Fandom: X-men (película)
Autor:
crystal_luna1Pareja: Pyro/Rogue
Clasificación: R (sexo explícito)
Género: Romance y Angst
Exención de Responsabilidad: Por supuesto que nada es mío; todo le pertenece a Marvel y Fox. Si acaso, solo la idea para la trama de este fic me pertenece. Gracias.
Tiempo: Durante X3.
Resumen: ¿Es posible hallar el amor en los lugares menos esperado, como en el corazón de un endurecido piromaniaco?
Notas: Spoilers de la película X3 en este capítulo.
Capítulos Anteriores John abrió la puerta de su apartamento con una sensación horrenda en la boca de su estómago, comprendiendo por primera vez el verdadero significado de la palabra miedo. El sol estaba bajando, trayendo la noche detrás de su partida... Él esperaba, él rezaba que ella estuviese allí. Se había subido a su moto, luego de la extraña conversación con Bobby, conduciendo como un loco. Si cualquier cosa le sucedía; él se estremeció, todo los posibles panoramas pasando por su cabeza. Los ánimos estaban algo caldeados; Magneto no solo lo había enviado a él a cometer actos atroces en protesta por las clínicas con sus susodichas curas. Tenía conocimiento de que había enviado a Archlight y Psylocke.
Él tomaría una ducha rápida, se cambiaría de ropa y llamaría a la mansión; teniendo la esperanza de que hubiese regresado a la mansión... cuando la halló durmiendo en el sofá. Él sintió este impulso incontrolable de estrangularla después de lo que ella le hizo sobrellevar. En lugar de ello, en dos pasos rápidos, él la tomó en sus brazos, oprimiéndola contra su cuerpo. Él tenía la gran necesidad de sentirla sana y segura entre sus brazos y así detener el miedo que corría a través de él.
Rogue despertó con la deliciosa sensación de todo ese calor que solo le pertenecía a John, rodeándola como una frazada de seguridad y consuelo. Luego de tantas y largas horas de esperar su regreso, al fin lo tenía a su lado. Apenas conteniendo las lágrimas, ella susurró, -Se ha muerto, John. -
El se limitó a abrazarla con más fuerza. El profesor había sido alguien muy significativo en sus vidas. John reconocía que el espíritu bondadoso del hombre le había ayudado a salir de un momento difícil en su vida. Lo cual le llevaba a continuar teniendo sus dudas. ¿Y si había tomado la decisión equivocada al seguir a Magneto?
-Sé que me pediste que me quedara en la mansión, pero están sucediendo extraños sucesos… Logan no es el mismo. -
John no pudo evitar hacer una mueca burlona. Sabía cual era la razón; tenía nombre, apellido y algo peligroso en su interior. En realidad no entendía el propósito de Magneto al hacerla parte de la Hermandad. Era muy riesgoso; él opinaba que era más lo que se podía perder y que nada se ganaría con la volátil e impredecible mutante. Absolutamente nada. Pero él no era quien para juzgar las excéntricas ideas de Magneto.
-He escuchado algo sobre la señorita Grey… - Ella echó su rostro hacia atrás para mirarle.
Esos ojos que siempre la desconcertaban y aún así, ella amaba, le miraron interrogantes. Se mordió su labio inferior, -¿Está viva?-
-Sí. - Todavía John recordaba como toda su piel se erizó al verla.
-Ella…- Hizo una leve pausa para añadir en un hilillo de voz, -Ella mató al profesor.-
-¿Es eso una pregunta? -
-¿Lo hizo o no?-
El asintió.
-Y ella está con ustedes.- Rogue sintió que su cabeza daba vueltas. ¿Qué en el infierno estaba sucediendo? ¿Qué posible propósito podría tener Magneto para tenerla a su lado? Y la más desconcertante pregunta de todas, ¿qué hacía Jean con ellos? -¿Es eso seguro? -
El se encogió de hombros, -Magneto opina que sí. -
-Y tú eres tan tonto en creerle. -
Algo muy dentro de sí pareció despertar; sabía que ella tenía razón. Pero el tonito de autosuficiencia de Rogue unido ya al hecho de que él estaba comenzando a dudar le hizo perder los estribos. John era muy orgulloso; demasiado para su propio bien. Y si a eso se le añadía que era un simple cabeciduro; nada bueno podría venir de esa combinación.
