Me siento:
Determined
Escucho: May It Be - Enya
Primera entrada en la comu con este drabble para todas las amantes del slash y de la pareja de Sirius y Remus.
Titulo: Cita con el pasado
Nombre del Autor:
foolforspikeFandom: Harry Potter
Pairing: Sirius/Remus
Rating: PG-13
Tiempo: Situada a comienzo de PoA.
Género: Angst
Extensión: Drabble de 2560 palabras
Advertencias: No tiene
Resumen: Situado en PoA con alusiones a la Era Marauder. Sirius acaba de escapar de Azkaban y Remus parte hacia Hogwarts a bordo del Expreso para encargarse del puesto como Profesor de DAO y minutos antes de salir, Remus rememora partes de su pasado
Feedbacks: Acá mismo
Disclaimer: Los personajes no son míos pertenecen a J.K. Rowling y la W.B. yo solo los uso para contar esta historia. La cual si me pertenece, y por la que no persigo ningún fin comercial.
Nota de Autor: Este drabble nacio como un regalo para mi hermana Lorien, que es una amante de este shipper. Y tocar el tema de volver de nuevo al lugar donde fuiste feliz después de tantos años, con todo lo que eso implica.
A veces por un segundo jurarías que el tiempo se detuvo. Y comprendes que es en el preciso momento en que por primera vez fuiste conciente de donde estabas, hacia donde ibas. Y maldices por eso. Y odias ese instante, con cada parte de tu ser.
Pero de nada sirve revelarte al recuerdo del sinuoso traqueteo del tren, que te transporta de nuevo al pasado que te niegas a olvidar. Que por más que intentas ocultarlo en el fondo de tu alma, aún persiste como cada cráter rocoso de la luna. Y lo escondes de ti mismo tras la raída capa, protegiéndote de todos, levantando un muro de tela tan sutil y tan pesado como todo el magro equipaje del que huye.
Por un segundo sientes que el vagón adquiere otra forma y el paisaje que aún no recorres se decolora lentamente ante tus ojos. En tu mente, en tus recuerdos, tu mundo pertenece a las sombras. A siluetas bañadas por la luna, de aquella luna que amas y odias como a una amante celosa y lejana. En donde cada fase de ella marca un tiempo, cada fase de ella es un olvido. Son como cuatro partes que forman tu mundo y te llaman, y te buscan con sus lenguas de plata. Y por más que intentas alejarlas de tu mente, inconscientemente le has puesto un nombre a cada una de ellas. A cada cambio de luna. A ese círculo infinito en donde te mueves. ¡Dios como quisieras olvidar!, pero no puedes. Porque en el fondo sabes que si olvidas, te pierdes, y lo pierdes. ¿Y cómo podrías vivir con eso?
Porque por alguna extraña razón siempre amaste a la luna nueva. Brillante, altiva, magnífica, desafiante de las sombras que inútilmente trataban de cubrirla. Desde chico estuviste enamorado de ella, de su embrujo eterno de sirena. Y a pesar del tiempo transcurrido, aún sientes el aroma de la hierba del jardín de tu casa. De ese aroma que secretamente aspirabas cuando salías a escondidas, a la parte trasera del pórtico sin que nadie te viera. Y te sentabas en el último peldaño de los escalones con tus pies descalzos hundidos en las hierbas, y apoyando tus codos en las piernas dejabas caer tu cabeza entre tus manos. Y así te quedabas horas enteras mirando a la luna, buscando el hechizo que te cautivaba, que te conectara a su embrujo de plata. Al significado oculto, guardado tras los velos. Siempre lo supiste, lo intuiste, como puedes percibir la tormenta antes que se desate en torno a ti, así era ella.
Pero un día todo tu mundo se perdió para siempre, demasiado pronto, demasiado rápido para llorar por él. Y se fueron tus sueños, tu vida, tu luna, como aquellos inocentes encantos que balbuceabas tímido por primera vez. Ahora es otra la fase que te domina, la que te define recordándote a donde perteneces. Y el lamento del lobo se desliza por tu garganta y se entremezcla con el hombre, haciéndose uno. Carne y sangre, aullidos y soledad bañados en plata, del que no podrás escapar jamás. Y lo sabes, y lo aceptas, como aceptas los cambios de su fase porque sabes que siempre volverá ella. Tú luna nueva.
