Fandom: X-men (película)
Autor:
crystal_luna1Pareja: Pyro/Rogue
Clasificación: PG-13
Género: Romance y Angst
Exención de Responsabilidad: Por supuesto que nada es mío; todo le pertenece a Marvel y Fox. Si acaso, solo la idea para la trama de este fic me pertenece. Gracias.
Tiempo: Durante X3.
Resumen: ¿Es posible hallar el amor en los lugares menos esperado, como en el corazón de un endurecido piromaniaco?
Notas: Spoilers de la película X3 en este capítulo.
Capítulos Anteriores John tenía la indiscutible sensación de que varios gigantes tenían una juerga en su cabeza; y no cualquier juerga. Porque el dolor era horrible, como si le estuviesen partiendo el cerebro en dos. ¡Coño! ¿Cuándo carajo le atropellaron? Solo esperaba que alguien hubiese sido lo suficientemente inteligente para tomarle el número de la tablilla al camión; no pudo haber sido otra cosa…
Intentó abrir sus ojos, acción nada inteligente de su parte pues el simple esfuerzo le hizo gruñir una protesta. Reconoció el lugar de lo poco que pudo ver; todo ese metal gris le indicaba que se hallaba en la enfermería de la mansión.
-Así que hemos decidido volver al mundo de los vivos, bub. -
Solo eso le faltaba, encima de tener el monumental dolor de cabeza, ahora también tenía que enfrentarse al Wolverine. Volviendo a abrir sus ojos, le lanzó una mirada desafiante a Logan. -¿Qué en el infierno hago aquí? -
-Muy buena pregunta; una que yo me he estado haciendo en los últimos cuatro días. - Y con apenas contenida ira, Logan añadió, -No debí haberle pedido a Bobby… -
¡Mierda! No era posible que él llevara cuatro días inconsciente. ¿Y qué en el infierno significaba ese comentario críptico? Todos los recuerdos de su última acción se agolparon a su mente. La batalla en Alcatraz, peleando con Bobby… y perdiendo de la manera más humillante. Esa era la razón de su galopante dolor. Una carcajada vacía escapó de sus labios. No; no podía ser que el bloque de hielo le hubiese ayudado. Como si no hubiese sido suficiente que el helado lo dejara noqueado con un cabezazo suyo, también tuvo que ayudarle y sacarle del lugar. Repentinamente, dos fuertes manos le agarraron con nada de gentileza por el cuello de su camisa.
-Debería destriparte. - Bramó un enfurecido Logan.
-¿Y qué te detiene? - Le respingó John con sagacidad, sin importarle si el canadiense se viera tentado a realizarlo.
-Porque se lo prometí. -
El aire alrededor suyo pareció tornarse pesado y una fría garra apretó su corazón sin misericordia. Esta vez fue John quien lo tomó por las solapas de la franela, ignorando la quemazón que laceraba sus manos, para preguntarle, -¿Dónde esta Marie? -
John se percató de cómo esos corpulentos brazos se tensaban, casi escuchando un sonido metálico durante la acción. Todas las facciones del lobo parecieron adquirir una insólita combinación de emociones. Una mueca despreciativa curvó sus labios mientras esos ojos que nunca dieron a demostrar ningún tipo de sentimiento, parecían brillar por el dolor. Algo le indicó a John que Logan estaba haciendo un esfuerzo monumental para no extraer sus garras de adamantino.
-Querrás decir donde esta lo que queda de ella. -
Logan se enfureció consigo mismo al ver como toda sangre abandonaba el rostro del piromaniaco. Debía sentir satisfacción por haberle infligido dolor, no esa molesta sensación de pesar. ¡Maldición! El cuerpo del jovenzuelo pareció dar una sacudida y Logan inmediatamente captó que sucedió; estaba intentando acallar un sollozo.
-No. - Logan le escuchó decir y en esa simple palabra percibió todo su suplicio. Le tomaron de sorpresa cuando el piromaniaco lo atrajo con violencia, esos ojos tempestuosos mirándole detenidamente. -Mientes. -
¡Oh, sí! Todo tenía que ser una vil y cruel mentira. No lo aceptaría. Ella estaba bien; ella no podía estar… ¡No y no! La vida no podía ser tan despiadada con él. Casi una eternidad buscándola y cuando al fin la hallaba, se la arrebataban implacablemente de su lado. John liberó la camisa de Logan y cayó al suelo como si fuera un puñado de carne y huesos. Todo a su alrededor se desplomaba, no sentía tierra firme bajo sus pies. Esa noticia había eliminado toda su confidencia y su arrogancia se perdía en el aire mientras desgarradores sollozos rompían el silencio.
