Kiss me goodbye. Parte V - Glee- Klaine.

Aug 06, 2011 04:32

Tabla: Melódica
Fandom: Glee
Título: Kiss me (goodbye, I'm defying gravity). Parte V
Claim: Blaine Anderson/Kurt Hummel
Personajes:  Kurt Hummel. Blaine Anderson. Rachel Berry. Santana López. ND en general. 
Parejas:  Klaine. friendship!Hummelberry, friendship!Blanana
Tema: #18: Apoyo.
Extensión: 7224 palabras- 5087 de las cuales cuentan para el quinesob , haciendo un total de 8586.
Advertencias: Spoilers hasta el 2x17, A night of neglect
Notas: NO PUEDO CREER QUE LO TERMINÉ. Por dios, esto fue mosntruoso. Preparense porque ahora viene el capítulo correspondiente al 2x18 *wink*. Para entender del todo el final de esta parte, deberían haber leído Llaves del alma, que forma parte de este mismo universo.
Dedicatoria: A michan_kitamura , por no haberme dejado nunca sola a lo largo de todo este viaje.

Masterlist

Kurt estaba tan enojado que cualquiera- y, repetía en su cabeza, poniendo quizás más énfasis del necesario, cualquiera- que se cruzase por su camino debería temer por su vida. Estaba enojado con Karofsky, por supuesto, estaba furioso con Karofsky, pero también estaba enojado con Blaine y consigo mismo. Quizás la única persona involucrada con la que Kurt no estaba enojado era Santana, pero mejor no pensaba demasiado en eso, porque estaba tan molesto que si le dedicaba un segundo pensamiento al asunto, seguramente encontraría algún motivo para tomárselas con Santana también.

Dave Karofsky era un idiota reprimido. Eso lo explicaba todo bastante bien.

Bueno, tal vez estaba siendo un poco duro al respecto, porque Kurt sabía algo del cataclismo que debía estar sucediendo en la mente de Dave, y la verdad era que le tenía un poco de lástima. La lástima se le difuminaba bastante cuando pensaba que el infierno que él mismo había tenido que atravesar- y que era uno de los principales motivos por los que Karofsky estaba tan asustado, y por consiguiente se comportaba de esa manera- había sido creado y mantenido por el mismo Dave en una proporción nada despreciable. Pero Kurt no se esperaba nada mejor de Dave Karofsky, así que sí, estaba furioso con él, pero no sorprendido.

Si, en cambio, estaba sorprendido por Blaine.

Blaine era un idiota. Eso lo explicaba todo bastante bien.

En el momento en el que el celular de Santana comenzó a sonar y la latina se alejó corriendo vociferando a cual insulto más malsonante, Kurt comenzó a temblar. Dudó por un segundo si no sería una buena idea argüir alguna excusa idiota- no importaba cuál, era evidente que Blaine iba a darse cuenta de lo que realmente estaba pasando- y encerrarse diez minutos en el baño para mojarse la cara, tranquilizarse un poco y quizás pegarle un par de puñetazos a la pared, hasta quitarse las ganas de golpear contra algo de carne y hueso. Sabía que probablemente eso arruinaría sus uñas, pero no por eso la idea le parecía menos atractiva. Se volteó a ver a Blaine, desechando la idea de la escapada, cuando se dio cuenta con horror de que estaba teniendo un arrebato Neanderthal.

Blaine tenía las manos en los bolsillos, las mejillas arreboladas y se veía más incómodo de lo que Kurt lo había visto en su vida, y eso que había estado ahí justo después de que Jeremiah lo rechazase. A Kurt se le desinfló un poco el enojo en el pecho. A fin de cuentas, estaba molesto con él mismo por no haber actuado, por no haber soltado más que un comentario sarcástico cuando ya el momento culmine había pasado. Era un poco hipócrita de su parte enfadarse con Blaine por haber perdido el control cuando se maldecía a sí mismo por no haberlo perdido él. Se consoló pensando que su lugar era preocuparse por Blaine, y no por sí mismo.

- ¿En qué demonios estabas pensando?- Siseó, y pudo ver cómo Blaine se encogía un poco dentro de su chaqueta, y se le subían los colores a las mejillas.- Es dos veces más grande que tú, en todo aspecto. Podría haberte destrozado con una sola mano, con los ojos cerrados. ¿En qué demonios estabas pensando?

Blaine agachó la cabeza, y Kurt pudo leer en todas sus señales físicas que se estaba poniendo a la defensiva. Oh, no, Blaine Anderson, eso definitivamente no va a funcionar conmigo.

- Estaba pensando en que no soporto que nadie me denigre. Y menos sabiendo cuáles son los verdaderos motivos por los que me denigra, Kurt. No puedo quedarme de brazos cruzados, y simplemente dejarlo pasar.

Kurt asintió con la cabeza.

- Pero eso no amerita que seas idiota. Soldado que se protege sirve para otra guerra, Blaine. Tienes que saber elegir cuáles son las batallas que podrías ganar, y cuáles no.- Apoyó una mano en su antebrazo y sintió como se relajaba un poco la tensión.- De todos modos, nunca serás un buen guerrero.

Blaine simuló ofenderse un poco, pero Kurt lo ignoró, y finalmente el Warbler debió resignarse a aflojar la compostura, porque era tan cansador simular la ofensa cuando lo único que realmente deseaba hacer era apoyar su cabeza en el hombro de Kurt y cerrar los ojos.

- ¿Puedo saber por qué?

