Parte Dos
Animales en el Camino a Casa.
¿Quién lo habría pensado?
- Una vez me dijiste que no tenía que pretender contigo. - Caroline recuerda, mientras se coloca una camisa de tirantes azul cielo, mirando a través del espejo, mientras observa como Stefan se queda en la misma posición en la que se había tirado en su cama cuando ella le había dejado entrar en su habitación, con los pies fuera de la cama y la cabeza girada hacia la pared.
Que caballero, ella piensa mientras una sonrisa triste se desliza en sus labios.
Es tan normal, tenerlo allí.
Después de una o dos semanas, no recuerda, Stefan sigue apareciendo en su casa a altas horas de la noche, metiéndose por la ventana, evitando a toda a costa a su madre, colándose como un ladrón profesional.
Ella le deja, le deja porque la hace sentir mejor tenerlo allí.
- ¿Lo hizze? - pregunta, la boca presionada contra la cama, los ojos cerrados. Evitando pensar en senos pequeños y pezones rosa y caderas sinuosas, en las cuales a su parte salvaje le gustaría perderse y no volver jamás.
- Lo hiciste, cuando estaba destrozada.
- Me dijiste que podías cuidarte sola, que ya no eras…
- La infantil Caroline. - ella canta, rodando sus ojos. - ves que si lo recordabas.
- Mmmm,..
Ella termina de colocarse bien sus pantalones largos de dormir, porque hace frio, y aun no se siente preparada para que Stefan busque algo más de ella que su presencia. No que este lo haya insinuado, pero ella sabe leerlo, ha aprendido a leerlo muy bien desde que lo vio en aquel bosque, dándose cuenta de todo lo que el buscaba esconder.
Dando pasos cortos, se acerca a la cama y le empuja para que se mueva. Él lo hace sin quejarse, quedando con su espalda hacia ella, sus ojos puestos en la ventana entreabierta, en la luna amarillenta de afuera.
Ella le abraza por la espalda, entrelazando sus dedos con los de él mientras le respira a la nuca, una manía que, según él, podrá quitarse con el tiempo.
Como si quitarse la humanidad fuera algo fácil.
***
La primera vez que alguien nota lo que sucede, la relación entre ambos se tambalea, demostrándoles cuanto les falta para aprender a confiar en alguien. Demostrándoles cuan nuevo es todo lo que viven.
Porque si, estando juntos, son capaces de vivir, de respirar y sentirse que, tal como decía Stefan, pueden dejar de pretender el uno con el otro.
- ¿Te estas follando a Stefan? - Bonnie pregunta, de sopetón. Así, un momento están hablando de como Tyler y Jeremy parecen estar en la luna, con Caroline pretendiendo que no le duele la traición, mientras ve pasar a Maat con la mirada gacha, y entonces al segundo siguiente le está preguntando eso, agarrándole por sorpresa, con las defensas bajas, atinando solo a ser más obvia de lo que querría ser.
- ¡No!
Aunque sea verdad, porque Stefan no la ha tocado de esa forma, su voz sale ebria de mentiras y secretos que quiere guardar.
Bonnie frunce el ceño, y cuando esta por replicar, Elena se materializa a su lado, tomando a Stefan de la mano. El vampiro ya sabe de lo que hablaban, por fortuna el oído vampiro de Elena aun no es tan definido como el del chico.
- Hola chicas. - Elena saluda, sonriendo y moviéndose para pasar un brazo por los hombros de Bonnie y luego los de Caroline, en ese momento, los ojos de la rubia se consiguen rápidamente con los del vampiro que no esquiva su mirada.
Esa noche Caroline cierra la ventana.
Stefan ni siquiera se aparece por allí.
Es como si alguien hubiera descubierto su pequeño secreto, y ambos, temerosos de quedar desenmascarados hagan lo posible por volver a lo seguro, a pretender que son normales, que no hay nada malo en ellos, que cumplen con el papel que se le dio, él, el del hermano menor que todo lo hace bien mientras sonríe, ella, la de la chica rubia popular que organiza fiestas y sonríe a todo el mundo y camina como si se comiera el mundo con cada clac-clac de sus tacones.
¿Es esto lo que ambos querían?
Por supuesto que no.