Porque tu luna se llama Sirius, porque la reencontraste cuando lo conociste por primera vez, en este mismo tren que hoy te lleva de nuevo a un destino incierto. La viste cuando te sonrió con sus dientes blancos como la nieve, y sentiste que las sombras de sus ojos no opacaban su sonrisa. Por eso te quedaste mudo cuando te hablo, intentando balbucear torpemente unas palabras que sonaran a algún tipo de respuesta. Pero el fuerte nudo en tu garganta hizo inaudible tu voz. Y él, inclino su cabeza, arqueo una ceja y se te quedo observando por unos segundos en silencio, por un lapso que a ti te pareció eterno. Tragaste saliva, y tu voz volvió a articular un tibio, “Soy Remus,…. me llamo Remus” como si la simple mención de tu nombre te definiera por completo. Agachaste la mirada inconscientemente y te quedaste mirando la punta de tu zapato que movías lentamente contra el piso.
Y él, maldita sea, siempre era así. Te seguía observando, y entonces sucedió. Sentiste su risa profunda y ronca casi gutural como el ladrido de un perro llenar tu mundo, mientras su mano te palmeaba el hombro con tal fuerza que por poco te hace caer bajo su peso. “Vez, no era tan difícil” te dice, “Me llamo Sirius” agrega aún sonriéndote, y puedes percibir un brillo extraño en el interior de sus pupilas. Hace una pausa te vuelve a contemplar, “A sí que, ¿Slytherin o Gryffindor? te interroga como si la simple respuesta que le dieras a esa pregunta te marcara para siempre bajo el oscuro encanto de su mirada. “Yo, umm, ah, no sé. Supongo que Gryffindor.” Agachas de nuevo la cabeza avergonzado. “No soy de sangre pura” agregas tímidamente como excusándote de un pecado mortal, mientras tironeas el extremo de tu capa repetidas veces.
La sonrisa en el rostro de Sirius se explaya por completo dominando todo su semblante. “¿Y cual es el problema? ¿Quién la necesita?” dice con una mueca despectiva de sus finos labios. Lo miras dudoso sin comprender aún, pero él puede ver la confusión en tu rostro y agrega a continuación, “La maldita sangre, no sirve para nada. Solo son idioteces. Así que deja de mirarme con esa cara y seamos amigos” te dice con su gran vozarrón al tiempo que se deja caer en el asiento más cercano, y apoyando una de sus piernas sobre el posabrazos se te queda observando.
Y tú mi pobre Remus no sabe que hacer, solo te quedas ahí parado mirando como la figura de Sirius llena el vagón. Y te llama como una sonrisa semi torcida en el extremo de sus labios, mientras palmea el asiento al lado suyo, “Siéntate Remus, no muerdo” hace una pausa “Por ahora” agrega a continuación malicioso profundizando su voz como un desafió.
Y te agitas de nuevo en tu asiento, mientras el rumor de voces a lo lejos, te retrotraen al presente en donde los recuerdos parecen doler aún más. No necesitas abrir los ojos para saber lo que sucede a tu alrededor. Sientes las charlas que se entremezclan y confunden en mil voces hasta convertirse en solo una, como un adiós contenido en el tiempo condenado a repetirse eternamente. Puedes sentir los pasos presurosos de los que llegan a último momento a abordan el tren hacia Hogwarts. El ruido de los carros deslizándose contra el anden de la plataforma, el aleteo de las lechuzas dentro de sus jaulas, y el murmullo de voces juveniles cargadas de ilusiones, las mismas con las que transitaste hace muchos años aquel mismo andén.