- Tu ofensiva deja mucho que desear, Blaine Warbler. Tu defensiva es tu mejor arma

- Tú serías un gran guerrero.

Kurt sonrió con esa sonrisa tan suya, noventa por ciento de dulzura, y diez por ciento de socarronería. Entrelazó sus dedos con los de Blaine y lo arrastró un poco hacia el auditorio.

- Mi ofensiva es impecable, Blaine Warbler. Y si has dudado de eso por un solo segundo, significa que no entiendes nada de la vida.

Kurt no le dedicó un segundo pensamiento a la intervención de Santana hasta mucho después, acostado en su cama. Pensó por un momento que tal vez el esfuerzo no había sido en vano, y que algo había calado hondo en el entendimiento de la latina. Sonrió un poco, pero se dio media vuelta y se fue a dormir con el recuerdo del último beso de buenas noches de Blaine ardiéndole en los labios. No volvió a dedicarle otro pensamiento a esa extraña situación hasta varios días después.

Por el contrario, Blaine Anderson se fue a dormir pensando exhaustivamente en todo lo que había pasado aquella noche, y todo lo que estaba implícito, pero no se había dicho. Tenía los sentidos- vista, tacto, gusto, olfato, oído- intoxicados por Kurt, Kurt y Kurt, y jamás se había sentido tan pleno, pero en los quince segundos justo anteriores a quedarse dormido, su último pensamiento fue para Santana López.

Blaine Anderson nunca se había sentido tan horrorizado en su vida.

Bueno, quizás se le había pegado un poco de la tendencia a la hipérbole de Kurt- sumado a la pequeña drama queen que también existía dentro suyo, muchas gracias-, pero definitivamente, lo que estaba sucediendo superaba los límites de su comprensión. Se había sentido dolorosamente sorprendido al ver que en el auditorio que Artie y Brittany presagiaban lleno a reventar, no había más que cuatro personas: una niña vestida de porrista, un claro futbolista, un muchacho con un pelo más incontrolable que el suyo- lo que, definitivamente, era mucho decir- que Blaine hubiera puesto las manos en el fuego por que era un descastado y un hombre que parecía a punto de entrar en combustión espontánea- lo cual, una vez más, era mucho decir, porque, ey, Blaine convivía con Kurt y su spray para el pelo en un básico diario. Blaine estuvo a punto de acercarse a cualquiera de ellos para preguntarles si sabían algo respecto a la tonelada de supuestos asistentes que no veía por ningún lado, pero Kurt lo sujetó con mano firme y lo obligó a sentarse en los asientos más alejados del extraño conjunto que se podían elegir, sin que fuera mal educado y sin que pareciese que se habían ido a sentar demasiado al fondo porque su única intención era meterse mano.

Se sentaron, y Blaine se tragó los deseos de hacerle cualquier pregunta a Kurt, porque el castaño tenía los labios tan apretados que se le estaban poniendo blancos, y Blaine podía ver la tensión comenzando a formarse en sus nudillos y en la comisura de sus ojos. Lo tomó de la mano y le acarició los nudillos hasta que sintió que se relajaban un poco, y eso le arrancó una sonrisa. Blaine sentía que iba a tumbos el noventa por ciento del tiempo en la mayoría de los aspectos de su vida, pero era un bálsamo saber que podía ser la piedra de toque de Kurt, que tenía en sus manos el poder de hacer que Kurt se relajase y sonriese. Era más de lo que hubiera podido pedir.

Cuando Tina salió al escenario y comenzó a cantar, Blaine se percató de varias cosas: primero, quizás no iba con el estilo de Kurt, pero esa chica sí que sabía vestirse, y ni hablemos de cantar; segundo, no conocía la canción, pero no importaba, porque por lo que Kurt le había explicado, ese era uno de los objetivos de la noche, y además iba a las mil maravillas con la voz de Tina; tercero, entendió por qué se había generado la tensión de Kurt apenas habían entrado al auditorio.

Apenas Tina comenzó a cantar, comenzaron los silbidos, los abucheos, los gritos, los insultos. Blaine sintió el remolino de emociones comenzar a formarse en la parte baja de su estómago. La pena, la vergüenza, el odio, los malos recuerdos. De haber podido, hubiera subido al escenario a abrazar a Tina y a recibir él mismo los insultos. Le hubiera importado bastante poco, y hasta lo hubiera hecho con una sonrisa, porque eso era lo que sabía hacer, y ese era el terreno en el que se sentía seguro. Kurt tenía razón- y Blaine hasta podía imaginarse su sonrisa fanfarrona de Te lo dije-: la intolerancia y la ignorancia alcanzaban niveles insospechados en ese colegio. Blaine entendía por qué se la habían tomado contra Kurt: Kurt atentaba contra aquello que ellos veían como un ideal, aunque su ideal heteronormativo fuese anticuado y vicioso, según Blaine, pero para gustos, colores; Kurt atacaba la autoestima de muchos que, como Karofsky, preferían mantenerse alejados de la homosexualidad, por miedo o vergüenza a descubrirla dentro de sí mismos. Blaine entendía el odio hacia Kurt, aunque no lo aprobase; Blaine sentía lástima por todos aquellos que no podrían salir jamás de la prisión de sus mentes cuadradas. Porque la prisión era para ellos, no para Kurt, ni tampoco para Blaine.

Pero, ¿qué mal podían hacer unos chicos decididamente talentosos, a los que les gustaba cantar? Blaine incluso podía hacer un esfuerzo enorme y entender que se burlasen de los chicos, porque la música siempre había sido considerada algo gay, pero, ¿Tina? ¿Qué mal podía estarles haciendo Tina?