Logan le miraba entre algo parecido al desdén y a la compasión. No pudiendo ser un mudo testigo de la desolación del joven, gruñó una incoherencia y abandonó la habitación para dejarle solo. No sentía ninguna satisfacción al verle así, para su total rabia.
A John no le importó quedarse en el suelo, el frío metal entumeciendo sus sentidos. El dolor era despiadado, como un cuchillo que penetraba a su alma y se retorcía en su interior de manera inclemente; sin piedad alguna. Nada importaba en esos momentos, le habían despojado de su diosa, su vida y su corazón.
-X-
Ojos vacíos de toda emoción observaban la puerta por la cual Jubilee había salido unas horas atrás. Sus labios curvados en una mueca de dolor y burla; él sabía muy bien quien la había enviado. Ese sería su constante placer, recordarle con perpetua fidelidad quien era el responsable de que Marie no estuviera a su lado. John aceptaba su culpabilidad; él y su asociación con Magneto había sido la principal razón por la cual ellos arribaron a la mansión a buscarla.
“El doctor Mc Coy …” Y John recordó como la atolondrada pirotécnica se detenía en su explicación en un ahogado suspiro,“El buen doctor movió cielo y tierra para hallarla.”
Fue entonces que él vio el bonito rostro oriental cubrirse de lágrimas. Las suyas habían llegado a su fin; ya no existían en su interior.
“Todos fueron sancionados por dejarse llevar por sus emociones. Ella no fue la única. Otros cinco mutantes también encontraron la misma suerte de Rogue.”
Sin emitir palabra alguna, él la vio cubrir su boca en un intento ineficaz de acallar un sollozo.
“¡Qué tan horrenda puede ser una muerte así!”
La rabia y el desconsuelo se apoderaron de él. Los imbéciles acabaron con ella a golpes en represalia por los sucesos de Alcatraz. Su único gesto fue cerrar sus ojos, momentáneamente. ¿Por qué? ¿Acaso no era suficiente saber que no volvería a verla? No, tenían que atormentarlo así, otra razón que caía sobre sus hombros, otra por la cual ella halló una muerte tan… ¡Santo cielo! Ni tan siquiera quería imaginarse la agonía de su muerte porque sino enloquecería; si es que él ya no estaba tomando el sendero hacia la locura.
Jubilee le había mirado en silencio y a la expectativa. El endureció sus facciones y giró su rostro, ignorándola.
“John… Rogue me contó todo.”
Sus ojos se dirigieron a los oscuros con un brillo hostil. “¿Qué se supone que signifique eso?”
Y ante su mirada fría, ella pareció encoger sus hombros, algo incómoda. “No tienes que aparentar que no sientes nada.”
“¿Y a ti que te importa eso, estúpida pirotécnica?”
“Eres un cretino.” Y ella se había colocado de pie. “De verdad que no sé que vio Rogue en ti.” Y lo dejó solo, farfullando con rabia algo sobre ‘que se creía el jodido piromaniaco' mientras abandonaba enfermería.
John dejo escapar un resoplido; el jodido piromaniaco estaba simplemente y literalmente jodido. El salió de la cama. Estaba harto y cansado de tanta inactividad. Dejando atrás enfermería, se adentró a los pasillos de la mansión. Estaban vacíos, quizás debido a que era muy tarde en la noche y de lo más seguro todos se habían retirado a sus habitaciones. Sus descalzos pies le llevaron a una habitación en particular.
Posó su mano en la manilla de la puerta, deteniéndose por unos segundos. ¿Cuántas noches en el pasado, cuando era un estudiante en el instituto, deseó entrar a esta habitación en busca del ángel que era dueño de sus sueños? Entró y un sofocado gemido se escapó de su interior al percibir su aroma aún en el lugar. No tuvo el valor de mirar la cómoda y mucho menos el armario. El no entendía que hacía allí, torturando su alma. Conjuró la hermosa imagen de ella en su cabeza. Su dulce pero algo melancólica sonrisa plasmada en sus sensuales labios; ojos marrones brillando y sus dos rayos de luna en esa masa suave de caoba.
