[fic] lecciones de ética
Título: Lecciones de ética
Fandom: Hay alguien ahí
Pairing: José Merino/Ruth Berlín
Rating: angst!no-Disney
Resumen: José Merino tenía un carácter muy aniñado, eso no era un secreto para nadie... Incluso en los momentos más delicados recordaba las lecciones de su madre.
Disclaimer: No me pertenece la serie "Hay alguien ahí", ni Merino, ni Ruth... BTW, maldigo a Cuatroº por el horario imposible que han puesto a esta pedazo de serie.
Notas: sin spoilers de la serie. Importante mención a una enfermedad terminal.
Sabía que no debía hacerlo, que no estaba bien. Era una de esas lecciones de ética que te enseñan cuando eres niño y que debes aplicar a lo largo de toda tu vida adulta: “Es de mala educación quedarse mirando fijamente a la gente que tiene un problema”. Recordaba que su madre se lo había dicho mil veces cuando era niño porque era muy curioso y a veces eso jugaba en su contra. Como esta misma vez, aunque ya no era tan curioso, ni era tan niño.
A estas alturas de la historia, el hecho de que Ruth Berlín padecía cáncer no era un secreto para nadie en la comisaría. Aunque era algo que había sido tratado con mucho secretismo por el comisario Poveda y por la propia Ruth, finalmente se había acabado sabiendo de manera oficial cuando la que era considerada como mejor policía del cuerpo se había quitado la peluca negra en mitad de la oficina y la había arrojado a la basura, para asombro de sus compañeros.
Él ya había notado que era peluca, el cabello natural de la inspectora Berlín no era ni tan negro ni tan lacio, pero al parecer nadie más lo había notado y no iba a ser él quien la descubriera ante sus compañeros.
Y, a pesar de esta revelación, José Merino seguía sin poder apartar los ojos de Ruth, algo que siempre le había costado mucho hacer, pero ahora más que nunca debido a lo marcado que quedaba el cráneo de la inspectora bajo esa piel tan pálida que ahora quedaba a la vista en su cabeza.
Pero entonces ella se daba cuenta, siempre se daba cuenta. Giraba la cabeza hacia su compañero, y él pretendía estar haciendo cualquier otra cosa: un crucigrama, un informe o buscando unos documentos inexistentes en el último cajón de su siempre ordenado escritorio. Con una media sonrisa, Ruth Berlín dijo:
- No te preocupes, me estoy acostumbrando a ser el centro de atención de la comisaría…
- ¿Cómo dice, inspectora? - preguntó Merino, fingiendo estar muy ocupado: fingir se le daba fatal, con todas las letras.
La sonrisa de Ruth se ensanchó ante la torpeza aniñada de su compañero y, tras pasarse la mano por la nuca carente de cabello, se sentó en el escritorio de Merino de forma desenfadada:
- Te he dicho mil veces que me llames Ruth, y además quiero que sepas que la culpa de esto la tienes tú…
- ¿Yo, inspectora? - inquirió Merino, totalmente sorprendido.
Ruth pareció fastidiada por el hecho de que la siguiera llamando “inspectora”, después de tantos años trabajando codo con codo. Pero en vez de recriminárselo, la policía asintió con la cabeza de forma rotunda y dijo:
- He notado que te estás quedando calvo - afirmó dando unos pequeños toques en la coronilla de su compañero - Y he decidido adelantarte para solidarizarme contigo
Merino no pudo contener una leve risa, para aparente satisfacción de Ruth, quien pensó que con haber ganado ese asalto tenía más que suficiente y se alejó por el pasillo mencionando no se qué de volver a interrogar a Iñigo Pardo y Silvia Laitiegui. Pero su compañero ya no la escuchaba: por mucho que Ruth Berlín le quitara hierro al asunto y bromeara sobre ello, sabía que la enfermedad que padecía era grave, tan grave que se comentaba incluso que los médicos la calificaban de terminal…
Pero ella, siempre tan independiente y despreocupada, decía que lo hacía porque él se estaba quedando calvo, algo que siempre había sido objeto de bromas cuando la inspectora aún estaba sana. Tras recordar uno de estos cálidos momentos, José Merino terminó murmurando para sí mismo.