Blaine sentía el remolino de emociones subiendo por su esófago, amargándole la boca, bloqueándole la nariz, nublándole los ojos. Se sentía agradecido de haber encontrado un lugar como Dalton, en el que se había podido lamer las heridas y desarrollar las nuevas fortalezas sin que jamás nadie hubiese dicho una sola palabra para tirarlo abajo. Pero este era el mundo de Kurt, y Blaine sabía que si quería seguir junto a Kurt, tenía que acostumbrarse a este mundo. Y Blaine definitivamente quería seguir junto a Kurt.

Este era el mundo de Kurt, pero también era el mundo real, repleto de gente que odiaba como si fuese un pasatiempo, que arrojaba sus opiniones y sus burlas por los aires, sin darse cuenta de que eran dardos envenenados, sin pensar que podían estar arruinando el día o incluso la vida de alguien más. Dos años atrás, Blaine se había refugiado en Dalton, porque no encajaba en su antigua escuela, porque cada día era un martirio, porque lo que le había pasado en aquel baile había sido la gota que colmó el vaso, pero también porque no se creía capaz de enfrentarse a la realidad del mundo. No se creía capaz de aceptar que el mundo era así, que él podía intentar hacer todo lo que estaba en sus manos por cambiarlo, pero que al final del día, no era más que una gota de agua en un inmenso mar.

Dos años después, Blaine tenía a Kurt, no solo como la persona a la que esperaba poder hacer sonreír cada día de su vida, sino también como su apoyo, su mejor amigo, su fortaleza, su ejemplo a seguir. Blaine nunca había conocido a alguien tan valiente como Kurt, y era esa valentía la que lo dejaba sin aliento, la que lo hacía creer que quizás una gota de agua era insignificante, pero era su gota de agua, y estaba obligado a aportarla si podía hacerlo.

Tina se había ido corriendo del escenario en medio de las lágrimas, pero Blaine sabía que la vez siguiente volvería a plantarse en él, con los puños apretados y la voz afilada.

Blaine se preguntaba si llegaría alguna vez el día en que pudiese ser, no como Kurt, porque eso sería mucho pedir, pero sí como Tina, y caerse, pero volverse a levantar, sin importar cuántas veces volvieran a intentar derribarlo. Se preguntó si alguna vez volvería a desarrollar la capacidad de la inmunidad, de no sangrar por el alma cada vez que alguien intentara hacerle daño, o si sangraba, procurar que eso no pudiera tirarlo abajo. Kurt le apretó la mano un poco, y Blaine deseó fervientemente poder tener esa capacidad, porque sabía que iba a necesitarla para poder seguir con Kurt, porque Kurt no podía estarse de brazos cruzados sin enfrentarse al mundo.

Y Blaine definitivamente quería seguir con Kurt.

Blaine leyó el mensaje que Kurt acababa de recibir por sobre el hombro de este, y frunció un poco el entrecejo, porque era un mensaje de Rachel escrito con abreviaturas y frases a medio decir, y para Blaine eso solo podía significar que Rachel había enloquecido (un poquitito más). Pero para Kurt parecía tener alguna clase de sentido, porque meneó la cabeza y se guardó el celular en el bolsillo posterior del pantalón, murmurando entre dientes. Luego tomó la mano de Blaine y lo arrastró fuera del auditorio, haciendo caso omiso de la mirada burlona del jugador de fútbol, que Blaine sentía clavada en su espalda como si fuese una daga.

- ¿Kurt, qué está pasando?

Pero el castaño no le contestó, y escudriñó a un lado y al otro del pasillo para asegurarse de que no había moros en la costa, y sin preámbulos, arrastró a Blaine dentro del primer aula a oscuras que se les presentó en el camino. Si Blaine antes había estado confundido, en ese momento no tenía ni la más mínima idea de lo que estaba pasando. Abrió la boca para volver a interrogar a Kurt al respecto, pero el susodicho lo silenció con un beso apremiante y profundo. Blaine jadeó dentro del beso, y se aferró a tientas con ambas manos a la cintura de Kurt; podía sentir el deseo y la anticipación, y también una pizquita de miedo, comenzándole a hervir en la parte baja del estómago.

Eso de besarse a oscuras era un nuevo mundo de sensaciones, porque Blaine estaba acostumbrado a que se besasen a plena luz, donde en cualquier momento podía parar, establecer un poco de distancia y mirar a Kurt a los ojos para asegurarse de que los dos seguían en la misma página. Besar a Kurt en un aula vacía de su vieja escuela era un desafío, y también era un riesgo, porque, a oscuras, Blaine no tenía ni la menor idea de lo que estaba pasando en la cabeza de Kurt, que, a oscuras, era solo una mezcla intoxicante de aliento cálido y manos suaves, y Blaine era más consciente que nunca de cuánto más alto que él era Kurt. A oscuras, Kurt era un misterio de ángulos y formas planas, era algo a lo que Blaine no sabía bien cómo aferrarse, pero a lo que necesitaba aferrarse más que nunca.

Kurt besándolo a oscuras era parecido a Kurt a plena luz cuando no se besaban: apremiante, incisivo, pasional, demandante, un centro húmedo y caliente de deseo y de fervor. A oscuras, Kurt dejaba salir en un beso todo aquello que era siempre, pero que escondía cuando se besaban y Blaine podía verlo. El moreno se preguntaba si lo hacía conscientemente, si se reprimía a propósito y, de ser así, si lo hacía por él o por sí mismo. Se preguntaba si sería sobrepasar demasiado los límites el decirle que había aprendido a quererlo así, cómo era, y que le gustaría que no tuviese miedo de expresarlo en cualquier aspecto que le gustase.

