De aguinaldos, naranjas y canciones [FO] Marcos. G. Promt8shioritaDecember 8 2014, 17:59:12 UTC
En su casa siempre han hablado de navidad como una celebración de otra época. Con el halo de las historias viejas, llenas de giros que todos conocen pero que aún así se escuchan en silencio.
Su hermano mayor le cuenta que su madre solía llevar siempre una flor de pascua, roja como la fruta de acebo que crecía libremente en el monte y estaba prohibido cortar. Su padre hablaba de aquel aguinaldo que consistía en una cesta de naranjas traídas desde pueblos cuyos nombres sólo algunos habían oído hablar.
La navidad estaba marcada por una serie de campanadas que anunciaban el comienzo de la procesión. La visita al altar, protagonizada por todo el vecindario, sólo tenía una pequeña excepción: la de su familia.
A los diez años, Marcos comprendió que la navidad era una fiesta extraña. Criado en una familia de ateos donde el consumismo tampoco se había convertido en una religión, sentía aquellos días de una forma diferente.
Quizás por eso, cuando le tocó independizarse y contar esas mismas historias a quienes las vivieron con él aquellos días, las añadía un toque especial. Las pintaba en sepia o en blanco y negro, y siempre las acompañaba del susurro melódico de Frank Sinatra dando vueltas en el viejo tocadiscos que sus padres le había regalado cuando cumplió doce años.
Su hermano mayor le cuenta que su madre solía llevar siempre una flor de pascua, roja como la fruta de acebo que crecía libremente en el monte y estaba prohibido cortar. Su padre hablaba de aquel aguinaldo que consistía en una cesta de naranjas traídas desde pueblos cuyos nombres sólo algunos habían oído hablar.
La navidad estaba marcada por una serie de campanadas que anunciaban el comienzo de la procesión. La visita al altar, protagonizada por todo el vecindario, sólo tenía una pequeña excepción: la de su familia.
A los diez años, Marcos comprendió que la navidad era una fiesta extraña. Criado en una familia de ateos donde el consumismo tampoco se había convertido en una religión, sentía aquellos días de una forma diferente.
Quizás por eso, cuando le tocó independizarse y contar esas mismas historias a quienes las vivieron con él aquellos días, las añadía un toque especial. Las pintaba en sepia o en blanco y negro, y siempre las acompañaba del susurro melódico de Frank Sinatra dando vueltas en el viejo tocadiscos que sus padres le había regalado cuando cumplió doce años.
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