- Ojalá lo estuvieras haciendo por mí, Ruth…
Fandom: Hay alguien ahí
Pairing: José Merino/Ruth Berlín
Rating: angst!no-Disney
Resumen: José Merino tenía un carácter muy aniñado, eso no era un secreto para nadie... Incluso en los momentos más delicados recordaba las lecciones de su madre.
Disclaimer: No me pertenece la serie "Hay alguien ahí", ni Merino, ni Ruth... BTW, maldigo a Cuatroº por el horario imposible que han puesto a esta pedazo de serie.
Notas: sin spoilers de la serie. Importante mención a una enfermedad terminal.
Sabía que no debía hacerlo, que no estaba bien. Era una de esas lecciones de ética que te enseñan cuando eres niño y que debes aplicar a lo largo de toda tu vida adulta: “Es de mala educación quedarse mirando fijamente a la gente que tiene un problema”. Recordaba que su madre se lo había dicho mil veces cuando era niño porque era muy curioso y a veces eso jugaba en su contra. Como esta misma vez, aunque ya no era tan curioso, ni era tan niño.
A estas alturas de la historia, el hecho de que Ruth Berlín padecía cáncer no era un secreto para nadie en la comisaría. Aunque era algo que había sido tratado con mucho secretismo por el comisario Poveda y por la propia Ruth, finalmente se había acabado sabiendo de manera oficial cuando la que era considerada como mejor policía del cuerpo se había quitado la peluca negra en mitad de la oficina y la había arrojado a la basura, para asombro de sus compañeros.
Él ya había notado que era peluca, el cabello natural de la inspectora Berlín no era ni tan negro ni tan lacio, pero al parecer nadie más lo había notado y no iba a ser él quien la descubriera ante sus compañeros.
Y, a pesar de esta revelación, José Merino seguía sin poder apartar los ojos de Ruth, algo que siempre le había costado mucho hacer, pero ahora más que nunca debido a lo marcado que quedaba el cráneo de la inspectora bajo esa piel tan pálida que ahora quedaba a la vista en su cabeza.
Pero entonces ella se daba cuenta, siempre se daba cuenta. Giraba la cabeza hacia su compañero, y él pretendía estar haciendo cualquier otra cosa: un crucigrama, un informe o buscando unos documentos inexistentes en el último cajón de su siempre ordenado escritorio. Con una media sonrisa, Ruth Berlín dijo:
- No te preocupes, me estoy acostumbrando a ser el centro de atención de la comisaría…
- ¿Cómo dice, inspectora? - preguntó Merino, fingiendo estar muy ocupado: fingir se le daba fatal, con todas las letras.
La sonrisa de Ruth se ensanchó ante la torpeza aniñada de su compañero y, tras pasarse la mano por la nuca carente de cabello, se sentó en el escritorio de Merino de forma desenfadada:
- Te he dicho mil veces que me llames Ruth, y además quiero que sepas que la culpa de esto la tienes tú…
- ¿Yo, inspectora? - inquirió Merino, totalmente sorprendido.
Ruth pareció fastidiada por el hecho de que la siguiera llamando “inspectora”, después de tantos años trabajando codo con codo. Pero en vez de recriminárselo, la policía asintió con la cabeza de forma rotunda y dijo:
- He notado que te estás quedando calvo - afirmó dando unos pequeños toques en la coronilla de su compañero - Y he decidido adelantarte para solidarizarme contigo
Merino no pudo contener una leve risa, para aparente satisfacción de Ruth, quien pensó que con haber ganado ese asalto tenía más que suficiente y se alejó por el pasillo mencionando no se qué de volver a interrogar a Iñigo Pardo y Silvia Laitiegui. Pero su compañero ya no la escuchaba: por mucho que Ruth Berlín le quitara hierro al asunto y bromeara sobre ello, sabía que la enfermedad que padecía era grave, tan grave que se comentaba incluso que los médicos la calificaban de terminal…
Pero ella, siempre tan independiente y despreocupada, decía que lo hacía porque él se estaba quedando calvo, algo que siempre había sido objeto de bromas cuando la inspectora aún estaba sana. Tras recordar uno de estos cálidos momentos, José Merino terminó murmurando para sí mismo.
- Ojalá lo estuvieras haciendo por mí, Ruth…