Fandom: Glee
Título: 6. Life is chemistry: Mucho de qué hablar
Personajes: Quinn Fabray. Blaine Anderson, Noah Puckerman. Menciones a Kurt Hummel, Santana López, Rachel Berry, OFC (Valerie Adams).
Parejas: Klaine, Quick. Menciones de Kurt/Quinn y de Pezberry.
Amistades: HummelBerry, Blainetana. Blaine/Quinn.
Tabla: A de palabras de Física
Tema: Presión
Extensión: 2397 palabras
Advertencias: AU desde el 3x08, porque Quinn no va a Yale, no estudia teatro, sino educación inicial y vive con Puck en NY como en el universo de Cambio, vamos. Infidelidad.
Notas: Cuando se me va la olla, se me va bien.
La primera primerísima reacción de Blaine fue la incredulidad.
Quinn no llegó a verla, porque cuando Blaine finalmente se enfrentó a ella, ya había lleado a la cuarta etapa de su reacción, pero Kurt se las fue detallando una por una mientras ella simulaba impasibilidad cuando interiormente se estaba mordiendo las uñas.
Antes de que estallase la bomba, Quinn podía pretender que nada sucedía si lo deseaba, pero una vez desatada la catástrofe, decididamente prefería la caída libre al descenso lento y tortuoso, porque manejaba muy mal la incertidumbre y la anticipación.
La segunda reacción de Blaine fue la ira, pero duró muy poco, porque Blaine es incapaz de mantenerse furioso durante demasiado tiempo pero ni intentando. Quinn apenas tuvo noticias de esta segunda instancia, porque Kurt no se la tomó en serio y se mantuvo inflexible y razonable durante los dos días que a Blaine le duró el arrebato.
Kurt se quebró con la tercera reacción, porque cuando se le pasó el golpe inicial de adrenalina, Blaine cayó fácilmente en su forma habitual de lidiar con los problemas, y había solo una determinada cantidad de la depresión de Blaine que Kurt podía soportar sin quebrarse.
Durante el primer día de incredulidad, habían permanecido los dos en el departamento porque Blaine andaba como alucinado chocándose con las cosas y dejando las hornallas encendidas, y Kurt tenía pánico de que se desatase una catástrofe. Durante los dos días de ira, habían continuado juntos en el departamento, un poco porque el departamento era de los dos, pero sobre todo porque nunca habían dejado de gritarse el tiempo suficiente como para que uno de los dos decidiera irse dando un portazo. Seguirse gritando siempre parecía ser la prioridad.
Pero luego de la segunda noche consecutiva que Blaine pasó acurrucado a los pies del sofá, llorando inconsolable, y si Kurt trataba de acercarse simplemente se ahogaba en medio de espasmos de llanto, Kurt no tuvo otra alternativa que tragarse el orgullo y con voz rasposa por la falta de sueño y el llanto, llamar a Santana para pedirle, suplicarle, que se hiciera cargo de Blaine, porque claramente Blaine no podía estar solo y él ya no tenía fuerzas ni para ocuparse de sí mismo, mucho menos de él.
Santana llegó con el mentón alto y no le dirigió una sola palabra a Kurt, y solamente se acercó a él para arrebatarle de las manos el bolso que había preparado con unas cuantas pertenencias esenciales de Blaine, y luego se arrodilló al lado de él, y le susurró algo al oído, y Blaine la miró a los ojos como si no la reconociese, pero asintió lentamente con la cabeza, y dejó que ella lo tomase del brazo y se lo llevase con suavidad pero firmeza hacia la puerta. Ninguno tuvo el impulso de mirar hacia atrás.
Santana, por lo menos, tuvo el buen gesto de llevar a Rachel consigo y no obligarla a irse con ellos.
(Quinn no está segura de que haya sido tan buen gesto, de todos modos, porque esa parte de la historia se la contó Rachel, y no está tan segura de qué haya pensado Kurt realmente al respecto. Ella, por lo menos, se alegraba de que él no estuviese solo en ese trance, porque puede parecer una perra sin corazón, pero definitivamente no lo es, ¿sí?)
