10 pairings: Glee - Quinn Fabray - 7/10: Santana López

May 21, 2013 02:11


Título: Servida ya tu boca
Fandom: Glee
Comunidad: 10pairings
Personaje: Quinn Fabray.
Pareja: 7/10 Santana López
Extensión: 1256 palabras.
Advertencias: This is so fucking weird.
Notas: A veces escribo cosas sin sentido. Esta es una de esas veces.

Quizás no sea el vino,
quizás no sea el postre,
quizás no sea,
no sea nada.
Pero hay tanta belleza,
tirada en la mesa,
desnuda, toda rebalsada.

Tan solo - Los Piojos


En verano, en Nueva York hace un calor que era impensable en Lima. Santana no sabe una mierda de geografía, si ha de ser sincera, no sabe si es razonable y ni siquiera sabe si es real, solamente sabe que es algo que siente que le va subiendo desde la planta de los pies hasta la punta de los dedos. Siente las gotas de sudor corriendo por entre sus muslos y la ropa que se le pega obscenamente al cuerpo.

Santana está segura de que es el asfalto y la contaminación y un montón de idioteces en las que no está dispuesta a perder el tiempo. Pero también está segura de que son los gemidos de Rachel y de Blaine- Santana tendría que haber apostado con... alguien a que en eso los dos hobbits eran iguales- y las manos de dedos largos de Quinn.

Hace un calor infernal, a Santana le cuesta pensar y los cuatro bastardos llevan casi una hora encerrados de a pares en los "cuartos"- si a eso puede llamársele cuarto-, porque aparentemente a la señorita Hummel lo pone el hobbit todo transpirado - urgh- y porque Berry y Robocop... bueno, Santana no sabe mucho el por qué Berry y Robocop están liándose, y no quiere saberlo tampoco.

Hace demasiado calor incluso como para quejarse, aunque eso no ha impedido que Santana se despachase con una perorata considerable repleta de quejas y de declaraciones de asco. Quinn se debe de haber cansado también, porque ha dejado de retrucar a los comentarios ácidos de Santana y simplemente le pasa los dedos por entre el cabello y le acaricia el cuero cabelludo.

Se siente bien. De hecho, se siente espléndido, cuando hace tanto calor que a uno le cuesta incluso respirar, con su cabeza acomodada en el regazo de Quinn y dejándose mimar como no se dejaba mimar desde hacia años. O quizás, desde nunca.

Santana podría quedarse así de buena gana unas cuantas horas más, en serio, pero los gemelos gay-tásticos siguen dándole al lote- en serio, Santana va a tener que robarse las vitaminas de la señorita Hummel, o algo, para tener ella esa energía, pero principalmente, para que él no tenga más esa energía-, y aunque quiera romperles la cabeza con un bate, hay algo definitivamente sensual en los ruidos que hacen.

(Berry y Robocop no existen, muchasgraciasdenada.)

Así que entre los gemidos de las mariposas, y los labios de Quinn, brillantes por el sudor, y la tira de su vestido que continúa empeñándose en deslizarse por su hombrovhasta su bicep, bueno, nadie puede culpar a Santana por excitarse.

El problema es que hace tanto tanto calor que la excitación repentina le sobreviene como un mareo, como un vértigo, como una naúsea que hace que se sienta insegura sobre sus pies aunque no esté parada.

Santana sólo conoce una solución para eso.

Se pone de pie de un salto, porque si la vida está intentando echarte hacia atrás golpeándote en el hombro, lo único que puedes hacer es darle un cabezazo en el estómago, y rebusca en los bolsillos de su cartera hasta hallar su billetera y sus llaves.}

- ¿Te acompaño?

- No. Mejor prepárate psicológicamente, Fabray, porque tú y yo vamos a bajarnos una botella de champagne y luego voy a destriparte en el strip-poker.