Pero ese era un pensamiento para archivar para más adelante, para cuando decidieran que era buen tiempo de sentarse y hablar, de poner las cosas bien en claro, de intercambiar opiniones, negociar, ceder, pactar. Blaine sabía que ese momento llegaría tarde o temprano, porque el sentarse y hablar, siempre, había sido el sello característico de su relación con Kurt desde un principio, y lo último que los dos querían era que eso cambiase. Era un pensamiento para digerir y razonar más tarde, porque en ese momento Kurt Hummel estaba recorriendo con su lengua su labio inferior, mientras sus manos temblorosas se abrían paso por debajo del cárdigan que Blaine llevaba puesto, y no importaba que Blaine no pudiese atesorar eso-Kurt siendo verdaderamente Kurt, deseoso y anhelante, yendo de frente y tomando lo que creía que le correspondía y, oh, sí le correspondía- en la memoria de los ojos: le bastaba atesorarlo en la memoria del resto de los sentidos.

Para que Kurt se sintiese lo suficientemente cómodo como para animarse a actuar del mismo modo cuando pudiese verlo, tenían toda la vida por delante.

Kurt se maldijo mentalmente cuando se dio cuenta de que las manos no habían dejado de temblarle, y quizás fue por eso que se aferró con fuerza a la espalda baja de Blaine (o quizás fue porque se moría de ganas del contacto piel con piel, pero esa no era la excusa que podía dar en voz alta). Blaine soltó un respingo, y Kurt se mordisqueó un poco el labio, preguntándose si había traspasado algún límite no establecido. No lo había pensado, no lo había planeado (no lo habia planeado demasiado, porque a fin de cuentas había sido él quien los llevase al aula vacía y a oscuras), y en realidad no creía que fuera a ir mucho más lejos que ese simple e inocente contacto de sus manos contra la espalda de Blaine por debajo de la ropa.

Kurt aún seguía sin tener la menor idea de lo que estaba haciendo, todavía estaba un poco aterrorizado, y era un poco porque sentía que seguía sin saber lo suficiente (porque para Kurt, lo suficiente nunca era menos que todo), y tenía un poco de pánico por lo que se pudiese (no, no se pudiese, Blaine pudiese, lo que era aún más terrible, porque no era como decepcionar a un extraño sin nombre ni rostro) pretender de él. Pero, sobre todo, porque Kurt no estaba seguro de si estaba bien lo que deseaba. Ni siquiera estaba seguro sobre cómo debía desearlo, pero eso no hacía que el deseo se extinguiese.

Sabía que tarde o temprano se sentarían y hablarían del tema, y los dos estarían mucho más cómodos sabiendo que los términos y las condiciones estaban claros y que no habría malos entendidos. Pero el momento de hablar no era entonces, en el que todo era demasiado nuevo, demasiado excitante, demasiado maravilloso, y a Kurt no lo abandonaba la sensación de que si hablaban sobre eso, lo que había pasado entre ellos en los últimos diez días se desvanecería como si hubiese sido un sueño.

(Por eso, no podía dejar de aprovechar esa oportunidad irreal, un aula vacía y a oscuras en el McKinley High, la adrenalina del encuentro con Karofsky aún presente en los sistemas de los dos, un Blaine que estaba como alucinado, en el buen y el mal sentido, por lo que era la vida del día a día de los miembros de New Directions. Kurt no podía dejar de aprovechar la oportunidad, porque si realmente era un sueño, jamás se perdonaría el no haber besado a Blaine hasta quedarse sin aliento durante aquellos escasos diez minutos que a ellos les parecieron una eternidad).

Eran pasos pequeños, Blaine entendía eso, pero eran pasos hacia adelante, y por eso no podía quitarse la sonrisa estúpida que llevaba pintada en el rostro. Salieron del aula y fue como si el encantamiento se hubiese roto, y salieron sin tocarse, porque los dos eran conscientes de que ya habían tenido bastante con el encuentro anterior con Karofsky, y que incluso había sido un poco imprudente de su parte quedarse besándose en un aula en la que él podía encontrarlos en cualquier instante. Pero no importaba, porque habían tenido suerte, y él no los había encontrado, y porque para eso tenían diecisiete años: para besarse a escondidas a la primera oportunidad, para ser imprudentes y un poco idiotas, para elegir mal las batallas que debían luchar (o elegirlas bien y pelearlas mal).

Para que Kurt pudiese perder un poco el miedo en un aula a oscuras entre un beso impaciente y ahogado y unas manos blancas deslizándose contra una espalda morena.

Fue por eso que Blaine se tomó tan a mal el comentario de Sandy Ryerson apenas entraron al auditorio. Blaine siempre había sabido que había demasiadas cosas dadas vuelta en el mundo, pero le resultaba prácticamente imposible de entender cómo, mientras él y Kurt continuaban poniendo piedra sobre piedra de los cimientos de lo que Blaine esperaba que fuese la relación más sana y más duradera de su vida, el odio de aquel hombre no había cambiado ni un ápice.

