¡Vaya mayito que llevo! Que si exámenes de derecho, que si audiciones en el conservatorio, partituras nuevas que estudiar, se casa el
esbirroy le estoy organizando lo de la música de la boda, estoy haciendo prácticas en el despacho de un abogado por la tarde (de eso tendría que hablar un día, porque el hombre es para flipar en COLORES), más partituras por ahí...
Pero, bueno, os cuento lo de ayer. Tenía un concierto en Guadix, acompañando ópera y zarzuela (¡ay, que gana que tengo de acompañar lieder y dejarme de tanta reducción de orquesta!). Pues salí de mi casa y eché el traje al coche, lo normal. Bueno, pues veinte minutos antes del concierto me digo "venga, me voy a cambiar ya", abro la bolsa del traje... ¡y me había dejado los pantalones del traje en mi casa! Ya me ocurrió lo mismo el año pasado, y tuve que tocar con vaqueros, chaqueta y corbata (monísimo). Esta vez, contaba con 20 minutos y logré que viniera la madre del barítono con un pantalón negro, de su hijo, de su alto hijo, y que me metiera veinte centímetros de bajos con alfileres.
Lo peor ha sido al registrar hoy mi armario y darme cuenta de que los pantalones se me debieron caer en el trayecto coche-teatro. Era mi mejor traje. Nada, el pan mío de todos los días.
¿Y el flipor? Pues al tocar un dúo de la zarzuela "Luisa Fernanda" (cada vez me gusta más esa zarzuela). Es el dúo de Luisa Fernanda (soprano) y Vidal (barítono, en este caso el dueño de los pantalones). En él, la prota de la zarzuela le da calabazas a Vidal, y el tío, en vez de apocarse, le dice, ya al final del número:
"Montaraza de mis montes,
amapola de mis trigos,
relicario de mis sueños,
manantial de mi cariño,
no se duelen mis amores
del desdén con que los tratas.
¡PARA UN RÍO DE DESDENES
TENGO UN PUENTE DE ESPERANZAS!"
No sé si os parece cursi, pero tenéis que oirlo con la música. Lamentablemente, no tengo grabación que ofreceros (¡en casa de herrero cuchillo de palo!). Me flipa que después de la caña que le da, él todavía le diga todas esas cosas maravillosas (¡amapola de mis trigos!)... Y el subidón del final es fantástico; además de dar un cacho de agudo, el último verso tiene como melodía uno de los motivos principales de la zarzuela (esto es algo bastante sutil).
Os animo a escucharlo, ¡no se os irá de la cabeza!