Dinero- Harry Potter- Harry/Ginny

Jul 29, 2011 04:10

Fandom: Harry Potter
Título: Dinero
Personajes: Harry Potter. Ginevra Weasley
Parejas: Harry/Ginny.
Tabla: Ventura (30vicios )
Tema: #16- Regalo
Reto: # 01 (harrython )
Extensión:  924 palabras
Summary: Harry nunca tuvo dinero en su niñez, y cuando lo tuvo en su adultez, nunca sintió necesidad de derrocharlo... hasta Ginny.
Advertencias: Ninguna.

Durante once años de su vida, Harry Potter no tuvo nunca más dinero junto que los cincuenta céntimos que ocasionalmente le regalaban los Dursleys para su cumpleaños. Harry tampoco tenía idea del costo de las cosas, porque los Dursleys nunca le habían dado dinero para que fuese de compras, ni le habían soltado la correa demasiado cuando estaban fuera como para que pudiera investigar algunos negocios. Por eso, Harry fantaseaba con cómo sería tener cien libras- y eso, en su mente, era una cantidad de dinero exorbitante- y los cientos, miles, miles de millones de cosas que podría comprarse con eso. Lo ayudaba a dormirse, a que las horas se le pasaran más rápido y a poner la mente en blanco para ignorar lo tremendamente irritantes que le parecían sus tíos y su primo.

(Muchos años después, Hermione le explicaría que cuanto menos tiene uno, con menos se conforma, pero a Harry los motivos le importarían bastante poco: el deseo había cumplido su efecto terapéutico en su momento, y con eso le bastaba).

Pero, una vez que tuvo en sus manos dinero suficiente como para hacer lo que quisiera- y, como si eso fuera poco, un mundo mágico en el que poder gastarlo, por los pantalones de Merlín-, a Harry se le habían evaporado las ganas de derrocharlo. Por supuesto, había tenido momentos de arrebato, se había dado un montón de gustos, y nunca se había privado de nada, pero nunca había gastado el dinero por el simple placer de gastarlo.

(Harry definitivamente tenía que callar esa voz en su consciencia que sonaba odiosamente como Hermione y que no dejaba de decirle quien tiene poco, se conforma con poco).

Pero eso cambió con Ginny.

(Como tantas cosas habían cambiado con Ginny, por las barbas de Oz).

Ginny había sido criado con ropa de segunda mano, heredada de sus primas, con libros de segunda mano, heredados de sus hermanos, con cosas que siempre habían llegado a sus manos rotas, demasiado usadas o simplemente cansadas de vivir. Pero Ginny- que era distinta a Harry, y eso era algo que a él nunca dejaba de fascinarle- no había tenido nunca ambiciones de dinero y posesiones costosas: Ginny ambicionaba el día en el que fuera capaz de comprarse esas cosas por si misma, pero no por el hecho de poseerlas, sino por la satisfacción de saber que podía, de saber que había llegado tan lejos.

Ginny tenía veintiocho años y se seguía vistiendo con las mismas túnicas que usaba a los dieciséis,- porque no había crecido ni una pulgada ni engordado un kilo, y seguía siendo el mismo enano temible, como aún la llamaba Ron- y seguía usando las mismas técnicas de ahorro que había aprendido en diecisiete años conviviendo con su madre. Ginny cerraba la mandíbula y era austera, pero no por tacaña: le bastaba saber que tenía el dinero para comprarse lo que quisiera, no necesitaba gastarlo en cosas superfluas, y decía que los niños lo agradecerían cuando fueran mayores y ella pudiera costear la mejores escobas para Lily y James y el mejor tablero de ajedrez para Albus- y Harry jamás osó poner en duda sus predicciones sobre sus hijos, y el tiempo le demostró que, como siempre con ella, había tomado la decisión correcta.

Harry la entendía y apreciaba que, en eso, como en todo, estuvieran en la misma página. Él nunca había tenido demasiadas posesiones materiales, así que no tenía estándares de satisfacción anteriores que alcanzar, y sus posesiones sentimentales lo dejaban satisfecho- tan satisfecho- que no tenía agujeros que tapar comprándose la última escoba de moda, que no necesitaba.

Pero era distinto con Ginny.

Porque Harry había crecido usando gafas rotas y ropa que le iba grande y que a veces estaba en condiciones tan deplorables que no merecería otra cosa que el basurero. Porque Harry había crecido mirándose al espejo y sabiendo que detestaba un poco esa imagen, porque sabía que detrás de esas capas de tela inútil, era difícil ver quién era el verdadero Harry. No por eso necesitaba vestirse con la ropa extravagante que antaño solía verle a Lucius Malfoy: le bastaba con cosas sencillas, que no lo hicieran sobresalir- como si alguna vez hubiera necesitado algo más que lo hiciese sobresalir-, pero que tampoco lo ocultasen. Harry era- quería ser- sencillo, y se bastaba con cosas que entrasen en la misma definición.

Pero cuando pasaba por la Tienda de Madame Malkin y veía una túnica particularmente hermosa en color azul zafiro, o un broche de orquídeas blancas traídas de algún país lejano que ni siquiera se animaba a intentar pronunciar, Harry no podía evitar comprarlos. Porque, Ginny, va fantástico con tu color de pelo, con tus hermosos ojos, con tus pecas, con tu piel. Porque, Ginny, sé que no lo necesitas, pero yo quiero darte todo lo que te mereces. Porque, Ginny, jamás conseguiré algo que te encaje, que se encuentre a tu altura, pero al menos déjame intentarlo.

Porque, Ginny, no sabes las ganas que tengo de quitártelo.

(Y no importaba que Ginny le reprochase de manera previsible todas y cada una de las veces, porque Harry sabía que ese brillo en sus ojos color chocolate lo conseguía solo cuando realmente lograba halagarla- no porque le hubiera comprado algo, si no porque había estado pensando en ella-, hacerle sentir que valía, hacerle sentir que, aún después de tantos años, aún me encantas como el primer día, aún sigo enamorado de ti como el primer día.

Y Harry vivía para conseguir ver ese brillo en sus ojos chocolate.)

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