La nueva vida [FO] - Evil Plot Raven

Dec 17, 2012 13:38

Título: La nueva vida
Autor: luvertheunknown
Fandom: Ficción original
Rating: G
Resumen: Detrás del camarero, pintado en el espejo que reflejaba lo que pasaba en el resto del local, un pequeño letrero decía que sonriera. Pero no se sentía capaz de sonreír, no esa noche. Así que se sentó en una de las banquetas tapizadas en terciopelo granate y pidió un whisky doble, con hielo y rapidito.
Advertencias: Ninguna, creo. Bueno, si. Que no tiene demasiado sentido, que es algo que se me ocurrió de repente y tenía que escribir. Puede que lo siga, de hecho tengo alguna idea (simple, muy simple; quizá demasiado) o puede que lo deje así. Quién sabe :D
Evil Plot Raven: Diciembre #14 - Prompt #5

En mi LJ

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Detrás del camarero, pintado en el espejo que reflejaba lo que pasaba en el resto del local, un pequeño letrero decía que sonriera. Pero no se sentía capaz de sonreír, no esa noche. Así que se sentó en una de las banquetas tapizadas en terciopelo granate y pidió un whisky doble, con hielo y rapidito.

Dirigió una mirada al espejo y observó la vida a sus espaldas. Una pareja se hacía cariñitos en un reservado de bancos de madera; una mujer bebía su tercer martini en una mesa redonda y un hombre de traje, con un botellín de cerveza delante, le gritaba a su teléfono móvil que se callara y que dejara de darle sermones, que era lo suficientemente mayor como para saber a qué hora debería estar en casa.

-Ey, Jones. ¿Qué te pasa esta noche? -Le preguntó el camarero cuando le puso el vaso de whisky sobre una servilleta.

"Que mi mujer ha llamado desde Wisconsin, que no quiere que vuelva a casa, que está harta de mí y de mis viajes, que hace unos meses que está viendo a otro hombre y que ya no me echa de menos en su cama. Que me mandará mi ropa a este hotel dentro de unos días para que no tenga que ir a casa. Que mi hijo no quiere verme porque cree que he roto esta familia en mil pedazos. Que mi hija es la única que se digna a hablarme con calma, sin gritar y sin llorar. Que mi vida se acaba de ir a la mierda aunque, realmente, llevaba encaminada hacia el fracaso desde hace mucho tiempo", quiso decir.

Pero, en su lugar, negó con la cabeza y pegó un trago largo al whisky.

-Demasiados problemas, ¿eh, amigo mío?

Llevaba escasas dos semanas alojado en aquel hotel, pero el camarero ya le trataba como si le conociera de toda la vida. En su opinión, eso hacía las cosas más sencillas y agradables, pero seguía resultándole extraño.

-Ni te imaginas...

Los hielos bailaban mientras movía el vaso de un lado para otro. Tintineaban cuando golpeaban contra el cristal o unos contra otros.

-Venga, Jones. Tienes que alegrar ese cuerpo, amigo -Golpeó suavemente el cristal tras él-. "Sonría. Hoy las penas corren por nuestra cuenta", ¿recuerdas?

-Ojalá te las pudieras llevar todas, Mike. Me quitarías un gran peso de encima.

-Desgraciadamente... eso no entra dentro de mi jurisdicción. Yo sólo puedo servirte whisky toda la noche e intentar hacerte sonreír. Las penas son tuyas y tú tienes que cargar con ellas.

Jones terminó lo que quedaba en el vaso e hizo un gesto a Mike para que le sirviera de nuevo. El camarero, diligente, lo hizo enseguida y, en cuanto tuvo el vaso lleno otra vez, dio otro trago.

Cuando volvió a la habitación, iba dando bandazos contra las paredes. Se tiró sobre la cama y se quedó dormido sin cambiarse, pensando en su mujer, en sus hijos, en el amante de su mujer y en la vida que se le acababa de escapar entre los dedos.

A la mañana siguiente, el dolor de cabeza era insoportable. Bajó al comedor del hotel sujetándose las sienes y mirando hacia el suelo, porque la luz de los pasillos era demasiado potente para sus ojos. Se sirvió una enorme taza de café con leche en el buffet libre y se cogió unos donuts para acompañar. Y mientras desayunaba, pensaba en qué haría de ahora en adelante.