Y se mantuvo de pie en medio de la habitación, apenas mirando todo a su alrededor, sus ojos desprovisto de toda emoción. Hacía frío. El siempre odió el frío. Y ahora ninguna frialdad podía competir con la que sentía en su corazón en esos momentos. John levantó sus dos manos y se frotó sus ojos. Nunca había tenido el placer de conocer un dolor como ese; que le estrangulaba y le asfixiaba. Ella había sido su vida y ahora… no podía contender con su perdida. Pero lo que parecía rasgar su interior dejando su alma sangrando era no haberle dicho todo lo que sentía por ella.
-Marie. - Su voz llena de angustia.
-Marie. - El volvió a llamarla, en esta ocasión con rabia apenas contenida. ¿Cómo se atrevió a dejarlo solo? Deseó odiarla, quería poder hacerlo… pero era tan difícil. Solo días atrás la había tenido entre sus brazos, haciéndole el amor de manera desenfrenada. La muerte no existía para ellos. Otro ahogado gemido subió por su garganta desde el centro de su ser. ¿Qué demonio hacía allí?
Como si fuera un sonámbulo, caminó a la cómoda y abrió la primera gaveta, quizás en busca de algún pañuelo… Y sus ojos se posaron en un pequeño recipiente entre un par de guantes; era la prescripción médica de Rogue. John conocía de sus fuertes ataques de migraña. Fueron varias las ocasiones que el dolor no le permitía resumir su rutina diaria, manteniéndose encerrada en su cuarto. Era un poderoso analgésico, solo se podía obtener con receta médica.
Sin ninguna vacilación de su parte, abrió el frasco y vació el contenido en su boca permitiendo que bajara por su garganta. Luego se desplomó en la cama, perdiéndose entre la esencia de Rogue impregnada en sus frazadas y sábanas. No quería continuar viviendo en la tortura de no volverle a ver. Tal vez tendría la esperanza de hallarle al otro lado. Sintió sus párpados pesados y el sueño eterno apoderándose de todo su ser.
-¿A dónde crees que vas, jovencito? -
John intentó pestañear; no era la persona que pensaba hallar y aún así… -¿Mamá?-
-No es tu tiempo, John. - La hermosa mujer rubia le sonrió.
-No puedo vivir sin ella. -
-¿Y estás seguro de que esta muerta?- Y los ojos azules centellearon con picardía. -Sino, ¿Por qué no ha sido ella quien ha venido a buscarte?- Ella le empujó con nada de delicadeza, intentando enviarlo de regreso. -No, John, no es tu tiempo. -
John sintió todo su cuerpo sacudido por un espasmo doloroso, seguido de una horrible bilis amarga subir por su garganta. Abrió sus ojos al escuchar el indiscutible sonido de líquido caer dentro del lavabo.
-Vamos otra vez, chico. -
El reconoció la voz; era Logan. Lo estaba sosteniendo, ayudándole a mantenerse de pie. John volvió a regurgitar, expulsando lo que tenía en su estomago.
-¿Logan? - Esa era la voz de la exótica diosa de las tormentas; se le escuchaba realmente preocupada.
-¿Llamaste la ambulancia? -
-Sí. - Contestó Ororo entre medio de otro episodio de vómito de John.
-Muy bien, chico, una vez más… -
John le miró enfurecido. -Nunca te explicaron que con algunos envenenamientos no es recomendable inducir al vómito. - Y no hubo terminado de decir esto, cuando otro espasmo lo sacudió, devolviendo lo que había en su interior.
-Es esto o dejarte morir. -
-¿Porqué? - La pregunta fue desafiante.
Una pausa de varios segundos de silencio le indicó a John que él no se dignaría en contestarle. Estaba por completo equivocado.
-Se lo prometí, chico. -
Esa extraña admisión le dejó sorprendido. Pero otro acceso de vómitos no le dio la oportunidad de asimilar lo que estaba sucediendo. Solo lo haría luego, en la cama del hospital, su cuerpo relajado por el sedante. Para su total mortificación, descubrió que él ahora era parte del convenio. El gran Wolverine se tomaba muy en serio la protección de los suyos. Después de todo, los lobos protegían a su manada. Y John no tenía ninguna duda de que Logan lo consideraba ahora parte de su manada. El sueño lo tomó en su manta pero no logró borrar su sonrisa burlona y algo despreciativa…