fandom: Harry Potter
claim: Draco Malfoy/Luna Lovegood.
reto: SWAP | DAC
extensión: 3,026 palabras.
géneros: Humor.
advertencias: Situado en la Orden del Fénix (más o menos o sino extemporáneo). Adoré el escribir este fic y creo que realmente lo amé. Luna hace una referencia a los nombres de un gnomo y a una raza de duendes.
link:
ff@net disclaimer: Harry Potter no me pertenece, es de J.K. Rowling.
Draco Malfoy maldecía para sus adentros y también a gritos. Estaba en el bosque prohibido, en aquella parte que colinda con el campo de quidditch, buscaba desesperadamente tallos y flores de Adelfa que era indispensable para su ‘repertorio mágico’, según decía su padre. El mundo se había vuelto una locura... al paso que iba tendría que pedir ayuda a Longbottom. Aunque su concepto de ayuda se refería más bien a intimidar, chantajear y amenazar. ¿Debía dejar de maldecir? Las cosas no le salín nada bien últimamente; había tenido la peor noche de su vida, e iba demasiado tarde a la cena. Decidió ir directo a las cocinas para que algún elfo doméstico le sirviera algo de comer. Al entrar se encontró con los grandes ojos verdes de su anterior sirviente; aquel que su padre había liberado por culpa de Potter.
─Dobby ─siseó con una voz llena de desprecio.
El elfo movió sus grandes orejas de murciélago al escuchar su voz.
─Señorito Malfoy.
A duras penas habló en reconocimiento pero no lo llamó por su nombre. Sus ojos verdes del tamaño de platos pequeños estaban abiertos de par en par, leves tintes aterrorizados los embargaban. Dobby retrocedió cuando Draco avanzó, una sonrisa sádica se posaba en su rostro, en su impecable uniforme destacaba la insignia de la Brigada Inquisitorial. El rubio sonrió satisfecho al comprobar el temor del elfo.
─Sírveme comida ─ordenó.
Se sentó cómodamente en el banco que estaba cerca a una mesa pequeña (dispuesta así para los visitantes, que eran muy asiduos). El Slytherin notó que al parecer el elfo era el único que estaba disponible por el momento, chasqueó la lengua con fastidio.
─ ¿Qué esperas sucia rata asquerosa? ─preguntó al ver que el ser parecía inmóvil─. Eres tan inútil como Potter, apresúrate a servirme y limpia bien todo antes de que yo lo toque. No me quiero contaminar de tu suciedad. ─ ¡Apresúrate!
El elfo estuvo cerca de dos minutos completamente paralizado, la ira que sentía era demasiado grande. Podía ver en los ojos del Malfoy que si acataba aquella orden tendría que seguir acudiendo a su llamado, veía la maldad en su rostro y el desprecio a los de su especie. Tardó casi una eternidad en juntar los dedos índice y pulgar mientras Draco sólo levantaba una ceja rubia, antes de que soltara su poderoso chasquido un ruido los interrumpió. Las puertas se abrieron. Por ellas entró corriendo una muchachita menuda, de largos cabellos rubios y ojos azul cielo. Sus mejillas estaban sonrojadas por la carrera y llevaba una sonrisa de oreja a oreja mientras gritaba el nombre del elfo.
─ ¡Te traigo un mensaje de Harry!
Draco posó su atención en ella, venía como un bólido hacia él con el cabello despeinado, la frente sudorosa, los ojos entrecerrados y las mejillas coloradas… de inmediato su mente reaccionó. Ya pensaba en los escenarios en los que podría hallar dichas características con un clima bastante agradable, soltó un suspiro entrecortado.