No tenía trabajo (los pretendidos viajes de empresa sólo habían sido una farsa para que su mujer creyera que si que tenía trabajo; realmente, sólo cobraba la mísera pensión que le había quedado después de que le echaran de la oficina); su mujer había dicho que no quería volver a verle y él no tenía suficiente fuerza como para ir a su casa y pelear por lo que había sido siempre suyo; estaba metido en un hotel que dejaba mucho que desear, aunque era barato y el camarero del bar era agradable y le servía whisky sin protestar, no como en otros hoteles en los que se había alojado en sus viajes.

Aunque su estancia en el hotel era agradable, tenía que buscarse algo que hacer. Tenía que arreglarlo todo. Estaba claro que no podía recuperar a Lorreine, ni su vida anterior. Pero podía arreglar lo que le quedaba, ¿verdad? Sólo tenía que averiguar la manera.



Dos días y una resaca después, seguía sin tener claro hacia dónde encauzar su vida. Estaba tumbado en su cama, mirando al techo, intentando resistir la tentación y no bajar al bar para volver a emborracharse cuando alguien llamó a la puerta.

-¿Quién es? -Preguntó, con voz ronca.

-Alguien a quien te interesa ver -La voz, femenina, sonaba ahogada a través de la puerta, pero aún así no la reconocía. Se incorporó sobre la cama, intrigado-. ¿Quieres abrir? No tengo precisamente toda la tarde.

Se levantó y se dirigió hacia la puerta. Cuando la abrió, apareció ante él una mujer elegante, esbelta y de rostro afilado, con unos ojos grandes y marrones, que le observaban con curiosidad. La melena castaña le caía por la espalda. Tenía pintada en los labios una media sonrisa, aunque no sabría decir si era de satisfacción o de decepción.

-¿Quién se supone que eres tú?

-La que te va a arreglar la vida -dijo, mientras se apoyaba en el marco de la puerta y cruzaba los brazos ante el pecho-. ¿Vamos a dar una vuelta? Creo que lo que te tengo que decir te va a sentar mejor si tienes una gran taza de café frente a ti y el culo apoyado en una silla.

-¿Tan impactante es?

-Puede.

Echó a andar por el pasillo. Jones estuvo dudando si seguirla o no, pero cuando la mujer dobló una esquina suspiró, cogió el abrigo de dentro de la habitación y salió tras ella.

La llevó a una cafetería cercana en la que servían buen café y se podía estar tranquilamente. Era un sitio poco transitado y la música solía ser tranquila, así que se encontrarían a gusto.
Cuando tuvieron ambos una buena taza de café encima de la mesa, Jones miró a la mujer, entre intrigado y asustado, quién era y qué le había traído ante él.

-¿A qué prefieres que te responda antes? -Jones se encogió de hombros y ella sonrió-. Soy Zyra, la mujer que te va a cambiar la vida por completo, siempre y cuando aceptes mi propuesta. Aunque, claro, tampoco tienes muchas otras opciones, ¿no? Es aceptar o seguir hundido en la mierda en la que se ha convertido tu vida.

Sonreía, pero sus palabras habían sido crueles. Le entraron ganas de levantarse de la silla y marcharse de allí, pero, por el contrario, se quedó observándola y esperando a que dijera a qué había venido.

-Realmente, Jones, he venido porque eres nuestra única esperanza -Jones arqueó una ceja. ¿"Nuestra"? ¿Única esperanza? ¿De qué diablos estaba hablando esa mujer de nombre extraño que afirmaba que le iba a solucionar la vida?-. Sé que suena extraño, pero te juro que después de que te lo cuente todo... bueno, no dejará de sonar extraño, pero al menos espero que tengas menos dudas sobre mí. Y confíes un poco más.

Jones cruzó los brazos ante el pecho, se recostó contra el respaldo, y escuchó.

-Cómo decirte esto... -carraspeó y meditó durante un momento-: Soy una diosa. La diosa mensajera, para ser más exactos.

No pudo contener una carcajada nerviosa.

-¿Una diosa? ¿Tú? -La observó detenidamente. No tenía, para nada, el aspecto que debía tener una diosa. Una diosa se suponía sería deslumbrante, aunque no en el sentido literal de la palabra, hermosa y no pasaría desapercibida; sin embargo, Zyra era una mujer de rostro común, de la que no te acordarías unos minutos después de habértela cruzado en medio de la calle. Aunque tenía unos ojos muy profundos. Y extraños.

-No tienes el aspecto de una diosa. Eres demasiado... común.

