Título: Lluvia
Fandom: Naruto
Advertencias: Fluff. Ino/Hinata.
Palabras: 1,888
Summary: Entre la primera parte y la segunda del manga. Por qué Hinata se dejó crecer el cabello.
Rating: PG-13
Notas de Autor: Fluff, ¡escribí fluff! o__o ¡Y todo por culpa de Starknight! *lo señala* Igual, aquí está el fic que te prometí, niño xP
Ino estaba furiosa. No sólo su día libre se había arruinado por culpa de una fuerte lluvia fuera de temporada, sino también su cabello; la humedad le caía fatal: además de esponjarse horriblemente, se incrementaba la posibilidad de que se le abrieran las puntas. Y, por si fuera poco, su padre se había aprovechado de la situación y la había puesto a cargo del mostrador de la florería por el resto de la tarde mientras él tomaba un descanso.
Por fortuna, no había llegado ningún cliente en las dos horas que Ino había estado ahí, y, a juzgar por el clima, seguiría igual. Así, Ino se puso a cubrir, con toda tranquilidad, las puntas de su cabello con aceite protector y trozos de papel aluminio. Las instrucciones de la caja decían que tenía que permanecer así por al menos una hora para que el aceite fuera efectivo, pero no más de hora y media o se quemaría. Para evitar cualquier problema a este respecto, al terminar con todos los mechones que había separado, Ino preparó una alarma. Después, se puso a rebuscar entre las cajas detrás del mostrador alguna revista que no hubiera leído. Estaba tan concentrada en esto que no se dio cuenta que alguien había entrado a la florería sino hasta que, literalmente, sintió su presencia.
-Hola... eh, Hinata-san...-balbuceó Ino tras levantar la cabeza a toda prisa, de pronto muy conciente de su pelo lleno de aluminio y de que la jovencita frente a ella era la heredera del clan más importante de Konoha.
-Um...-comenzó Hinata cubriendo su boca con la manga mojada de su saco mojado. De hecho, toda ella estaba empapada, y ya había un charco de proporciones considerables debajo de ella.
Ino dio un pequeño brinco y se apresuró a traer algunas toallas de la cómoda que había en la trastienda. "El cliente es lo primero" era lo más cercano a un credo que tenía su familia, por no decir que si Hyuuga Hinata se enfermaba en _su_ florería, los chismes no acabarían nunca. Lo que no hizo fue secarla personalmente, sólo le ofreció las toallas y la quitó del charco.
-Lamento el desastre-susurró Hinata, roja, mientras Ino secaba el suelo.
-No te preocupes, estas cosas pasan-dijo Ino forzando una sonrisa que mostraba todos los dientes.
-Yo, eh, quisiera unas flores-dijo Hinata después de una pausa.
-¿De qué tipo?
Hinata susurró algo con voz tan baja que Ino tuvo que acercar la cabeza para escucharla. La chica aprovechó la oportunidad para mirar más de cerca esos ojos blancos tan extraños. Hasta cierto punto, le daban escalofríos porque no reflejaban ninguna emoción, y tenía mucha curiosidad en saber de qué manera veían el mundo. En realidad, cuando era niña pensaba que los Hyuuga veían todo del color de la leche.
-Perdón, ¿qué dijiste?-preguntó.
-Son para una tumba-murmuró Hinata de nuevo.
Cierto, la madre de Hinata había fallecido hacía algunos años. Ino dejó los utensilios de limpieza de lado y se acercó a quitarle de las manos a Hinata las toallas ahora mojadas. Sin embargo, ella aún estaba húmeda, y temblaba de frío.
Si no se quita esa ropa, sí se va a enfermar, pensó Ino. Creo que tengo algo en el armario que podría ponerse, aunque le quedara un poco grande, añadió para sí mesándose la barbilla; Hinata era de menor estatura que ella y de aspecto frágil. Pero había un problema: no podía dejar la florería sola.
Hinata estornudó.
La verdad era que sí podía.