Dobby observó a Luna Lovegood correr hacia ellos. Le agradaba que los amigos de Harry Potter, siempre tan amables como él, vinieran a visitarlo. No pudo evitar sonreír ampliamente mientras la chica atravesaba la estancia casi olvidándose del hechizo que estaba a punto de realizar hasta que un sonido ahogado al frente suyo lo devolvió a la realidad. Juntó con más fuerza los dedos concentrando toda la rabia que había sentido minutos antes y chasqueó los dedos sin prever que la Ravenclaw tropezaría en el último momento cayendo encima del Slytherin ─al que literalmente no había visto─.
Ambos rubios que se hallaban en el piso jadeando, la rubia por la reciente carrera y él porque ella le había sacado el aire. Ninguno se percató del leve resplandor que cubrió sus cuerpos ni mucho menos de la cara avergonzada del elfo que contuvo las ganas de tirarse por la ventana ante la perspectiva de causarle problemas a la ‘amiga de Harry Potter’.
─Quítate niña ─dijo el chico los ojos cerrados.
No podía seguir viendo a aquella chica encima de él, mirándolo con aquella expresión torturantemente inocente que le provocaba borrársela a besos y mordiscos. Sólo sabía que conocía a Potter por la manera desagradable en la que venía gritando su nombre, una punzada de odio arremetió contra el moreno. Ella se separó un poco posando las manos en su pecho, su corazón desbocado y su respiración errática hacían que se preocupara. Lo miró muy confundida… no entendía porqué esa agitación.
Él la quitó de sí bruscamente, alterado por aquella última mirada; nuevas imágenes perversas surcaron su mente y poco le importó la relación que tenía ella con su declarado enemigo. Después de todo, podría ser un Malfoy pero no estaba hecho de piedra.
─ ¿Estás bien? ─preguntó Luna con voz suave cuando se movió.
Draco se paró con un carraspeó. Había un poco de vergüenza en su rostro, le echó una ojeada a la chica. ‘No está mal’ pensó. Desvió la mirada de la chica cuando su estómago gruñó pero el elfo no había hecho amago de atenderlo, le dirigió una mirada fulminante y se marchó sin mediar palabra.
Luna alzó las cejas cuando Dobby gruñó a las espaldas del Slytherin… Ella observó atentamente el semblante del elfo para después rememorar la expresión del rubio, sintiendo que se perdía de algo guardó silencio.
◊◊
En las habitaciones de cuarto año de Ravenclaw, donde dormía Luna Lovegood se escuchó un estruendo. Nadie acudió a ver que sucedía, primero porque era el cuarto de la ‘Lunática’ y segundo porque la mayoría estaban de vacaciones ─para alegría de Luna, que tenía su pieza para ella sola─.
Se sorprendió cuando sus manos grandes detuvieron el impacto, era común que cayera de la cama por las mañanas una parte de ella intuía que era debido a lo colorido ─hablando del escenario─ y sombrío de sus sueños, si hablamos de sus emociones. Tendría que preguntarle a la profesora Trelawney a que se debía. Su rostro quedó a centímetros del suelo y sus ojos azules parecían aún más abiertos que nunca; perdiendo aquella calidez soñadora que tanto resaltaba en ella y sustituyéndola por una leve dureza. Al mirarse al espejo se sorprendió.
Un cuerpo más alto que el suyo le devolvió la mirada, era esbelto y fornido. Su cabello había sido recortado hasta los hombros del mismo color rubio y con sus ondas, sus ojos eran más duros y ligeramente pequeños, su mandíbula más recta y su cuello ancho. Sin duda, no era su cuerpo… Luna tomó la varita del nochero y pronunció el único hechizo que se le ocurrió pudiese funcionar:
─Finnite Incantatem.
No tuvo éxito.
Luna apuntó al espejo esta vez pronunciando el mismo hechizo pero nada sucedió. Era realidad aquello, no se trataba de simple magia; debía ser o muy avanzada o de naturaleza diferente… quizá creada por otro ser.
─Será que ‘Priscob’ me ha hecho una travesura ─pronunció en la soledad de su dormitorio. Luna se llevó la mano a la mejilla bastante preocupada─. No, él no hace ese tipo de cosas debió haber sido un auténtico ‘Tuatha de Danann’ aunque no se ven muchos por estos días.