Blaine siempre había sabido que, por regla general, el mundo primero odia y después pregunta, primero destruye y luego intenta comprender. Lo sabía, pero durante los primeros meses en Dalton había archivado en el fondo de su mente ese conocimiento, que iba anclado perpetuamente al natural instinto de auto-conservación, porque allí no lo había necesitado nunca. Y muy en el fondo, Blaine sabía que aunque Dalton fuese especial, y a él la vida le pareciese más brillante desde que había conocido a Kurt, el mundo no había cambiado.

De primer instinto, le soltó al hombre el comentario más odioso que se le ocurrió en el momento pero, poco a poco, Blaine Anderson estaba comenzando a abrir los ojos nuevamente.

El Señor Schuester había desaparecido hacia un buen rato y por algún motivo que nadie lograba comprender (y por eso mismo nadie cuestionaba), Puck había quedado encargado de las llaves del auditorio. Kurt se paseaba entre los abrazos de Brittany, la charla amena y casual con Quinn, las críticas habituales a Finn, las felicitaciones a Mike, los consuelos a Tina, los reproches a Mercedes (y las miradas de aprobación a Rachel, podía negarlas todo lo que quisiese, pero a Blaine no se le escapaban), y hacia todo con naturalidad, sin esfuerzo aparente. Kurt gravitaba de otra manera cuando estaba con ND, se comportaba distinto, como si esa fuese su segunda piel, como si esa manera de actuar le resultase tan natural como respirar.

A Blaine le dolía: era un recordatorio constante del reloj que sentía ticando sobre sus espaldas a cada momento que pasaba con Kurt; una manera de tener siempre presente que Kurt era fugaz, que Kurt podía desaparecer en cualquier momento. Le dolía, pero no podía negar que lo hacía feliz también: ese era el verdadero Kurt, y si era necesario perderlo para que pudiese ser libremente él, Blaine no dudaría un segundo en tomar esa opción.

Fue Sam quien empezó con la movida, diciendo que era una lástima que se hubiera arruinado la canción de Tina, y Blaine asintió fervientemente con la cabeza, porque no podría estar más de acuerdo. Mike comenzó a animarla, y Tina no se hizo mucho de rogar para volver al escenario y cantar completa su versión de I Follow Rivers. El club entero la aplaudió de pie, y mientras Blaine se frotaba las palmas, que le habían quedado rojas de tanto aplaudir, se preguntó si lo harían porque realmente les había gustado la presentación o porque la querían y querían subirle el autoestima. Algo le dijo que lo hacían principalmente por esto último, pero que si se lo hubiera preguntando a cualquiera de ellos, ninguno lo hubiera concientizado. Eran como una familia, que se herían y se criticaban porque sí, porque podían, pero que cuando uno de ellos realmente los necesitaba, o había sido atacado por alguien de afuera, todos mostraban los colmillos y sacaban a relucir las palabras de apoyo y admiración. Dolía un poco el pensar que había hecho falta la catástrofe de Kurt para que el círculo se cerrara y se dieran cuenta de que, si no se tenían entre sí, no tenían nada.

Fue Mercedes la que dijo que Rachel se merecía cantar, también, y Blaine jamás había visto que la morena se hiciese de rogar para cantar, si no todo lo contrario. Rachel se acercó a su bolso y sacó un CD que le alcanzó a Sam. El rubio la miró perplejo.

- Pensé que querías cantar My heart will go on.- Miró la carátula del disco y frunció el entrecejo.- ¿Por qué vas con la vida con un disco con las pistas de Wicked en tu bolso, Rachel?

- Uno no puede ir por la vida sin un disco con las pistas de Wicked en el bolso, Sam.

Blaine se aguantó la risa, porque vio por el rabillo del ojo a Kurt asintiendo fervientemente con la cabeza a sus espaldas. Sin embargo, otros miembros de New Directions no tenían los mismos problemas que él, y rieron y suspiraron a partes iguales: no era que no estuvieran acostumbrados a la locura diaria de Rachel, si no que precisamente porque estaban acostumbrados tenían derecho a sentirse divertidos y fastidiados por igual.

- Pista número once, por favor.

Si Blaine conocía algo a Rachel, podía estar seguro de que los temas estaban ordenados cronológicamente según estricto orden de aparición en la obra, así que hizo sus cuentas, y, como conocía a Rachel, y sabía cuáles temas quería y podía cantar, estaba un noventa por ciento seguro de lo que la morena iba a cantar. Sin embargo, la muchacha no se trepó al escenario a comenzar a pavonearse, como todos hubieran esperado, si no que se plantó delante de Kurt con los brazos en jarra, y carraspeó hasta que el castaño se dignó a dirigirle una mirada.

- ¿Si, Rachel?

- Kurt, eres Rachel Berry hecho hombre.

Kurt bufó.

- Rachel, creí que ya habíamos dejado en claro que eso es algo verdaderamente horrible para decirle a alguien.

Blaine hubiera jurado que Santana se retorcía de ganas de chocarle los cinco a Kurt y luego palmearle el trasero en felicitación. Rachel, en cambio, ignoró absolutamente el comentario de Kurt y- lo cual no era ninguna novedad en ella, realmente- simplemente continuó adelante con su monólogo.

- Y como eres Rachel Berry hecho hombre, la verdad es que eres una diva tan desprestigiada y descuidada como yo. Por supuesto, no tienes mi talento.- Rachel se corrió el cabello de los hombros y Kurt puso los ojos en blanco.- Pero estás lo más cerca que cualquiera podría estar jamás.

- Al punto, Berry, no tenemos toda la noche.- Clamó la latina, y Blaine no pudo evitar sonreír, porque quería un montón a Rachel, pero no podía negar que su corriente de empatía hacia Santana crecía segundo a segundo.