La etapa de la depresión de Blaine duró dos semanas. Dos semanas en las que ni Kurt ni Quinn vieron a Blaine- Quinn no lo intentó, y cada vez que Kurt lo intentó, se encontró con una Santana infranqueable bloqueándole la puerta; cuando quiso aprovecharse de los breves momentos en los que Santana y Rachel aprovechaban para verse, se encontraba a Valerie bloqueándole la puerta, quien le sonreía apologéticamente, pero no por eso violaba las estrictas normas que Santana le había dejado. Nadie supo nunca lo que había pasado a puertas cerradas durante esas dos semanas entre Blaine y Santana; por su parte, Kurt y Rachel se la habían pasado viendo películas lacrimógenas, comiendo helado, hablando fanáticamente durante horas, para luego pelearse a grito pelado, para luego reconciliarse llorando los dos hasta deshidratarse para al final del día irse a dormir abrazados, y al día siguiente volver a repetir la comedia paso por paso; Quinn se la pasó flotando en una nube, simulando que nada había cambiado en su vida, visitando esporádicamente a Kurt y Rachel, aunque no podía evitar sentir la hostilidad en el ambiente, porque era la única forma de saber algo de Blaine sin estar con Blaine, porque no tenía las pelotas para ir y buscarlo ella de frente, y no le daba vergüenza admitirlo; Puck se la pasó simulando que no pasaba nada de nada en ningún flanco, porque nadie le había dicho nada directamente a la cara, y él ignoraba con gracia más digna de mejor causa los comentarios ácidos de Santana, y darse por enterado del cambio y de la situación extraña hubiera significado que tenía que darse por enterado de la situación al completo. Quinn está segura de que, después de Blaine, Puck fue quien peor lo pasó de todos durante esas dos semanas.
Blaine salió de la casa de Santana y Rachel dos semanas después, con mucho menos peso, los ojos rojos y cansados de tanto llorar y tan poco dormir, pero tranquilo y sereno. Seguía estando infinitamente triste, y dolía mirarlo a los ojos, pero había dejado de sentir que todo había sido por su culpa, que Kurt y Quinn y todos habían confabulado a sus espaldas porque simplemente no valía la pena y no se merecía nada de lo que tenía, y había sido un iluso en creer que podía tenerlo sin merecerlo durante todos esos años, y todos esos pensamientos que Santana había tenido que sacarle de los labios a base de abrazos, ocasionales bofetadas y largos discursos acalorados mitad en español y mitad en inglés, en ese lenguaje particular que Blaine había aprendido a entender hacía muchos años- y, en verdad, esas ideas siguieron anidando en su mente, y serían necesarios muchos años, y mucho amor y muchas pequeñas victorias para desarraigarlas del todo, porque en realidad siempre quedarían adormiladas en un rincón demasiado oscuro de su subconsciente, pero al menos se le habían salido de la punta de la lengua. Blaine había vuelto a ser funcional, había entrado en la cuarta etapa de su reacción y quería saber toda la verdad, porque necesitaba respuestas, y es entonces cuando va a ver a Quinn.
Quinn no podría haber estado más agradecida de que Puck no estuviese cuando Blaine llama a su puerta.
Lo deja pasar sin hacer ningún comentario, le hace un gesto gentil indicando que puede sentarse donde le plazca y desaparece en la cocina, de donde regresa diez minutos después con una taza de té para ella y una de café negro para él. No es hasta que se sienta en la mesa enfrentada a él, que se atreve a hablarle.
- Te ves horrible.
Blaine suelta un resoplido que suena sospechosamente como una risa, y Quinn no puede evitar sonreír pese a lo absurdo de la situación.
- Me siento horrible.
Ella asiente levemente con la cabeza.
- ¿Vamos al punto?- Ataca ella, y él la mira fijamente a los ojos.
- ¿Por qué, Quinn? ¿Por qué?
Ella deja la taza sobre la mesa, sorprendida.
- ¿Eso es lo que vas a decirme? ¿Por qué? ¿No vas a reprocharme, gritarme, ponerme verde, zarandearme un poco? ¿Sólo vas a preguntarme por qué?
Blaine suspira, y ese es el momento en el que Quinn se da cuenta de que en el último mes envejeció diez años.
- Nunca te pondría un dedo encima, y me destroza que pienses lo contrario. Y gritarte no me valdría de nada. Sería un alivio temporario, pero en dos horas todo volvería a ser la misma mierda. Necesito entender, porque esa va a ser la única forma en la que voy a poder sacar esto adelante, y para eso necesito saber por qué.
- No fue algo personal.
Blaine bufa, y en ese momento Quinn ve en él una acidez que es enteramente Kurt, y que nunca antes había visto.
- ¿Qué se supone que significa eso, Quinn? ¿Me estás queriendo decir que que te acostases con mi novio no es algo personal? ¿Me estás tomando el pelo?
- Lo que estoy queriendo decir es que no fue hecho adrede para herirte, Blaine. La intención final de esto nunca fue herirte a ti.
- ¿Y qué? ¿Acaso pensabas que no iba a herirme que Kurt me fuese infiel? ¿Y más aún que me fuese infiel con una de mis mejores amigas? ¿De qué material te crees que estoy hecho?
Quinn suspira y se aprieta el puente de la nariz entre el pulgar y el índice de la mano izquierda. Esta conversación apenas comienza, y ella ya se siente terriblemente cansada.
- No dije que pensaba que no iba a herirte. Dije que la intención no era herirte. Simplemente fue algo circunstancial.
- Pero claramente no te importó en lo más mínimo saber que ibas a herirme.
- No. O bueno, sí, sí me importó.
- No lo suficiente como para detenerte.
- No.