Había cierta nostalgia en su mirada, no entendía porque el duendecillo se había ido sin hablar con ella. Le gustaba demasiado la naturaleza y siempre cuidaba los hogares de las hadas y gnomos... ¿entonces por qué aquella jugarreta?
La puerta se abrió interrumpiendo sus cavilaciones, en ella entró una joven de estatura baja (bueno comparada con su estatura de ahora, porque estaba segura que era más alta de lo que era ella), cabellos rubios a mitad de la espalda y un rostro afilado muy familiar. Llevaba una túnica larga y varias tallas más grande que ella.
─Lovegood ─saludó secamente.
La Ravenclaw se llevó las manos a la boca al reconocer aquella voz… ¡Era Draco Malfoy! Reconocería esa manera de arrastrar las palabras, haciéndolas promesas amenazantes y llenas de crueldad. Lo miró una vez más de arriba abajo y se miró a ella; sin comprender todo mas utilizando un matiz de tristeza preguntó:
─ ¿Has sido tú?
Silencio.
Ella asintió, dándole tiempo para responder… Trató de esbozar una sonrisa relajante pero al mirar de reojo su reflejo encontró su rostro extraño y no pudo menos que hacer una mueca extraña; desistió. Draco la miraba en afonía, sabía que había sido culpa de ese maldito animal porque ya se lo había confesado pero no tenía idea de que hubiera afectado también a la chica hasta que la criatura habló de más.
─Fue el imbécil doméstico ─contestó derrotado.
─ ¿Dobby?
Su pregunta fue casi retórica, puesto que nadie le había contestado y no había alguien dispuesto. La única persona que estaba en la habitación estaba concentrada en una dosis de odio no entregada.
Suspiró.
─ ¿Qué haremos ahora?
Ella le miró completamente desesperada antes de llevar sus ojos hasta sus manos, parecía al borde del colapso histérico. Draco palideció, lo que menos le apetecía ahora era lidiar con el ataque de una mujer ‘loca’. Le tiró unas prendas mientras con toda confianza pasaba y rebuscaba en el baúl de la aturdida chica.
─Hablaremos con McGonagall.
◊◊
Habían sido las vacaciones más interesantes de Hogwarts, temáticamente hablando. El centro de atención del castillo habían sido los guapos rubios visitantes, una joven pareja de magos provenientes de Durmstrang. No había tiempo en que no asediaran las chicas al atractivo rubio que debía ser jugador de quidditch mientras los hombres estaban pendientes de los movimientos de la chica. Pese a que tenían un poco de extraños. Había veces en que la chica se mostraba aún más cruel que la reina de Slytherin, Pansy Parkinson. Mientras que el chico siempre hablaba de cosas que no tenían sentido, leyendo aquellas revistas de temas paranormales y probablemente inventados; sin duda alguna se hubiera llevado bien con Luna Lovegood.
Quizá esta era la razón por la cual los Gryffindor le habían tomado cierto cariño e intentaban convivir, con el que parecía la versión masculina de la Ravenclaw más inteligente; aunque aquella acción de compañerismo no era bien recibida por la chica, que se llevaba mal, mejor dicho, no soportaba a Harry, Ron y Hermione. El chico sólo sonreía como disculpa cuando su compañera sacaba algún comentario grosero o de índole presuntuoso, retirándose en el acto tras ella.
Por esa razón no se hacían de esperar los jugosos comentarios e historias ficticias acerca de que en realidad eran una pareja comprometida que había venido desde ‘Alemania’ para casarse en el castillo más antiguo de toda la comunidad mágica. Incluso se rumoraba que eran una especie de príncipes o descendientes de los más grandes magos, razones por las que siempre eran bienvenidos en la mesa de Slytherin.
