*Camina por el pasillo rumbo a las cocinas con la laptop bajo el brazo. Le había prometido a Mello hace un rato que le traería chocolates a su habitación. La verdad aún no entendía como es que se dejaba utilizar de ese modo, pero siempre intentaba convencerse a sí mismo de que obedecía las ordenes del chico por voluntad propia.
Se detiene ante el
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Voltea ante la inminente apertura de las puertas y ve a un chico serio, alto y con cara de pocos amigos. Lo mira dos segundos más. Si le habla, ella habla.*
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Toma tantas barras de chocolate como le caben en los bolsillos de la chaqueta, sabiendo muy bien que para Mello nunca son demasiadas.
Ya que estaba en las cocinas aprovecharía para comer algo. Desde que desaparecieron los elfos, había estado obligado a cocinar por su cuenta (y no que lo hiciera tan bien, pero por lo menos no moría de hambre). Piensa un momento en qué podría preparar, cuando su mirada se detiene en los pasteles que estaban en la mesa, junto a la chica. Se pregunta si se los va a comer ella sola.*
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Fingiendo indiferencia toma los dos dulces y su taza de té y los ubica en la mesa, demostrando que sí eran para ella y solo para ella, pero vuelve sobre el estante, saca una servilleta de tela y, de paso, saca dos pasteles más y los deja junto a la tetera que aún tiene té.*
Todavía queda, si es que quieres una taza.
*luego se sienta a disfrutar su apretivo nocturno y de la -tenía que aceptarlo- agradable vista que significaba ese chico de apariencia transgresora*
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Se sorprende cuando le vuelve a hablar, ofreciéndole té. Duda un momento antes de responder.*
Creo que tomaré una taza también, gracias.
*Coloca la laptop a un lado de la mesa y se sienta, luego toma la tetera y prepara su té de forma poco agraciada, en comparación de como lo había hecho la chica. No estaba acostumbrado a tomar té, si de bebidas se trataba, prefería gaseosa o cerveza. Aún así se llevó la taza a los labios y probó un poco.*
Um, sabe bien. *dice como si hubiese esperado lo contrario.*
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De noche el té es mejor que a media tarde.
*eso le hubiera gustado decírselo a Shinku alguna vez, solo por ver sus ojos azules abrirse en disgusto.*
¿También hay de esas? *preguntó mirando la laptop y suspira con desagrado* Y pensé que este sería un mundo tranquilo.
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¿A qué te refieres con eso? *la mira sorprendido* Si es gracias a esta hermosura (entiéndase laptop) que he sobrevivido a estas últimas semanas. *le da unas palmaditas a su 'hermosura'* Es genial tener acceso a un poco de tecnología, aunque no es lo mismo que las computadoras que tenía en casa, claro. Si no fuera por ella hubiese muerto de aburrición hace rato, ya que mi juego portátil y mi celular no dan señales de vida desde que llegué al castillo.
*Se coloca una mano en la barbilla, hablando para sí ahora* De hecho aún no entiendo como es que funciona esta laptop, al parecer no utiliza ninguna clase de energía, creo que tendré que desarmarla de nuevo... *se lleva a la boca un trozo de pastel, pensativo.*
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Pero supongo que no he tenido oportunidad de ver como funciona el siglo xxi. Sé que tres de mis hermanas viven con su maestro y hacen pedidos por internet. Mi maestra también lo usa, pero por lo general yo solo observaba la ciudad desde su ventana.
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Es una lástima que no uses el Internet, es muy útil. *quiere preguntarle qué significa eso de 'su creación', pero supone que sería rudo.* Y... ¿qué tienes en contra de las muñecas plásticas?
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Siete únicas en el mundo que deben destruirse mutuamente hasta quedar solo una. Ahora que estoy aquí lo veo desde la perspectiva de los humanos y lo encuentro absolutamente estúpido. No dejo de amar a Padre y de querer estar con él... pero aquí ya soy humana. No necesito más por el momento. Aunque me avergüence un poco decirlo, ahora entiendo al maestro de mis hermanas, que busca que las siete vivamos en paz.
*se levanta nuevamente, y vuelve con otros dos pasteles, esta vez de selva negra. Deja uno junto al chico, y otro con ella, y notó que no sabía su nombre, pero que de cierta forma tampoco importaba. Se encoge de hombros y apoya la cara sobre las manos*
¿Qué hacías en tu mundo? Ha de ser aburrido escuchar los dramas de una muñeca vieja como yo.
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No, no es aburrido, para nada. *dice rápidamente, ante el último comentario de ella.* Um, en mi mundo yo trabajaba con computadores y... otras cosas por el estilo. *Divagó un poco al decir eso, ella no tenía por que saber que se ganaba la vida hackeando bancos y vendiendo programas y juegos piratas, ¿cierto?.* De hecho, desde pequeño me educaron para ser detective, pero no resultó nada de eso y ahora vivo por mi cuenta haciendo lo que quiero.
*Prueba el nuevo pastel, mientras recuerda los días pasados en el instituto. En serio, había podido ser un detective famoso, pero en vez de eso se había convertido en una plaga de la sociedad. Irónico.*
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¿Hay más gente te tu mundo aquí o conociste a alguien de quien te hiciste amigo ya? No podría creer que esa cantidad de chocolate es para tí solo.
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Se sonroja ante el comentario de la chica, al darse cuenta de que había notado cuando tomó las barras de chocolates del escaparate.*
Ah, los chocolates, son para mi amigo, Mello. Los come todo el tiempo, es peor que la adicción al cigarrillo, en serio. El es de mi mundo, de hecho hay varias personas de mi mundo aquí, aunque algunos de ellos han perdido la memoria al llegar. Yo mismo tenía amnesia al principio, pero ahora recuerdo todo.
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¿Y qué es mejor? ¿Recordar o no recordar? ¿Empezar de cero en un mundo nuevo o darte cuenta que no estás donde debieras?
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*Se acerca a grandes pasos, olvidándose de la timidez por un momento y se detiene frente a la mesa, tomando con suma rapidez una porción de pastel, el cual devora con ganas.*
Delicioso.
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