*Después de terminar de estudiar en su rutina diaria, había encontrado la tarjeta de hace unos días en el juego de póker. No la había revisado con anterioridad, a decir verdad, era de lo último que se había preocupado. Pero ya estaban pasando los días. Y si los dejaba pasar, el lugar que le correspondía estaría peor para cuando se decidiera.
Baños del Castillo. Había leído en la tarjeta. Suspiro respectivo. Aquella 's' dándole la idea directa. El castillo era gigantesco, físicamente imposible terminarlos todos en un día.
Bueno, al menos no eran su trabajo las cocinas. Podía estar seguro que la cantidad de cosas sucias era mucho mayor ahí que en la mayoría de las habitaciones, pese a que pocas personas sabían cocinar por su vida. Por otra parte, él mismo muchas veces utilizaba los baños y hablando con sinceridad, le desagradaba la idea de bañarse en un lugar sucio.
Se arremanga la camisa y luego hace lo mismo con los pantalones que traía puestos, los zapatos previamente alejados de la bañera por si salpicaba agua. La bañera de los prefectos era considerablemente espaciosa, haciendo obligatorio el tener que meterse dentro de ella para limpiarla.
No iba a arriesgarse a alguna catástrofe utilizando -o intentando utilizar- magia con las varitas, por lo que los métodos convencionales era la mejor y única solución. En realidad no estaba acostumbrado para nada a hacer limpieza, considerando que su madre era la que se encargaba de eso mientras él estudiaba, pero el cambio de actividades no era desagradable del todo. Adherido a eso, hace tiempo que no había realizado alguna actividad física sin estar preocupado de que el dragón se lo comiera vivo, a si que era una buena oportunidad.
Toma el trapero - felizmente sí habían métodos normales para limpiar en ese lugar- y baja a la bañera, haciendo una mueca de desagrado ante lo frío del material.
Era mejor terminar pronto*