-Nunca vuelvas a poner en duda mi inteligencia. -
Ella ignoró por completo la furia en su voz. -No puedo creer que puedas aceptar ciegamente lo que opina un hombre que solo quiere su gloria personal. -
-Y yo no pienso escuchar la opinión de una patética que no tiene ni idea de lo que ocurre en la realidad de nuestro mundo. -
-¿Qué me llamaste? -
-Patética; no tienes el coraje para desafiar a tus maestros del Instituto. -
-¿Y tú si lo haces? Apuesto a que eres su perrito faldero, dispuesto a hacer todo lo que te ordene sin ninguna objeción de tu parte. -
Esa pregunta pareció tocar una fibra sensible porque él la tomó por los brazos sin misericordia alguna. Los ojos marrones brillaron como caramelo líquido, apenas escondían la ira en su interior. John la acercó contra su cuerpo con violencia. Narices apenas tocándose, los expresivos ojos centelleaban por la rabia. Ella respiraba a través de sus entreabiertos y rosados labios; John sentía su respiración acariciar lentamente su cara. Y sin ninguno de los dos esperarlo, él la besó.
Por un breve momento ella se opuso a él, su cuerpo rígido y él subió una de sus manos para enredarla en la suave cabellera en la nuca femenina. Fue entonces que ella gimió; él sonido hizo que él perdiera toda cordura, tomando posesión absoluta de esa boca. Tomándola en sus brazos, se colocó de pie con ella y separó los labios de los femeninos. Él acarició la piel suave a lo largo de su mandíbula con su nariz, aspirando su olor, lleno de todos sus secretos y promesas femeninas. Ella jadeó. -¿John…?-
-Sshh… no ahora. Tenemos tan poco tiempo… - Antes de que ella pudiese decir algo o negarle algo, él la besó otra vez.
Ella correspondió hambrienta a su beso, presionando más el cuerpo femenino al suyo, abriendo los labios con impaciencia para permitir la entrada de su lengua. El calor y la dulzura de su humedad lo intoxicaban. Caminando con ella, entró a su habitación. El, no más pronto la colocó en la cama, que su cuerpo la cubrió, siendo seducido por todas esas curvas suaves y femeninas al tiempo que presionaba en sus lugares íntimos. Esta vez él abandonó los labios femeninos, su boca dejando un camino ardiente hasta su barbilla para luego bajar a lo largo de la suave curva de su garganta. ¡Dios! Su aroma le enloquecía y toda su piel tenía el gusto de la miel y fresas. Él oyó su gemido; haciendo este sonido bajo, que lo condujo al borde de la insanidad. El deseo de tomarla crecía cada segundo.
John no era ningún ciego, sabía lo que ambos pronto tendrían que enfrentar. Se hallarían en un momento decisivo; el conflicto entre los homo-sapiens y los homo-superior. El resultado de ese conflicto cambiaría sus vidas para siempre y quizás no podrían dar marcha atrás. Necesitaba sentir la seguridad de su amor, perderse en todos sus secretos femeninos y dejar atrás lo que eran; posibles enemigos en el campo de batalla.
Ella enredó las manos en su pelo, para atraerlo aún más. Era delicia y delirio lo que él creaba con su boca. Con manos hábiles, él fue desabrochando la blusa. Cada botón que él deshacía, dejaba al descubierto un poco más de esa piel sedosa y pálida, logrando que la respiración masculina se quedara atrapada en su garganta. Levantando sus manos con reverencia, acarició sus suaves curvas; sus pulgares apenas rozando sus pezones sobre el material delicado de su sostén. Rogue dejó escapar un quejido. John le deslizó el sostén y bajando su cabeza comenzó a crear pequeños círculos alrededor de su pecho con su lengua, haciéndolo cada vez más cercanos a esa área sensitiva hasta que él alcanzó su pezón, suavemente succionándolo al interior de su boca mientras que ella agarraba su pelo con ninguna gentileza. .
-¡Oh, Dios, John! - Ella gimió, tomando el rostro masculino entre sus manos para atraer los labios a los suyos una vez más. A él no le molestó en lo absoluto cumplir con sus deseos. John fue el primero en romper el beso, deleitando su vista en esos labios hinchados antes de comenzar a deshacerse de su camisa. Rogue inmediatamente captó sus intenciones, le ayudó a quitarle sus pantalones antes de tirar de ellos hacia abajo sobre sus caderas junto con sus boxeadores. Pronto después, ella hizo lo mismo con sus pantalones, deseando estar lo más cerca de él como fuera posible, sin la barrera constante de telas.
