanzó con la espalda pegada a la pared y con todos los sentidos alerta; no que creyera que un hada podría ganarle en un duelo, pero no estaba de más ser precavido.

-¿Puedes decirme qué es lo que sucede?-preguntó Timmy.

-¡Shh! Te explicaré después -dijo Sirius.

-¿Es que acaso tú eres el asesino e hiciste que yo deseara que Cosmo y Wanda bloquearan la casa para que las fuerzas mágicas de la ley no pudieran venir por ti y tiraste a Cosmo por la ventana porque se dio cuenta?

¿Por qué el cerebro de esta gente tenía que volverse funcional de pronto en los peores momentos?

-No soy ningún asesino -dijo Sirius-. Me inculparon injustamente. Escapé de la prisión para encontrar al verdadero culpable y limpiar mi nombre.

-Creo que he visto una película así antes -dijo Timmy-. ¿Por qué no les dices eso a Cosmo y a Wanda?

-No me creerían.

-¡Por supuesto que sí lo harían! ¡Y te creerán porque yo te creo!

Sirius hizo una pausa en su camino y miró al niño a los ojos.

-¿De verdad?-preguntó.

-¡Claro! Es decir, has sido muy amable conmigo todo el día como humano, y como perro también has sido genial. Demostraste que te preocupas por mí cuando dijiste que me podría enfermar si me preocupaba mucho y cuando dijiste que no morderías a Crocker porque yo me podía meter en problemas. Si de verdad fueras malo, no habrías hecho nada de eso. Así que sí, creo que eres inocente.

Sirius bajó a Timmy al suelo. No se había sentido así desde que Harry le dio que sí quería irse a vivir con él.

-Gracias -logró decir.

-Oh, aquí están -dijo Wanda-. ¿Podrían ser tan amables de explicarme qué es lo que pasa aquí?

En pocas palabras, Timmy puso al tanto a su hada madrina de la situación. No le fue difícil convencerla de la inocencia de Sirius, en parte gracias a que ella seguía prendada de sus encantos. Sirius sabía que en algún momento eso iba a ser útil.

A continuación, los tres fueron directo a la puerta trasera. Y la abrieron. Pero no salieron, por lo que pudiera suceder.

-¡Ah! ¡Así que ahí estás, Sirius Black!-dijo Jörgen, amenazando al grupo con su enorme varita.

-¡Te arrepentirás de haberme lanzado por la ventana, traidor!-exclamó Cosmo.

-Antes de que hagas nada, Jörgen, tenemos algo muy importante que decirte.

-Yo también tengo algo muy importante que decir -dijo Jörgen-, y como yo soy más importante que todos ustedes juntos, montón de debiluchos, yo hablaré primero.

-Pero, Jörgen...-comenzó Timmy.

-¡Silencio, Timmy Turner! ¡Espera tu turno!-dijo Jörgen-. ¿En qué estaba? Ah, sí. Cuando me fui de aquí a buscar otra foto del fugitivo en el archivo, encontré, esperándome en mi oficina, a Albus Dumbledore, el director de la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería del Reino Unido.

Sirius no sabía si relajarse o no. Por un lado, la presencia de Dumbledore podría significar buenas noticias, por el otro, el tono de Jörgen no dejaba nada en claro.

El hada sargento continuó con su historia.

-Albus Dumbledore logró convencerme más allá de toda duda de que Sirius Black es inocente.

Bien, relajarse sería.

-¿De verdad?-preguntó Timmy-. ¿Entonces ya no hay cargos en su contra?

-No todos le creen a Dumbledore que yo soy inocente -dijo Sirius-; para que levanten los cargos necesito pruebas tangibles, como el verdadero asesino, que supuestamente fue uno de a quienes maté.

-Ya veo -dijo Timmy-. Cosmo, Wanda, ¡deseo que el verdadero asesino sea entregado a la justicia mágica británica!

Ambas hadas levantaron sus varitas, pero en lugar de conceder el deseo, estas se doblaron como si fueran de goma e hicieron un sonido como de trompetilla. Un segundo más tarde, un enorme libro rosa apareció frente a Wanda.

-Las reglas dicen que no podemos interferir en otro canon -dijo Wanda.

-¿Qué significa eso?-preguntó Cosmo.

-No tengo idea -dijo Jörgen-, pero si está en las reglas, está en las reglas.

-Al menos lo intentaste -dijo Sirius dándole unas palmaditas en la cabeza al descorazonado Timmy.

-Por cierto, Black, tengo un mensaje para ti de parte del profesor Dumbledore. Quiere que permanezcas aquí hasta que te llame.

Sirius asintió.

-De acuerdo -dijo.

-Bien, eso era todo. Ahora, me voy; mi programa comienza en cinco minutos.

Jörgen desapareció en medio de una explosión.

-¿Qué hacemos ahora?-preguntó Wanda.

-¿Seguimos con los videojuegos?-preguntó Timmy.

-Te diré qué -dijo Sirius-, tú terminarás tu tarea mientras yo juego, y cuando termines te enseñaré algunas cosas que me ayudaron a sobrellevar la escuela. Podemos adaptarlo a los muggles-es decir, a gente si magia-para que tú les enseñes a Chester y a A. J.

-¡Estupendo!-dijo Timmy.

-Si logra que Timmy haga la tarea, también me parece una buena idea.

-Lo dices sólo porque lo dijo con acento inglés -gruñó Cosmo.

Así, todos regresaron a la habitación de Timmy. Todos, excepto Cosmo, pues al aún estar en pie la barrera anti-magia, cuand oel hada de pelo verde intentó cruzar se activaron las alarmas. Wanda las apagó de inmediato.

-Ay, mi cielo -dijo-. Quitaría la barrera ahora mismo, pero estoy muy cansada. ¿Puedes esperar hasta mañana?

-Pero...-balbuceó Cosmo, los ojos llenos de lágrimas.

-Escuchaste a la dama -dijo Sirius-. Está cansada. Es toda una lástima que la barrera no se pueda quitar por fuera, ¿no?

-Estarás bien si pasas el resto de la tarde y la noche en mi casa del árbol -dijo Timmy-. Además, es sólo por hoy.

-¡Pero...!

-¡Chaíto!-dijo Sirius mientras cerraba la puerta.

El animago estaba seguro de que Cosmo trataría de vengarse, pero al menos pasaría algunas horas tranquilas sin que le estuviera gritando que dejara de seducir a Wanda, cuando Sirius lo único que quería era sostener una charla con la criatura más inteligente de toda la casa. Que tampoco quería decir gran cosa, pero él no iba a ser limosnero con garrote. Por lo menos, no tanto.

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