Rachel ignoró también su comentario, y Blaine se dio cuenta de que allí todos debían estar acostumbrados a ignorar y ser ignorados. Eso era algo que le enervaba un poco los nervios, si tenía que ser sincero.

- Así que en miras de la amistad que está surgiendo entre nosotros- Kurt volvió a poner los ojos en blanco y murmuró algo que sonaba como No voy a volver a invitarla a una piyamada nunca jamás.- quiero pedirte que vengas a cantar conmigo Defying gravity.

Se hizo un silencio profundo en el auditorio y Blaine pestañeó, perplejo. ¿Qué era tan extraño? Bueno, no era un dueto, pero podía ser fácilmente arreglado a uno, y Blaine, que había cantado con los dos, estaba seguro de que ambos podían destrozar esa canción- en el buen sentido. Kurt fijó la mirada intensamente en Rachel por unos cuantos segundos y cuando finalmente habló, su voz era mucho más suave, y casi podría haberse asegurado que había en ella una nota de ternura.

- ¿Quieres cantar Defying gravity conmigo?

Rachel asintió con la cabeza y sonrió.

- Por supuesto, no espero que llegues a un fa alto, esa parte déjamela a mí, no quiero que pases vergüenza.- Y a Blaine casi se le cae la mandíbula cuando vio que le guiñaba el ojo porque seguramente era un chiste interno, pero él no estaba entendiendo nada de nada y, ¿realmente esos chicos no tenían ni la menos idea del increíble rango vocal de Kurt?

Kurt se puso de pie y se rió limpiamente, y no parecía ofendido en lo más mínimo.

- Por supuesto que puedo alcanzar un fa alto, Rachel. Ven y déjame que te enseñe como se hace.

Caminaron hacia el escenario, y Rachel le pasó un brazo por la cintura, y Blaine estaba cada vez más confundido, porque, ¿desde cuándo Kurt dejaba que alguien lo tocara con tanta confianza y tanta soltura? Decidió que aparentemente no iba a desentrañar nunca el verdadero misterio de la relación entre esos dos cuando escuchó a Rachel murmurar en el oído de Kurt, Por supuesto que sé que puedes alcanzar un fa alto, ¿crees que soy idiota?, y, contra todo pronóstico, Kurt no contestó que sí, si no que le dio un apretón a la mano que rodeaba su cintura en respuesta.

- Vuelvo en dos minutos.

Kurt respondió solo con un gesto de la mano, dando a entender que lo había oído, pero que podía hacer lo que quisiera: su charla con Mercedes era demasiado interesante como para interrumpirla. Blaine meneó la cabeza, pero se apresuró a dirigirse hacia la puerta del auditorio, porque ya había perdido de vista el mini vestido rojo, y no conocía el colegio, y lo último que necesitaba era perderse y que luego Kurt le tirase de las orejas.

- ¡Ey, Santana!

La latina no se dio vuelta, pero se detuvo y Blaine apuró el paso hasta llegar hasta donde estaba ella, y se llevó una mano al pecho, respirando agitado.

- Hobbit, por favor, no te mueras delante de mí. Las explicaciones serían muy engorrosas. No, espera, tacha eso. No te mueras. No es que me importes, pero no sé quien soportaría a la señorita de tu novio.- Y finalmente se volteó para dirigirle una mirada desaprobadora.

- No es mi novio.- Y el comentario le salió directo, sin pensarlo.

Santana arqueó una ceja.

- Llamalo como quieras, hobbit. La tía Tana sabe mejor que nadie que no porque se escapen a comerse la boca en aulas vacías significa que están saliendo. Pero deberías ver cómo lo miras. Es asquerosamente empalagoso. Y, además, actúan como un viejo matrimonio. Eso es lo que permite decir que están saliendo.

A Blaine se le cayó la mandíbula hacia el pecho.

- ¿Cómo sabes eso?

- ¿Qué actúan como un viejo matrimonio? Cualquiera con dos ojos y un par de dedos de frente puede verlo, hobbit.

- No, no eso. Lo del aula vacía.

El rostro de Santana se iluminó por un momento con una sonrisa y por un minuto, Blaine tuvo la sensación de que nunca en su vida conocería una mujer más hermosa y más terrible.

- Si piensas que puedes esconderle algo a la Tía Tana, estás muy equivocado, hobbit. Nada se me escapa.

La latina giró sobre sus talones y Blaine tuvo que apoyarle una mano en el hombro para detenerla. Se dio cuenta de que ella se estremeció un poco ante el contacto suave y Blaine frunció un poco el entrecejo, porque no pudo evitar acordarse de Kurt en los primeros días de su amistad: no acostumbrado a que nadie lo tocase con suavidad y sin malicia. ¿Y Brittany? ¿Qué demonios pasa con Brittany, Santana?, fue el pensamiento inmediato que sacudió su mente, pero se cuidó bien de decirlo en voz alta.

- Espera, Santana.

La muchacha soltó un resoplido.

- Ya lo he dicho varias veces, hobbit: no tengo toda la noche. ¿Qué mierda quieres?

- Quiero darte las gracias.- Ella inclinó la cabeza hacia un lado, y Blaine se apresuró a aclararse.- Por lo de antes. Por lo de Karofsky. Sé que dije que podría haberlo hecho solo, pero realmente no estoy seguro de que eso fuese verdad. Y de todas formas, gracias por la intención. Y perdón por no haber respondido bien en ese momento: no estoy acostumbrado a que alguien quiera pelear mis batallas por mi.