John, al lado de ella, sus ojos se desplazaban por el hermoso cuerpo femenino, brillando por una mirada apreciativa. Él levantó su mano, sus dedos patinando ligeramente sobre esa tersa piel, haciéndola temblar. Juan sonrió. Nunca en su vida había sentido lo que sentía ahora, así, junto a ella. Era algo parecido al regocijo, a la reverencia, y....y...
Amor.
El lo admitía; nada se comparaba a lo que sentía en esos momentos, sentir ese bello cuerpo desnudo; entregándole toda su delicada fragilidad sin ninguna vacilación de parte de ella.
Acercando sus labios a los femeninos, susurró sobre ellos, -Mi dulce bella sureña.-
Rogue suspiró en su boca, abrumada por la emoción. Nunca nadie le había dicho algo así de hermoso. Y de todos, John había sido el primero. El resbaló su boca por la comisura de los labios, por su barbilla para luego llegar hasta su garganta. Los labios masculinos eran demandantes y calientes; como el resto de su cuerpo. Con premeditada suavidad el subió su boca hasta hallar los labios femeninos. Ella gimió en su boca y él gruñó en respuesta; pensó que ese sonido había sido el más erótico que pudo haber escuchado. Amaba todo en él, su olor, su gusto, la sensación de su piel caliente debajo de las yemas de sus dedos. Sentír esa fuerza latente, una que podría destrozarla fácilmente, pero él era increíblemente delicado con ella, acariciándola con ternura desmedida pero con una peculiar mezcla de salvaje pasión, haciéndola sentir como si ella fuera su más preciado tesoro en el universo. John la hacía sentir deseable y seductora. Y poderosa. Ella lograba hacerle gemir simplemente paseando sus dedos por sus hombros o deslizándolos abajo por toda esa amplia y fuerte espalda, haciéndolo arquear contra su cuerpo.
John tomó posesión de los labios en un beso exquisitamente suave, saboreando cada contorno de esa boca con su lengua. Rogue subía de manera acariciante sus pies por sobre todas esas largas y fornidas piernas, deleitándose en su fortaleza. Sus manos bajaban por sus duros costados, para luego acariciar esos músculos que se contraían en su bello trasero. Ella subió sus piernas para rodear las caderas masculinas y permitirle el acceso a esa área que solo él conocía íntimamente. Para John fue regresar a su hogar, mientras con lentitud entraba en ella. No importaba donde estuviera, pero si la tenía así entre sus brazos, eso bastaba para sentirse en su hogar. Ella era su corazón y su alma y nada ni nadie le arrebataría eso de su ser; estaba tatuada eternamente en él. Siguiendo la candente danza de la pasión, ambas almas ascendieron, unidas, a ese lugar que era la gloria y la belleza, lo puro y lo sublime. John miró ese hermoso rostro, los ojos marrones brillando por la intensidad del momento. Ambos se permitieron dejarse llevar por todas las arrolladoras sensaciones que arrasaron su ser.
Marie enredó sus manos en la cabellera y acercó ese rostro para esconderlo en la curva de su cuello. -Te amo, John. -
No; él no escuchó bien.
A su vez Rogue se mordió su labio inferior; porque ella lo sintiera no significaba que él quisiera escucharlo. Repentinamente, él giró con ella en sus brazos, quedando Rogue sobre él. Ella vio que sus ojos habían tomado el tono del más brillante esmeralda, el color del mar luego de una tormenta. El acarició con ternura el hermoso rostro de porcelana.
-¿Qué dijiste? - preguntó él temiendo haber escuchado incorrectamente.
Una asustada Rogue susurró: -Te amo. -
El cerró sus ojos, deleitándose en esas pequeñas palabras que significaban tanto para él. Mal interpretando su reacción, trató de zafarse de sus brazos. El no permitió que se separara de sus brazos.
-¿A dónde vas? -
-Obviamente, no compartimos los mismos sentimientos por lo tanto… - John colocó un dedo sobre su boca para callarla. Y enredando sus manos en la larga cabellera café, acercó el rostro femenino al suyo para darle un beso intenso. Un beso que los arrastró a ambos a un calidoscopio de sensaciones, todo el universo perdiéndose en un remolino de emociones. Sin ningún tipo de duda, ella, Marie ‘Rogue’ D’Ancanto, sabía que él, St John ‘Pyro’ Allerdyce, le haría el amor de nuevo.