- ¿Por qué haces esto, Quinn? ¿Acaso nuestra amistad no significa nada para ti?
- Blaine, hay algo que es necesario que entiendas. Te lo dije antes, y te lo repetiré: no es algo personal. No pensaba en ti, porque no podía pensar en ti, y tampoco pensaba en Kurt realmente, para ser sincera. Es una necesidad, es algo que el cuerpo me pide y a lo que no puedo decirle que no. Deseo lo que no puedo tener porque lo quiero todo, y soy destructiva con todo lo que amo, porque soy así. Siempre he sido así, era así cuando me conociste y sé que te duele ahora porque por primera vez lo has sufrido en carne propia, pero no puedes decirme que no lo sabías.
Blaine la mira con sus profundos ojos hazel, y Quinn es incapaz de dilucidar si la infinita tristeza que hay en ellos es por ella, por Kurt o por todo.
- Te vas a quedar tan sola, Quinn.
- Siempre he estado sola.
- Conozco a una o dos personas que se sentirían muy dolidas de escucharte decir eso.
- Precisamente eso es lo que hago.
- No. Lo que haces es ser una cobarde. Te amparas en decir que es tu naturaleza, que eso te hace ser lo que eres, pero en realidad no eres más que una cobarde. No está en la naturaleza de nadie el ser siempre hostil, Quinn. Simplemente es una estrategia para no enfrentarte a la realidad, porque si te enfrentas a la realidad tendrás que enfrentarte con mucho dolor y mucha ira y muchos sentimientos que no son agradables, pero que no puedes seguir acogiendo dentro tuyo mucho más. Porque vas a terminar sola, verdaderamente sola, el día en que Puck no lo soporte más o termines de destrozarlo del todo o ambas cosas. El día en que yo no lo soporte más. O me termines de destrozar del todo. Ese día, Quinn, ese día, te darás cuenta de que el dolor y la ira llegan de todos modos y que estar solo, verdaderamente solo, no es algo que sea natural ni bueno para nadie.
Quinn siente deseo de largarse a llorar, pero en lugar de eso aprieta los puños y contra-ataca.
- Vete a la mierda, Anderson.
Blaine asiente con la cabeza y se pone de pie.
- Gracias por el café.- Dice, aunque no lo tocó.
Ninguno de los dos hace además de acercarse a la puerta.
- ¿Lo sabe Puck?- Pregunta finalmente Blaine.
- Sí, y lo supo siempre, pero aún sigue pretendiendo que no lo sabe.
- Es porque no quiere perderte.
- Lo sé.
- No saques a ese hombre de tu vida, Quinn.
Eso es más de lo que Quinn puede soportar, así que desvia la conversación.
- ¿Qué vas a hacer con Kurt?
- Creo que ese es un tema entre Kurt y yo, Quinn. Sé que las cosas no estaban bien entre nosotros, pero eso no es excusa. Vamos a tener mucho de que hablar.
- Tú y tu manía de hablar por todo.
- He perdido la confianza en él, y me causó tanto dolor que el pecho me duele físicamente de sólo pensar en eso. Y aún así lo sigo amando. Creo que sí, que vale la pena hablar por todo.
Y con esta última aseveración, Blaine finalmente se acerca a la puerta. Cuando Quinn se acerca a su lado, él le besa la mejilla.
- Gracias por cinco años de una de las mejores amistades que podría haber deseado.
Y ese es el momento en el que el peso de toda la realidad golpea a Quinn en medio del rostro, porque eso, eso, con toda su amabilidad y su sutileza, eso es una despedida, y Quinn sabe con toda la certeza de su carácter que no puede soportar otra despedida, no después de Rachel, no después de su padre, no después de Beth.
- No voy a perderte.- Dice aferrándose al brazo de él.
Blaine suspira.
- Nunca podrá volver a ser lo que era, Quinn. Lo siento.
- Quizás no será lo que era, pero será lo que pueda ser. Voy a ganarte de nuevo. ¿Vas a dejarme intentarlo?
Él sonrie, y Quinn no sabía si en su sonrisa hay orgullo o tristeza.
- Por supuesto.
- Eres demasiado bueno para tu propio bien.
- Creo que eso es más un insulto que un halago.
- Quizás.
- Buenas noches, Quinn.
- Buenas noches, Blaine.
Ni dos minutos después de que Blaine se haya ido ido, Puck aparece por la puerta limpiándose el sudor de la frente y arrugando el entrecejo.
- ¿Ese era Blaine?- Pregunta, y enseguida se muerde el labio inferior, arrepentido, porque no debería extrañarle que Blaine estuviese en su departamento a menos que lo supiese todo.
Quinn se acerca a él y lo besa en las labios, suave, un gesto de pura ternura que no comparten desde hacía semanas. Puck la toma de la cintura, y ella apoya su cabeza en el pecho de él.
- Sí, era Blaine. Vamos para adentro, Noah. Hace frío, y tenemos mucho de qué hablar.