-Precisamente porque soy una diosa tengo que tener un aspecto vulgar -se miró a sí misma y luego levantó los ojos hacia él-. Cuando los hombres creían en los dioses y nos temían, tomábamos el aspecto humano más deslumbrante que podíamos. Ahora, no podemos correr esos riesgos. Y menos estando las cosas como están.

-¿Y cómo se supone que están las cosas? ¿Tenéis una vida complicada los dioses, allá arriba? -Dijo, con sorna. No podía evitarlo: era incapaz de tomarse en serio a una mujer que afirmaba ser una diosa.

-No te lo crees -no era una pregunta.

-No puedo.

-No crees en los dioses.

-Hace mucho tiempo que dejé de creer que había un dios allá arriba, así que como para empezar a creer a mi edad que hay un puñado que están en apuros y que bajan a la tierra para buscar a un desgraciado como yo para que les solucionen los problemas. ¿No te parece un poco inverosímil todo?

-Si yo estuviera en tu lugar... probablemente tampoco lo creería, no -Concedió.

Se hizo el silencio entre los dos, un silencio incómodo y tenso, en el que ambos decidieron apartar la mirada e ignorar al otro. Para su desgracia, Jones era demasiado curioso. Y, aunque no pudiera creerse una sola palabra de lo que esa mujer estaba diciéndole, tenía que reconocer que era una historia bastante curiosa.

-Y, dime… ¿qué problemas tenéis vosotros los dioses donde sea que estéis?

Ella giró la cabeza bruscamente.

-Pues… sinceramente, no lo sé muy bien -Jones alzó una ceja, pero no dijo nada-. Quiero decir, sé qué problema tenemos, pero no qué lo causa, así que sólo te puedo contar las cosas parcialmente. El caso… es que estas últimas semanas han estado muriendo algunos dioses. Todos dioses menores, pero dioses al fin y al cabo, y en la Cúpula están empezando a tener miedo. Sea lo que sea lo que está matando a esos dioses, sabe cómo encontrarlos, como reconocerlos y cómo acabar con ellos. Y no creen que su único objetivo sean dioses menores.

Jones se quedó en silencio, mirando a Zyra con los ojos entrecerrados, como queriendo averiguar las verdaderas intenciones de la mujer, pero era prácticamente imposible.

-¿Y yo estoy dentro de toda esta historia, de alguna manera? -Zyra asintió-. Y déjame adivinar… no tienes gran idea de cómo encajo yo en todo esto, ¿verdad? -Volvió a asentir.

-Sólo soy una mensajera. Desde la Cúpula me han mandado para que te diga que nos debes ayudar. Yo no sé nada. Mi misión era encontrarte y enviarte, nada más.

-Y ahora ya me has encontrado, pero no creo que puedas enviarme -Cogió la taza de café, apuró el contenido, y se levantó-. Lo siento, pero no acepto. La historia ha sido muy bonita y casi convincente, si no llega a ser porque unos supuestos dioses que viven en una supuesta Cúpula hacen su aparición en medio de la trama -Se encogió de hombros y se puso el abrigo-. Diles a tus dioses que se busquen otro recadero, yo no puedo aceptar este encargo. Buenas tardes.

Y, sin decir más, se fue del local.

Aquella noche, cuando bajó al bar del hotel para tomarse un whisky con hielos, le pidió a Mike que dejara la botella a su lado para no molestarle cada dos por tres.

-¿Qué pasa, Jones? ¿Los problemas no hacen más que crecer? -Le preguntó, mientras se apoyaba en la barra, frente a él, y sonreía con esa mueca amplia, clara y amable que todo camarero de bar de hotel que se preciara debía tener-. Cuéntame, amigo.

-Si yo te contara, Mike… si yo te contara. Las cosas en este mundo cada vez son más raras.

El camarero asintió con la cabeza, mientras cogía un botellín de cerveza de la cámara frigorífica bajo la barra.

-Y que lo digas, amigo.

Brindaron, a la salud de no sabían muy bien qué. Jones esperaba que, al despertarse a la mañana siguiente con resaca, el encuentro con Zyra no fuera más que el recuerdo de un sueño, y que la historia que le había contado, un simple producto de su mente borracha. Porque, ¿qué otra cosa podía ser? Dioses, dijo… dioses en problemas y que morían a manos de algo que nadie sabía lo que era. Bufó, mientras daba otro trago al whisky y se servía más, mientras Mike bebía cerveza frente a él, parloteando sobre su sobrino, que había dejado la carrera y se había ido con la novia a vivir a Alaska.

Dioses. Tonterías.

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