Título: Verde Ornamento [Original]
Autor:
meztli_luFandom: Verde Ornamento
Desafio: #003 La danza de la muerte
Parings: Dani/Richard
Rating: R-18
Resumen: La diferencia de una relación ambigua y antigua a la vez. Daniel compara su “relación” con Richard y otras mujeres. Comprende que los placeres son más fuertes que cualquier regla social y sentimientos.
Advertencias: Escenas subidas de tono
Tabla:
De libros La danza de la muerte
La escena anterior se repitió dos veces más, cada una con una variante. No pensé que sucediera, sin embargo, tomando en cuenta que cuando ya se ha probado licor por una vez, la sensación de volver a beberlo aparece aunque no se sea alcohólico. Más o menos esa fue la percepción de la situación. Ni Richard era gay y mucho menos yo. Esta sensación de que el cuerpo sólo responde a ciertos estímulos, a cierto contacto. A la costumbre de un cuerpo ajeno y que por la educación y la cultura sea prohibido.
Yo nunca deje de dominar y eso era lo que me gustaba más. Someter a otro hombre en una situación tan intima, intensa, era mejor que los golpes o palabras. Entrenaba bien a Richard. Nunca se quejo por la manera de tratarlo. A veces, él lo hacía todo porque yo se lo pedía. Mejor que una chica pensé y eso me preocupo. Richard no objetó cuando le dije que si quería sentir el placer de penetrarlo, lo consiguiera.
Me beso en la cama, me quito la ropa despacio para luego desnudarse él. Sentí sus labios desde mi cuello hasta mi abdomen. Luego me dedicó una mirada interrogante… si debía o no seguir. Esperó una orden. Pase mis dedos por su cabello y tiré de ellos, eso fue un sí. Su lengua igual que un gato, caliente y un poco áspera rozó mi miembro. Yo quería más así que lo obligue de un empujón a meterlo todo en su boca. Lo guié con mi mano en su cabeza. Tenía los ojos cerrados y esa expresión de sumisión que odiaba, pues siempre terminaba por querer penetrarlo por todo su cuerpo hasta que me cansara.
Cada vez que lo tomaba era una especie de ritual pagano. Mi propia muerte. Una danza mortal que me enterraba vivo con todo ese placer que desconocí por tanto tiempo. Lo odiaba por hacerme sentir tan bien. La idea de que un hombre fuese mejor amante que una mujer, sólo era justificada por el hecho de que un hombre conoce perfectamente como darle placer a otro hombre.
El mismo me dijo que todo lo que me hacía era lo que a él le gustaría sentir, pero como es un cobarde se limita a complacer a otros, a reprimirse.
- Una mujer sólo se atrevería a hacer estas cosas por dos razones, que este muy enamorada o le pagues- dijo esa noche- y ambos sabemos que una mujer enamorada es más aterradora que una prostituta cuando no le pagas.
Le dije que era un lujurioso, pues ni yo en mis más remotas aventuras fantaseé con eso. En el fondo le agradecí que lo hiciera sólo conmigo. Por que así era, si no, sabría que tendríamos problemas.
Luego de repetir el coito por tres veces. Sentí un remordimiento al tenerlo a mi lado, dormido. Poco a poco empezaba a conocer a Richard Iervez y su timidez con las mujeres. Si bien había muchas mujeres con las que él fantaseaba, había otras que lo deseaban. Era un muchacho atractivo que robaba miradas en la avenida. Yo tenía muchas mujeres que de ellas no hacía una, sumado a esto, mi matrimonio con Katye era solido. Debo admitir que tener sexo con un hombre es placentero, algo nuevo y por ello debe ser satisfactorio en un cien por ciento.
- Nunca me han gustado los hombres- dijo Richard- tú me intimidas y eso…
- Eso te gusta, te gusta ser dominado y a mi me gusta dominar. No digas nada, es como ese dicho que dice: “Siempre hay un roto para un descocido”
Ambos aseguramos que no teníamos ninguna intención romántica y eso fue lo que le dio más peso a nuestra situación. No hubo compromisos, no hubo nada de trivialidades. Por eso prefería su compañía a la de una mujer y sus dramas. Difícil que la sociedad entienda este sentimiento que no es amor, sólo dependencia o complemento. Por otro lado, cada uno seguía sus vidas. Esto no era más que placer.