- Quieres pelear tus batallas solo.- Murmuró ella, tan bajito que él casi pensó que lo había imaginado. Blaine rió.

- No. Ese es Kurt. En general, prefiero evitar tener que llegar a pelearlas.- Se llevó una mano a la cabeza, pensativo.- Supongo que es mi particular manera de pelearlas.

Santana asintió con la cabeza.

- No tienes que darme las gracias. No lo hice para que me lo agradezcas. Lo hice porque le debo una a Hummel. No te acostumbres a que te saque las papas del fuego. Aunque algo me dice que para eso lo tienes a él.

- Y él me tiene a mí, o al menos eso espero.

- Y este es el momento en el que me retiro porque, seriamente, ya estás empezando a darme caries.

Blaine asintió con la cabeza porque, sinceramente, no hubiera esperado nada mejor. Por eso, se apresuró a sacarse del bolsillo del pantalón el papelito que había preparado cuidadosamente justo antes de que comenzara la canción de Mercedes, cuando había decidido que eso no solo era lo correcto, lo que debía hacer, si no también, por algún motivo, lo que quería hacer.

Santana lo tomó y lo observó con los ojos muy abiertos.

- Creí que ya habías tenido suficiente experimentando con la Berry, hobbit.

Blaine ignoró el comentario y se acercó a tomarle la mano con la que ella sostenía el papel. Esa vez, Santana no se estremeció, pero tampoco alzó la vista para mirarlo a los ojos.

- No es un compromiso, no es una obligación, pero llámame si quieres hablar algún día. Tengo miedo de que tú y Kurt se saquen los ojos si pasan demasiado tiempo juntos.

Se dio media vuelta y regresó hacia el auditorio con las manos en los bolsillos antes de que ella pudiese articular una respuesta, porque estaba seguro de que sería alguna ocurrencia mordaz y ácida. Blaine no le tenía miedo, porque, vamos, Kurt, pero sabía que el punto de todo eso era que ella realmente lo tomara en serio, y se guardase el número, en lugar de arrugarlo y tirarlo a la basura en un gesto ostentoso y arrogante para demostrarle que no lo necesitaba.

Blaine entró en el auditorio pensando que había tomado la decisión correcta al no agregar un No estás sola en cualquier punto de la conversación. Santana y Kurt podían tener muchos puntos de contacto, pero en otros eran diametralmente opuestos, y Blaine sabía que tenía que tener alertas todos los sentidos si quería jugar bien sus cartas en ese juego. Santana López era una aventura, y algo en el fondo de la consciencia le decía que valía la pena correr el riesgo.

- Tu dueto con Rachel fue grandioso.

- Aprecio que sepas apreciar el talento cuando lo ves, Blaine, pero, ¿te parece que este es el momento para esto?

Blaine sonrío, porque demonios si Kurt no tenía razón. Estaban en su auto, en la esquina de la casa de Kurt, y aún les quedaban cuarenta minutos antes de que Blaine debiese devolverle a Burt a su hijo sano y salvo. Blaine entendía la frustración de Kurt: él también estaba más que compenetrado con esa misión de besarse como si no fuese a existir un día después.

- Tenemos que hablar, Kurt.

Los ojos del castaño se abrieron como platos, y se acomodó muy derecho en su asiento, casi tieso. Alejó inmediatamente sus manos del cuerpo de Blaine; tenía los labios muy apretados y estaba lívido.

- Sabía que era demasiado bueno como para durar.

Blaine ladeó la cabeza, confundido, hasta que se dio cuenta de lo que Kurt estaba pensando. Apresuradamente, se estiró para tomar una de las manos de él entre las suyas. Kurt no la retiró, pero no respondió a las caricias suaves que el pulgar de Blaine realizaba sobre el dorso de su mano.

- No, no, Kurt, por favor. ¿Cómo se te ocurre siquiera pensar en eso?

El contratenor bufó.

- Disculpa, pero me parece que mi reacción fue lo más razonable. Deberías haberte escuchado.

Se quedaron en silencio un buen par de minutes, Blaine aún acariciando la mano de Kurt. Finalmente, fue él quien rompió el silencio.

- Quieres volver al McKinley.

No era una pregunta, y Kurt no pensó que hiciera falta que jugase al inocente como para pretender que lo era.

- ¿A qué demonios viene eso, Blaine?

- Me parece bien. Estoy de acuerdo.

Kurt no estaba preparado para esa respuesta. Y por eso, en lugar de pretender entender, sacó las armas, porque eso era lo que sabía hacer.

- Creí que después de lo que pasó esta noche, te habría quedado bastante claro que no puedo volver.

- No te estoy diciendo que lo hagas, Kurt. No te estoy diciendo que vuelvas. Sé que no estarías seguro, y jamás te permitiría que volvieses a un lugar que no fuese seguro para ti. Pero estoy diciendo que está bien que desees volver. Que lo entiendo. Que no hace falta que lo reprimas y te lo niegues.

Kurt se removió incómodo en su asiento y se cruzó de brazos.

- ¿Esta es tu manera de decirme que quieres que me vaya, Blaine? ¿Es tu manera correcta y amistosa de decirme que quieres cortar relaciones conmigo? Porque, créeme, es bastante patética.

- En todo caso, yo pensaría que es tu manera de decirme que quieres cortar relaciones conmigo.- Murmuró Blaine.

