Título: Cuando volvieron a ver las ruinas circulares
Fandom: The 100
Desafío: #001
Pairing o Personaje o Grupo: Delincuentes
Rating: PG
Resumen: Con la detención de Clarke Griffin, en la prisión sólo se oían rumores de que algo iba a cambiar. Aunque no saben si lo que esperan es volver a encontrarse con lo que dejaron atrás o con una nueva oportunidad de decidir, por fin, sobre sus propias vidas.
Tabla:
Libros Cuando la doctora Tsing determinó que los chavales de los Habitantes del Cielo eran de otra pasta pues habían soportado mayor radiación que quienes se habían quedado en la tierra, no tenía ni idea de hasta qué punto llevaba razón. No tanto por la radiación, sino porque vivir en el Arca había sido un desafío, una tortura para muchos, una esperanza demasiado vaga para otros. La segunda generación, todos ellos hijos de los científicos que habían creado y equipado el Arca, había crecido mirando a su alrededor como quien sabe que hay algo importante escondiéndose en el silencio. La tercera, en cambio, no guardaba ninguna esperanza y sus mundos consistían en poner barreras de realismo entre los cuentos infantiles sobre la tierra y la dura vida en el Arca.
Cuando Jasper y Monty entraron en prisión por un asunto de medicinas y padres enfermos, el número de adolescentes y niños que ocupaban aquellas celdas ascendía a casi ochenta. El concilio era consciente de que si no ponía un mínimo de edad pronto tendrían que rebajar la mayoría de edad y empezar a mandar al espacio a los jóvenes de diecisiete. Mandar al espacio, abrir la puerta a las estrellas, ir al cielo... Eran todas palabras demasiado bonitas para la realidad que se escondía detrás. Aquellas condenas a muertes eran tan rápidas, casi abstractas, que parecía como si fueras a volver a ver a esa persona en cuanto girasen por el pasillo camino a otra estación. Quizás por eso no se atrevían a decir adiós, quizás por eso siempre tenían la esperanza de volverse a encontrar.
Cuando Finn llegó a la celda que compartiría con Miller durante las primeras semanas, ya se podían oir voces discordantes con la justicia del Arca. Su terrible azaña con el oxígeno de toda la población pasó más desapercibida de lo normal porque el resentimiento había ocupado ya demasiados de aquellos corazones. Por otra parte, a su llegada Finn procuró no hacer ruido. Se limitó a escuchar las historias de los demás: del chico al que su madre había repudiado antes de suicidarse pues le culpaba por la muerte de su padre, quien lo arriesgó todo por conseguirle unas medicinas; de aquella chica que se quedó embarazada y nunca mencionó quién era su novio, por lo que se suponía que debía ser ya mayor de edad; de la muchacha que había sido concebida sin permiso y a la edad de catorce años había cambiado una celda por otra... Historias que helaban el corazón, empañaban los ojos y auguraban que el perdón nunca iba a salir de sus labios.
Cuando Clarke fue detenida y los rumores sobre su traición se colaron por todos los barrotes, los jóvenes supieron que pasaba algo. El número de los criminales menores de edad ascendía a noventa y nueve con ella y aunque estaba encerrada en una de las celdas con más seguridad, no era extraño suponer que cuando llegaran a cien, algo malo fuera a pasar, algo que no se esperaban, algo que no se merecían, algo en lo que otros habían decidico que podían ser útiles sin importarles si les pasaba algo o no. Algunos sabían quién era Clarke, y el hecho de haberla visto varias veces con el hijo del canciller les ponía nervioso: miraban una y otra vez en dirección a su celda sin poderse decidir sobre si su presencia allí les auguraba una agonía de antesala a la muerte o una nueva esperanza llena de adioses.
Cuando Wells trató de quemar el árbol sagrado el vaso de agua rebasó y todos supieron que las cien celdas del Arca estaban ocupadas. Lo que sigió tras el portazo de aquella puerta fue un redoble de tambores, los tejemanejes de Bellamy para intentar colarse en aquella nave independiente de lo que hicieran con ella, y un silencio tan remoto como la localización del Arca.
Cuando los cien llegaron a la tierra, supieron que su adiós no había hecho más que empezar. Que lo que quedaba detrás de ese rastro que habían trazado en el cielo sólo eran ruinas. Ruinas circulares que les habían condenado a vivir a la sombra, a sentirse solos mientras estaban rodeados, a creerse criminales y no las víctimas colaterales de un afán por la supervivencia que ansiaban dejar atrás. Lo que no supieron, hasta mucho más adelante, es que los fantasmas de aquellas ruinas que giraban y giraban, emulando los movimientos de un planeta, se habían venido con ellos. Que volverían a sentirse solos, que volverían a utilizarlos para bienes mayores y ajenos a su bienestar, que volverían a mirar a Clarke a sabiendas de que si estaba con ellos es porque había esperanza, que volverían a ver actuar a Bellamy haciendo lo imposible por salvar a quienes quería, que volverían a equivocarse al pensar que podían empezar de cero, como si el pasado pudiera borrarse de un plumazo. Que volverían a mirar al cielo como si volando en esa dirección pudieran volver a encontrarse con sus sueños.