-Espera un segundo, Hinata-san-dijo Ino, y subió las escaleras para despertar a su padre y explicarle la situación.
Debido a las circunstancias (lo dejó muy claro), Inoichi aceptó retomar su lugar mientras su hija evitaba que a Hinata le diera una pulmonía. Aunque no sin antes hacer un comentario sobre sus nuevos adornos para el cabello, a lo que la chica respondió con un resoplido y un "hombres que no entienden nada."
Sin embargo, cuando se le planteó la idea, Hinata se mostró renuente a recibir la ayuda. Ino prácticamente tuvo que forzarla a subir las escaleras a su habitación.
-No querrás enfermarte, ¿verdad?-le dijo.
-No quiero ocasionar molestias.
-No es ninguna molestia. Sígueme, por favor.
A pesar del tono amable, en este punto de la conversación Ino tenía a Hinata bien sujeta del antebrazo y no le dejaba más opción que hacer lo que le pedían.
-Quítate eso mojado, en seguida te doy ropa seca-dijo Ino tras prácticamente meter a Hinata a la fuerza a la habitación y cerrar bien la puerta.
Hinata se puso más roja de lo que ya estaba. Abrió la boca para responder, pero Ino puso esa cara que siempre convencía a Shikamaru y a Chouji de dejar de perder el tiempo y ponerse a hacer algo de provecho. Hinata de inmediato procedió a desvestirse.
Ino sacó una blusa y un pantalón y luego miró hacia su invitada para evaluar de nuevo su talla. Hinata ya se había quitado toda la ropa y estaba sólo en paños menores.
La piel de Hinata era más blanca de lo que Ino había pensado, pero eso no era lo único que la rubia había apreciado mal. Su figura tampoco era tan frágil como parecía, se veía firme y bien torneada, las caderas eran anchas, el vientre suave. Ino contempló los senos de Hinata, cuyos pezones estaban erectos debido al frío, más oscuros que el resto, a través del sostén húmedo, con menos envidia de la que sintió debería; Hinata debía ser una de la más desarrollada en ese aspecto de las chicas de su edad en Konoha.
Entonces Hinata estornudó de nuevo, lo que hizo reaccionar a Ino, quien entonces se dio cuenta cabal de dos cosas. La primera, que estaba admirando a una chica semidesnuda de una manera en que nunca lo había hecho, y la segunda, que dicha chica semidesnuda atraparía al menos un fuerte catarro si no le daba lo que en ese momento arrugaba en las manos.
A toda prisa, Ino se disculpó por la tardanza y extendió el brazo.
-Toma, Hinata-san-dijo, mirando a todos lados excepto a la otra chica, por temor a volver a caer en ese estado de trance.
-Gracias-murmuró Hinata.
Ino le dio la espalda y fingió arreglar el interior de su armario hasta que, según sus cálculos, Hinata terminó de vestirse.
-
La lluvia no había terminado de caer. Peor aún, se había vuelto más fuerte y el viento la hacía azotar contra las ventanas. En vista de las circunstancias, el padre de Ino había cerrado la florería y se había retirado a descansar de nuevo, tras decir a su hija que no le permitiera a su amiga irse hasta que el clima mejorase. Así, Hinata estaba sentada al borde de su cama, tomando té con una expresión de apenada gratitud, mientras que una nerviosa Ino trataba de poner orden -y nombre- a lo que había sucedido poco antes.
Por supuesto que había visto chicas desnudas antes, pero no la habían hecho sentir lo mismo que Hinata (un calor que comenzó en la nariz y bajó por todo el torso), ¿o sí? Se rascó la nariz pensando que quizás era que no había puesto atención, pero pronto bajó la mano cuando relacionó aquel gesto con Shikamaru.
Sin que pudiera evitarlo, desfiló en su mente la imagen de la entrepierna de Hinata cubierta sólo por una delgada capa algodón, que para bien o para mal, se había quedado impresa en su cerebro. En ese momento agradeció no ser varón, o incluso la tímida Hinata le hubiera tirado los dientes de un golpe.