Pero te alejas, vuelves al pasado inexorablemente te aferras a él, como un condenado a sus cadenas. Y no sabes ya como salir de ese círculo de días, que giran entorno a ti, como esas marcas que cargas en tu cuerpo. De esas cicatrices que perdieron la identidad del ser que te las hizo, y ahora son solo tuyas, son una parte de ese Remus que escondes a los demás. Tan blancas, que por momentos se pierden en el mapa de tu rostro, compitiendo con su blancura de luna. Pero ahí están níveas, profundas y tortuosas como los eternos silencios a los que siempre te atas. Y deseas salvarte de ti mismo cayendo en lo profundo de su ser, de traerlo con un hechizo que te pueda dar las respuestas que no haz dejado de hacerte nunca, y de la que sabes que no tendrás respuesta jamás. Porque perdiste a Sirius hace tantos años, y ahora ambos son sólo los prisioneros de su propio Azkaban.
“Maldita sea” te dices una y mil veces a ti mismo. “¿Cómo puedes estar haciéndote esto?” te preguntas. Y sabes que no tienes una respuesta para esto, o no una que quieras oír. Y cierras tus sentidos a lo que te rodea, es demasiado duro el volver, es demasiado cruel para que no sea real. Como esa fracción de segundos en que al atravesar la puerta del vagón que hoy te transporta, hubieras jurado que podías percibir aún el aroma de Sirius entre tantos aromas que invadieron alguna vez ese vagón. Y aprietas con fuerza tus ojos al recuerdo. Jamás imaginaste que la carga podía ser tan pesada. Que un simple nombre te marcara tanto. “Sirius” Él que supo del encanto que lo llevara directo a tú corazón, a ese corazón solitario de lobo En donde el lobo y el hombre se confunden y se hacen uno, ayudando por él, por el deseo de pertenecer, de ser más que el reflejo nocturno de una cara de la luna. De la ancestral esencia de animal que se arrastra dentro de ti y te grita llamándote otra vez.
Y tú lo recuerdas con la cabeza apoyada contra la ventana del vagón, de ese tren que alguna vez los transporto a ambos. Que fue testigo de sus risas y juegos, que supo del dolor del perro y del lobo encerrado en nombres de jóvenes. De sueños de una amistad para siempre de cuatro amigos, de vidas que se unían cómplices sobre un secreto que las iba forjando. Donde las travesuras compartidas eran más que esos, y los hechizos conservaban aún el sabor de lo prohibido. Ese tiempo en donde sentías que todo podías enfrentar tras el poder que desprendía la profunda y sonora carcajada de Sirius. Y ahora con el correr del peso de los años sobre tus hombros te preguntas; ¿Si puedes escucharla todavía? ¿Si puedes sentirla resonar en la oscuridad en que se volvió tu vida? Como la solitaria plegaria del viajero que nunca detiene su camino, buscando siempre a donde pertenecer a donde ser más que un destello de la luna.
Y una gruesa lágrima escapa de la comisura de tus ojos, como queriendo borrar tanta soledad, tanto dolor. Millones de sueños rotos, como pequeños cristales de una pieza que por más que la intentes armar jamás volverá a ser la misma. Enjuagas la lágrima con el dorso de tu mano, y mueves tu cabeza negando, como si quisieras detener a aquellos fantasmas que vienen del pasado. Pero es inútil y lo sabes. ¿Cómo pelear contra ti mismo? ¿Cómo? Y ahí están de nuevo en tu cabeza, alzándose más fuerte que los murmullos de ese otro mundo que te rodea. Escuchas los susurros profundos que él depositaba en tus oídos, los puedes sentir deslizarse dentro de ti, llenando por completo tu universo hasta donde nadie fue capaz de llegar. “¡No, maldita sea! No” pero tu protesta se atraganta en tu garganta, que tiembla y se quiebra en un aullido de animal herido. ¿Por qué tenías que recordar todas esas cosas? ¿Por qué tiene que seguir doliendo tanto? Pero volver después de tantos años al lugar donde fuiste feliz, hace más pesado aún el viaje que ni siquiera has comenzado. Por una extraña razón sientes como un círculo silencioso ha comenzado a cerrarse en torno a ti. Como un extraño llamado del pasado, que te invoca desde las tinieblas de una mazmorra, desde la profunda soledad del cautivo, que tiene solo tiempo ante sus ojos. De un tiempo que divide y cuenta con cada fase de la luna como lo haz hecho tu siempre.