Ellos querían la libertad que los demás no le otorgaban, querían ver quien tenía más secretos que el otro, contárselos a oscuras, con la sangre bañando sus barbillas. Saciados de palabras, satisfechos con los resultados.
Nada es perfecto.
***
Damon tiene la desfachatez de aparecerse por allí un martes lluvioso. El muy insolente ni siquiera toca la puerta, solo la abre y entra en su habitación como si perteneciera allí, como si por días no la hubiera violado haciéndole pensar que le gustaba, que era allí, donde ella pertenecía. Y ella de tonta que se lo creía.
Algo en su rostro no demuestra nada bueno, nunca lo hace. Ella le gruñe y le muestra los colmillos, la sangre acumulándose bajo sus ojos, una expresión terrorífica que asustaría hasta el mas cauto de los humanos, pero que a Damon no le hace ni cosquillas por la forma en la que sonríe de lado, mostrando su propio set de colmillos.
- ¡Vete! - ni siquiera le pide explicaciones, sus sentidos afinados ya saben que está haciendo allí. Saben a lo que viene, lo que va a hacer y lo que pretende llevarse con el. Y ella no va a dárselo, no importa si no ha hablado con Stefan en días.
- Bonnie me lo dijo.
- Ella no sabe nada. - y agrega en su cabeza “estúpida, bruja”. Mientras siente una punzada de remordimiento que desaparece cuando recuerda como esta la acuso en el pasillo.
Damon ni se inmuta, se deja caer en la misma forma descuidada que Stefan en el cama, solo que sus ojos azules se quedan sobre ella. Vigilantes en su cuerpo semi desnudo, aun húmedo de la ducha que ha tomado. Cubierto por una de sus acolchadas toallas naranja.
- ¿Qué le hiciste?
- Lo que ninguno de ustedes ha hecho. - ella responde, porque negarlo, está asustada, Damon la asusta, porque aunque no llegue al nivel de violencia con el que ha visto actuar a Stefan, él sabe cómo causarle dolor, y no solo físicamente. - comprendí porque lo hizo.
- ¿Qué se supone que debes comprender? Es un asesino.
- ¿Cómo si tu no lo fueras? - replica, abriendo y cerrando cajones de ropa nerviosamente. Tratando de ocupar sus manos en algo.
- ¿Qué hiciste, Caroline?
- Ya te lo dije. - ella le ladra, girándose a él, el ceño fruncido en un gesto amenazante. - ¿Qué? ¿No deberías estar feliz, porque por fin puedes follarte a Elena todo lo que quieras? ¿No es eso lo que buscabas cuando llegaste aquí? Solo porque ella era la versión angelical de la puta de Katherine. La versión que no te culpaba si te despreciabas porque eras un hijo de puta sin sentimientos que luego se volvió el perro faldero de los Gilbert… - la voz se le corta, mientras siente como las garras de Damon se encajan en su garganta, amenazando con una vez más romperle el cuello. - h-haz-lo, D-Damon… ¡H-Haz-z-lo!
- Déjala, Damon. - la ventana abierta no fue precisamente su idea, su madre se había quejado de que su cuarto apestaba a humedad y de que debía ventilarlo, nunca se le ocurrió que Stefan podría tomarlo a modo de invitación, en especial cuando el sol aún estaba alto en el cielo. - solo, déjala.
Ella ve el dolor en los ojos azules de Damon, genuinos, y no puede soportar que todos miren a un lado cuando alguien ajeno recuerda el desastre de vampiro que era y todas las muertes que causo ese hijo de perra, pero cuando es Stefan quien camina sobre la plancha, todos le juzgan en susurros insoportables, como gritos de terror que se le meten al vampiro de ojos oscuros por debajo de la piel.
Damon la deja caer, la toalla deslizándose por su cintura hasta el suelo. El cuerpo temblándole con el instinto de huir, salvarse; pero también con la adrenalina de partirle el cuello a Damon en venganza.
- ¿Por qué? - escucha que el vampiro de ojos azules pregunta.
- Solo vete, no me arruines esto también. No la arruines a ella más de lo que ya la has arruinado.
Ella solloza y pronto los brazos de Stefan están alrededor de su cuerpo desnudo.
- Shhh… sabes que conmigo no tienes que pretender.
Ella se abraza a él, tan fuerte que escucha sus huesos crujir.
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