Sonó la alarma a lo lejos, en la florería. Después de disculparse con Hinata por dejarla sola por un momento, Ino bajó a apagarla, comenzando a quitarse en el camino de vuelta los trozos de aluminio. Tomó una de las toallas húmedas para quitar el exceso de aceite de las puntas de su cabello. Una de las toallas que habían estado directamente la piel de Hinata, aquella piel que ahora tenía a la rubia tan confundida.
Miró a la toalla fijamente, como si pudiera explicarle qué era lo que estaba pasando.
-Eh... ¿Qué haces?-preguntó Hinata en un susurro apenas audible.
Ino saltó.
-¿Eh? ¡Nada! ¡No hago nada! -replicó con una risita-. Es sólo un tratamiento para el cabello. Se me parte en las puntas.
-Oh-dijo Hinata, pasando las manos por el suyo negro y corto-. Por eso no lo dejo crecer, es más fácil de cuidar así.
-Sí-respondió Ino acercándose-, pero no luce tanto como lo haría largo.
Tan pronto como lo dijo, se arrepintió de hacerlo, porque Hinata respondió haciendo retroceder su torso un poco y sonrojándose de nuevo. Ino suspiró y se golpeó internamente.
-No quiero decir que esté mal, para nada-aclaró sacudiendo las manos-. Es sólo que...-se acercó más-. ¿Puedo tocarlo?-preguntó casi por instinto.
Hinata asintió, sin abandonar el rubor.
Cuando Ino entremezcló sus manos entre el cabello de Hinata, sintió que algo se agitaba en su estómago. Carraspeó antes de hablar.
-Es grueso y parece fuerte-comentó tratando de hacerlo de la manera más profesional posible-. Se vería hermoso largo.
-¿De verdad lo crees?
Ino asintió.
-Si quisieras, podría darte algunos consejos para cuidarlo-dijo.
La sonrisa de Hinata iluminó todo su rostro, y la sensación en el estómago de Ino se incrementó.
-Me encantaría que lo hicieras-dijo como si no pudiera terminar de creer el ofrecimiento.
Pues créelo, pensó Ino.
-Sería todo un placer-dijo.
Hinata tocó su pelo corto de nuevo.
-Mi madre lo tenía largo-susurró-. Ella era muy hermosa. Yo... no me parezco a ella.
-Quizá no-soltó Ino-, pero sí eres linda.
Hinata se ruborizó de nueva cuenta. Ino la imitó. Pero al menos no había mentido.
-Eh... por cierto-dijo la rubia después de una pausa de silencio incómodo-, ¿aún quieres aquellas flores?
Hinata asintió lentamente y siguió a Ino a la bodega de la florería. Un par de horas después, la lluvia cesó y la chica pudo volver a su casa cargando un enorme ramo. Se fue corriendo, a pesar de repetir varias veces que estaba segura su padre comprendería que su tardanza se debió al clima.
Ino no volvió a ver a Hinata durante meses, y quería creer que era porque sus entrenamientos y las misiones de sus respectivos equipos lo impedían. No podía dejar de pensar en lo que había pasado, en lo que había dicho. Tal vez la había asustado; ella era muy fácil de asustar.
Era conciente de que suspiraba la mayor parte del tiempo en que tenía oportunidad, y que Shikamaru y Chouji se burlarían de ella si el primero no creyera que era demasiado problemático y el segundo pudiera sacar su nariz de la bolsa de papas fritas. Si acaso lo hacían, pasarían el resto de sus vidas atemorizados ante la sola idea de preguntarle sobre su vida personal.
Sin embargo, cualquier temor que hubiera podido tener de arruinar lo que por lo menos pudiera haberse convertido en una amistad, se disipó cuando, un día, cuando regresaba a su casa, vio a Hinata frente a la florería, al parecer juntando valor para entrar. Su cabello estaba varios centímetros más largo.