Casi habían terminado las vacaciones cuando a Luna se le ocurrió una idea mientras rememoraba la conversación con Dobby y la profesora McGonagall.
─La magia elfina es la más difícil de contrarrestar me temo que ni yo, ni el profesor Snape o el profesor Flitwick ; incluso madame Pomfrey seríamos incapaces de hacer algo. Dobby se tapó la cara con las orejas, resguardado a su lado.
─Lo siento amiga de Harry Potter, no era mi intención que usted también estuviese afectada… no sé como revertirlo.
Un golpe al costado de Luna les hizo pegar el brinco a todos los presentes, la profesora fulminó a Malfoy con la mirada; dio un suspiro cansado antes de hablar.
─Lo único que puedo ofrecerles señorita Lovegood, señor Malfoy es anonimato… al menos hasta que este asunto se solucione.
─Muchas gracias profesora McGonagall ─contestó la chica con una sonrisa mientras corría hasta su compañero, ¿o debería decir ‘compañera’?
─Un beso…
─ ¿Qué dices? ─le preguntó el rubio a la Ravenclaw con una mirada molesta y exasperada.
─La magia más poderosa, la que rompe todos los hechizos está condensada en eso; en un beso ─explicó de manera convincente. Draco lo pensó un poco, no pudiendo el evitar alarmarse cuando ella se acercó de más─. Hagámoslo.
La petición de Luna lo dejó de piedra pero se controló rápidamente, acercó su rostro al de ella deteniéndose justo antes de juntas sus labios. La miró a los ojos con algo de burla sonriéndole de esa manera que sabía la exasperaba y habló con un tono ronco y seductor, su voz seguía siendo áspera. ─ ¿Tantas ganas tienes de besarme?
Ella se sonrojó hasta la raíz del pelo pero no negó ni afirmó. Malfoy amplió su sonrisa.
─Bien ─accedió─. Pero aquí no.
◊◊
El bosque prohibido fulguraba con los últimos rayos antes del ocaso. Ellos al borde opuesto del lago, en la parte más lejana y menos visible del castillo…
Su larga cabellera resplandeció alumbrada por el sol de la tarde mientras que sus ojos brillaban con la misma intensidad que su cabello, adquiriendo el aspecto de metal líquido. Luna por su parte estaba parcialmente interna entre la sombra que le otorgaba el frondoso árbol. También ella resplandecía, con una fuerza menor a la de él que recibía toda la luz. Sus cortos cabellos relucían tenuemente, sosegados; mientras sus orbes azules se reflejaban en la plata fundida Malfoy.
La expresión de la rubia era tranquila, pacífica y arrolladoramente sensual. Sus cejas fruncidas ligeramente y sus labios curvados en una sonrisa discreta, casi estoica, los hombros echados hacia adelante, la espalda pegada al tronco del árbol y las manos resguardadas en los bolsillos. Si había algo que le gustaba de su apariencia actual era que de cierta manera con su altura ─envidiable─ imponía respeto.
No había personas llamándola ‘Lunática’ a toda hora o haciéndole bromas pesadas, aunque supieran que era ella en ese cuerpo masculino no les importaba tanto porque era lo suficientemente grande para intimidarlos; además aún escuchaba comentarios a sus espaldas sobre lo atractivo que era el nuevo estudiante. Era más fácil que le perdonaran una locura o un comentario franco a una persona que no conocían, que a ella misma. Aunque quizá era porque ya los había acostumbrado esa faceta, a su excentricidad.
Las cabezas seguían virando cuando ella pasaba, parecía que las mujeres del castillo terminarían con tortícolis. Ya no había presión social, no había desprecio en sus ojos rasgos de superioridad en ellos… aunque no sabía si era peor encontrarse con su odio o su deseo. Ninguno le gustaba, pero al menos ya no la veían mal.