De esa alma torturada por la venganza, de esos, sus ojos que se volvieron más oscuros de lo que recuerdas, donde ahora solo yacen las sombras. De un corazón que se endureció como los peñascos que gasta día a día con sus manos. Y que lleva su cuerpo cubiertos de tatuajes que delimitan al hombre del perro que guarda adentro, que muerde y araña cada herida como si fuera la única. Lamiendo las lastimaduras que le hicieron pero aún peor las que intuye que te han hecho a ti. De ese Sirius, que ha cubierto su cuerpo con miles de dibujos que se alzan como una nueva piel entre los dos mundos. Y ellos hablan, son los tatuajes, tatuajes de prisionero. Cicatrices de un alma que aguarda, dibujada en cada retaso de piel como un estigma de lo que es, de lo que eres y de lo que lo han convertido. Porque ya dejaron de ser simples marcas en el cuerpo de un hombre lo suficiente loco para sobrevivir a Azkaban, para ser la coraza de Sirius, tan cruda y dura como cada roca de su prisión. Que sabe de lamentos, de furias contenidas, de lamer de nuevo sus heridas y esperar, siempre esperar.
Sirius, ese ser capaz de masticar sus penas hasta volverlas polvos entre sus dientes de tanto triturarlas. Es también él que invoca tu nombre en cada cambio de luna, de esa luna que se reflejaba en la oscuridad de su mundo que delimitaban los muros que lo retienen. Su universo, la celda del prisionero, la morada de Sirius que se extiende más allá de esas paredes, que lo llevan a gruñir y ladrar frente al dolor de lo que su propia sangre le reclama. A la definición de si mismo, a lo que es ser un Black, de esa sangre maldita que no deja de latir por sus venas. De saber que siempre lo será. Que por más que diga o haga nada cambiará ese hecho. O como esa otra verdad de ser el prisionero del encanto de tú luna. Y él alza su mano y tú brillo entra entrecortándose contra los barrotes dibujando reflejos de luz y sombra sobre su piel. Cierra su puño como queriendo atrapar uno de los destellos de plata entre sus toscos dedos, que le haga recordar la blanca piel que alguna vez recorrió con sus manos. Y él te busca y te espera. Porque hoy ha escuchado al lobo aullar en el horizonte y sabe que su hora se acerca, porque lo percibió en todo su ser cuando respondió aquel llamado, en donde ya no existía mas Azkaban, en donde lobo y perro volvieron otra vez a ser solo uno.
Te incorporas un poco más en el asiento, irguiendo tu cabeza por sobre la ya raída capa. Miras el andén, como quien ve una extraña película recorrer delante de tus ojos. Observas los últimos preparativos y ve a los primeros grupos de estudiantes comenzar a subir hacia los vagones. Lanzas un suspiro sin siquiera advertirlo y te vuelves a reclinar contra la ventanilla cerrando los ojos. “Es mejor así” te dices en silencio, tratar de dormir y ahuyentar cualquier atisbo de pasado que hoy venga hacia ti. Y te dejas caer en el sopor de un falso sueño. Pero el destino ha decidido burlarse de ti, y una vez más pasado, presente y futuro se condensa en solo uno. Un camino que tendrás que recorrer quieras o no.
Los pasos se hacen cada vez más presurosos superponiéndose a las risas entrecortadas. Dos jóvenes hay entrado en ese vagón en el cual te refugias, te miran y se callan y nada de ahora en más volverá a ser lo mismo. Él lobo en ti ríe, da unas vueltas y se acurruca dentro del hombre, esperando su hora, su luna, cuando ambas fases vuelvan a encontrarse en lo profundo de la noche como respondiendo a una vieja cita con el pasado.
FIN
Kisses Fool