***

La sucesión de los acontecimientos es nebulosa dentro de su cabeza - Quinn tiene estrategia y la cabeza lo suficientemente fría, aún con este calor, como para ganar al strip-poker, así que Santana se encargó de tergiversar la situación para que terminasen jugando al strip-blackjack, porque si hay algo que Quinn no tiene es suerte, y Quinn se dejó engañar como si no se diese cuenta de los subterfugios. Hace demasiado calor, y el aire dentro del departamento está viciado, y Santana López tiene a Quinn Fabray recostada en ropa interior sobre la mesa del comedor. Como para no tener la cabeza llena de nebulosa.

Quinn tiene bonita ropa interior. No es escandalosa, como ella diría, no tiene transparencias, ni una profusión de encaje ni puntillas. No es provocativa, en sí misma, lo que se considera normalmente como ropa interior provocativa. Pero es adecuada, acentúa la forma de sus caderas y la tersura de sus muslos, se sujeta a sus senos sin dejar marcas y los deja al descubierto en el límite perfecto entre ser una puritana y una cualquiera. Uno siempre puede confiar en Quinn Fabray para que logre esos pequeños detalles que deberían estar más allá del alcance de cualquier ser humano.

Quinn no tiene ropa interior provocativa, pero si perfecta, y además está recostada con los ojos cerrados sobre la mesa del comedor del departamento de Santana, que arde de deseos de lamerle las gotas de sudor que le corren alrededor del ombligo.

Santana arde, literalmente.

Se dice que es el calor, porque es la única forma de explicar el animal desatado dentro de ella, algo furioso y desesperado, que ve a Quinn tendida, pálida, entonada, desnuda, indefensa, como una virgen lista para el sacrificio, y tiembla del deseo. Santana tiene colmillos que quieren agujererar la piel, desgarrar cada músculo, llegar a la sangre. Santana quiere marcar, quiere gritos, quiere un poco de dolor.

(No sabe si es el calor, si es lo que Quinn despierta, ese deseo intrínseco de quebrar, o si es ella misma. Seguramente sea una mezcla de todo.)

Quinn está tendida con los brazos abiertos pero los ojos cerrados y la respiración agitada mientras Santana lame desde su tobillo hasta la cara interna de sus muslos y la bestia se agita desesperada. Santana la lame y la besa y la toca, porque la bestia es exigente y posesiva, cada centímetro cuadrado de la piel de Quinn que no hace suya es un instante de su vida que jamás podrá volver a recuperar. Quinn se abre como una flor ante cada contacto, Santana investiga con ella nuevas formas del placer y del control, Santana juega a tener el poder en un mundo que la ha obligado a aceptar que, como mujer y como lesbiana, no tiene derecho al control sobre su propio cuerpo.

Santana no controla su cuerpo, que es de la bestia y del calor y de la excitación, pero moldea el de Quinn, lo rompe y lo abre, y Quinn, aún con la ropa interior puesta, en un juego que no ha hecho más que empezar- Santana apenas le ha tocado los brazos y las piernas, aunque le ha llenado el pecho de marcas de dientes y las caderas de marcas de dedos-, Quinn se vuelve el panel en blanco, el rollo virgen, el ara del sacrificio, el altar donde Santana puede llevar a cabo la magia.

Quinn finalmente abre los ojos y Santana obliga a la bestia a agachar el hocico, al menos momentáneamente. No es una historia que se escriba exactamente de a dos, pero Santana aún es capaz de entender la diferencia entre lo que puede tomar y lo que necesita esperar a que le den (al fin y al cabo, eso también forma parte del rito).

Quinn se incorpora y se sienta en un costado de la mesa, con las piernas hacia afuera, y Santana se acomoda entre ellas para besarla. Santana quisiera arrancarse el jean que aún lleva puesto, desgarrarse el sujetador, quitarse la piel a tiras, ser ella misma sangre palpitante y músculo caliente, ser la virgen del sacrificio, la sacerdotisa del culto secreto, porque hay una aura oscura y maravillosa en la sonrisa de Quinn cuando rompe el beso.

glee: quinn fabray/santana lópez, glee: santana lópez, glee: quinn fabray, comunidad: 10pairings, género: femslash

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