Fue en ese momento que Kurt lo miró verdaderamente por primera vez en toda la noche. Tenía los hombros tensos y la mandíbula apretada, y daba la impresión de estar cargando un gran peso sobre la espalda y una gran amargura en el alma. Kurt no podía saber que desde las regionales dormía poco y mal, que daba vueltas en la cama y que se desconcentraba en clases, pensando siempre en un inminente final, leyendo en las señales más mínimas, aprovechando al máximo cada pequeño momento.

Kurt no sabía, pero se imaginaba bastante.

- Oh, Blaine.- Lo abrazó con fuerza y Blaine perdió la tensión en el abrazo, y se permitió estremecerse y sollozar un poco. Kurt nunca lo había sentido tan vulnerable y tan pequeño antes. - Nunca, nunca vuelvas a pensar eso, ¿entendiste? No soy esa clase de persona. No veo factible que me canse de ti en un futuro próximo, pero créeme que si sucediera, mínimamente tendría la decencia de decírtelo en la cara.

La voz de Blaine sonaba ahogada porque tenía la boca firmemente apretada contra el hombro de Kurt.

- Lo sé. De alguna manera, siempre lo supe. Pero no por eso estaba menos aterrorizado. Soy un poco ridículo a veces.

- Eres ridículo el noventa por ciento del tiempo. Pero es por eso que me gustas.

Blaine no encontró mejor respuesta que buscar sus labios para darle un beso dulce y profundo. Cuando se separaron, se había recompuesto un poco, pero Kurt no soltó el abrazo alrededor suyo, y Blaine estaba agradecido por eso.

- Kurt, tengo algo que decirte, pero necesito que me escuches sin interrumpirme. ¿Puedes hacer eso?- El castaño afirmó con la cabeza, un tanto reacio.- He pensado mucho en esto, Kurt. Y me he dado cuenta de que pedirte que no lo desearas, sería como pedirte que no fueses tu mismo. Sé que extrañas a tus amigos, que extrañas la dinámica insana de New Directions, sé que Dalton te gusta, pero nunca terminaste de pertenecerle. Pero también sé que hay algo más: esta es una batalla que sientes que perdiste, y no puedes aceptar eso. Tienes el coraje para volver y hacerles frente, Kurt. Sé que quieres hacerlo, así que cuando puedas, tienes que hacerlo. Yo no voy a detenerte. Eres mil veces más valiente que yo, y, de una forma u otra, siempre supe que tu traslado a Dalton no era permanente. Eres un luchador, y si retrocedes es para tomar carrera, no para huir. Alguien tiene que hacer la diferencia, y los dos sabemos que eres la persona indicada para hacerlo. No voy a ser yo quien te cierre las puertas de la jaula, te corte las alas y te impida volar. Si quieres volver al McKinley, tienes todo mi apoyo. Yo te seguiré queriendo tanto como siempre, o quizás más, y me seguirás teniendo a tu lado, si todavía me quieres.

La respiración de Kurt era agitada y en ráfagas.

- Puedes hablar ahora.- Dijo Blaine, al borde de un ataque de pánico, preguntándose si quizás no había sido demasiado.

Pero Kurt no habló, si no que lo tomó de la barbilla y le dio el beso más pasional y deseoso que habían compartido hasta ese entonces, incluso contando los que habían compartido esa misma noche en el McKinley. Sus manos en las caderas de Kurt, las manos de Kurt en sus mejillas y en su cabello. Blaine nunca antes en su vida se había sentido tan reclamado y tan poseído al mismo tiempo. No podía decir que no era una sensación que le hacía arder el esófago de deseo.

Se besaron durante minutos largos y eternos, y fue finalmente Kurt quien rompió el beso, y apoyó su frente contra la de Blaine.

- Por supuesto que te quiero a mi lado. No podría seguir adelante si no fuese contigo a mi lado.

Blaine sonrío, alzó una mano para acariciarle una mejilla y por primera vez desde las Regionales, sintió que los pulmones verdaderamente se le llenaban de aire.

Quizás aún no estuviese listo para enfrentarse con sus propios miedos y fantasmas, pero Kurt era un ejemplo a seguir, Kurt era una luz demasiado brillante y si Blaine lo ayudaba a que esa luz no se apagase, quizás, algún día, tarde o temprano, pudiera armarse de valor y terminar siguiendo él mismo esa luz.

Al irse a dormir aquella noche, Kurt Hummel no pensó en Santana López, como si pensó Blaine Anderson. Por el contrario, se durmió reconfortado y feliz, liberado por haberse permitido por fin admitir ese sentimiento que llevaba días comiéndolo por dentro.

Feliz porque Blaine lo entendía- y no era tan ingenuo como para pensar que a Blaine le hacía bien la idea, pero la entendía, y Kurt ya tendría tiempo de hacerlo sentir confortable con la idea-, y lo apoyaba.

Feliz porque era demasiado, demasiado pronto, pero los sentimientos puestos sobre la mesa durante la noche hablaban mucho más fuerte que las palabras que aún no se animaban a decirse.

Feliz porque la llave que llevaba meses encerrada en el alhalajero de su madre por fin había encontrado su lugar en el colgante que representaba su vida y aunque no se notara a simple vista, aparentemente su vida estaba comenzando poco a poco a enderezarse y llenarse de esa sensación de estás haciendo lo correcto.

Feliz porque quizás no había comenzado a tomar acciones al respecto, pero finalmente se había permitido aceptar ese deseo siempre latente, que era casi su firma registrada, de querer desafiar la gravedad.

Kiss me goodbye, I'm defying gravity.

Feliz porque el goodbye definitivamente no era un adiós, si no un hasta pronto.

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