Malfoy esbozó una sonrisa malvada que de inmediato se borró de sus labios. Zabini todavía lo miraba sorprendido cuando hacia esa mueca y se relamía los labios alabando su mueca como ‘sensual’. Draco por su parte, estaba que se vomitaba con el interés que le proporcionaba su compañero, en primer lugar porque conocía las debilidades del moreno y sabía que no había nada que usara falda que él no quisiera tirarse y en segundo porque no podía negarle nada y golpearlo, ya que no sería propio de una chica y menos propio de la supuesta dama Durmstrang que era.
Aunque el Malfoy admitía que había hallado cierta satisfacción en provocar a los Slytherin, era bastante agradable experimentar la supremacía de las mujeres. Poner a babear a un hombre con un nimiedades, sólo bastaba mostrarse hermosa para que alguno fantaseara. Un escote pequeño y un acto inocente eran la perdición total…
Mientras él se divertía llenándolos de pasión con una mirada para luego ser indiferente o no corresponder sus coqueteos… y la tensión sexual que sabía que les provocaba a ellos y que no sentía con la misma intensidad ahora. Porque el secreto quedaba sano y salvo, y él sólo se dedicaba a frustrar a sus compañeros como lo hacía con las féminas… eso era quizá lo único que compartían Draco y el nuevo Draco.
Ahora cada que veía a una mujer que no utilizaba aquel dominio se sorprendía, pensaba que no habían sido instruidas correctamente… y pensaba en las cosas que él podría enseñarles, como llevar a un hombre a la perdición. Observaba los movimientos femeninos lenta y analíticamente encontrando potencial ─oculto en algunas veces y muchas otras bien utilizado─, pero estaba en todas…
Luna ─que minutos antes miraba hacia la lejanía─ se volvió hacia él, analizando todos los detalles de su rostro. Pálido y pequeño, afilado pero femenino sin duda. Su nariz había empequeñecido y sus labios se habían vuelto más carnosos al contrario de los suyos que se habían agrandado y tensado, para ser más acordes con su mandíbula cuadrada. Ahora él era más bajo que ella pero eso no le restaba poder, sus labios continuaban fruncidos en una mueca maliciosa y sus ojos plateados permanecían semi-cerrados en una mirada altiva, siempre manteniendo el mentón erguido; sus movimientos fluidos e intimidantes como los de una serpiente deslizándose por su presa. Seguía siendo Draco Malfoy, chica o no.
El rubio tragó saliva. Cerró los ojos mientras acercaba su rostro al de la ‘lunática’, no quiso ver cuando besara a un hombre. Eso era lo que le ponía más nervioso del todo, se detuvo abruptamente a medio camino… se estaba cuestionando si hacerlo o no. Luna pudo ver todos los indicios de duda en él ─ella─ cuando abrió sus ojos; suspiró tan bajo que no se escuchó y dirigió sus labios rápidamente a los de Draco.
Un contacto fugaz, un pequeño roce incitante cargado de sentimientos sin nombre.
Fue entonces cuando la transformación sucedió. Cada uno sintió respectivamente como su cuerpo se hacía pequeño/grande y como sus formas cambiaban; aquellas perceptibles modificaciones los dejaron tan mareados que terminaron inevitablemente en el suelo, justo como todo había empezado.
‘¿Quién lo creería?’ se preguntaron cada uno en su mente. ‘Un hechizo roto por un simple beso…
…es casi magia.’
Una sonrisa surcó los labios de Luna, una que Draco correspondió. Un sonrojo subió por las mejillas de Luna al verse en ropajes más grandes que ella mientras que al chico poco le importó, tenía su tacto grabado en sus labios.
‘Sin duda lo mejor de haber sido mujer es poder besar a Luna de hombre. Sin duda lo mejor de haber sido hombre es besar a Draco de mujer. Y eso que sólo fue un contacto ínfimo’, pensaron al unísono.
Ella juntó sus labios con los de él por segunda vez mientras esbozaba una sonrisa.